Read Anoche soñé contigo Online
Authors: Gemma Lienas
Al cabo de unos instantes, Mari Loli vio a Julita avanzar por el camino de los tangacereza.
âOye, Florita, que dice Jooose que no te has tomado el descanso esta mañana, y se está haciendo tarde. Que te vayas ahora; te sustituyo.
âHija, se me ha pasado el tiempo volando, sin darme cuenta siquiera âcontestó Florita, dejando su puesto libre a la otra.
Al pasar cerca de Mari Loli, Florita se agachó:
âTú tampoco has tomado nada hoy. ¿Qué pasa?¿Tienes miedo de que el pulpo del Delirio te ponga sus tentáculos encima y te obligue a salir a la calle con él?
â¡Qué cosas tienes, Florita! âprotestó Mari Loli, aunque era cierto que, últimamente, no salÃa a tomar el cortado para evitar la compañÃa del representante de pastas.
âAnda, ven al bar; asà nos leemos con calma la postal que te han mandado los de «Usted es nuestra estrella». Además, si vas conmigo, el tÃo nos deja en paz. Eso te pasa por haberle dicho que sà aquella mañana.
âMujer, era mi cumpleaños... âse defendió Mari Loli.
¡Suerte que su amiga ignoraba hasta dónde habÃa llegado con él! Seguro que, de haberlo sabido, no se lo hubiera perdonado.
Salieron a la calle.
â¡Qué cumpleaños y qué narices, Mari Loli! Tú eres tonta. Mira que hacer el ganso con ese grosero, teniendo a Luis al alcance de la mano... âdijo Florita, justo cuando pasaban por delante de la carnicerÃa.
â¿A Luis? âpreguntó Mari Loli, con sorpresa, bajando la voz como si pudiera ser oÃda por él.
Florita se impacientó:
âContigo no hay manera, ¿eh? Tan mayorcita y no te enteras nunca de nada.
Entonces le acarició la mejilla, y Mari Loli se dio cuenta de que era un enfado de mentirijillas. Le contó que, por supuesto, Luis tenÃa interés en ella. ¿Pues no le guardaba a menudo carne? ¿Y los huesos para la perra? ¿Y el perfume de su cumpleaños?
âMujer, como él es tan amable con todo el mundo...
â¿Con todo el mundo? âmurmuró Florita, mirándola con los ojos entornadosâ. Te creerás tú que a mà o a Julita o a Luis Miguel nos guarda las láminas de los calendarios, nos pregunta por la familia o nos sonrÃe con cara de bobo, ¿no?
Mari Loli se encogió de hombros. Pues no lo habÃa pensado, la verdad.
âPero Luis es muy viejo âprotestó.
âMujer, muy viejo para mÃ, que tengo veintiséis, pero ¿para ti? Si sólo os lleváis siete años...
Mari Loli contó con los dedos.
â¿Cuarenta y cuatro? ¿Sólo tiene cuarenta y cuatro?
Florita afirmó moviendo la cabeza. Y siguió con las virtudes de Luis. Era amable y tierno y educado y limpio y simpático y trabajador...
âBueno, vale ya, Florita. Para el carro. Que parece que, más que un amigo para salir de vez en cuando, me estés buscando un marido. Y, de eso, ya tengo.
Florita se echó a reÃr.
âTienes razón.
Cuando ya entraban en el bar, insistió: que estaba bien eso de tener alguien con quien ir al cine o a bailar y, luego, ¿quién sabÃa si algo más?
Mari Loli recordó a la doctora Bellido. Ella también habÃa insistido en la conveniencia de divertirse, de olvidarse un poco de las preocupaciones, de encontrar algo de tiempo para ella. Tal vez era lo que andaba necesitando y, como una boba, no se habÃa dado cuenta de que eso, precisamente, le ofrecÃa Luis.
âDos cortaditos cuando puedas âpidió Florita. Encendió un cigarrilloâ. Anda, saca la postal.
Señora López: le agradecemos que haya llamado a nuestro programa, «Usted es nuestra estrella», para participar en él. Como usted ya sabe, llamar es sólo el primer paso. A partir de ahora, todavÃa le queda un camino que recorrer hasta llegar a nuestro plató. No se desanime. Seguro que usted se contará entre nuestras estrellas. Debe mandarnos una fotografÃa suya con el traje que se pondrá para la actuación. Además, en el dorso de la foto, tiene que escribir su nombre y apellidos, dirección, edad, tipo de actuación que efectuará (canto, baile, teatro...) y si precisa alguna música para ello y cuál. En nombre de todo el equipo, muchÃsimas gracias por su colaboración.
âBueno. ¿Te vas a hacer la foto? âpreguntó Florita.
âNo. Tengo una que me servirá; del bautizo de Anabelén.
â¿La has traÃdo? âY viendo que Mari Loli negaba con la cabeza, Florita prosiguióâ: Mujer ¿y a qué esperas? Anda, búscala, y yo te ayudo a escribir lo que te piden.
El bar estaba medio vacÃo. El ruido de los autobuses no permitÃa oÃr las conversaciones de los parroquianos de otras mesas. El camarero iba a la suya. Mari Loli pensó que era el momento ideal para comentarle a Florita lo que habÃa encontrado en el camión de Manolo.
âOye, de esas revistas guarras de las que hablas a veces... ¿os compran muchas?
Florita dio un sorbo a su cortado mientras apagaba el cigarrillo.
âBastantes. No nos podemos quejar.
â¿Y quiénes las compran?
âCasi siempre hombres.
â¿Y qué clase de tÃos son?
Florita miró la hora y encendió otro cigarrillo.
â¿Nos quieres ir cobrando? âle dijo al camarero. Luego siguióâ: A veces chicos jóvenes.
â¿Jóvenes, muy jóvenes? ¿Como mi hijo, un poner?
âMás o menos.
â¡Oye, pero si son muy pequeños para ver esas guarradas, tú!
âAy, Mari Loli, hija, ¿tú cuándo vas a abrir los ojos? Te creerás que tu hijo es un niño de teta, ¿no? ¿Cómo es posible que las madres siempre seáis las últimas en enteraros de que vuestros niños ya tienen pelos por todas partes?
Mari Loli suspiró.
âBueno, ¿y quién más?
Florita se quedó mirándola como si no comprendiera la pregunta. Al fin, dijo:
â¡Ah! Que quién más compra revistas porno. Pues parejas.
âYa. ¿Y cómo son esas parejas?
âNormales. ¿Cómo van a ser, si no? Unos a quienes les va la marcha y se lo pasan de miedo. Como Pepe y yo.
â¿Y quién más?
âPues, no sé... tÃos normales a los que les gustan esas revistas y también tÃos raros.
â¿Cómo, raros?
âRaros. Tipos que están medio locos o son medio curas o yo qué sé. Se las compran para hacerse pajas.
âOye, ¿y las de maricones? ¿Ãsas, quiénes las compran?
âPues, los maricones, claro.
âClaro... ¿Sólo?
â¿Sólo, qué? âFlorita, cejijunta, miró fijamente a Mari Loliâ: Pero ¿se puede saber qué mosca te ha picado con las revistas porno? ¿Desde cuándo te interesan tanto? Tú me escondes algo, rica, asà que suéltalo.
Mari Loli miró a su alrededor para cerciorarse de que, en un descuido, el Delirio o Jooose no hubieran entrado en el bar y estuvieran en la mesa de al lado. Bajó la voz para contarle por qué tenÃa interés.
â¡¿Manolo tenÃa una de ésas en la cabina del camión?! ¡Anda, laleche, menuda sorpresa!
âPues sÃ... ¿Tú qué pensarÃas de algo asÃ? ¿Será que va con una a quien le molan esas cosas?
âNo sé, chica. No me parece que sea muy corriente que a las tÃas les gusten los tÃos haciéndoselo entre ellos... Pero podrÃa ser, claro. Oye, ¿estás segura de que Manolo tiene un lÃo con una perica? ¡A lo mejor es del otro barrio, y tú sin enterarte!
Mari Loli se molestó con su amiga. ¿Manolo, marica? Nunca, joder, con lo macho que era...
âBueno, vale, vale. No hace falta que te pongas asÃ.
âAdemás, que también encontré en la cabina unas bragas rojas de lo más provocativo, ni te figuras...
Florita la miró con sorna.
âA lo mejor es de esos a los que les encanta vestirse de tÃa.
âSi te crees que las bragas se las pone él, vas confundida. Primero, que Manolo nunca harÃa algo asÃ...
âFÃate de la virgen y no corras.
â... y segundo, que son unas bragas tan pequeñas que casi parecen de niña. Eso es lo que me extraña... Desde luego, no creo que a ti te entrasen, mira lo que te digo.
â¡Joder! Hoy nos la ganamos: han pasado veinticinco minutos.
âVamos, deprisa.
Entraron en Cadena Dos a la carrera.
âTenéis un morro de aquà a Cáceres, ¿no? âprotestó Julitaâ. Llegáis con más de diez minutos de retraso.
â¡Jo! ¡Qué picajosa andas hoy! âle contestó Florita.
Julita le cedió el puesto. Cuando Luis Miguel iba a hacer lo mismo con Mari Loli, los altavoces escupieron:
âMari Loli a administración; teléfono. Mari Loli.
â¡Jope! Vaya mañanita. ¿Ahora qué tripa se le habrá roto a alguien? Oye, quédate unos minutos más en mi puesto, Luis Miguel.
El chico le contestó con un loquetudigas resignado.
El auricular del teléfono de administración estaba descolgado y apoyado sobre la mesa.
â¿Diga?
âMari Loli. Soy Angelines.
âHija, Angelines, ¿cómo se te ocurre llamarme al súper?
âTe llamo a Cadena Dos porque en casa no hay forma de pillarte.
âBueno, ya sabes, voy de cabeza...
âMari Loli, ¿qué te ocurre? ¿Por qué me hablas en ese tono?
â¡Uf! No seas pesada, Angelines. No me pasa nada. Ya te digo que tengo mucho trabajo y tal.
âPues parece que tengas algo contra mÃ.
âPues... Oye, no seas pesada, anda. Bueno, ¿qué querÃas? ¿O sólo has llamado para decirme esto?
âLlamaba para contarte algo que llevo casi dos meses intentando explicarte, pero ya veo que no es el momento.
âPues, no. No lo es.
âEstás imposible, Mari Loli. ¿Sabes qué te digo? Que cuando quieras algo, me llames tú.
Y le colgó el teléfono. ¡Encima! ¡Cómo se habÃa vuelto Angelines! ¡Cómo se crecÃa desde que estaba enrollada con Manolo! Se creerÃa poco menos que una mujer irresistible. Y a ella la considerarÃa una alelada, una imbécil... además de gorda, claro. ¿Pues no se permitÃa incluso darle lecciones? La muy...
El berrinche le duró a Mari Loli dos horas, hasta que Luis asomó por Cadena Dos para recordarle que le habÃa guardado un poco de carne.
âAl salir, paso a recogerla âle dijo desde la caja.
Florita le guiñó un ojo.
¿TendrÃa razón Florita? ¿SerÃa que el hombre estaba interesado en ella? Pero ¿cómo podÃa ese hombre haberse fijado en ella? Un hombre tan educado como él. Tan leÃdo, porque ¡anda que no sabÃa de todo...! Ella, sin embargo, una ignorante. Mientras lidiaba con el lector del código de barras y la caja registradora y las tarjetas o los cambios, no podÃa quitárselo de la cabeza. Florita llevaba razón. Luis era un encanto fuera de lo común. Amable y siempre de buen humor. Verdad era que no se reÃa como el Delirio, con aquellas carcajadas grandonas que retumbaban en su pecho, ni muchÃsimo menos con las canicas de Manolo. Sin embargo, nunca perdÃa la sonrisa. Mari Loli no podÃa recordar ni una sola ocasión en que la hubiese saludado con el gesto torcido. ¿De qué servÃan las canicas saltarinas de Manolo si una jamás las oÃa rodar por ella? Mucho mejor una sonrisa imborrable, ¿o no? Además, tan atento, escuchándola con tantas ganas... ParecÃa que no sólo las orejas sino también los ojos, la boca, las manos, le servÃan a Luis para acechar sus palabras. Mari Loli no estaba acostumbrada a tanto interés, por lo menos de un hombre. Quienes siempre habÃan estado dispuestas a oÃr lo que tuviera que contar habÃan sido Angelines y Estrella, pero ahora... Estrella no querÃa enterarse de nada. Mari Loli no querÃa que Angelines se enterase de nada. Asà estaban. Lástima que Luis pareciese un poco viejo. Pero, bueno, para ser amigos, ¿qué más daba? Porque fijo que eso era lo que pretendÃa Luis: su amistad. Sólo que Florita lo confundÃa con devaneos amorosos. Muy propio de ella.
A las cuatro, Mari Loli se agachó y pasó por debajo de la puerta alzada a medias.
Luis estaba inclinado sobre el mostrador, colocando las piezas de carne con tal amor que más parecÃa que decorase el escaparate de una joyerÃa. ¡Qué hombre, señor!
âLuis, hola.
âMari Loli...
Salió de detrás del mostrador y se besaron. El Broduai habÃa logrado lo que la timidez de los dos no habÃa conseguido en varios años de amistad. HabÃan aprendido a saludarse. Algo tan fácil como darse un beso... ¿Por qué no se les habÃa atinado hasta que él le regaló el perfume y ella, sin tener que pensarlo ni un instante, porque eso era lo que le salÃa del alma, le dio un par de besos? Ahora, Mari Loli recordó cómo se habÃa sonrojado el carnicero con aquellos primeros besos. ¿AndarÃa en lo cierto Florita?
Mari Loli sintió mucho no haberse rociado con el perfume ni un solo dÃa. ¿Se habrÃa dado cuenta él de que nunca olÃa a Broduai? Seguro que sÃ. Con lo observador que era...
âLuis, tú sabes que me encantó el perfume, ¿verdad?
âMujer, ¡qué cosas dices! Pues, claro que lo sé. ¿Cómo me haces esta pregunta?