Punto de ruptura (30 page)

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Authors: Matthew Stover

***

La noche caía y el sol estaba bajo en la boca del cañón. Tenían claro hacia dónde debían navegar y bajaron a zancadas en el crepúsculo que se espesaba, dirigiéndose al lugar donde la Fuerza indicaba a Mace la máxima amenaza.

—Así que has resuelto el problema Jedi que tiene la milicia, ¿eh? —murmuró Nick mientras coman bajo los árboles—. Creo que eso será una sorpresa para Kar y Depa.

—Kar no me interesa —dijo Mace—. Sólo me interesa Depa. ¿Dónde está el comunicador subespacial más próximo?

—En las cavernas del paso de Lorshan —repuso Nick, encogiéndose de hombros—. Es nuestra base, a sólo unos días de viaje, si alguna vez perdemos de vista a esas puñeteras fragatas. Ahí nos dirigíamos antes, ¿por qué?

—Depa y yo dejaremos este planeta menos de un día después de que me consigas ese comunicador subespacial. No deseo perder más tiempo. Necesito el comunicador para solicitar nuestra extracción.

—Y conmigo, ¿no? No irás a dejar atrás a todo tu personal, ¿verdad?

—Ya has visto lo que vale mi palabra.

—¿No crees que podrías enviarme a mí primero? Porque no quiero estar en ninguna parte de este sector cuando Kar descubra que ella se marcha.

—Déjame a Vastor a mí.

—Y, esto, Maestro General, señor. ¿Has pensado en lo que harás si ella no quiere irse?

—Tengo un rehén.

—¿Un qué? ¿Te permiten hacer eso? Quiero decir, ¿los Jedi cogen rehenes?

—Hay un rehén que sí puede coger un Jedi de forma legal. Espero no tener que llegar a eso.

—¿Has pensado que igual a ella le importa un cubo de mierda de colmilludo ese rehén?

—Lo he pensado —dijo Mace. Su voz era fría, pero el pensamiento se retorció en su vientre como un cuchillo al rojo.

Nick se paró en seco.

—¿Has pensado que igual ninguno de nosotros dos llega a vivir tanto?

Dijo esto por los doce rugientes perros akk que se habían materializado alrededor de ellos, como si la jungla los hubiera dado a luz con la llegada del crepúsculo.

***

La furia resoplaba en la Fuerza como el vapor de sus narices.

Los seis guardias akk salieron de entre la penumbra de los fantasmales árboles. Llevaban los vibroescudos sobre los bíceps, con las manos libres para sostener los rifles de asalto y los lanzagranadas.

Armas para cazadores que acechan presas humanas.

Los seis llevaban el equivalente humano del rictus del akk.

Ninguno de ellos habló.

Era posible que, en ese momento, ninguno de ellos recordara cómo hacerlo.

La Fuerza vibraba con ira, como si todos ellos resonaran con una sola nota armónica. Mace sintió entonces el poder del lazo que los unía en la Fuerza, pero que no los unía unos con otros. Ninguno de los guardias akk tenía un enlace con un perro como el que Chalk había tenido con Galthra.

Los dieciocho, hombres y perros por igual, estaban enlazados no unos con otros, sino con un único otro, como si fueran los radios de una rueda en la que él era el centro.

La furia que percibía Mace era la de Kar.

Reconoció su sabor distintivo.

—Después de todo, puede que Kar esté algo molesto por lo de los prisioneros.

Nick estaba parado espalda contra espalda con Mace, allí donde una vez habría estado Depa.

Donde debería estar Depa.

Donde estaría en ese momento en cualquier universo cuerdo.

Mace oyó el chasquido familiar de una hoja al extenderse, y se volvió hacia Nick.

—Dame eso.

Los ojos del joven korun refulgieron verdes con el brillo de la hoja.

—¿Con qué se supone que voy a pelear entonces? ¿Con mi afilado ingenio?

Lo cual le habría servido contra doce perros akk tanto como un sable láser, pero Mace no se lo dijo.

—No vas a luchar.

—Eso dices tú.

En vez de discutir, Mace alargó la mano más allá de la hoja y dio un golpecito en la nariz de Nick, como si apartara una mosca.

Nick pestañeó, se encogió, profirió una obscenidad por reflejo, y cuando recordó que tenía un sable láser en la mano, éste ya estaba en las de Mace.

—Vastor es un depredador, no un villano de HoloRed. No nos retiene aquí para vanagloriarse de ello. Si planeara matarnos, ya estaríamos muertos.

—Entonces ¿por qué nos retiene aquí?

Una enorme sombra se acercaba entre los árboles, baja y grande, con patas dobladas a los lados e inmensos pies de extendidas garras.

—Oh, ya entiendo —respiró Nick—. Va a traer a Depa.

11
Rehén

L
a inmensa sombra se acercó con estrépito. Su caminar era una sinfonía de árboles astillándose.

Era un ankkox.

Un enorme saurio acorazado, el mayor animal terrestre de Haruun Kal. Los ankkox son el doble de grandes que los herbosos, tienen más de la masa y media de un bantha adulto, pero son de constitución baja y ancha, con una ancha concha dorsal, como un plato de sopa ovalado bocabajo. La de éste tenía casi tres metros de ancho y bastante más de cuatro metros de largo. En la concha de la cabeza, un disco convexo acorazado que cubría esa parte de la bestia, llevaba atornillada una silla de pastoreo. Cuando un ankkox retraía patas y cabeza, la concha de ésta y las de sus seis rodillas encajaban en las aberturas de su caparazón con el hermetismo de una escotilla, permitiendo al animal sobrevivir a las emisiones de gas volcánico que pidieran llegar hasta él.

Su conductor no se sentaba en la silla, sino que estaba parado tras ella, con las piernas abiertas sobre la coraza de la cabeza, y enarbolando una larga pértiga que terminaba en un gancho de aspecto afilado, y que empleaba para dirigir el paso del ankkox. Dos escudos de ultracromo con forma de lágrima estaban alzados hasta sus bíceps.

Era Kar Vastor.

Sólo se movía para dirigir al ankkox. Su rostro carecía de expresión. Ni siquiera miró a Mace y a Nick.

El aire que lo rodeaba vibraba con su furia.

El ankkox doblaba los árboles pequeños al pasar, limitándose a aplastar los arbustos bajo sus pies del tamaño de deslizadores. Para permitir el paso del ankkox entre los árboles, cuya separación era demasiado estrecha para dar cabida a su enorme concha, y que eran demasiado grandes para apartarlos, Vastor empleaba el aguijón, con el que indicaba puntos concretos en sus troncos que eran golpeados por un objeto sibilante, invisiblemente rápido, que impactaba con potencia suficiente como para destrozarlos y así permitirle pasar. Era la cola de maza de la criatura.

La única parte del cuerpo del ankkox que no estaba acorazada cm su cola extensible, musculosa y sorprendentemente flexible. La punta de la misma acababa en una gruesa bola redonda acorazada. Un ankkox adulto podía agitar la cola más deprisa de lo que podía ver el ojo humano, y emplear esa maza para golpear con precisión objetivos situados hasta a ocho metros de distancia, y con potencia suficiente como para aturdir a un perro akk o derribar un pequeño árbol.

Hubo un tiempo, anterior a la reapertura de Harun Kal a la galaxia civilizada, en que el arma tradicional de los pastores korun era una maza arrancada a un ankkox joven. Algo peligroso de adquirir, difícil de usar y de consecuencias letales.

En el bulto central de la concha dorsal del ankkox se había levantado una howdah, una pequeña cabina acortinada de dos metros por tres, apenas más grande que el alargado diván de su interior, con paredes de madera de lamma. El baldaquín acortinado era ligeramente más alto que Mace y estaba rodeado por una barandilla pulida situada a cosa de un metro de alto sobre la concha. Las cortinas, por no mencionar la madera, finamente trabajada, debían de ser parte del botín saqueado a alguna casa balawai. Las cortinas, con sus múltiples capas de encajes de gasa, eran translúcidas como el humo.

Mace podía ver la silueta, con la puesta de sol detrás de ella.

El ankkox se paró con un crujido atronador, descansó sobre su concha ventral y emitió un largo siseo entre dientes semejante al que hace el gas al escapar de las bolas neumáticas de un tren de aterrizaje. Vastor metió el aguijón en la cartuchera atornillada a la concha de la cabeza del ankkox, dio un paso por encima de la silla de pastoreo y cruzó los brazos de gruesos músculos.

Miró a los ojos del Maestro Jedi.

Los perros akk empezaron a gruñir en tono grave, con un sonido que se sentía más que oía, como el temblor subterráneo de un inminente terremoto.

El viento dejó de soplar. Hasta el rumor de las hojas enmudeció.

En el silencio del día que desaparecía, la Fuerza mostró a Mace un punto de ruptura.

"
La oscuridad de la jungla, no la de los Sith
."

Vida sin los obstáculos de la civilización.

—Estamos acabados —dijo Nick—. Te das cuenta, ¿verdad? Tan acabados como la comida de hace una semana. ¿Cómo llaman a esto en el ejército? ¿Ayudar y apoyar al enemigo?

—Guarda silencio. No llames la atención sobre tu persona.

—Una gran idea. Igual se le olvida que estoy aquí.

—No se trata de ayudar y apoyar al enemigo. Si esto fuera un asunto militar, ya nos habrían arrestado. Nos llevarían para tener alguna clase de juicio espectáculo que pudiera presenciar el resto del FLM. En vez de eso, estamos en la jungla, y los únicos testigos son Kar, Depa y esos akk, tanto humanos como saurios.

—Así que se limitarán a matamos.

—Con algo de suerte, esto será una pelea entre perros.

—¿Una pelea entre perros? ¿Si tenemos suerte? Ya, vale. No voy ni a intentar entender eso. Tú limítate a decirme lo que se supone que debo hacer.

—Se supone que debes recordar que eres un oficial del Gran Ejército de la República.

—He hecho el puñetero juramento hace tres horas...

—Tres horas o treinta años. Eso da igual. Has jurado comportarte de forma digna, como un oficial de la República.

—Y supongo que eso descarta el hacérmelo en los pantalones o llorar como un bebé, ¿verdad?

—Manténte calmado. No muestres debilidad. Considera a Vastor un akk salvaje, no hagas nada que despierte su ansia de presa. Y cállate.

—Oh, claro. ¿Es eso una orden, general?

¿Que sea una orden contribuirá a que lo hagas?

Arriba, en la concha del ankkox, Vastor los miraba en silencio mientras en el aire que lo rodeaba se formaba una aurora de furia. Sólo entonces se enfrentó Mace a la mirada del lor pelek.

El Jedi permitió que sus labios dibujaran una insinuación de desdén.

—¿Qué estás haciendo? —susurró Nick.

La mirada de Mace no se alteró.

—Nada de lo que necesites preocuparte.

—Esto, igual debería habértelo dicho —murmuró el joven korun con nerviosismo—. A Kar no le gusta que le miren fijamente.

—Lo sé.

—Se enfadará.

—Ya está enfadado.

—Sí. Y lo vas a enfadar más aún.

—Esa es mi intención.

—¿Sabes? Voy a renunciar a preguntarte si estás loco. Considerémoslo una pregunta permanente, ¿vale? Cada vez que abras la boca considera que me estoy preguntando si se te están saliendo las nueces de nikkle por las orejas. "Buenos días, Nick" ¿Estás loco? "Bonito día, ¿verdad?". ¿Estás loco?

—¿Te vas a callar? —siseó Mace por la comisura de la boca.

—¿Estás loco? —Nick agachó la cabeza—. Perdón. Ha sido un reflejo. La mandíbula de Vastor se movió, y un gruñido sin palabras escapó de sus apretados labios.

Se envió a por ti.

Mace suspiró con aire aburrido.

El gruñido de Vastor se espesó.

El desafío tiene un precio.

Nick inclinó la cabeza, frunciendo el ceño.

—¿Esto no es por los prisioneros?

Mace le miró de reojo. Nick le había entendido. Por tanto, Vastor se dirigía a los dos... O más bien a Mace, pero, al menos en parte, de cara a Nick. Alzó la mirada hacia la howdah.

Probablemente también de cara a Depa.

—Claro que es por los prisioneros —dijo Mace en voz baja—. Sólo se está calentando. Síguele la corriente.

Mace enganchó los pulgares en el cinturón y caminó de forma casual hacia delante.

—Ya te lo dije: no se envía a por mí. La veré ahora, dado que la has traído hasta mí como ordené.

La aureola que rodeaba a Vastor se acentuó, pero él se mantuvo completamente inmóvil. Su gruñido se afinó hasta ser la tos cazadora de un felino de las lianas.

Yo no acepto órdenes. Depa está aquí a petición propia.

—¿Ah?

Vino a despedirse de ti.

—Yo no voy a ninguna parte.

La respuesta de Vastor fue un silencioso y sonriente bostezo que mostró todos sus dientes inhumanamente afilados. Hizo un gesto y el círculo de akk y humanos se abrió ante él.

—¡Te dije que iba a matarnos! —siseó Nick—. ¡Te lo dije! ¡Vaya, cómo odio tener razón!

—Ya te dije antes que vieras a Vastor como un akk salvaje. No nos matará a no ser que no haya otra forma de obtener lo que quiere.

—¿Ah, sí? ¿Y qué quiere?

—Lo mismo que cualquier perro akk: dejar clara su posición de poder. Defender su territorio. Y su manada.

—¿Y crees que no nos matará por quitarle esos prisioneros? Mace se encogió de hombros.

—Al menos no a ti. Tú eres un subordinado, no cuentas de verdad.

—Ah, ya. Muchas gracias... —Nick se calló a medio sarcasmo y se mostró pensativo—. ¿Sabes una cosa? Creo que de verdad yo quería decir eso.

—Te lo agradezco.

Vastor giró el aguijón con gancho, y el ankkox se tambaleó hacia Mace y Nick, trazando amenazadores arcos con su cola de maza.

—Bueno, ¿qué? —repuso Nick, todavía entre dientes—. ¿Crees que va a echarte de aquí? ¿"Tienes hasta la puesta de sol para salir de mi planeta'?

—Algo así.

—¿Y qué hay de ese rehén que mencionaste?

—Habrá que ver si lo necesitamos.

—Esto, no seré yo, ¿verdad? Porque, verás, a decir verdad, no creo que Depa me aprecie tanto... Ni nadie, ¿sabes? Pero nada.

—Calla.

El ankkox se detuvo. La curva en pico de la concha de su cabeza, del tamaño de un deslizador, descendió hasta el suelo ante los pies de Mace. Los ojos de la bestia eran anaranjados y dorados, y grandes como la cabeza de Mace, y miraba hacia arriba desde debajo de la curva de la concha con melancólica paciencia sauna.

Vastor saltó al suelo.

Ve a despedirte. Te irás a continuación.

—Buen perrito... —dijo Nick con una sonrisa forzada. Lanzó una débil risita—. Buen...

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