Read Willow Online

Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

Willow (25 page)

»Después de una semana de pasarme todo el día en bata y durmiendo, David decidió que quería ir a casa a buscar los libros de nuestros padres para traerlos al apartamento. Ya te puedes imaginar que nuestra casa está llena de libros: te estoy hablando de miles y miles. Cuando llegamos a casa David me dio un destornillador para que desmontara una vieja librería que teníamos en el sótano mientras él se ocupaba de una que había en el primer piso. Ahora que lo pienso, no tiene sentido. O sea, ni siquiera hay espacio para tantos libros en el apartamento y, ¿para qué tenía que desmontar una estantería vieja y cutre? ¿Por qué no empaquetar los libros sin más? ¿Sabes qué creo que estaba pasando? Creo que, para David, destruir las estanterías era como para los griegos desgarrarse las vestiduras y arrancarse el pelo en señal de duelo. Creo que la cosa iba por ahí, pero la verdad es que no tuvimos mucho éxito en nuestra empresa.

»El caso es que yo estaba abajo, en el sótano, con el destornillador. Esta herramienta y yo nunca hemos sido buenos amigos, es como subir el Everest con zapatos de tacón, cosas que no casan. Y de repente, no sé, quizás era por lo de volver a estar en casa, no sé, o lo mucho que esos libros significaban para mis padres y el hecho de que yo estuviera a punto de desmontar la colección, pero, de repente, lo empecé a entender. No me refiero a pensar en ello, sino a comprenderlo, a asimilarlo. Fue como si de repente tuviera un inmenso dolor llamando a las puertas de mi conciencia: una sensación abrumadora, extrema, y sabía que, si la dejaba pasar, me vendría abajo.

»Y entonces, justo cuando pensaba que no tenía control sobre lo que iba a pasar me di cuenta de dos cosas: la primera era que el dolor emocional estaba desapareciendo, se iba, no iba a consumirme, y la segunda era que me estaba clavando el destornillador, que me estaba literalmente atacando a mí misma, y que el dolor físico que me estaba produciendo era mejor que cualquiera de los sedantes que me daban en el hospital. Simplemente estaba consiguiendo que todo lo demás desapareciera. Este dolor, este dolor físico, fluía por mis venas como si fuera heroína y yo era insensible, inmune al resto de cosas. No podía sentir nada más allá del dolor y entonces supe que había encontrado la manera de salvarme.

»Cuando viste esas heridas, pensaste que me quería suicidar, pensaste que todos esos cortes eran como prácticas antes de hacer acopio de valor para realizar mi siguiente objetivo. No lo entiendes, no has comprendido nada. Yo me estoy salvando.

»Me he enseñado, me he entrenado para no sentir nada más allá del dolor físico. Tengo un control absoluto sobre eso. ¿Lo entiendes? ¿Comprendes lo que esto significa?

Guy no dice nada, está pálido. Willow también está en silencio, agotada después de haber revelado tanto de sí misma, pero hay algo más que está ocurriendo. Allí lentada, junto a él, Willow es absolutamente consciente de cada sensación de su cuerpo, del aspecto que tienen sus brazos con las mangas subidas, de la textura de la piel de Guy en contacto con la suya y de cada sensación que todas estas cosas despiertan en su interior. Y se da cuenta de que, por mucho que intente evitarlo, por mucho que intente sentir solamente dolor, ahora mismo está sintiendo algo más y no hay nada que desee más que besarlo.

Le sorprende que su estado de ánimo haya cambiado tan repentinamente. ¿Cómo ha podido transformarse la angustia en deseo?

Tal vez sea porque jamás se había mostrado tanto ante otra persona. Tal vez porque quiere descubrir si su hipótesis es acertada. ¿De verdad es tan peligroso para ella sentir algo? ¿Besarle, sentir algo por él, enamorarse de él será realmente tan desastroso?

Esta vez ella es la primera en inclinarse. Está arrodillada frente a él, le coge del cuello de la camisa y lo atrae cerca de ella. Él está claramente más sorprendido que ella por todo esto, pero se deja llevar. Sus labios se encuentran, ella se acerca aún más hasta sentarse en su regazo, le coge las manos, que él había colocado sobre las caderas de ella, y las coloca sobre sus pechos. Solamente le falta devorarlo, en su desesperación por ver si puede tener algo en la vida más allá de su dependencia con la cuchilla.

Willow no sabe el momento preciso en que ese extraordinario placer que está sintiendo se convierte en el terrible dolor que tanto temía. Las imágenes del accidente empiezan a colarse entre sus párpados cerrados luchando por acaparar la atención de Willow, alejarla del rostro de él al que ella se aferra. Un terremoto de emociones amenaza con asaltarla. De repente vuelve a sentarse en el suelo junto a las estanterías. —No puedo—. Willow aparta a Guy de su lado—. ¡No puedo!

Respira con dificultad. Apenas se da cuenta de que Guy está de rodillas, frente a ella. El salpicadero lleno de sangre, los brazos y piernas de su madre, rotos, eso es todo lo que ve. Willow se tapa los oídos en un vano intento de ahogar los terribles sonidos del accidente.

Se levanta de un salto, se aleja corriendo de él, busca en el bolsillo la cuchilla que siempre lleva con ella.

Pero en el instante en que se dispone a cortarse, a salvarse, a acabar con esas visiones de pesadilla, las manos de Guy caen sobre las suyas. La obliga a volverse a sentar en el suelo.

—No. —Guy hace un gesto firme de negación—. No aquí. No ahora. No delante mío. —Pero tengo que hacerlo. —Willow jadea—, déjame en paz. ¡Déjame hacerlo!

Guy se coloca de cuclillas frente a ella y la mira con solemnidad.

—De acuerdo —dice finalmente—. Entonces hazlo, pero no de esta manera, como un animal acorralado. Tendrás que hacerlo delante de mí.

—Tú… quieres… —Lo mira boquiabierta. No puede imaginarse a sí misma cortándose frente a él. Es algo tan íntimo que hace que su beso parezca un simple apretón de manos. No puede hacerlo. Simplemente no puede hacerlo. Se sienta en el suelo con la cuchilla pendiendo inútilmente de su mano.

Pero las imágenes que invaden su cabeza no paran y solo hay un modo de acabar con ellas.

Willow ni siquiera parpadea mientras introduce la cuchilla en su piel. Mira a Guy consciente de que, aunque está vestida, es como si se hubiera desnudado frente a él.

Le duele. Le duele muchísimo pero en unos segundos el dolor fluye por su cuerpo como un opiáceo, apartando completamente todo lo demás.

—Oh, Dios mío. ¡Oh, Dios mío! —Ahora Guy es el que se cubre la boca con una mano—. ¡Para! ¡No puedo verlo!

Coge la cuchilla y la lanza al otro extremo de la sala, le coge del brazo y mira la sangre, coge a Willow con fuerza y la estrecha contra su pecho.

Willow está tan cerca que vuelve a sentarse en su regazo.

Está tan cerca de él que es como si respiraran el mismo aire.

—¿Es que no te vas a permitir sentir nada que no sea dolor?

—Él la coge con más fuerza de la que ella se pudiera imaginar.

Willow se deja caer sobre el pecho de Guy. Ahora que la cuchilla ha cumplido su función ya no le resulta tan abrumador estar allí con él. Le mira con los ojos medios cerrados mientras él le limpia la sangre del brazo con la camisa. Ahora que se ha sedado, a Willow nada le gustaría más que estar así con él, para siempre.

Pero en lugar de eso hace lo siguiente que le gustaría más. Se queda allí hasta que las luces se apagan y se quedan los dos a oscuras. Se queda allí tanto tiempo que se le pasa la hora de llegar a casa. Simplemente se queda allí, sentada de aquella manera, todo el tiempo que puede.

12

Willow estaba segura de haber perfeccionado la técnica de fingir que presta atención en clase cuando tiene la cabeza en la luna de Valencia. Sabía cómo hacer ver que estaba produciendo apuntes a nivel industrial cuando en realidad no hacía más que garabatear en el papel, sabía cómo fingir que seguía la lectura del libro aun teniéndolo abierto por donde no tocaba, y sabía cómo asentir a lo que decía la profesora en los momentos clave y parecer que estaba escuchando.

Pero, por alguna razón, esas discutibles habilidades parecen haberla abandonado. Porque hoy Willow sabe que, para cualquiera que se moleste en mirarla, es demasiado obvio que, aunque físicamente está en clase de francés, su mente está muy lejos de aquí.

No puede parar de pensar en lo que pasó en el depósito. No puede parar de pensar en lo que pasó con David hace dos noches, y no puede parar de preguntarse cómo actuará, cómo debería actuar la próxima vez que vea a Guy o a su hermano.

Al menos ha tenido un respiro en lo que se refiere a su HERmano. Anoche, cuando finalmente llegó a casa temiendo un enfrentamiento inevitable, Cathy le recordó que David había tenido que ir a otra conferencia y no volvería hasta mucho más tarde. Y Cathy tampoco mencionó el altercado. Ya le había expresado sus sentimientos en la nota, y Willow le agradeció que no tuviera intención de volver a sacar el tema.

Willow está segura de que, cuando vuelva a ver a David, la situación será muy violenta, pero no tiene absolutamente ni idea de cómo serán las cosas cuando vuelva a ver a Guy No hay ninguna razón para pensar que no vaya a ir bien, mejor que bien, de hecho, si no fuera porque ella misma está lejos de sentirse bien.

Willow cierra los ojos y un torrente de imágenes de la tarde anterior le pasan por la mente. Es imposible pensar en el día que pasaron juntos sin que se le mezclen los sentimientos: fue genial hablar con él; jamás debería haberle explicado cómo empezó a cortarse. Fue maravilloso besarle; fue aterrador besarle. Fue increíble oírle hablar de sus miedos y esperanzas; ella no es suficientemente fuerte para enfrentarse al dolor de otra persona.

Las cosas eran más simples antes de que él apareciese en su vida. Estaba el accidente por un lado y la cuchilla por el otro. Toda su vida giraba en torno a eso. Ahora las cosas distan mucho de ser simples.

Suspira profundamente, no puede evitar darse cuenta de que la chica que se sienta a su lado la mira de un modo extraño.

Tal vez solo necesite un poco de tiempo para poner las cosas en orden. Al fin y al cabo, ¿quién le dice que lo vaya a ver hoy? Ya es la última hora de clase, puede ser que él no esté fuera, no la ha llamado, ella es la que…

A Willow se le escapa la risa. No muy fuerte, pero lo justo para que la chica que se sienta a su lado la mire otra vez con cara rara.

Pero esta vez, no le importa. Le parece absurdo que, después de todo lo que ha pasado, lo primero que piensa sea
¿Me llamará él o debería llamarle yo?
El tipo de cosas que Markie y ella pasaban horas discutiendo. Por un segundo vuelve a sentirse como una chica normal.

La clase termina y Willow sale del aula con el resto de sus compañeros. Mientras avanza por el pasillo va mirando a los lados entre aliviada y decepcionada de no verle por allí.

Bueno, tú querías estar un rato sola para pensar, ¿no?

Hay un montón de estudiantes yendo de acá para allá en la entrada del instituto pero, una vez más, Guy no está por ninguna parte. Sin embargo, Willow ve a Chloe y Laurie y se acerca a ellas.

—Bueno, ¿qué te parece? —Laurie sonríe a Willow girando sobre uno de sus talones. Willow está algo confusa hasta que se da cuenta de que le está pidiendo su opinión sobre los nuevos zapatos.

—¡Oh, son geniales! —dice Willow con admiración—. Y me encanta el color.

—¿Verdad que sí? No me puedo creer que les quedara un par de mi talla. Y son muy cómodos.

—Tendrías que haber venido con nosotras —dice Chloe—. Tenían un montón de cosas geniales rebajadas. Yo me compré dos pares, pero hoy no me los he puesto —añade cuando Willow le mira los pies.

—¿Qué te compraste?

—Los mismos que Laurie, aunque le he prometido que no me los pondría hasta el año que viene, que iremos a facultades diferentes. —Chloe pone cara de pena—. Y otro par que son más bien para ir de fiesta que para llevarlos al instituto, pero son una pasada. Negros. Superaltos. De tiras.

—Íbamos hacia el parque —dice Laurie—. Ya no nos queda dinero para hacer mucho más. ¿Te apetece venir con nosotras hoy?

—Sí, claro —responde Willow unos segundos más tarde. Probablemente eso sea precisamente lo que ella necesita. Ni escenitas con su hermano, ni ensayar las escenas de antemano, ni pasarse el rato pensando en Guy y en cómo van a ir las cosas con él. Nada más simple que pasar la tarde en el parque hablando de algo tan poco emocional como son los zapatos. Perfecto.

—Oye, ¿te han dado las prácticas aquellas para las que hiciste la entrevista? —le pregunta Willow a Laurie mientras cruzan la calle y se dirigen hacia el parque.

—¿Es que a estas alturas aún no te has dado cuenta de lo peligroso que es preguntar cosas como esa? —dice Chloe apartando una piedra del camino de una patada.

Willow la mira sin entender nada pero las dos chicas se sonríen en cuanto Laurie se lanza con su diatriba sobre los pros y los contras de trabajar por una recomendación en lugar de por dinero.

—O sea, que quedaría muy bien poder tener este tipo de experiencia. —Laurie se muerde el labio con impaciencia—. Pero, por otra parte, me encantaría poder tener dinero ahora mismo. Sobre todo después de haberme gastado casi todo lo que tenía el otro día. Aunque la cosa es que ni siquiera sé si me han dado las prácticas. Esta semana me tendrían que decir algo…

—¿Qué piensas de Andy? —interrumpe Chloe de repente.

—¿Quién, yo? —pregunta Willow.

—Sí, bueno, ya sé lo que piensa Laurie.

—¿Y cómo va a saberlo Willow? —protesta Laurie—. ¡Si apenas se han hablado!

—Es verdad —coincide Chloe—. Tiene unos buenos brazos, ¿verdad? El remo es el mejor deporte para los brazos, es lo que más los desarrolla.

—Sí, claro. —Willow no recuerda para nada los brazos de Andy, pero está totalmente de acuerdo con Chloe. El remo realmente pone unos brazos increíbles. Se gira, consciente de que a no todo el mundo le va a parecer bonito que se sonroje—. ¿Te… te gusta? —le pregunta Willow después de un momento. —Digámoslo de esta manera —suspira Chloe—. Ahora mismo es el único chico que muestra interés en mí.

—Tal vez deberías darle una oportunidad —interviene Laurie—. Al fin y al cabo no le conocemos mucho más que a Willow.

—No es nuevo, ¿verdad? —Willow frunce el ceño—. Quiero decir, ¿cómo es que no lo conocéis apenas?

—No, no es nuevo ni nada por el estilo —dice Chloe al entrar en el parque—. Pero es que antes nunca íbamos con él.

—Antes salía con la chica más horrible del mundo —añade Laurie mientras se sientan en el césped—. Elizabeth no sé qué. Pero el año pasado ella se fue del instituto. —Se quita los zapatos y se frota el pie con la mano—. No me los tendría que haber puesto dos días seguidos.

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