Sombras de Plata (51 page)

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Authors: Elaine Cunningham

Tags: #Aventuras, #Fantástico, #Juvenil

Y estuvieron trabajando juntos durante todo el día, con una armonía que no era habitual entre criaturas del bosque. Con la llegada de la noche, se retiraron a sus hogares en las cimas de los árboles.

Después de que acabara la cena, se cantaran las canciones y finalizaran los relatos, Foxfire fue en busca de Arilyn y le pidió que caminara junto a él. Avanzaron en silencio hasta que se encontraron de nuevo en los límites del bosque recién plantado. Era un lugar muy adecuado, porque mezclaba una cosa que empezaba con unos recuerdos antiguos y apreciados.

—Tengo un mensaje para ti de Rhothomir —empezó el elfo—. Le cuesta mucho decirlo en persona, así que me ofrecí a hablar en su nombre. Y lo hago encantado.

—Eres portavoz del Portavoz, ¿no? —se burló ella. El elfo esbozó una breve sonrisa, pero nada iba a apartarlo de lo que tenía que decir.

—El Pueblo de Tethir te ofrece un hogar en su comunidad. Únete a nosotros y vive bajo los árboles que tus propias manos ayudaron a plantar. Éste es el lugar que te corresponde —concluyó con suavidad.

—Hay una parte de mí que estaría dispuesta a aceptar —respondió con total sinceridad—. De hecho, hay una parte de mí que se quedará aquí. Pero mira a tu alrededor —prosiguió abarcando con un ademán los árboles ya crecidos y los montículos de tierra suave donde las criaturas del bosque habían plantado semillas de esperanza—. Vosotros viviréis el tiempo suficiente para ver crecer estos árboles. Yo soy semielfa, Foxfire, y me habré ido antes de que las ramas de estos dos robles se entrecrucen por encima de tu cabeza. Tengo cosas que hacer en otros lugares. Como los lytharis, yo tengo que caminar entre dos mundos. Me has enseñado que tengo un alma elfa y me has ayudado a ver que mi camino y mi corazón están con los humanos. Pero puedo prometerte esto —añadió, al tiempo que sacaba la hoja de luna de su funda antigua—. Mientras los fuegos de Myth Drannor alimenten esta espada, un héroe regresará al bosque de Tethir en tiempos de necesidad.

Le mostró la espada, así como la nueva runa brillante que resplandecía en ella, y luego la volvió a deslizar con cuidado en su funda.

—Se me ha concedido añadir un nuevo poder a la espada. Y será éste: cuando el pueblo de Tethir atraviese dificultades, el portador de esta hoja de luna vendrá a ayudar, pero lo más probable es que no sea yo porque mi vida no será tan larga y deseo que tengáis paz mucho después de que yo me haya reunido con mis antepasados.

Foxfire asintió y luego la atrajo hacia sí. Arilyn se dejó abrazar, recordando todo y sin lamentar nada. Su alma elfa siempre estaría vinculada a aquel bosque. Tal vez en el futuro regresara otra vez, cuando su esencia diese fortaleza a la espada elfa. Pero como acababa de decir a su querido amigo, su corazón estaba en otra parte, y también su destino.

25

Fue después del mediodía cuando el carruaje de lord Hhune flanqueó la puerta norte de Espolón de Zazes. Había disfrutado de una estancia plena de acontecimientos en Aguas Profundas, la ciudad rival del norte. Por supuesto, parte de sus intrigas y planes se habían marchitado antes de nacer. No parecía que los puestos avanzados al norte de las Cofradías de Ladrones y Asesinos de Espolón de Zazes pudiesen llegar a constituirse, una lástima, porque esas cofradías las manejaban los Caballeros del Escudo. Y él, Hhune, había sido etiquetado como miembro de ese grupo hostil y había sido expulsado de Aguas Profundas. Los Caballeros habían perdido también un agente muy capaz en Aguas Profundas: lady Lucía Thione había sido desenmascarada y exiliada. Pasarían muchos años antes de que los Caballeros del Escudo consiguieran situar a un agente en una posición tan elevada de la sociedad de Aguas Profundas.

A pesar de todo, Hhune estaba convencido de que podría cambiar las tornas de todas aquellas pérdidas en beneficio propio. Aunque no podía regresar a la ciudad del norte otra vez, no se interrumpiría el tráfico de mercancías entre Espolón de Zazes y el norte. Además, Aguas Profundas tenía que recuperarse todavía de una serie de desastres: pérdidas en las cosechas, incursiones de monstruos que habían vaciado los bosques de caza y los campos de ganado, así como incertidumbre política. Las mercancías y los excedentes de cosecha de Espolón de Zazes encontrarían sin duda un mercado impaciente, casi desesperado. Por último, se había traído consigo al agente que había sido desenmascarado y se había pasado el viaje de regreso al sur especulando en silencio sobre los diferentes usos que podría darle a la mujer.

Lucía Thione, antigua agente de prestigio de los Caballeros del Escudo en el norte, era una rareza en Tethyr por ser uno de los pocos miembros supervivientes de la antigua familia real, aunque su relación era lejana. La oleada de sentimiento monárquico en Espolón de Zazes estaba de nuevo en auge y ¿quién sabe hasta qué niveles podía llegar un hombre ambicioso con una consorte como ella a su lado? Además de poseer sangre real, era una mujer de rara belleza, aparte de una experta en negocios. En su día, Hhune se habría sentido afortunado con tan sólo disponer de tiempo en su compañía. ¡Estaba extasiado por tenerla por completo a su merced!

Por supuesto, no le había explicado a ella nada de esto. Lady Thione estaba convencida de que al llegar a las tierras de sus antepasados sólo le esperaba la muerte, y se había pasado el viaje intentando insinuarse a lord Hhune. ¡Para él resultaba muy gratificador tener a aquella mujer hermosa de alta cuna persiguiendo sus favores, y pensaba dejar que siguiera haciéndolo!

Ansioso como estaba de instalar a su «huésped» en su finca del campo, lord Hhune dirigía el carruaje a buen ritmo rumbo a sus oficinas de la ciudad. Los negocios tenían siempre prioridad sobre el placer. Al llegar a su oficina, saludó a los secretarios y llamó a su escriba.

Para su sorpresa, a su llamada acudió aquel cachorro calishita, aquel aprendiz de la realeza con que lo habían cargado los hombres de Balik.

—Buen día, lord Hhune —saludó Hasheth—. Confío en que vuestros negocios en el Norland hayan ido bien.

—¿Dónde está Achnib?

El rostro del muchacho se ensombreció.

—Está muerto, mi señor —confesó bruscamente—. Confío en que todos los traidores y los ladrones tengan el mismo destino. Pero no tendréis que oírlo de mis propios labios. Nos llegaron noticias de vuestra llegada esta mañana y el duque Hembreon os espera en vuestra oficina.

Las botas de Hhune parecieron echar raíces de repente en el suelo.

A pesar de los vientos cambiantes del poder en Espolón de Zazes, el duque seguía siendo un pilar tan enderezado como un sicómoro. Era miembro de una familia antigua que poseía una vasta riqueza y él mismo era un hombre serio y distinguido cuyo impecable sentido del honor y del deber impregnaba todo lo que hacía. Por consiguiente, Hembreon tendía a ver su posición en los Caballeros del Escudo como un tema de nobleza. Era, además, uno de los dirigentes más importantes del grupo, cosa que se permitió recordarse a sí mismo Hhune mientras recuperaba la movilidad.

El duque se puso de pie cuando Hhune se introdujo en la habitación y le estrechó la mano.

—Habéis hecho un buen servicio a las gentes de esta ciudad.

—Me gusta servir —respondió Hhune con voz suave, aunque miró de soslayo a su joven aprendiz. Hasheth le hizo un ligero gesto de asentimiento, como si lo animara a seguir con la interpretación.

—Como solicitasteis, lord Hhune —intervino Hasheth—, en vuestra ausencia me empeñé en averiguar quién de vuestros hombres podía estar relacionado con los piratas del Nelanther y, como sospechaba, descubrí que era Achnib. Dos de esos piratas están ahora en las mazmorras de la ciudad, hombres que han jurado que Achnib los contrató y que pagó con información sobre horarios de embarcaciones y rutas.

»No fue ése su único crimen. Os estaba robando, sacaba provecho de las caravanas y acumulaba monedas, pero lo que planeaba hacer con ellas es increíble.

—Achnib siempre fue ambicioso —repuso Hhune en tono comedido, con la esperanza de que el comentario encajara bien en la increíble escena que estaba esbozando el joven.

—El escriba no se contentaba únicamente con vender información a los piratas. Empezó a traficar en barcos armados con un noble de poca monta llamado Bunlap. Y lo que es peor, intentaron de forma sutil que todas las pruebas os involucraran a vos en ese crimen.

—¿No me digas? —preguntó Hhune, maravillado por la audacia del joven.

Por increíble que pareciese, el duque Hembreon parecía tragarse todo aquel relato absurdo. Se levantó y alargó una mano hacia Hhune.

—Gracias a vuestros esfuerzos, la ciudad ha ganado el uso de una flota de quince embarcaciones. Todo Espolón de Zazes os está agradecido.

Hhune murmuró una respuesta y acompañó al duque hasta la puerta. Luego, contempló a su aprendiz con los ojos entrecerrados.

—Mucho de lo que le dije al duque era cierto —se defendió Hasheth—. Achnib os robaba y colaboraba con el capitán de mercenarios, pero perdió los nervios y pretendió escabullirse cuando saltó a la luz vuestra implicación con Bunlap y la explotación forestal. Intentó buscarse un pasaje con destino a Lantan. Para proteger vuestros intereses, hice que asesinaran a Achnib y a Bunlap y devolví los barcos al Consejo de Señores como material confiscado. De todas formas los habrían encontrado, pensé que era mejor así, ser un héroe y no un sospechoso.

—Pareces inusualmente leal conmigo —señaló lord Hhune en tono receloso.

—¿Qué beneficio habría obtenido de vuestra caída? —respondió el joven, no sin razón—. Además, los Caballeros se sintieron complacidos por mi iniciativa y me han permitido unirme a sus filas, así que, al proteger vuestros intereses, serví a los míos propios.

Hhune sacudió la cabeza, aparentemente atónito por todo el asunto.

—¿Y el duque Hembreon? ¿Cómo descubriste la identidad de un hombre tan poderoso entre los Caballeros?

—Intrigas de palacio —mintió Hasheth, pensando en la moneda que tenía en el bolsillo. Deseaba impresionar a Hhune confesándole conexiones que subrayaban su propia importancia—. Es una de las pocas ventajas de nacer siendo hijo del bajá. Pero también tengo que deciros otra cosa. Los Arpistas han estado hurgando en vuestros asuntos y pensé que lo mejor era dar ese asunto por concluido, y rápido, pero los Arpistas no se contentan con tanta facilidad como el duque Hembreon.

—Bien hecho —exclamó una divertida voz femenina. Hhune alzó la vista; casi se había olvidado de Lucía Thione—. Tenéis un nuevo aliado con mucho talento, mi señor. ¿No os interesaría otro? Con tres mentes como las nuestras, ¿qué podría resistírsenos en Tethyr?

Hhune contempló a la hermosa mujer y al joven de nariz aguileña y decidió que podía hacer una cosa peor.

—Te presento a mi nuevo aprendiz, cariño —dijo dirigiéndose a Lucía—. Y Hasheth, ésta es Lucía Thione. Seguro que reconocerás el nombre de su familia y te darás cuenta de que no puede pronunciarse fuera de estos muros, al menos, hasta que su sola mención no nos proporcione fortuna a los tres.

Durante un instante, el trío se estuvo contemplando fijamente. Una nota de alivio brillaba en los hermosos ojos de Lucía, ahora que había descubierto lo que Hhune tenía en mente para ella. El lord vio también que ella comprendía su propósito al hacer aquellas presentaciones. Conocer su identidad les ofrecía a la vez un gran potencial de poder y un grave riesgo, y el secreto unía los lazos entre ellos. Era un modo sutil de aceptar la oferta de ella, mientras le recordaba que su destino estaba unido de forma indeleble con el de él. Hhune también notó la mirada cálida que la mujer había lanzado al joven impresionado, y se sintió divertido. Si Lucía estaba dispuesta a utilizar su encanto para avanzar posiciones en Tethyr, mejor para él.

—No tenías que haber matado a Achnib —regañó a Hasheth—. No era muy inteligente, pero tampoco tenía ambiciones personales. Cumplía bien con su cometido, con una lealtad que a menudo sólo se encuentra en criados de cuatro patas y pulgas. Ese tipo de hombres son difíciles de encontrar. Pensé que podías matarlo, pero confié en que no lo hicieras. Es la única parte del examen que has suspendido, aunque en general lo has hecho bien.

—¿Examen? —balbució Hasheth.

—Por supuesto —respondió el lord en tono divertido—. No pensarás que iba a permitirte que regalaras mi flota entera, ¿verdad? No me hace feliz que dieras un barco a los piratas, pero pagarás por él de tu sueldo. Salvo por ese lapsus, hiciste todo lo que yo había previsto. La flota está ahora en manos del Consejo de Señores. No puedo mantenerla, los riesgos de ser descubierto serían demasiado grandes, pero los mercaderes de Tethyr seguirán beneficiándose de la protección que ofrece la flota, mientras que el Consejo carga con su mantenimiento. Y dime, ¿quién es a la vez jefe de la Cofradía Marítima y miembro destacado del consejo? ¿Quién controlará la flota?

Poco a poco los ojos del joven reflejaron que había comprendido el mensaje y que le atemorizaba bastante darse cuenta de que no había sido tan inteligente como pensaba. Darse cuenta de que había actuado según los designios de Hhune, y que no cabía duda de que el lord había estado en todo momento al corriente de sus actividades, a la vez lo humillaba y lo horrorizaba.

—Pero cómo... —empezó a decir.

—¿Cómo? —respondió Hhune con frialdad—. Eso es lo que has venido a aprender. Has empezado bien, pero si deseas convertirte en un miembro destacado de los Caballeros del Escudo, tendrás que hacerlo mejor. Puedes empezar contándome cosas sobre esa hermosa Arpista amiga tuya y cuáles son sus planes en Espolón de Zazes.

Arilyn dijo adiós a Hasheth varios días después del final de la batalla. La Arpista estuvo escuchando sus explicaciones sobre la situación y, aunque no se creyó ni la mitad, tenía deseos de dejar las aguas calmadas. Recuperó su caballo del joven, contenta de haber acabado su estancia en la ciudad sureña.

No sentía un deseo especial de regresar a Espolón de Zazes, pero Chatarrero había decidido quedarse. Gracias a la batalla, había desarrollado una cierta apetencia por los combates y le parecía que el alborotado ambiente de Tethyr resultaba un lugar tan bueno como cualquier otro para probar sus juguetes. Hurón también había viajado con ella hasta la ciudad, con la intención de saldar cuentas con lord Hhune, pero por extraño que pareciese, tras una larga conversación privada con el joven Hasheth, parecía dispuesta a abandonar el intento.

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