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Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

Willow (33 page)

Durante unos segundos para de hablar e intenta secarse los ojos. Pero es inútil, como intentar contener un maremoto. Sus manos se entrelazan con las de Guy y le coge de las muñecas y se vuelve para mirarle a la cara mientras los dos siguen sentados junto a la ventana.

Se para con un nuevo ataque de llanto y se queda sin aire.

—¿Quieres una bolsa de papel o algo? —Guy parece asustado.

—No, no… Es solo que… yo nunca volveré a ser la hija de nadie. —Willow continúa después de unos minutos—. Y tenía razón cuando empecé… cuando empecé a cortarme, porque tú debes pensar que esto no es tan horrible, que las chicas lloran, que la gente llora, pero te equivocas, te equivocas porque cualquier cosa… cualquier cosa… sería mejor que esto. Lo… lo siento. —intenta respirar—. Siento haberte puesto en esta situación. —Willow vuelve a secarse las lágrimas. Aún tienen las manos cogidas y Willow puede sentir el dorso de la mano de Guy en su frente—. Cuando te pedí que me trajeras aquí no estaba pensando en esto… No esperaba esto… O tal vez sí…Yo… Ni siquiera lo sé.

—Willow, no me has puesto en ninguna situación.

—Necesito un Kleenex —dice sorbiéndose la nariz.

Guy libera sus manos de las de Willow, coge el puño de la sudadera y le limpia la nariz con él.

—Qué romántico —le dice con vergüenza.

—Bueno, pues no te creas. No haría esto por nadie más en el mundo.

—Yo… Bueno… Eso es lo más… Yo… —Willow empieza a hipar—. Perdona. Es que me entra un hipo tremendo cuando lloro. —Le coge la sudadera y vuelve a secarse la nariz con ella—. Soy un desastre. —Se le escapa una risa temblorosa—. Pero ¿sabes qué? Yo tampoco me limpiaría la nariz en la sudadera de otra persona. —Vuelve a hipar. —¿Quieres un vaso de agua para el hipo?

—No. —Willow niega con la cabeza—. No, gracias. Pero ¿sabes qué me apetece? ¿Me puedes traer mi chocolate caliente? Lo dejé junto a la puerta.

—Vale. —Guy se encoge de hombros. Al cabo de unos segundos regresa—. Toma. —Le mira dubitativo cuando ella le da el primer sorbo—. ¿Está bueno, eso?

—Bueno. —Willow hace una mueca—. Depende de lo que entiendas por bueno. A estas alturas parece más bien agua encharcada.

—¿La has probado alguna vez o qué? —le pregunta Guy mientras se vuelve a sentar a su lado.

—Supongo. —Willow deja el vaso en el suelo. Se reclina sobre los cojines con un suspiro—. Gracias —dice de repente.

—¿Por qué?

—Gracias por haberme traído aquí. Y gracias por no decirle nada a mi hermano.

Gracias por ser tan…

—Estás llorando otra vez. —Guy se cambia de postura para poder tenerla entre sus brazos.

—Ya lo sé, pásame tu sudadera.

—Vale, espera. —Le limpia las lágrimas—. ¿Te va a volver a dar el hipo?

—No. —Willow niega con la cabeza.

—¿Quieres que nos quedemos aquí, no sé, a dormir un poco o algo así? ¿O quieres volver a casa de tu hermano? —dice Guy después de unos minutos.

Pero Willow no quiere hacer ninguna de las dos cosas. Y está totalmente sorprendida al sentir qué es lo que realmente quiere. La última media hora no es que haya sido muy propicia para la pasión. Y sin embargo, allí sentada con él junto a la ventana, rodeada por sus fuertes brazos, sabe que si puede sobrevivir al llanto hay muchas otras cosas a las que puede sobrevivir. Y que si hay algunas cosas que ella ya ha perdido para siempre, hay otras que aún no ha empezado a experimentar. Y también sabe que lo que desea no viene dado porque la pasión sea el antídoto contra el dolor, sino porque es la más natural, más perfecta y más completa expresión de lo que siente por él.

—¿Recuerdas cuando… cuando descubriste que me cortaba?

—No lo olvidaré nunca.

—Pero ¿te acuerdas de… bueno, te acuerdas de cómo intenté chantajearte?

—Tampoco lo olvidaré.

—Bueno. —Traga saliva—. Yo… bueno… Espero que ahora, tal vez, tú… O sea, yo quiero… podríamos… —Se atranca con las palabras, pero mira a Guy expectante esperando que, ya que a veces parece conocerla mejor que ella a sí misma, entenderá lo que intenta decir.

Por desgracia, él parece estar totalmente desconcertado.

—¡Oh, esto no está saliendo bien! —exclama Willow. Se pregunta si tal vez no es tan buena idea al fin y al cabo, si le chocará demasiado, después de la crisis que acaba de tener ella. Pero Willow no puede pensar en nada que haya deseado más—. No importa —dice ella, decepcionada—. Tampoco me lo hubiera imaginado nunca así, con la nariz llena de mocos.

—¿Imaginarte el qué? —pregunta Guy lentamente.

Willow se acerca a él.

—¿Tú qué crees? —le dice finalmente.

—Yo… bueno… no estoy muy seguro de lo que pienso. —Guy se aparta un poco de ella hasta que está al alcance de sus brazos y la mira con detenimiento—. No me gustaría nada cometer un error porque, bueno… me parece entender que tú quieres… bueno, que quieres…

—Nunca te había visto ponerte tan nervioso —dice Willow entre risas. Se seca los últimos vestigios de sus lágrimas. No puede creerse que Guy no esté pillando lo que le está diciendo, y no se puede creer que ella se esté riendo de eso.

—Te, te… o sea, te refieres a cuando…

Willow decide ponerle las cosas más fáciles.

—Ven. —Le coge de los hombros y le acerca a ella. Ya le ha besado dos veces antes. La primera con resultados desastrosos, la segunda no fue tan catastrófica, pero en ninguna ocasión lo ha hecho poniendo en juego todos los sentimientos que lleva dentro. Desea y cree que ahora, finalmente, le puede mostrar lo mucho que le importa pero, aun así, no puede parar de temblar mientras avanza lentamente, cubriendo el espacio que les separa.

—¿Estás segura de que esto está bien? —susurra Guy junto a su boca.

—Está bien —le contesta Willow mientras le ayuda a encontrar los botones de la camisa—. Está más que bien. —Repite, sorprendida y estremecida de que sea así. Le quita la sudadera manchada de lágrimas.

—Pero tú eres tan tímida. —El suave aliento de Guy acaricia su cuello mientras él le baja los tirantes del sujetador por los hombros—. Pero tú eres tan vulnerable. Por favor, dime que estás segura.

—Estoy segura. —Willow empieza a desabrocharle los botones del pantalón—. Estoy segura, pero…

—¿Pero qué? ¿Cuál es el pero? ¿Cuál es el pero? ¿Por qué… por qué dices pero así, de repente? —Guy tartamudea al hablar mientras le ayuda a quitarse el resto de la ropa.

—Pero… bueno, ¿lo has hecho antes con alguien?

—No. —El la estira en el sofá.

—Bien. —Willow se sorprende de que, con lo tímida que es, no le dé vergüenza estar desnuda frente a él. Tal vez sea porque, poco a poco, en todos los demás aspectos, ya lo ha hecho.

—¿Y tú? —Guy se estira junto a ella.

—¡No!

—Bien. —Le besa el pelo, la cara, el cuello.

—Espera, espera un momento. —Willow le empuja un poco poniéndole la mano en el pecho—. Tengo otra pregunta. ¿Tienes… tienes… Mmm… tienes… algo?

—¿Qué? —pregunta Guy frunciendo el ceño—. ¡Oh! Mmm… llevo… llevo algo en la cartera.

—Bien.

—¿Puedo… puedo… ?

—Puedes hacer lo que quieras. —Willow se estremece al sentir las manos de Guy recorrer su cuerpo, pero esta vez no hay miedo, no se puede creer lo maravillosamente bien que se siente.

—Un segundo… —Willow se incorpora repentinamente—. Seguro, ¿no? O sea, estás seguro de que llevas algo.

—Bueno, ¿no te parece bien?

Guy también se sienta y la mira.

—Un segundo…

—¿Otro segundo?

—Si yo llevara algo en mi bolso tú querrías saber por qué… Quiero decir, ¿cuánto hace que llevas eso en la cartera?

—Desde que tenía doce años.

—¡No! —Le pega con la palma de la mano.

—Claro que no. —Guy se mueve para volver a besarla.

—Va, dímelo.

—¿No quieres parar de hablar? —le dice junto a su boca mientras vuelve a estirarla sobre los cojines del sofá.

—No.

—Pero si sigues hablando no puedo besarte y no podemos pasar a lo que viene después de eso…

—Pero quiero hablar contigo. Porque te puedo preguntar lo que sea, contarte lo que sea, y no importa lo que te diga, siempre está bien.

—Eso no ha sido justo —suspira Guy junto a su mejilla—. Ahora tengo que contestarte. —Se apoya sobre uno de sus codos—. Llevo… llevo eso en la cartera desde que supe… bueno, desde que empecé a tener esperanzas de que llegara el momento en el que necesitaría… protegerte de este modo.

—¿Y cuándo fue eso?

—Si te contesto, entonces, ¿pararás de hablar?

—Sí. —Willow se muerde el labio y le pasa las manos por los hombros—. Me callaré, porque tus respuestas son siempre perfectas.

—Oh. —Baja la mirada y la mira—. Entonces, ¿me crees si te digo que lo empecé a llevar el día que nos vimos por primera vez?

—No.

—Vale. —Hace una pausa y Willow se da cuenta de que va a decirle la verdad.

—Yo… Bueno.,. —Le pasa la mano por el pelo y observa cómo vuelve a caer sobre sus hombros—. Después de verte en el laboratorio de física.

—No… no lo entiendo.

—Ya habíamos hablado en el depósito de la biblioteca y yo ya sabía que eras diferente a todas las otras chicas que conozco. Luego me dijiste que tus padres estaban muertos y pensé que estabas tan… que estabas muy perdida y eras demasiado vulnerable. Entonces fue cuando te vi en el laboratorio de física… y te vi preocupándote por una persona que considerabas más débil que tú, y no podía creer que alguien que ha pasado por lo que tú has pasado pudiera ser tan… bueno, tan generosa y considerada.

—Pero apenas me conocías.

—Ya lo sé. Y no quiero que pienses que salí corriendo hacia la farmacia ni nada de esto. Ni siquiera sabía si íbamos a volver a hablar, y si era así, no sabía si nos íbamos a llevar bien, o tal vez tú ya estabas con alguien… Pero supe que el modo en el que intentaste proteger a alguien así, sobre todo dada tu situación… yo… pensé que debías ser la chica más especial que he conocido jamás…

—Ahora ya puedo parar de hablar.

Willow le rodea el cuello con los brazos.

—¡Que interesante!

—¿Eh?

—Cuando te sonrojas, no solo se te pone la cara roja.

—Oh.

—Te diré otra cosa.

—¿Qué?

—Acabo de comprender por qué alguien quiso hacer el primer espejo.

Willow parpadea sorprendida. Eso no era en absoluto lo que estaba esperando.

—¿Por qué?

—Imagino que un hombre enamorado deseaba que su amada supiera cómo era ella para él. Quería que ella fuera capaz de verse tal y como él la veía.

Willow no tiene nada más que decir. Mira cómo él besa sus heridas y desea que su inexperta manera de explorar el cuerpo de él tenga el poder de afectarle del mismo modo en que lo que él hace le afecta a ella.

—¡Ay! —Willow hace una mueca de dolor cuando él, sin querer, le estira del pelo. —Perdona, yo..—. Guy en el intento de alcanzar algo del suelo, no puede evitar chafarla—. Yo… mmm… es que… necesito la cartera que está en el bolsillo… —Busca en los téjanos prestados.

—¿Estás nerviosa? —le pregunta al encontrar los pantalones y coger la cartera.

—Ahá —asiente Willow—. ¿Y tú?

—Mucho.

—Oh, bueno, pues no lo estés tanto porque yo tengo nervios suficientes para los dos. —Willow se pregunta si lo que va a ocurrir le va a doler y piensa en lo irónico que resulta que ella, de entre toda la gente, pueda preocuparse por eso.

Sí que duele. Willow se estremece de dolor pero es Guy el que grita:

—¡Lo siento! ¿Te he hecho daño? ¡Yo no quería, pero…!

Willow le tapa la boca con la mano.

—Solo un segundo —le asegura—, solamente ha sido un segundo.

Y se da cuenta de que eso es verdad. De algún modo, el dolor se ha convertido en placer, y ese placer es mejor que cualquier dolor.

15

Perséfone habita entre las sombras del Hades. Entre ellas, pero no como parte de ellas, es…

Tal vez hablar de que su madre, como diosa de la cosecha, representa la fertilidad. Así que cuando ella (Perséfone) se come la granada es como un acto de solidaridad, ya que las granadas son símbolo de solidaridad, aunque eso signifique que deba quedarse en el inframundo…

Oh, ¿qué más da?

Willow mira los apuntes que hizo unos días atrás en la biblioteca. No sirven absolutamente para nada. Aun así, intentar encontrarles un sentido es mejor que mirar la pantalla apagada. Ni siquiera tiene fuerzas para encender el ordenador. Pero si no hace algo pronto, estará en un buen aprieto. El trabajo del Bulfinch es para primera hora de la mañana y no ha escrito ni la primera frase.

Creía que había tenido problemas concentrándose para este trabajo. Pero ahora que son las dos de la mañana del que ha sido, exceptuando el accidente, el día más decisivo de su vida, concentrarse está resultando ser completamente imposible.

Willow aparta el cuaderno y coge su bolsa. Saca la nota, el inocente trozo de papel que su madre le escribió a la asistenta y lo coloca sobre el escritorio. Le parece extraordinario que algo tan pequeño tenga el poder de emocionarla tanto.

Tal vez siempre supo que alguna cosa de este estilo la estaba esperando en casa, y que enfrentarse a una cosa así liberaría todo aquello que ella llevaba meses reprimiendo.
Y,
probablemente, si no hubiera encontrado la nota, habría aparecido otra cosa, algo igual de inocuo que la habría desmontado del mismo modo.

Willow recuerda cómo ha llorado esta mañana, todo el dolor que finalmente se ha permitido sentir. Le asombra haber sido capaz de procesar unas emociones tan intensas y se pregunta si será capaz de volver a hacerlo.

¿Está preparada para separarse de su inseparable compañera?

Willow abre el cajón del escritorio, saca una de sus muchas cuchillas y la coloca junto a la nota de su madre.

Bueno, ¿y ahora qué?

Mira la inerte hoja de metal, luego vuelve a mirar las líneas escritas por su madre, preguntándose si la nota volverá a tener el poder de hacerla llorar y, si así es, si será capaz de resistir la batalla.

Oh, ¡Dios mío! Eso espero.

Sin embargo, es posible que las lágrimas de antes no tuvieran más implicaciones que su significado más obvio e inmediato. Le había afectado la nota que le dejó su madre a la asistenta, ese pequeño recordatorio de que su bienestar, un día, fue primordial para alguien, y por alguna razón ella había sido capaz de gestionar ese sentimiento sin la alquimia de cortarse.

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