—Eso da igual —dijo John mientras volvía a sentarse—. Hemos ganado. Por ahora. Pero el Wyrm sigue ahí fuera, corrompiéndolo todo. Al final vencerá.
—Uau —dijo Grita Caos. Caminaba apoyándose en un bastón pero su herida estaba evolucionando bien y dentro de poco no lo necesitaría—. ¿De donde viene eso? ¡Le clavaste una lanza en el corazón a Jo’clath’mattric y cayó! Hubiera matado a Mari y a todos los Garou presentes, nosotros incluidos. ¿Qué es lo que te pasa en realidad?
John guardó silencio un momento, mientras discutía consigo mismo si debía o no hablarles de la historia que había presenciado al final, la que le había revelado el espíritu que había escapado del corazón de Jo’clath’mattric. La historia que más había temido el dragón y que había ocultado en lo más hondo de su corazón.
¿Estás enfermo?
, preguntó Ojo de Tormenta. Aún tenía el pelaje chamuscado. Al igual que a Carlita, le habían curado sus heridas, pero conservaría algunas de las cicatrices, señales orgullosas de su triunfo.
¿Te hirió de gravedad alguna Perdición del Saber? Los curanderos se encargarán
.
—No, no se trata de eso —dijo John. Volvió a sonreír—. Lo que pasa es que son demasiadas cosas de una sola vez.
—Claro —dijo Grita Caos—. Y la mejor medicina es la fama. Vamos, aún se habla de ti en el banquete. Stuart Que Dice la Verdad está allí, y también Mephi Más Veloz que la Muerte. Los dos quieren oír la historia de tus labios, para poder llevarla a otros clanes por todo el mundo.
John se levantó y le puso una mano en el hombro.
—Ese privilegio te corresponde a ti, compañero. Tú estabas allí. Hiciste tanto como yo para acabar con Jo’clath’mattric.
—Todos contribuimos —dijo Carlita—. Somos una manada, ¿te acuerdas? Todos para uno y uno para todos.
—Cierto —dijo John, con una sonrisa que por un momento fue genuina—. De acuerdo, volvamos allí y seamos el centro de atención un rato.
—¿Un rato? —dijo Grita Caos—. ¡Nos han ofrecido una vuelta al mundo! Los Jarlsdottir de Yunque-Klaiven quiere que vayamos a contarles la historia, Y también Konietzko, allá en Cielo Nocturno. Y la verdad es que tengo muchas ganas de volver a ver a Caminante del Alba. ¡Estoy impaciente por volver a oír su aullido!
—Y Tampa —dijo Carlita—. Será nuestra primera parada. Mis colegas tienen que saber lo que me ha pasado.
—Y luego a Londres —dijo Julia—. Tengo que contarlo todo en el clan. Se lo merecen. Al fin y al cabo nos acogieron allí.
—De acuerdo, de acuerdo —dijo John mientras levantaba las manos en un gesto de rendición—. Ya lo cojo. Los visitaremos a todos. Esta vez en paz. Tan sólo dadme unos minutos más a solas, ¿de acuerdo? Enseguida voy.
Grita Caos lo miró unos momentos y, tras decidir que su respuesta era aceptable, respondió:
—Muy bien. Pero si no has vuelto en cinco minutos, enviaremos a los centinelas a buscarte.
John se echó a reír y se despidió con un gesto antes de volver a sentarse. En cuanto se hubieron marchado, su sonrisa desapareció. Bajó la cabeza y la apoyó en las manos.
—Oh, Padre, no sé si puedes oírme, pero dime que el último cuento era una mentira. Dime que el Fénix no profetizó nuestra destrucción.
El viento siguió soplando pero no llevó ninguna respuesta a los oídos de John. Al cabo de un rato se puso en pie, con el rostro estoico y sombrío. Sabía acarrear cargas y tragarse la amargura. Sabía entumecerse y cerrar los ojos a las peores verdades. Comprendía que el conocimiento del futuro puede enloquecerte si está escrito. Conocía el secreto del dragón y se lo guardaría para sí.
Siguió el rastro de sus camaradas hasta la fiesta, hasta la alegría y la celebración, con el corazón dolorido por la suerte de quienes lo esperaban allí, por el destino que ahora se cernía sobre ellos tras la muerte de Jo’clath’mattric, tal como prometieran las palabras del Fénix.