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Authors: Pablo Tusset

Tags: #humor

Sakamura, Corrales y los muertos rientes (27 page)

El Ministro Pachorra del Cuajo no sobrevivió políticamente a la pertinaz desaceleración de la economía, pero consiguió que una multinacional de la telefonía móvil le pagara 15 millones de euros anuales por hacer justamente lo contrario que cuando era Ministro de Economía, esto es: manipular las cifras hasta conseguir que la cuenta de resultados de la multinacional pareciera horriblemente deficitaria.

Dos años antes de someterse a la primera de sus numerosas operaciones de cambio de sexo, la Ministra de Igualdad hizo un viaje oficial a Sudamérica para interesarse por la situación de las mujeres mapuche. Allí, impecablemente vestido de chamán, conoció a Bono de Uz, con el que congenió al extremo de volver del viaje embarazada de gemelos, de los que fue madre ejemplar hasta que, una vez destetadas las criaturas y en pasando ella por el trámite quirúrgico mencionado, empezó a ser padre ejemplar.

Berto, el Ministro de Interior, jamás llegó a superar las largas horas de estrés que había pasado como Presidente en funciones; quizá por ello, nada más terminar la legislatura, abandonó la política y recuperó su antiguo empleo de humorista en el popular programa de Andrés Bonafont.

El Presidente Paquito también repitió mandato durante varias legislaturas, y de hecho fue el único miembro del gobierno que vivió en activo el final de la crisis. Durante todo ese tiempo, fue perfeccionando esa forma tan suya de embuste manifiesto pero amable, pausado y tranquilizador, todo lo cual fue muy del gusto de artistas, intelectuales y votantes progres en general, siempre dispuestos a dejarse mangonear por las autoridades a condición de que no llevaran bigote ni aparentaran maneras autoritarias. Tras su última presidencia, fue nombrado secretario general de la OTAN y nunca más se supo de él.

Fernández Plancha fue literalmente defenestrado por los barones de su partido cuando el PEPE perdió las elecciones de octubre, que ya eran las novenas que se les iban al garete. Por suerte, el Trono de Mordor —donde se extienden las sombras— estaba en un modesto segundo piso y la defenestración apenas le produjo algunos chichones y un esguince de pronóstico moderado. Mucho mejor, con todo, fue la suerte que corrió su homólogo en Cataluña, el detestado Gollum, cuando en la clausura del festival de Sitges, una conocida actriz le dio un beso en la frente pensando que era un actor disfrazado de monstruo. Con tan inesperado ósculo despertó la persona normal que había bajo su piel verdosa y rezumante de sebo, se echó novia y dejó su charca mefitica en la política catalana para vender enciclopedias a domicilio con gran éxito de público y crítica.

El popular periodista radiofónico José Domingo de la Cascada se mordió accidentalmente la lengua y hubo de ser hospitalizado. Jamás volvió a ser el mismo.

La auxiliar de enfermería Itziar fue cicateramente remunerada por sus servicios de traducción al Presidente; sin embargo, el soborno en fondos reser vados que recibió por mantener el secreto de lo visto y oído en aquella habitación del Hospital de La Paz fue suficiente para comprarse un yate de 20 metros de eslora y vivir de renta el resto de sus días, que fueron muchos y felices.

El comisario FréreJacques fue ascendido a comisario principal en reconocimiento a su decidida cruzada contra los Reconectores, a pesar de que éstos quedaron obsoletos en cuanto los fundamentalistas islámicos idearon los Aerosoles Neuronales, que causaban el mismo efecto y además permitían un cómodo fumigado general de la población. Pero para entonces el comisario ya ocupaba su nuevo despacho en la última planta de la central de la rue des Policiens y a nadie se le ocurrió degradarlo.

Los seis Innombrables siguieron destinos dispares. Los chicarrones a y 3 abrieron una tasca de pinchos en PronostiTan Tarantán, pero como allí todos eran del mismo pueblo empezaron a no tener mayores razones para estar de acuerdo entre ellos, de modo que no tuvieron más remedio que trasladarse al municipio de al lado, donde, sintiéndose otra vez unidos por paisanaje, recuperaron su complicidad habitual.

N.° 5 se inició en la política y llegó a ocupar un puesto de responsabilidad en el Partido Euskaldún de los Valles Verdes, y n.° 6, cuyo cerebro portentoso no descansaba jamás, terminó ingresando en la Interpol, donde con el tiempo y gracias a su experiencia en corpúsculos antisistema, trabajó con gran provecho a las órdenes directas del mismísimo comisario principal FréreJacques.

N.° 1 y N°. 4 se hicieron pareja de hecho renovable por semestres y repitieron varias veces. Hasta que un buen día a la Encapuchada n.° 1 le salió un niño de entre las piernas y, visto que el nulo de alquiler se les quedaba pequeño, tuvieron que empezar a renovar por años para que el banco les concediera una hipoteca sobre un piso franco en Barakaldo, luego por bienios para ampliarla y pagar la guardería y, finalmente, se avinieron a contraer parejidad de hecho indefinida, ceremonia que fue oficiada por un guitarrista de ska en unos urinarios públicos.

La Reina Eusebia I, definitivamente harta de los caricaturistas republicanos, abdicó arramblando con muebles y otros enseres de valor del Patrimonio Na cional, y se volvió a su Jerez de la Frontera natal. Es desde entonces que la antigua España inexistente exhibe su bandera republicana de color rosa capote con lunares, su escudo con corderos y baobabs sobre campo de gules, y su actual denominación en la ONU como Unión Provisional de Naciones Ibéricas.

En cuanto al inspector Sakamura, el cabo Corrales y la Agente 69, coincidieron varias veces a lo largo de los años, la primera no mucho después de su primera despedida.

Pero el detalle de tan apasionante reencuentro y subsiguientes aventuras merece, sin duda, formar parte de otro volumen.

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