—Sí, me parece un poco preocupante que se haya fijado en mí después de ella. — Chloe reprime un escalofrío—. O sea, ¿es que me parezco en algo a Elizabeth? —Mira a Laurie.
—Sí, eres clavadita a ella. Por eso eres mi mejor amiga desde hace tres años. Por Dios, estas ampollas me están matando.
—¿Pero no nos acabas de decir que son tan cómodos? —Chloe arquea una ceja—. Cómodos para ser de tacón.
—Yo tengo tiritas —se ofrece Willow. Se pone a buscar por su mochila la caja que le compró Guy.
—Vas siempre tan bien preparada… —observa Chloe.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Willow con precaución. Le pasa las tiritas a Laurie. —No sé. —Chloe se encoge de hombros—, es como si siempre llevaras las cosas que la gente necesita, como cuando estábamos aquí con Andy y tú llevabas las toallitas esas.
—Oh —asiente Willow. Se pregunta si Chloe se habrá dado cuenta de que lleva un repertorio de cosas bastante inusual, más aún que la laca de uñas y toda la parafernalia que suele tener Chloe. Siente que se ha puesto en evidencia, incluso un poco culpable, como si fuera una heroinómana y la acabaran de pillar en sus trapicheos.
—En fin, volviendo a lo de Andy… ¡Ay! —exclama Laurie al reventarse una de las ampollas que tiene un aspecto bastante feo—. No tomes ninguna decisión sobre él todavía, quién sabe, tal vez resulte ser majo. Seguro que cuando venga Adrián se lo traerá y…
—¿Viene Adrián? —suelta Willow. No sabe por qué le sorprende tanto. Tiene sentido, es obvio que él y Laurie están juntos pero…
—Sí, tiene que hacer un par de cosas después de clase y nos ha dicho que nos veríamos aquí. —Laurie le vuelve a pasar las tiritas a Willow.
—Oh. —Willow se pregunta si Guy también se apuntará.
—Seguramente Guy vendrá con ellos —dice Laurie, como si pudiera leer la mente de Willow—, porque tenía que acompañar a Adrián a no sé qué recado.
—Me da igual quien venga, solamente espero que traigan Coca-Cola light.
—Pues sería una buena idea, ¿no? —Laurie mira a Willow—. Quiero decir, y no te metas conmigo, Chloe —dice cuando la otra chica se dispone a hablar—. Te gusta, ¿verdad? No quería molestarte el otro día pero, venga, cuéntanoslo.
—Sí —dice Willow—, me gusta. —Para sus adentros piensa lo suave y pálida que suena la palabra gustar para describir sus sentimientos. Pero, por mucho que sienta por él, solo desea que no aparezca. Esperaba tener un poco de tiempo a solas pan poner sus ideas en orden y no esperaba que, la primera vez que se vieran, fueran a estar en compañía.
—Él sí que es alguien que vale la pena que se interese por ti. —Chloe se inclina hacia delante con los ojos chispeantes—. Oh, no te preocupes. —Le toca el brazo a Willow—. Hace tres años que lo conozco y… nada. —Se encoge de hombros con elocuencia.
—Bueno, no es exactamente lo que estáis pensando —dice Willow—. O sea, que solo…
—Hablando del rey de Roma… —le interrumpe Laurie mirando a Willow de lado.
—Y no llevan Coca-Cola light —refunfuña Chloe—. A lo mejor le puedo pedir a Andy que vaya a comprar una a los tenderetes de perritos calientes. Siempre hay un par en el parque, por alguna parte. No tardará mucho.
Willow se gira para mirar a los tres chicos que se acercan.
Las manos le tiemblan un poco y deja la caja de tiritas en la hierba. Maldice entre dientes y se enfada consigo misma por estar tan nerviosa. Bueno, al menos ya no tiene que preguntarse cómo se sentirá cuando vea a Guy.
—¡Ay! Benditos tiempos aquellos en que ellos hacían todo lo que les ordenabas —dice Laurie riendo.
—Claro, como si comprarme una Coca-Cola light se pudiera comparar a todas las cosas que hace Adrián por ti.
—¡Chist! —Laurie le da un codazo a Chloe—. Se piensa que todo el mundo es así. Por favor, estuve meses para entrenarlo, no vayas a darle ideas ahora. —Para de hablar en cuanto los chicos están lo suficientemente cerca para oírlas.
—Hazme un favor —le dice Chloe a Andy mientras él se acerca y deja la mochila junto a ella.
Willow mira cómo Adrián se acerca y besa a Laurie. Antes de verlo, puede sentir cómo Guy se sienta enfrente suyo. Deja la caja de tiritas en la mochila. No debería haber nada raro en esto. Él le gusta de verdad y, a menos que se equivoque totalmente, ella le gusta a él. Entonces, ¿dónde está el problema? No hay nada inusual en ello.
A menos que no sea porque todo el tiempo que han pasado juntos ha sido de lo más inusual.
—Cómprame una Coca-Cola light —le pide Chloe a Andy—. No, dos, por favor.
—Hola —le dice Guy a Willow. Le sonríe. No del mismo modo que lo hacía cuando estaban juntos. No hay nada especialmente íntimo en ello, pero sigue siendo genuino. Willow le mira. Vale, él no se siente incómodo, así que ella tampoco va a sentirse incómoda.
—Oye, ya que vas, cómprame un Sprite. —Laurie busca en los bolsillos a ver si lleva suelto.
—Hol… —empieza a decir Willow.
—¿Alguien más quiere algo? —le interrumpe Andy al pasar entre ella y Guy No solo le pega cortes al hablar, también lo hace físicamente—. ¿Qué me dices, Willow?
—Em… No quiero nada. —Willow sabe que solo intenta ser amable, pero aun así, le irrita. ¿Era necesario que se pusiera en medio de este modo?
Ahora Willow tiene la posibilidad de sonreír a Guy pero él está demasiado ocupado buscando algo en su mochila para darse cuenta. Mientras Guy revuelve las cosas en su mochila, Willow puede ver el lomo azul de piel de
La tempestad
metido entre el resto de libros. No iría todo el día cargando con el libro a menos que significara algo para él, ¿no? A menos que ella signifique algo para él.
El levanta la mirada de repente y sus ojos y los de Willow se encuentran. Willow no puede evitarlo
y
se sonroja. Aparta la mirada un segundo, le da vergüenza, pero enseguida se vuelve a girar hacia él decidida a superar la extrañeza del momento y, finalmente, poder decirle hola. Lo único es que, al mirarle, es imposible no pensar en todas las cosas que han pasado. Su mente se impregna del recuerdo de lo que sintió al besarle, anulando el aquí y el ahora. Parece como si los rasgos de Guy estuvieran fragmentados, es como si las imágenes de lo que ocurrió en el depósito le cubrieran la cara.
Willow se sonroja aún más al recordar cómo le cogió las manos y le forzó a que le tocara los pechos. Y luego, como si no fuera suficiente, recuerda cómo empezó a cortarse delante de él. No puede pensar en todo esto ahora. Sería diferente si estuvieran solos pero, ¿rodeados de todos los demás? Willow deja caer la cabeza entre las manos un instante como si, al taparse los ojos, pudiera conseguir apartar todas las imágenes.
—¡Willow! —exclama Laurie alarmada—. ¿Estás bien?
—Oh. —Levanta la cabeza rápidamente.
Esto no va bien.
—Me duele la cabeza. Siempre me cogen unas migrañas tremendas —balbucea.
Evita mirar a Guy y evita mirar al resto del grupo.
—¿Y no llevas una aspirina en esa bolsa tuya? —le pregunta Chloe.
—No, bueno, el caso es que tengo muchísimo trabajo… Debería ir tirando. —Willow sacude la cabeza con pesar—. Nos vemos luego, ¿vale? —Recoge sus cosas y se levanta. Lentamente, con calma, como si en realidad deseara poder quedarse más rato.
Willow se gira y camina hacia la salida del parque resistiendo a la tentación de echarse a correr.
Bueno, ha ido bien, ¿no?
Si antes ya se sentía avergonzada e incómoda, ahora ya no tiene palabras para describir cómo se siente. Por un momento sopesa la posibilidad de darse cabezazos contra el muro que rodea el parque. Sería un cambio en lugar de cortarse.
Lo que tiene que hacer ahora es irse a casa, olvidar los últimos veinte minutos, borrarlos. Llegar a casa y…
Bueno, y como si no hubiera ya pillado el hecho de que soy un poco diferente…
Y si le sigue, ¿que hará ella? Tal vez su primera reacción fuera la adecuada, tal vez solo tenga sitio para una relación.
Una lástima que esa relación resulte ser con un trozo de metal afilado.
¡No pienses en ello! ¡Ya lo solucionarás más tarde! ¡Ve a casa! ¡Abre el libro de francés! ¡Ponte con el trabajo!
Willow no puede evitar revivir todo el incidente de camino a casa. Se debate entre convencerse de que lo que ha pasado no ha sido tan terrible y sentir que lo ha echado todo a perder.
Pero ¿echar a perder el qué?
¿Es que tengo algo que pueda echar a perder?
Se muere de ganas de poder sentarse en su escritorio. A lo mejor ponerse a trabajar resulte ser la distracción que realmente necesita. Pero, por desgracia, al abrir la puerta oye los sonidos de Isabelle que grita como si le fueran a estallar los pulmones. Cathy la sostiene en brazos mientras camina de acá para allá hablando por teléfono. Se nota que está totalmente agobiada. Willow deja las llaves en la mesita del recibidor y entra en la cocina.
—¿Cathy?
—¡Qué bien que estés aquí! —dice Cathy entre los gritos de la niña—. ¿Qué? —Habla por teléfono—. De acuerdo, gracias, sí, encarga la receta en la farmacia. —Cuelga y mira a Willow.
—¿Qué pasa? ¿Qué haces en casa? ¿Está enferma Isabelle o algo así?
—Está ardiendo, pobrecita. —Cathy coloca los labios en la frente de la pequeña—. Me han llamado al trabajo para que fuera a recogerla. Solo es una infección de oído, el médico dice que no hay nada de que preocuparse, que fiebres tan altas son de lo más normal… —Está claro que intenta convencerse a sí misma tanto como a Willow—. Tengo que ir a la farmacia a por unos medicamentos. ¿Estarás bien hasta que vuelva? —Claro —dice Willow cogiendo a Isabelle de los brazos de Cathy. Ahora no es el mejor momento para recordarle que David no aprobaría que ella se quedara con el bebé—. Estaré bien —dice con calma—. Ve a la farmacia.
—Gracias —dice Cathy poniéndose el jersey y cogiendo el monedero—. No sé cuánto voy a tardar, a veces te hacen esperar mientras preparan la receta. Volveré tan rápido como pueda. —Sale a toda prisa por la puerta.
Willow se acerca a la ventana con Isabelle en brazos y mira a Cathy correr calle abajo—. Me sabe mal que te encuentres tan mal —le dice a Isabelle mientras la mueve arriba y abajo sobre su cadera. Pero Isabelle parece haberse calmado un poco y ya no llora con tanta fuerza como hace un rato. Apenas le caen un par de lágrimas acompañadas de pequeños sollozos. Willow piensa en lo maravilloso que sería, aunque solamente fuera por Isabelle, que cuando Cathy regresara todo estuviera perfectamente bajo control, Isabelle calmada, puede que incluso durmiendo, la cocina limpia…
—¿Verdad que sería genial, cariño? ¿A que te sentirías mejor?
Willow desea con toda su alma poder corresponder de algún modo la fe que Cathy tiene en ella. No es solo eso, está segura de que cuidar de Isabelle, hacerlo a la perfección, puede ser una minera de suavizar las cosas con David cuando finalmente llegue a casa.
Y si está totalmente concentrada en Isabelle no tendrá tiempo de pensar en lo que ha ocurrido en el parque.
Aunque, por supuesto, no está muy segura de lo que significa cuidar a Isabelle a la perfección. Al fin y al cabo, no hay muchas opciones con un bebé enfermo. Tal vez darle de comer, cambiarla, pueden ser buenos comienzos. De hecho, parece que está mojada.
—Bueno, pues vamos a cambiarte y después haremos algo de comer. Quieres, ¿verdad?
Willow entra en la habitación de Isabelle y la estira en el cambiador. La verdad es que debería tener experiencia cambiando pañales a estas alturas —ha hecho de canguro desde que tenía trece años—, pero nunca ha cambiado a Isabelle. No es que sea un reto pero es un poco más difícil de lo que había pensado porque Isabelle, a diferencia de todos los bebés que Willow ha conocido en su vida, lleva pañales de tela.
David siempre le da la tabarra a Cathy con el tema, ya que estos pañales son muchísimo más caros que los pañales desechables, difíciles de encontrar, y mucho más incómodos en cualquier aspecto, pero Cathy, que ha estudiado derecho medioambiental, siempre insiste en ello.
—Vale, no puede ser tan difícil… —Willow coge uno de los pañales y dos imperdibles. Sin embargo, Isabelle no parece querer cooperar. Está claro que la pobre criatura no se encuentra bien. En lugar de estar quieta no para de moverse y dar patadas y Willow, que no está acostumbrada a usar imperdibles con los pañales, la pincha. Bastante fuerte, a juzgar por los gritos del bebé.
—¡Oh, no! —Willow está horrorizada. ¿Cómo ha podido hacer algo así? Observa paralizada el diminuto punto rojo que marca la piel tierna y perfecta de su sobrina. Hay algo terriblemente obsceno en destruir a algo tan perfecto.
Lentamente Willow extiende la mano y toca el lugar donde ha pinchado a Isabelle. Al igual que hizo Guy, la mano de Willow cubre completamente la marca que le ha hecho. Bueno, no es tan sorprendente. Lo que le ha hecho a Isabelle es muy diferente de los cortes que marcan su propio estómago. Pero ¿y si esta pequeña marca en la piel de Isabelle se hiciera más grande? Por unos instantes Willow imagina la piel de Isabelle llena de marcas, infligida por la cuchilla del mismo modo que su propia piel. ¿Cómo se sentiría si dentro de pongamos diez o quince años descubriera que Isabelle se corta? Willow aparta la mano bruscamente.
¿ Y si hubiera matado a David y a Cathy, entonces qué? ¿Seguiría pensando que es tan horrible que se cortara?
Termina de cambiarle el pañal a Isabelle sin más incidentes, aunque con las manos temblorosas, y la lleva a la cocina.
—Eso no ha sido exactamente un buen comienzo, ¿no crees? —dice con la voz rota. Hasta aquí han llegado sus intenciones de cuidar perfectamente de su sobrina. Al menos Isabelle ha parado de llorar. Willow no puede evitar sentir que la pequeña se ha recuperado mucho más rápido que ella del episodio.
—¿Qué te parece si te hago algo para comer? —Abre los armarios y busca en su interior. Hoy ya ni siquiera quedan las galletas saladas y los potitos—. Era de esperar. —Willow cierra las puertas y se dirige a la nevera.
Al menos parece un territorio más prometedor. Hay media docena de huevos y un poco de mantequilla entre otras cosas. Willow sienta a Isabelle en la trona y coge un par de huevos y un bol. Coloca la sartén sobre el fogón y echa un poco de mantequilla. Mientras bate los huevos piensa en lo que acaba de ocurrir. Sin pensar en lo que hace tira los huevos en la sartén y deja el bol en el fregadero.