Willow (28 page)

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Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

—Si te vas… te echaré muchísimo de menos.

—Oh —dice Guy. Se levanta de la cama, cruza la habitación y se agacha hasta estar arrodillado frente a ella. Willow se pregunta si él se habrá dado cuenta de que está prácticamente en la misma postura de ayer—. Tú no eres mi proyecto —dice finalmente—. Tú no eres mi proyecto —repite, con más fuerza—. Y no me quiero ir a ninguna parte.

Willow se ha quedado sin palabras. No tenía ni idea, jamás se hubiera podido imaginar que alguien la pudiera mirar de aquel modo.

Se inclina hacia delante hasta que su frente está contra la de él. Lo más natural ahora mismo sería que se volvieran a besar, pero Willow sabe que no puede hacerlo, que no puede arriesgarse. Se pregunta por qué él querrá quedarse. Podría encontrar mucho más en otra parte, en cualquier parte, sin todas esas dificultades añadidas.

—Yo… yo tampoco quiero que te vayas —dice finalmente.

—Entonces, ¿qué quieres? —le pregunta Guy.

Willow no está segura de tener suficiente energía para contestar a esto. Está agotada. Exhausta. Intentar cuidar de Isabelle la ha dejado sin fuerzas. Decirle la verdad a Guy la ha dejado sin fuerzas. Su propia vida la deja sin fuerzas. Pero todo eso se desvanece cuando mira a Guy. Y, al recordar el aspecto que tenía en la cama, tan sereno, tan fuerte, tan correcto, solo hay una cosa que ella quiera hacer. Tal vez no sea la respuesta que él esté buscando, pero es la única que le puede dar.

—Quiero dormir —dice finalmente—. Solamente dormir, dormir mucho, y no despertarme hasta que esté lista.

Guy no contesta nada. Solamente asiente como si esta no fuera la respuesta más natural que ella le pudiera dar, sino la única.

—De acuerdo. —Guy se pone de pie, levanta a Willow de la silla y la acompaña hasta la cama. Guy vuelve a estirarse como estaba antes, pero Willow solo se sienta en el borde de la cama y le mira. Se pregunta si él puede notar el arsenal secreto que guarda debajo del colchón. Esboza una tímida sonrisa porque, por mucho que desee esto, sigue resultándole difícil. A él no parece que le esté costando tanto. Simplemente le sonríe y le tiende la mano.

Willow se quita los zapatos y, cogiéndole la mano, se sube a la cama y se estira junto a él. Su cuerpo ha ido más allá del agotamiento y el pecho de Guy es la mejor almohada que jamás hubiera podido imaginar. Pero, por todo eso, está temblando. Lo que le ha dicho la ha dejado desnuda; siente como si se hubiera arrancado una capa de su piel. Willow siente cosas, cosas buenas, sin duda, cosas maravillosas, pero ella está acostumbrada a ser insensible, a estar anestesiada, y solamente se le ocurre un modo de procesar esto.

Guy se duerme enseguida. Pero a Willow no le resulta tan fácil. Mira el techo. Intenta imitar su respiración pausada. Pero no acaba de conseguirlo, su respiración todavía es un poco aterrorizada. Intenta concentrarse en lo bien que se siente estando entre los brazos de Guy. Hasta se le escapa la risa al recordar los comentarios de Chloe sobre los chicos que hacen remo. Pero aun así, no puede parar de temblar. Busca el borde del colchón con la mano, la introduce y toca sus provisiones.

Puedes manejar esta situación, ¿no? No es tan difícil.

Willow piensa que se ha visto en momentos peores. Podría ocurrir lo que fuera abajo, con David, cualquier barbaridad, sería superable. Al darse cuenta de esto se levanta de un bote. ¿Cómo ha conseguido sentir ese dolor sin recurrir a su infalible amiga?

Willow sabe que esto debería parecerle reconfortante pero en realidad le asusta más que otra cosa. De repente se ve bañada en un sudor frío. Pensar en poder sobrevivir sin lo que ha sido un compañero inseparable en los últimos siete meses, aunque sea fugazmente, es demasiado inquietante. Empieza a buscar bajo el colchón con más avidez. Cuando su mano por fin se encuentra con la cuchilla, la coge con fuerza. Ahora mismo no necesita nada más, pero sí que necesita saber que puede haber más.

Guy se cambia de postura, moviéndolos a los dos y, de algún modo, hace que Willow suelte su presa. La cuchilla cae al suelo con un ruido metálico.

Willow sale de la cama para recuperarla y, al hacerlo, su mirada se encuentra con la mochila de Guy. Se le pasa una idea por la cabeza. Se asegura de que él está realmente dormido y se dirige a su escritorio para coger un bolígrafo. Se para un momento a mirar la caja de acuarelas que aún está por estrenar. Sería fantástico poder hacer alguna ilustración, algo para acompañar lo que está a punto de escribir, pero tardaría demasiado en secarse y, además, tiene demasiada prisa por volver con él a la cama. Se acerca a la mochila de Guy, abre la cremallera tratando de hacer el menor ruido posible, y saca la copia de
La tempestad.

Ni siquiera necesita pensarlo dos veces.

Para Guy:

Oh admirable nuevo mundo que posee tales gentes…

Sonríe al imaginar la reacción de él cuando lo encuentre, se pregunta cuándo será eso: ¿hoy?, ¿mañana?

Willow vuelve a meterse en la cama. Sigue aferrada a la cuchilla, pero no importa porque esta vez su respiración sí que va al compás de la des Guy y también se duerme.

13

Al principio Willow cree que se ha despertado repentinamente por culpa de una pesadilla. Después está segura de que solo es el ruido de los pocos coches que pasan de noche que se cuela por la ventana. Pero al mirar la calle iluminada por la luz de la luna, ve que no hay ni un coche, la calzada está vacía.

Willow está acostumbrada a despertarse sobresaltada en mitad de la noche pero esta vez es diferente. No hay ninguna razón para que esté sentada en la cama a las tres de la mañana. No tiene escenas horribles que se repiten en sus sueños, ningún sonido que le haga revivir el accidente.

¿Será simplemente que está demasiado alterada por todo lo ocurrido los últimos días? La biblioteca, la siesta con Guy, el dolor que ha sentido al ver a David con Isabelle. Sobre todo el dolor que ha sentido al verlos a los dos. Son cosas que la descolocan, pero ¿son lo suficiente como para despertarla en mitad de la noche?

Willow abraza sus piernas contra el pecho, apoya la barbilla en las rodillas y piensa. ¿Debería… ?

¿Qué es eso?

Levanta la cabeza al oír un sonido, muy débil, pero inconfundible.

Oh.

Ahora Willow sabe exactamente qué es lo que la ha despertado tan abruptamente. No es un sonido que pudiera llegar a despertar a cualquier otra persona, pero a ella le llega directamente al corazón. Su hermano está llorando otra vez.

Balancea las piernas sentada en el borde de la cama y coge la bata. No tiene ningún plan en mente, no tiene pensado ir a ayudar a su hermano y, de hecho, no se trata solo de que ella no tenga ni idea de cómo hacerlo sino que sabe que su aparición puede resultar una profunda invasión. Sin embargo, no puede seguir en la cama mientras su hermano está llorando, sobre todo cuando ella misma es la causante de esas lágrimas. Baja la escalera sin hacer ruido, parándose a cada paso decidida a no levantar ninguna evidencia que pueda alertar a su hermano de su presencia.

Oírlo llorar es más doloroso que cualquiera de los sonidos que recuerda del accidente. Willow se sienta en un escalón de manera que David no pueda verla si decide levantar la mirada. Aunque no parece que vaya a hacer algo así. Tiene la cabeza enterrada entre los brazos y las gafas junto a él.

Willow no cree que haya visto nunca a nadie llorar tan desconsoladamente. Mirarlo es como un castigo, y ella sabe que no puede presenciar este dolor, no puede ver una emoción tan desnuda, sin sucumbir a su punto de apoyo, su medicina, su cuchilla.

Se mete la mano en el bolsillo de la bata en busca de la cuchilla que siempre guarda allí dentro, pero se para justo cuando está a punto de introducir la afilada hoja en la carne. De repente se le ocurre que sí hay algo que puede hacer por su hermano. No puede hacer resucitar a sus padres, y cualquier intento de ayudarle, por superficial que haya sido, ha fracasado, pero aquí y ahora hay algo que puede hacer.

Puede quedarse sentada y mirarle, soportar el espectáculo de su dolor. Puede obligarse a sí misma a pasar por esto, a vivir cada sollozo con él sin recurrir a la única cosa que la ha protegido a ella de vivir esta tortura.

El nunca sabrá lo difícil que es esto para ella, su acción pasará sin reconocimiento alguno, pero Willow sentirá que, finalmente, ha hecho algo por David.

Willow recuerda la última vez que le vio llorar, lo mucho que le afectó, prácticamente sintió miedo de verlo reducido,
a
ese estado. Ahora no siente miedo, sino más bien respeto. Está impresionada, más de lo que nunca lo ha estado, por la fuer/.i que debe tener su hermano para soportar tanta tristeza. Ella sabe mejor que nadie qué tipo de fortaleza interior se necesita para dejarse llevar de este modo.

Es algo que ella nunca será capaz de conseguir. Incluso mirarle sin recurrir a la cuchilla es casi más de lo que puede soportar.

Los sollozos de David duelen como la herida más profunda que ella fuera capaz de auto infligirse; pero no solo sienta dolor al mirarle. Encuentra un cierto consuelo agridulce en el hecho de que su hermano pueda llegar a sentir una pena tan profunda. Que él no tenga que recurrir nunca al mismo tipo del remedio que ella, que él tiene una infinita reserva de fuerzas que le permite llorar de este modo.

No, ella misma está lejos de poder ser tan fuerte. Pero se va a sentar allí y lo va observar, va a observar cada lágrima hasta que él no pueda más.

Después de un buen rato, finalmente David para de llorar. Está sentado junto a la mesa, con la barbilla apoyada en las manos y se queda mirando la pared un rato antes de levantarse y salir de la habitación.

Willow también se levanta. Vuelve a subir por la escalera un silenciosamente como la bajó. Se mete en la cama y mira el techo. Cuando el cielo empieza a iluminarse con la luz del día, ella aún no se ha dormido. De hecho, no vuelve a dormirse. Se queda estirada en la cama mirando el techo hasta que el resto de habitantes de la casa están despiertos y Cathy la llama para ir a desayunar.

La imagen de David llorando acompaña a Willow durante el resto del día. Está tan cansada que apenas puede mantener los ojos abiertos, pero cada vez que el sueño amenaza con derribarla consigue mantenerse despierta recordando el aspecto de David sentado en la mesa de la cocina. Willow logra, de este modo, sobrevivir a las clases pero, para cuando llega a la biblioteca, está exhausta.

—¡Eh, Carlos! —Willow casi no puede ni pronunciar las palabras, no para de bostezar—. Lo siento —dice cubriéndose la boca—. Casi no pude pegar ojo anoche.

—Bueno, entonces es tu día de suerte —dice Carlos al darse cuenta de las tremendas ojeras que tiene Willow—, porque esta tarde estoy al mando. Tal vez podrías pasarte la tarde ordenando los estantes, ¿vale? Seguramente sea lo más fácil.

—Lo que tú digas —dice Willow dejando la bolsa debajo del mostrador. Sabe que Carlos está intentando ser amable, y ordenar los estantes suele ser más fácil que estar de cara al público contestando preguntas, pero hoy ella preferiría no tener que quedarse a solas con sus pensamientos.

—Tienes trabajo suficiente para estar ocupada durante todo el turno. —Carlos señala con la mano al montón de carritos de metal que están a rebosar de libros bloqueando la entrada del ascensor.

—¿Pero qué has hecho? ¿Me los estabas guardando o qué? —refunfuña Willow mientras coge el primer carrito y entra en el ascensor.

Sin embargo, para alivio de Willow, colocar todo este montón de libros resulta ser distracción suficiente para apartar todos los pensamientos de la noche anterior. Realmente es mucho más agradable que torturarse recordando el sufrimiento de su hermano. El tiempo pasa rápido, no ocurre nada y Willow le está agradecida a Carlos por haberle encomendado esta tarea hasta que ve la última tanda de libros, todos ellos de la undécima planta.

Al salir del ascensor no puede evitar pensar en todas las cosas que han ocurrido allí entre ella y Guy. Desde la primera conversación que tuvo con él hasta su primer beso, el otro día, Willow siente que estas paredes han sido testimonio de los acontecimientos más importantes de su vida desde que sus padres murieron.

Willow deja el carrito y camina hacia la zona que está cerca de las ventanas. Se arrodilla y toca el suelo donde ellos estuvieron sentados. Sabe que su comportamiento es algo extravagante, pero le parece extraño lo frío y árido que es el hormigón en comparación con el intenso calor que ellos generaron.

Cierra los ojos y se deja llevar por el recuerdo de aquel abrazo, pero se levanta sobresaltada al oír el ruido del ascensor. Ya le pone suficientemente nerviosa tener a más gente merodeando por el depósito mientras ella trabaja, pero se moriría de vergüenza si alguien la encontrara en comunión con el suelo.

Se apresura a volver junto al carrito, lo coge y se coloca en posición frente a uno de los estantes con un libro en la mano cuando se abren las puertas del ascensor. Willow mira por encima del hombro. Siente cierta curiosidad por saber quién es.

—¡Oh! —Se sorprende al ver a Guy saliendo del ascensor y por un momento cree que no es más que una visión generada por mi propio deseo.

—Hola —dice Willow después de un segundo—. No sabía que estarías hoy aquí.

—Hola —se acerca hacia ella—. El tipo que está abajo, en el mostrador, me dijo que estarías en el once.

—¿Carlos?

—Sí, lo siento. Siempre se me olvida su nombre. Es igual. Te he traído una cosa.

—¿De verdad? —Willow vuelve a poner el libro que tiene en la mano en el carro y mira a Guy—. Qué detalle, ¿Qué es?

—Contrabando. —Guy saca las manos de detrás de la espalda. Lleva una bolsa marrón de papel de la que saca un vaso de café helado.

—¡Oh, Dios mío! —ríe Willow—. ¡Qué mono! Es justo lo que necesitaba. ¿Cómo lo sabías? ¿Y cómo has conseguido colarlo hasta aquí? —Aparta el carro y se acerca a él. —Mmm, Carlos me ha dicho que estabas muy cansada y me ha dado la sensación que no le importaría si te traía esto.

—Oh, es perfecto. —Willow le coge el café de las manos y se sienta apoyando la espalda en la pared. Cierra los ojos y bebe un poco—. Incluso has puesto la cantidad exacta de azúcar.

—Soy un observador. —Guy se sienta junto a ella.

—La verdad es que sí. —Willow se cambia de postura de manera que las piernas de los dos se tocan—. ¿Quieres un poco?

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