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Authors: Matthew Stover

Punto de ruptura (17 page)

***

Mace bajó la cabeza. La electricidad del combate abandonó sus extremidades, dejándole cansado y dolorido. Tenía varias quemaduras superficiales debido a las salpicaduras de plasma y a las esquirlas de roca fundida.

Se obligó a mirar ladera arriba, hacia el desfiladero, a través de las moribundas llamas y los retorcidos hilos negros del humo que ya clareaba. En la garganta rocosa había akk muertos, herbosos heridos o muertos, y estaban Chalk, Besh y Lesh.

Recordó el fogonazo en la Fuerza que sintió esa mañana.

—Vamos a acampar —dijo a Nick. Era asombroso lo cansado que se encontraba de repente—. Creo que tenemos bajas.

Ascendieron hasta la rampa de matojos. Arriba, Chalk cojeaba hacia su herboso herido y negaba con la cabeza, estaba terriblemente quemado. Uno de los costados del animal era una masa de carbón. Recorrió los seis metros de su cuerpo, se dejó caer sobre una rodilla y le acarició la cabeza. El akk lanzó un débil bocinazo de dolor y preocupación, y frotó el morro contra la mano de Chalk. Mientras, ésta sacó la pistola de cartuchos y le disparó justo debajo del ojo superior.

El chasquido de la pistola resonó en las paredes del risco que bordeaban el desfiladero. A Mace le pareció un signo de exclamación, un punto y aparte para el final de la batalla. El eco lo convertía en un aplauso sardónico.

Besh y Lesh seguían arrebujados a la sombra del akk muerto. Mace supuso que se habían salvado gracias a la protección que les ofrecía el akk, por un lado, y una enorme peña, por el otro.

Chalk llegó allí antes que Nick y Mace. Recorrió el camino desde el cadáver de su herboso y mantuvo los ojos fijos donde debían estar los hermanos. Mace supo, por su expresión, que lo que veía era malo. Miró a Nick mientras éste y Mace se acercaban, y le dirigió el mismo meneo inexpresivo de la cabeza.

Besh estaba sentado en el suelo, al lado de la cabeza del akk. Abrazándose las rodillas. Meciéndose adelante y atrás. El contenido de un botiquín estándar estaba disperso a su alrededor: Escáner portátil, nebulizadores hipodérmicos y de vendas, estabilizadores óseos. No parecía herido, pero estaba pálido como un cadáver y tenía los ojos en blanco y muy abiertos.

Lesh era presa de convulsiones.

Su rostro estaba contorsionado en una máscara rígida, con la ciega mirada fija en el despejado cielo de la tarde. Se encorvaba y encogía, con las manos engarfiadas y sufriendo espasmos, y los tacones golpeando las rocas. El primer pensamiento de Mace fue una herida en la cabeza; la metralla o una esquirla de roca en el cráneo podía provocar semejante ataque. Por eso no comprendía que Nick, Chalk y su hermano se quedasen quietos, como si fueran impotentes, sin hacer nada aparte de verlo sufrir. Mace posó una rodilla en el suelo y buscó el escáner del botiquín.

—Déjalo —dijo Chalk.

De todos modos, Mace cogió el escáner y deslizó la tapa para activar la pantalla. La lectura advertía que Lesh no estaba herido.

Estaba infectado.

Parásitos sanguíneos sin identificar se habían agrupado en su sistema nervioso central. Ahora estaban pasando a una nueva etapa de su ciclo vital.

Se estaban comiendo su cerebro.

Lo ocurrido la noche anterior en la tienda portátil cobraba sentido para Mace: Lesh ya debía de estar infectado por esos parásitos. Y Mace lo había achacado al estrés y a una intoxicación de thyssel.

—Avispas de la fiebre —dijo Nick, roncamente. Estaba casi tan pálido como Besh. Podía enfrentarse a una muerte violenta con un guiño, y a un comentario sarcástico; pero esto hacía que la cabeza le brillara con sudor pálido. Apestaba a miedo—. No hay forma de saber cuándo le habrán picado. Los mascadores de thyssel ceden antes. A las larvas les gusta la corteza. Cuando ponen los huevos...

Tragó saliva y sus ojos se estrecharon. Tuvo que apartar la mirada.

—Se incuban en el cráneo. Salen a través del cráneo. Como si fuera una, una, una cáscara de huevo...

El horror puro y sin complicaciones de su rostro dijo a Mace que no era la primera vez que lo veía.

Mace depositó el botiquín en un lugar fresco junto al akk muerto.

—Aquí dice que todavía se le puede salvar. Sólo se necesita un segundo para cargar un nebulizador hipodérmico con thanatizina. Podemos ponerlo en animación suspendida. Ralentizar... las larvas de avispa... hasta que podamos llevarlo a un hospital equipado de Pelek Baw. Incluso si lo identifican...

Besh alzó la mirada hacia él y negó con la cabeza en un mudo "no".

Mace pasó por su lado y se arrodilló junto a Lesh.

—Podemos salvarlo, Besh. Puede que eso signifique entregarlo a la milicia, pero al menos estará vivo.

Besh cogió a Mace por el brazo. Tenía los ojos llorosos e inyectados en sangre. Volvió a negar con la cabeza.

—Maestro Windu —Nick cogió el estuche del botiquín y examinó el gráfico—. Su estado es mucho más grave de lo que indica esta cosa.

—El escáner del botiquín es extremadamente fiable. No me lo imagino equivocándose.

—No se equivoca —dijo Nick con voz queda, y giró el estuche para que Mace pudiera ver la pantalla—. Éstas no son las lecturas de Lesh.

—¿Qué?

Besh se tocó el pecho con las yemas de los dedos, mirando al suelo, y a continuación se desplomó. Pareció derrumbarse sobre sí mismo. El aliento, junto al miedo y la esperanza, le abandonaron. Su aura en la Fuerza se tiñó de negra desesperación.

Mace miro a Besh y a Nick, y otra vez a Besh, antes de fijar los ojos en Lesh, que se estremecía espasmódicamente. Luego miró el nebulizador hipodérmico, que todavía aferraba nerviosamente con la mano. "
No porque
la jungla
te mate
", le había dicho Nick, "
sólo
porque
es
así
".

Nick recogió el escáner del botiquín y lo pasó por la cabeza de Mace.

—Tú estás bien —dijo débilmente, lamiéndose el pálido sudor del labio superior—. No muestras señales de infección.

Se volvió hacia Chalk, frunciendo el ceño ante la lectura del botiquín.

Se le hundieron los hombros, y la mano empezó a temblarle.

No tenía palabras, pero no las necesitaba. Ella leyó en sus ojos el destino que le esperaba, se tensó y su boca fue una línea delgada. Entonces dio media vuelta y marchó ladera abajo.

—Chalk... —llamó Nick, impotente, tras ella—. Chalk, espera...

—Cogeré el Trueno, yo —hablaba de forma átona, con tan poca emoción como el vocalizador de un ordenador de navegación—. Buen arma. La necesitarás, tú.

Nick volvió su dolorida mirada hacia Mace.

—Maestro Windu... —le entregó el escáner del botiquín con gesto de súplica—. No me obligues a hacer mi propia lectura, ¿quieres?

Mace escaneó rápidamente la columna vertebral y el cráneo de Nick. Las lecturas eran claramente negativas, pero Nick no pareció muy aliviado.

—Ya, claro —dijo con disimulada amargura—. Si fuera a morirme dentro de un par de días, al menos no tendría por qué pensar en ocuparme de ellos.

—¿Ocuparte de ellos? —dijo Mace—. ¿Es que hay un tratamiento?

—Sí —Nick sacó la pistola—. Aquí tengo su tratamiento.

—¿Esa es tu solución? —Mace se paró delante de él—. ¿Matar a tus amigos?

—Sólo a Lesh —dijo con voz dura y triste, aunque algo temblorosa, como su mano. No tenía la solidez mental de Chalk. Los ojos se le pusieron llorosos y su rostro se contorsionó. Apenas conseguía forzarse a mirar a sus amigos—. Ya habrá tiempo de ocuparse de Besh y de Chalk cuando empiecen los temblores.

Mace seguía sin poder creer que Nick hablara en serio.

—¿Quieres limitarte a pegarles un tiro? ¿Como al herboso de Chalk? —Como al herboso, no —dijo Nick. Su rostro tenía un color ceniciento—. En la cabeza, no. Eso dispersa las larvas. Algunas ya estarán lo bastante desarrolladas y serían peligrosas —tosió— para nosotros.

—Así que no hasta con que muera.

Mace respiró y, utilizando la disciplina Jedi, alzó un muro alrededor de su corazón que aislara su horror empático ante el rictus ceniciento del rostro de Lesh. Espuma teñida de rosa burbujeaba en los labios de éste.

—Las... zonas infestadas... deben ser destruidas. El cerebro y la médula espinal.

Nick asintió, mostrándose aún más mareado.

—Con las avispas de la fiebre solemos quemar el cuerpo, pero... Mace lo comprendió. Las fragatas que huyeron podían haber transmitido su posición. No había forma de saber lo que ya podía estar de camino. No podía creer lo que estaba a punto de hacer. No podía ni creer lo que iba a decir. Pero era un Jedi. El objetivo de su vida era hacer lo que debía hacerse. Hacer lo que los demás no querían o no podían hacer. Fuera lo que fuese.

Separó los sables láser del cinturón. El de Depa y el suyo.

Las hojas verde y púrpura sisearon juntas en el aire lleno de humo.

Besh alzó la mirada desde el suelo. Chalk se quedó inmóvil en la ladera, acunando el Trueno en sus brazos. Nick abrió la boca como si quisiera decir algo pero no supiera el qué.

Todos se quedaron mirando a Mace como si no le hubieran visto nunca antes.

—Es vuestro amigo. Tu hermano —Mace respiró hondo, aplacando su miedo, su repugnancia y su oscuro, oscuro desprecio por lo que debía hacer—. Igual queréis despediros de él.

Besh negó con la cabeza, en silencio. Se puso en pie con un sollozo desarticulado compuesto de pesar y de terror, y se tambaleó ladera abajo.

Chalk sólo sostuvo la mirada de Mace durante un segundo, antes de asentir lentamente. Entonces siguió a Besh, le rodeó los hombros con el brazo, y éste se derrumbó contra ella, sollozando.

Nick fue el último. Sus ojos sólo mostraban dolor. Por fin, meneó la cabeza, y las lágrimas se derramaron por sus mejillas.

—Ya casi no existe —tocó a Mace en el hombro—. Maestro Windu, no tienes por qué hacer esto...

—Sí que tengo —dijo Mace—. O tendrías que hacerlo tú.

Nick asintió reticente, comprensivo.

—Gracias. Windu, esto, Maestro, yo... sólo... Gracias —se volvió y caminó tras los demás—. No lo olvidaré.

Tampoco lo haría Mace.

Miró a Lesh entre las dos resplandecientes hojas. Buscó en la Fuerza, queriendo tocar lo que pudiera quedar del joven, ofrecerle el poco consuelo que le fuera posible, pero era tal y como Nick había dicho: Lesh ya casi no existía. Transcurrió un largo momento mientras Mace se tranquilizaba, componiendo una actitud de calmada reverencia. Luego consignó a la Fuerza lo que pudiera quedar de la consciencia o el espíritu de Lesh.

Entonces respiró hondo, alzó las hojas y empezó.

***

La cordillera de riscos eclipsó tras ellos el cielo del sur. La cúpula de jungla que les cubría brillaba con el cercano atardecer. En el suelo ya vivían el crepúsculo. Los compañeros caminaban por un ancho camino abierto por el reiterado paso de los rondadores de vapor. Los árboles se cerraban sobre el camión, uniéndose en las alturas, y les permitían desplazarse a lo largo de un túnel forrado de selva que serpenteaba, subía y descendía por los accidentes del suelo que partían de la cara norte del risco.

Mace llevaba parches de bacta recortados cubriendo sus peores quemaduras. La frente de Nick brillaba por el vendaje nebulizado. Chalk llevaba un cabestrillo que le sujetaba el hombro que se le había desencajado al caer entre las rocas, y un vendaje de compresión en la rodilla herida. Besh caminaba en un silencio inexpresivo, quizás en estado de
shock
.

Lo que quedó de Lesh había sido enterrado en la línea del bosque.

Las mochilas, con los suministros rescatados de los herbosos muertos, pesaban. Pocas cosas del equipo de Mace habían sobrevivido. Con el herboso de Nick se habían desintegrado la tienda portátil, las mudas de ropa, el botiquín y su identificación. La guerra en Haruun Kal estaba eliminando toda conexión de Mace con su vida fuera de la jungla. Las únicas pruebas físicas que le quedaban de que alguna vez había sido algo más que un korun eran los dos sables láser.

Hasta el datapad falso con el que había cargado todo el camino había resultado afectado. Sus circuitos subespaciales debieron de quedar dañados con la descarga. Pensó en llamar al
H
alleck
para evacuar a Besh y a Chalk, y para que recibieran atención médica, pese a que eso habría puesto en peligro su misión. La aparición repentina de un crucero de la República en el sistema Al'Har habría llamado, con toda seguridad, la atención de los separatistas. Pero el holocomunicador del datapad no había sido capaz de emitir ni una sola onda fuera del planeta. Su última conexión con lo que Depa llamaba la Galaxia de la Paz estaba tan muerta como los milicianos balawai que Mace había hecho estrellarse contra la pared del risco.

Irónicamente, la función grabadora del datapad falso seguía funcionando. Su disfraz se había convertido en realidad. El datapad había dejado de ser falso. Mace tuvo la supersticiosa sensación de que eso era algo simbólico.

Galthra caminaba con ellos al lado de Chalk, en vez de rodeándolos. Era el último de los akk. Con algo de suerte, su presencia bastaría para mantener a los grandes depredadores a una distancia respetable.

Todavía no habían aparecido nuevas fragatas para perseguidos. Mace lo encontraba inexplicable y preocupante. De vez en cuando, Galthra daba un tirón en la Fuerza que podía significar que oía motores en la distancia, pero era difícil asegurarlo. Sobre todo, lloraba a sus compañeros de manada. Su presencia en la Fuerza era un largo gemido de dolor y pérdida.

Siguieron avanzando. Nick había establecido un paso matador. No había hablado desde que enterraron los restos de Lesh.

Mace supuso que Nick estaba pensando en Besh y Chalk; desde luego, él si lo hacía. Pensaba en las larvas de avispas de la fiebre que se amontonaban en el cerebro y en los tejidos de su médula espinal. Debían de quedarles uno o dos días antes de que empezase la demencia. Un día o dos después vendrían las convulsiones y una muerte desagradable. Besh caminaba con la cabeza gacha, tiritando, como si no pudiera pensar en otra cosa. Chalk desfilaba como un androide bélico, como si el sufrimiento y la muerte fueran demasiado ajenas a ella para poder comprenderlas, y mucho menos temerlas.

Mace se puso a la altura de Nick, colocándose a su lado.

—Háblame.

Los ojos de Nick permanecieron fijos en la selva que tenía delante.

—¿Por qué debería hacerlo?

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