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Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

Willow (17 page)

—Sí… o sea, no. —Willow niega con la cabeza—. Quiero decir, voy hacia el centro, pero no tengo tiempo de ir de compras.

—Bueno, acompáñanos de camino —insiste Laurie.

—Vale —dice Willow con un poco de reticencia.

Ahora mismo se siente más cómoda con ellas de lo que se hubiera sentido hace una semana. Ya no le preocupa meter la pata cuando habla. El rato que pasó en el parque con ellas le ha hecho sentir que puede estar con gente sin quedar como una tonta.

Pero quiere estar sola. Necesita pensar en cómo lo va a hacer para falsificar la firma de su hermano. Necesita pensar en cómo va a encontrar el libro. Aunque desearía poder hacerlo, no puede pensar en zapatos.

¿No será demasiado evidente que ha falsificado la firma de su hermano? ¿No le saldrá letra de chica?

A lo mejor debería calcarla…

—Bueno, Chloe y yo queremos saber qué hay entre tú y Guy.

Tiene que haber alguna factura o algún papel con su firma por casa. Solo tengo…
—¿Perdona? —Tarda un segundo en darse cuenta de que Laurie le ha hecho una pregunta, y tarda un poco más en darse cuenta de cuál es la pregunta.

—Perdona. —Es evidente que Laurie ha interpretado la confusión de Willow como vergüenza.

—Oh, no le hagas ni caso —le dice Chloe a Willow—. Lo tiene que saber todo el mundo. Ni le contestes, solo la animarías a que preguntara más.

—Yo no tengo que saberlo todo —protesta Laurie—. Me lo estaba preguntando, nada más. Simplemente me da la impresión de que entre vosotros dos pasa algo. —Hace una pausa y mira a Willow.

No tienes ni idea…

—Bueno, de todos modos, me interesan más los zapatos —dice Laurie—. Espero que aún estén en la tienda aquel par rojo que estaba rebajado la semana pasada.

—¿Los que estaban a mitad de precio? ¿De tacón bajo? Tendrás suerte si los encuentras.

Chloe y Laurie se enzarzan en una discusión sobre la altura de los tacones. Willow asiente como si estuviera siguiendo la conversación, pero no puede parar de pensar en el examen que ha suspendido.

¿Cómo puedo calcar la firma? El papel es tan grueso… ¿se verá a través?

Sin pensarlo, Willow saca el control de su bolsa y lo mantiene en alto para ver lo opaco que es.

—¿Estás de acuerdo, Willow? ¿No crees que los zapatos de tacón de aguja de piel de cocodrilo son un poco monjiles para ir al instituto?

—¿Eh? —Willow ni siquiera finge estar enterándose.

—¡Sabía que la iba a pillar con eso! —Laurie sonríe a Chloe—. ¡Estás totalmente en tu mundo! —Le quita a Willow el papel de las manos—. Venga, ¿qué puede ser más interesan-te que los zapatos? ¡Oh! —Mira a Willow con cara compungida y, por un momento, Willow no puede reprimir una sonrisa. Está muy claro que para Laurie nada puede ser peor que una mala nota—. Lo siento —agrega Laurie un segundo después—. No debería habértelo cogido. —Le devuelve el papel a Willow.

—No pasa nada. —Willow se encoge de hombros. Que Laurie y Chloe sepan que ha suspendido le da bastante igual a estas alturas.

—¿Sabes? —dice Chloe—. No te costará recuperarlo. Ben-son siempre está dispuesta a aceptar trabajos extra y cosas de estas. Si haces bien el resto de controles del semestre es muy posible que ni tenga este en cuenta.

—Tiene toda la razón. —Laurie afirma enseguida—. Yo le hice algún trabajo el año pasado para subir nota.

—No es tanto eso —dice Willow—. Lo que me preocupa es más bien que mi hermano lo tenga que firmar. —Se sorprende de oírse a sí misma explicándoles una confidencia. —Claro —asiente Laurie lentamente; la escucha con atención pero está un poco confundida. Y Willow sabe que, aunque Laurie es de lo más comprensiva con el tema de las notas, no entiende nada de las cuestiones importantes que hay detrás.

—¡Me refiero a que esas son cosas que los padres deberían hacer! Pero es que ahora él es quien tiene que encargarse de eso —explota Willow con frustración.

—¡Oh! —Laurie hace una pequeña pausa—. Es terrible lo de tus padres —dice en voz baja—, pero al menos tu hermano está dispuesto a hacer ese tipo de cosas. Yo no me puedo imaginar que el mío reaccionara así. O sea, que es todo un detalle, ¿no crees?
Un detalle.

Laurie es maja, de verdad. Está dispuesta a incluir a Willow en cualquier cosa que haga, está dispuesta a pasar por alto comentarios estúpidos sobre gatos, a sentirse fatal por un suspenso e incluso, a diferencia de mucha gente, a sentir compasión por la situación de Willow.

Pero está claro que, con lo amable que es, con lo considerada que es, para algunas cosas no tiene ni puñetera idea.

—Sí —contesta Willow mecánicamente. Se para en la puerta de la librería—. Supongo que es todo un detalle.

—Tengo que entrar aquí —dice después de una incómoda pausa—. Necesito un libro —añade innecesariamente.

—Claro —dice Chloe en tono de aprobación—. Cuando acabes, si te apetece, vente con nosotras. Estaremos en la acera de enfrente, dos calles más abajo. —Señala hacia unas tiendas que hay a cierta distancia—. Hay varias zapaterías en esa dirección. —Vale—. Willow esboza una sonrisa—. Buena suerte con los zapatos, Laurie. Te quedarán bien con el pelo. Cuando te lo tiñas, quiero decir.

—Gracias. —Laurie le devuelve la sonrisa—. Mañana llevaré al instituto lo que me compre.

Willow las mira mientras se alejan y se vuelve hacia la puerta de la librería.

Es como si hubiera un muro de cristal entre ella y la entrada.

Así de duro es para ella cruzar la distancia que la separa de la puerta. Por supuesto, Willow ya sabía que venir aquí iba a ser difícil, pero había pensado que sería capaz dominar la situación. Ya que iba a hacer algo por David, había imaginado que podría con lo que fuera.

Pero no había contado con la posibilidad de que el propio lugar resultara tan abrumador. Todas las veces que había estado aquí, todas y cada una de ellas, había sido en compañía de sus padres.

Willow se queda quieta observando a la gente que entra y sale de la tienda. Imagina que se acerca a uno de ellos, a ese tilico tan mono que ahora viene por ahí, por ejemplo, y le pide que le coja del brazo y le acompañe como si fuera una señora mayor que necesita ayuda para cruzar la calle. ¿La miraría como si estuviera loca? Y, aunque hiciera lo que ella le pide, ¿sería suficiente?

Por un segundo Willow considera la posibilidad de abandonar todo su proyecto, correr detrás de Chloe y Laurie y ver si las puede ayudar a encontrar los zapatos rojos de tacón bajo.

Pero ya hace rato que se han ido y, además, ella quiere hacer esto…

Será mejor que se dé prisa, no le queda mucho tiempo.

Vale, venga, toma aire y…

Está segura de que debe parecer una viejecita al cruzar los pocos metros de acera que la separan de la puerta. Nunca antes había caminado tan despacio, con tanto dolor. Una persona le aguanta la puerta abierta para que pase, pero no de la misma forma que lo haría si las cosas fueran normales, sino más bien como si se diera cuenta de que ella se encuentra terriblemente mal y quiere ahorrarle más sufrimiento.

—Gracias —dice Willow.

Su voz suena como la de una mujer mayor.

Willow mira a su alrededor. El lugar no ha cambiado desde la última vez que estuvo aquí. En fin, es probable que no haya cambiado en los últimos cincuenta años, pero aun así, esta estabilidad le resulta inquietante. No puede evitar pensar que la muerte de sus padres debería haber cambiado a todo el mundo y no solo a su familia.

Avanza unos pasos y enseguida se siente asaltada por los olores, la gente, la atmósfera del lugar. Pero está bien, ahora ya lo tiene bajo control. Lo importante es conseguir el libro de David y regresar a la universidad lo más rápido posible.

Willow camina por la sección de antropología —la podría encontrar con los ojos cerrados— y se saca del bolsillo el trozo de papel donde ha escrito el título.

Harrison, J.E.

Al menos no estará cerca de los libros de sus padres.

Sin embargo, unos minutos después de buscar por los estantes se da por vencida: el libro no parece estar por ninguna parte.

Bueno, entonces tendré que tenérmelas con el personal.

Willow se acerca al mostrador de información y le entrega el trozo de papel al empleado. Probablemente el chico tenga cinco o seis años más que ella. Tiene un aspecto desaliñado, como el resto de la tienda. No parece una persona a quien le encanten los libros. Willow se fija en que está leyendo una revista de música alternativa.

—¿Qué pasa? —Como era de esperar, parece que la interrupción no le ha gustado nada. Por lo visto, leer la revista es mucho más importante que ayudar a un cliente. Willow sonríe al recordar la descripción que hizo Guy de los trabajadores.

—No he podido encontrar esto por ninguna parte —dice Willow lo más amablemente que puede—. ¿Crees que podéis tenerlo? ¿Arriba, tal vez, en el almacén de libros raros?

—Un segundo —dice el chico después de darle un mordisco a su bocadillo—. ¿Qué es esto, antropología, arqueología, religión? —Entrecierra los ojos, intentando descifrar la letra de Willow.

—Parece antropología —dice Willow—, pero supongo que técnicamente podrías encontrarlo…

—Yo te lo encuentro, ¿vale? —le interrumpe—. Tú espérate por la sección de antropología y te digo algo en unos minutos.

Willow pasea lentamente por la sección de antropología, y se para en el estante donde están los libros británicos.

Pasa las hojas sin mucho interés. Es extraño, pero hace meses que no lee nada que no sea para el instituto. Exactamente desde la muerte de sus padres. Los libros solían ser para ella más importante que la comida. Leer, hablar de ellos, pero ahora…

Aunque, claro, Guy y ella estuvieron comentando…

—Te dije que esperaras en la sección de antropología. —El cinco le da un susto a Willow, que estaba absorta en sus pensamientos—. Es igual, lo tenemos. Quiero decir, que podemos tenerlo.

—¡Genial! —Willow se siente aliviada. Por un segundo había llegado a pensar que tendría que irse con las manos vacías.

—Sí. —La mira de arriba abajo escarbándose entre los dientes con la lengua—. Es un encargo especial, ciento ochenta y seis dólares, seis semanas máximo, lo más probable es que sean tres. Ah, tienes que pagarlo ahora, ya sabes, por ser un encargo especial y todo eso.

—Yo… Que… Es…

¿Ciento ochenta y seis dólares? ¿De tres a seis semanas?

Ya tenía asumido que iba a ser caro, y contaba con tener que hacer unos cuantos turnos extra en la biblioteca pero…

¡Ciento ochenta y seis dólares!

Willow se ha quedado, literalmente, sin palabras.

—¿Qué me dices? ¿Lo quieres?

Willow se queda mirando al chico. La mente se le ha quedado totalmente en blanco. —¿Te interesa? —insiste—. Oye, ¿te pasa algo? Porque parece que vayas a… —Alergias—. Willow se seca los ojos con el dorso de la mano.

—¿Sí? Yo también. Bueno, ¿quieres encargarlo?

—Yo…

—¿Vives por aquí? —le interrumpe. Es evidente que nada le importa menos que el que ella vaya o no a comprar el libro—. Toco con mi grupo en un local que está un poco más abajo. Después del trabajo, miércoles y viernes. Podrías pasarte, escucharnos y después te vienes a tomar algo.

¡Esto no me está pasando!

—Gracias, yo… No, lo siento, no tengo el dinero para el libro y vivo…

Willow se da la vuelta sin saber muy bien hacia dónde va, pero necesita estar sola. Y rápido.

Se abre paso entre la gente a empujones, desesperada por encontrar un lugar donde pueda estar sola. Mira en cada pasillo, pero en todos hay alguien que busca entre los libros viejos y polvorientos.

Willow se siente cada vez más desorientada. Tiene calor, y el polvo le hace sentir como si realmente tuviera alergia. El lugar está demasiado lleno de recuerdos y ella está terrible, terriblemente decepcionada.

Finalmente, cuando ya se acerca al final de la tienda, encuentra un pasillo en el que solamente queda un cliente a punto de marcharse.

Willow pasa junto a él empujándolo sin apenas disculparse y se derrumba al llegar a las estanterías metálicas. Respira con dificultad y ni siquiera se da cuenta de cómo se va chocando con los libros. Poco a poco, se derrumba en el suelo y esconde la cara entre las manos.

Bueno, ¿y qué te pensabas? ¿Qué te pensabas que iba a pasar?

Debería haberlo sabido. Ya nada le sale bien, así que, ¿por qué esto iba a ser una excepción? ¿Por qué había pensado que ella iba a conseguir lo que a David le había resultado imposible? Su historial más reciente deja bastante que desear. Willow cuenta con los dedos los errores que ha cometido. Uno: debería haber imaginado que el libro sería así de caro. Dos: debería haber sabido que un libro tan poco conocido no estaría esperando en el primer estante a que ella lo cogiera y se fuera tan fresca. Tres: debería haber sabido que, aunque hubiera encontrado el libro, nada hubiera sido diferente.

Pero yo esperaba…

Willow levanta la cabeza lentamente. No se había dado cuenta de la cantidad de energía que había invertido en conseguir el libro para David. Por la mañana le había parecido una idea perfecta pero, en verdad, ahora que lo piensa con detenimiento, ¿no es igual de superficial que intentar animarlo con un par de estúpidos cumplidos?

Le da vergüenza pensar en cómo había creído que algo tan simple hubiera hecho la vida de su hermano más fácil. Le da vergüenza ser tan superficial.

Y especialmente, le da vergüenza haber pensando que comprando el libro a David podía volver a ganar su amor.

Willow abre la bolsa despacio, con calma. No tiene esa urgencia, esa necesidad imperiosa que acostumbra a acompañar sus necesidades. Por alguna razón, en este momento simplemente le resulta inevitable. Ella es alguien que se corta. Así de simple. Es alguien que ha matado a sus padres. Es alguien que ha perdido a su hermano. Y es alguien que se corta.

Se levanta la manga, pero mueve la cabeza en un gesto de desaprobación. Va a tener que esperar a que se le curen algunas de esas heridas antes de volver a atacar el brazo. Lo mejor será que vaya a por las piernas, aunque es un lugar más difícil de acceder.

Aun así, Willow se inclina hacia delante y se levanta el pantalón.

—Perdona.

Alguien le pasa por encima para coger un libro y Willow levanta la cabeza.

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