—Mi padre… —John se detuvo, sin saber cómo explicarlo—. Es el Viento del Norte. Él me eligió para esta tarea.
Albrecht se limitó a mirarlo sin decir nada. Sin embargo, no parecía desaprobar lo que había oído porque una sonrisa se fue dibujando lentamente en su cara.
—Sois algo único, chicos. Lo digo en serio. Creo que ahora comprendo la pequeña incursión de antes.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Grita Caos—. Hay tantas medidas de seguridad que no han querido contarnos nada.
—Creo que les diré que pueden empezar a relajarse. Tuvimos una incursión desde la Penumbra. Un puñado de espíritus que empezaron a liar las cosas y zarandearlas de un lado a otro, como si hubiera una tormenta. Evan estaba convencido de que se trataba de espíritus del viento pero todos dimos por hecho que tenía algo que ver con la tormenta de la Umbra. Enviamos gente allí a tratar de averiguar lo que estaba pasando, pero no encontraron ninguna pista. Lo único que sabemos es que un grupo de espíritus se manifestó, dio una vuelta por el lugar y volvió a desaparecer. Sin explicaciones. Sin embargo, lo que has dicho del Viento del Norte ha hecho que me pregunte si no estarán relacionados ambos hechos de alguna manera.
—Mi padre se comprometió a ayudarnos a atravesar la tormenta de la Umbra —dijo John—. Para llegar hasta el reino de Jo’clath’mattric.
—¡Estás de coña! —dijo Albrecht mientras se apartaba del trono como si quisiera alejarse de su formalidad—. Eso sí que es un gran avance. Resuelve un montón de problemas. Demonios, les va a encantar a los Theurge cuando se enteren. Pero ¿por qué iba a presentarse un puñado de espíritus y desaparecer a continuación?
—No lo sé. Puede que quisieran verificar que el lugar era seguro para mí. O estuvieran preparándose para ayudarnos más tarde.
—Quiero saber todo lo que ha ocurrido con tu padre y contigo. Y Evan también estará encantado de oírlo. Esperaremos hasta que regrese. Está patrullando por los alrededores. Antonine no estaba bromeando cuando abrió la boca allí en Yunque-Klaiven. La Tercera Manada está demostrando ser muy importante. Chicos, os estáis ganando muchas miradas de admiración para el resto de vuestras respectivas carreras.
—Y eso que todavía no te hemos contado lo del verdadero nombre de Jo’clath’mattric —dijo Grita Caos.
Las cejas de Albrecht se levantaron y se quedó mirando al metis como si acabara de anunciarle que era un héroe Garou perdido hacía mucho tiempo.
—¿Su nombre? ¿Cómo habéis conseguido eso?
—De una de las Perdiciones del Saber que destruimos —dijo Grita Caos—. Es un nombre muy raro y no creo que sea buena idea pronunciarlo abiertamente. Supongo que podría susurrártelo al oído.
—No, aún no —dijo Albrecht—. Quiero que se lo cuentes a Loba. Ha estado investigando a esa criatura. Podría servirle de mucho. Parece que habéis traído otra perla para la reunión. A partir de este momento, dejo oficialmente de sorprenderme por vuestra capacidad. Con tantas dianas como habéis hecho, va a ser difícil superaros. Id a la mansión si queréis. Evan y Mari os han preparado una habitación aparte. Descansad un poco. La reunión se prolongará toda la noche.
—Gracias —dijo Carlita—. Estamos bastante cansados.
—Preguntad por la habitación a cualquiera que haya en la casa. Ellos os indicarán. —Se despidió con un ademán y se volvió para continuar su conversación, posiblemente relacionada con los detalles logísticos de la reunión, con el caballero.
La manada se dirigió a la mansión y entró por la puerta trasera, que estaba abierta de par en par. Un Pariente con aspecto de mayordomo se presentó al instante para acompañarlos a su habitación. Estaba en la segunda planta y tenía cuatro camas y un sillón. Ojo de Tormenta se tendió inmediatamente bajo la ventana mientras cada uno de los demás elegía una cama. Hicieron turnos para utilizar el baño y la ducha y no tardaron en estar durmiendo a pesar de que la luz del sol entraba todavía por las ventanas.
Una mano sacudió con gentileza a John Hijo del Viento Norte para despertarlo. Abrió los ojos y se encontró con Evan junto a su cama, con un dedo delante de los labios en el clásico gesto de «shhh, guarda silencio». John asintió, se incorporó y miró a su alrededor. Sus compañeros de manada seguían dormidos. Carlita roncaba. A juzgar por la falta de luz al otro lado de las persianas, ya debía de haber oscurecido.
Evan le indicó que lo siguiera y salió del cuarto. Bajó de la cama, recogió la lanza de la mesita de noche y fue tras él. Una vez en el pasillo, cerró con sigilo la puerta. Evan esperaba junto a las escaleras.
—He intentado dejarte dormir un rato —dijo Evan—. Pero la curiosidad me ha podido. Tenía que saber lo que pasó.
John sonrió, contento de tener una buena historia que contarle a su antiguo mentor.
—Me llevará un buen rato contarla como dios manda. ¿Estás seguro que no quieres esperar a que los demás estén presentes? Ellos también tienen una parte que contar.
—También quiero oír su historia, pero por ahora bastará con que me cuentes lo esencial. Albrecht espera que la contéis entera mañana, en la reunión, para mostrar a los Theurge que los espíritus están de nuestro lado. —Empezó a bajar las escaleras en dirección a la cocina—. He estado buscando señales de los espíritus que irrumpieron aquí y creo poder asegurar que se trataba de espíritus del viento. Cuando me enteré de lo que te había pasado, no hizo más que reforzar mi impresión. Creo que siguen cerca, en la Umbra, vigilando el túmulo, pero no quieren tener tratos con nosotros. Al menos todavía no. Puede que estén esperando a que llegue Aurak.
—Supongo que tiene un papel que desempeñar en este asunto —dijo John, a su lado, mientras su estómago emitía un rugido en respuesta al olor a carne asada que ascendía desde las cocinas—. Sin embargo, tengo la impresión de que Pie Velludo utilizó su nombre sin permiso.
—También es posible que no supiera nada de Pie Velludo y tu padre lo haya avisado después. Si va a dejar que sus espíritus nos ayuden, alguien tendrá que dirigirlos. Tú no eres Theurge, John, al margen de ese extraordinario linaje que acabas de descubrir. Creo que Aurak viene a petición de los espíritus y que será él el que se comunique con ellos una vez que estemos en marcha.
—Eso tiene sentido —dijo John mientras entraba en la cocina detrás de Evan. Era una sala enorme, concebida evidentemente para servir banquetes a gran número de comensales. Según parecía, la cena ya había tenido lugar. Evan sacó dos cuencos de un armario y se los dio a John.
—Coge un poco de estofado de ahí. Yo iré a por el pan. Los demás ya han cenado. La mayor parte de la comida de verdad está reservada para mañana por la noche.
John se acercó a la marmita y sacó un cazo lleno a rebosar de carne con verduras nadando en un denso caldo. Llenó los dos cuencos, se reunió con Evan en la mesa y le ofreció uno de ellos. Éste le dio las gracias y le pasó una barra de pan y una bandeja de mantequilla.
—Tío —dijo John—. Uno no se da cuenta de lo mucho que echa de menos el descanso hasta que puede tener un poco. Había olvidado lo bueno que es sentarse y disfrutar de una buena comida sin tener Perdiciones tratando de morderte el culo.
—Sí —dijo Evan—. Es fácil olvidarlo en los tiempos tranquilos. Pero cuando la mierda cae en el ventilador, los pequeños placeres de la vida se vuelven mucho más importantes.
Comieron en silencio durante algún tiempo. John disfrutó del estofado de carne y el pan recién hecho masticándolos con lentitud. No estaba tan hambriento como el día anterior pero esta vez, sin la imperiosa necesidad de llenar el estómago y sin tener prisa por terminar, disfrutó de verdad cada bocado.
—Así que —dijo Evan— el Viento del Norte, ¿Eh? Menuda pijada. Eh, no pretendía ofender. ¿Y qué aspecto tiene?
—Al principio no era más que un remolino de hielo —dijo John—. Sólo podía verlo gracias a la nieve que levantaba. Pero luego utilizó la nieve para formar un cuerpo con el que pudiéramos comunicarnos. Era un gran oso, probablemente parecido a un oso prehistórico. Sólo que hecho de nieve.
—Tiene sentido. Una de las Imágenes del Viento del Norte en los mitos Garou es Ya-oh-gah, el oso que guarda las Puertas de los Vientos al norte. Es un destino muy importante, John. Sabía que había algo diferente en ti cuando te encontré después de tu Cambio, pero no tenía ni idea de que se tratara de algo tan… legendario.
—Bueno, creo que eso todavía tengo que ganármelo. Tener un espíritu por padre no significa que merezca mayor renombre. Si acaso, la gente esperará más de mí a partir de ahora y me juzgará con mayor severidad. No sé si estoy preparado para eso.
—Tonterías. Las pasadas semanas ya has probado tu valía. El heroísmo que tu manada demostró en Hungría empieza a conocerse y vuestro papel en el descubrimiento de los espíritus del saber está también en boca de todos. No defraudarás las expectativas de nadie.
—Eso espero.
Siguieron allí un rato más, comiendo y sin hablar. Entonces se abrieron las puertas y entró Mari Cabrah.
—Pensé que te encontraría aquí —le dijo a Evan—. Hola, John Hijo del Viento Norte. He oído que estás detrás de la pequeña tormenta que tuvimos antes.
John frunció el ceño.
—Yo no la provoqué. Lo que pasa es que mi padre… vaya, ha enviado unos espíritus para ayudarnos. Supongo que no había nadie aquí que pudiera guiarlos. Evan no es Theurge.
—Y yo no soy una Wendigo —dijo Mari—. De haberlo sido habría estado en primera línea en la investigación.
—Eh —dijo Evan—. Yo te lo prohibí específicamente. Aún estás débil, Mari. Admítelo y ahórranos la pesadilla de tener que convencerte de que no hagas estupideces hasta que estés preparada para afrontar las consecuencias.
Mari hizo una mueca.
—De eso nada. Soy perfectamente capaz de arreglármelas sola. Puede que no sea capaz de correr a toda velocidad pero aún soy rival más que digna para cualquier Garou.
Evan suspiró y tomó otro sorbo de estofado. John sonrió e hizo lo mismo, con la esperanza de no verse arrastrado al debate.
—He venido a deciros que vuestro hermano de tribu acaba de llegar —dijo Mari—. El tal Aurak Danzante de la Luna está a punto de salir del Puente Lunar.
Evan se volvió hacia John.
—Supongo que es ahora cuando descubrimos si nuestras teorías están en lo cierto. Vamos a verlo. Lleva mucho tiempo en este mundo y sabe muchas cosas. Aunque no haya estado involucrado en este asunto, merece la pena conocer su opinión.
John asintió y recogió su lanza.
—¿Por dónde vamos?
—Sígueme —dijo Evan. Se puso en pie y se encaminó a la puerta pero entonces se detuvo y se volvió hacia Mari, que había ocupado su asiento—. Come algo, Mari. Tienes que recobrar fuerzas. Y no quiero oír nada de que no tienes hambre.
Ella se limitó a hacer un ademán desdeñoso y apartar la mirada. Evan sacudió la cabeza pero con una sonrisa en el rostro. Abrió la puerta e indicó a John que lo siguiera. A continuación lo llevó por la puerta de atrás a una pequeña arboleda que había al otro lado del campo y que no se veía desde la casa.
Había un joven Theurge allí, concentrado en algo que sólo él podía ver. Dos guardias de seguridad esperaban cerca, con las armas bajadas pero preparados para utilizarlas en cualquier momento. Unos minutos más tarde, una radiación plateada llenó la arboleda e inundó de chispas la corteza de los abedules. Un agujero de luz con forma de espiral apareció en el aire. En su interior había unas formas imprecisas que se movían hacia ellos. Conforme se acercaban, sus facciones se volvieron más claras y sus cuerpos fueron ganando sustancia.
La figura que abría la marcha era un indio americano vestido con un traje tradicional y el largo cabello recogido en sendas trenzas que corrían a ambos lados de su cara. Empuñaba un bastón decorado con plumas y cuentas y saltaba a la vista que lo necesitaba para caminar. Pero sus ojos eran brillantes y se clavaron en los de John aun antes de haber salido del Puente Lunar. Parecían estar evaluando al joven Wendigo. El anciano asintió mientras salía del puente, seguido por tres Wendigo, todos ellos guerreros, dos hombres y una mujer. La brillante luz menguó y se apagó y la arboleda volvió a quedar a oscuras y en silencio.
Saludos, Aurak Danzante de la Luna —dijo Evan—. Bienvenido al Protectorado de la Tierra del Norte y al trono del rey Colmillo Plateado.
Aurak se acercó a Evan y lo saludó con un gesto de la cabeza.
—Te reconozco, Evan Curandero del Pasado. Tú honras a nuestro pueblo entre las demás tribus.
—Gracias, guardián del saber —dijo Evan y señaló a John—. Éste es John Hijo del Viento Norte, cuyo nombre no miente. Creo que ya sabes algo sobre él.
Aurak se volvió hacia John y volvió a mirarle los ojos, como si estuviera buscando alguna señal en su interior, como si tratara de ver más allá del propio John y encontrar algún símbolo o imagen que ocultaba en su interior.
—Así es. Hace dos noches, su nombre me fue revelado, aunque algunos en nuestro clan ya habían oído hablar de sus hazañas. Mis sueños, sin embargo, hablaban de su padre. Los vientos del norte me han pedido que los guíe para ayudar a este muchacho.
—Me alegro de oír eso —dijo Evan—. Es una ayuda increíble para nosotros.
Aurak apartó la mirada de los dos y se encaminó al exterior de la arboleda.
—Ya veremos, joven. Antes de que haga lo que se me ha pedido, el muchacho tendrá que demostrar que es digno de mi ayuda.
—¿Demostrar? —preguntó Evan mientras iba tras él. Parecía contrariado—. ¿Es ésa la voluntad de los espíritus?
—No. Es mi voluntad —dijo al tiempo que se detenía y miraba a Evan—. Si hiciera todo lo que me piden los espíritus sin pensar, estaría muerto hace ya mucho tiempo. No pienses que sólo porque un espíritu te pida algo has de concedérselo. ¿Acaso un espíritu burlón no fingió estar actuando en mi nombre? ¡Y un espíritu glotón, por cierto! Respeto a mis hermanos espíritus pero mi juicio es mío. Haré lo que me piden, pero sólo si el muchacho demuestra ser digno de su petición.
Evan lanzó a John una mirada preocupada. Lo último que necesitaban era perder el favor de Aurak. El éxito de la reunión podía depender de ello.
Aurak se volvió hacia John, aferrando la vara con fuerza.
—No sé qué has hecho para enviarme los espíritus, pero mañana lo revelarás delante de todos.
Dio media vuelta y se encaminó a la mansión, seguido de cerca por su cortejo de guerreros.