Dr. Pierce Ratcliff
, Doctor en Filosofía (Estudios Bélicos)
Fiat I, Rowan Court, 112 Olvera Street
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Anna Longman Editora Oxford University Press | ¿Carta previa de A. Longman perdida? |
15 de Octubre del 2000
Estimada Anna:
Desde luego que, si bien mis conclusiones remplazarán por completo a las suyas, me siento muy afortunado de estar siguiendo los pasos académicos de dos estudiosos tan profundos. ¡
Ash: una biografía
, de Vaughan Davies todavía era texto reglamentario cuando yo estaba en la escuela! Pero mi amor por este tema se remonta aún más atrás, debo confesarlo, hasta los Victorianos, y a
Ash: la vida de una capitana mercenaria medieval
, de Charles Mallory Maximillian.Tome, por ejemplo, lo que escribe Charles Mallory Maximillian sobre ese país único, la Borgoña medieval, porque, si bien el énfasis de la primera parte de los textos «Ash» más importantes se pone en las cortes germánicas, es con sus poderosos patrones borgoñones con los que al fin más se la asocia. Aquí está CMM en todo su esplendor en 1890:
La historia de Ash es, de alguna forma, la historia de lo que podríamos llamar una Borgoña «perdida». De todas las tierras de la Europa occidental, es Borgoña (este sueño brillante de caballería) la que dura menos tiempo y la que brilla con más luz en su apogeo. Borgoña, bajo sus cuatro grandes duques y la autoridad nominal de Francia, se convierte en el último y más grande de los reinos medievales; consciente, aun mientras florece, de que está volviendo a otra época. El culto del Duque Carlos a una «corte artúrica» es, por extraño que nos pueda parecer en este mundo moderno, industrial y lleno de humos, un intento de volver a despertar los altos ideales de la caballería en esta tierra de caballeros con brillante armadura, princesas en castillos fantásticos y damas de incomparable belleza y talento. Pues la propia Borgoña se consideraba corrupta; pensaba que el siglo XV estaba tan lejos de la Edad Clásica de Oro que solo podía completarla un renacimiento de las virtudes del valor, el honor, la piedad y el respeto. No previeron la imprenta, el descubrimiento del Nuevo Mundo y el Renacimiento; todo esto ocurriría durante los últimos veinte años de ese siglo. Y, desde luego, no formaron parte de ello.
Esta es, por tanto, la Borgoña que se desvanece del recuerdo y de la historia en enero de 1477. Ash, una Juana de Arco de Borgoña, perece en la refriega. El temerario gran Duque muere, asesinado por sus viejos enemigos, los suizos, en el campo de batalla invernal de Nancy; yace allí durante dos o tres días hasta que reconocen su cuerpo, ya que los soldados de infantería lo han despojado de todas sus galas; y así pasan tres días, como nos cuenta Commines, antes de que el Rey de Francia pueda dar un gran suspiro de alivio y empiece a disponer de las tierras de los príncipes borgoñones. Borgoña se desvanece.
Sin embargo, si se estudian las pruebas, Borgoña no se desvanece en absoluto. Como un arroyo que fluye subterráneo, así recorre la historia Europa; las zonas del norte se convierten en Bélgica y Holanda; las zonas del sur se funden con el Imperio Austro-Húngaro que todavía, como un gigante ya anciano, sobrevive hasta nuestros días. Lo que se puede decir es que recordamos Borgoña como un país dorado y perdido. ¿Por qué? ¿Qué es lo que recordamos?
Charles Mallory Maximillian (ed.),
Ash: la vida de una capitana mercenaria medieval
, J Dent & Hijos, 1890; reimpreso en 1892,1893, 1895,1896,1905.CMM es, por supuesto, el erudito de menor importancia, lleno de florituras románticas y victorianas, y no estoy basándome en él para realizar mis traducciones. Es irónico, claro está, pero su historia narrativa es mucho más amena que las historias sociológicas que le siguieron, ¡aún cuando es mucho más inexacta! Supongo que estoy intentando sintetizar la exactitud histórica y sociológica rigurosa con el lirismo de CMM. ¡Espero que pueda hacerse!
Lo que dice es perfectamente objetivo, por supuesto; la colección de condados, países y ducados que conformaban la Borgoña medieval sí que «se desvaneció de la historia», por así decirlo (aunque no antes de que Ash luchara en algunas de sus batallas más notables). Es cierto en el sentido de que resulta singular lo poco que se escribió sobre Borgoña después de su hundimiento en 1477.
Pero fue el nostálgico lirismo de CMM sobre una «Borgoña perdida», un intersticio mágico en la historia, lo que me fascinó. Ahora que lo vuelvo a leer, siento una gran satisfacción, Anna, al haber podido encontrar, en mi propio campo, lo que estaba «perdido», y al haber deducido con toda exactitud lo que implica ese descubrimiento.
Incluyo la siguiente sección, ya completamente traducida: Primera Parte de la
Vida
de del Guiz:
Fortuna Imperatrix Mundi
. Un punto de interés: aunque el grueso de mi nuevo manuscrito, «Fraxinus», cubre acontecimientos ocurridos más tarde, en 1476, puedo utilizar partes del mismo para iluminar estos textos ya existentes, de los que la crónica de del Guiz recoge su vida adulta en junio de ese año. ¡Es posible que encuentre algunas sorpresas incluso en este «material viejo», sorpresas que se le pasaron por alto a CMM y a Vaughan Davies!Soy consciente de que, para su próxima reunión de ventas, necesita que le proporcione un «informe completo», como usted dice, sobre cuál es la «nueva teoría histórica» que he elaborado a partir del «Fraxinus». Por varias razones técnicas, me temo que he decidido no entrar todavía con detalle en todo lo que eso implica.
Sinceramente,
Pierce.
16 de junio 1476 (?) — 1 de julio 1476 DC
Fortuna Imperatrix Mundí
[6]
—CABALLEROS —DIJO ASH—. ¡Abajo los yelmos!
El estruendo de las cimeras de los cascos al cerrarse resonó por toda la hilera de jinetes.
A su lado, Robert Anselm hizo una pausa con la mano en la garganta cuando estaba a punto de subir de un golpe la placa de la babera de acero para trabarla en su posición sobre la boca y la barbilla.
—Jefe, nuestro señor no nos ha dicho que podamos atacarlos...
Ash señaló algo.
—¿Y a quién cojones le importa? Hay una oportunidad ahí abajo y nosotros vamos a aprovecharla.
El lugarteniente de Ash, Anselm, era el único jinete, aparte de ella misma, que lucía una armadura completa. El resto de los ochenta y un caballeros montados llevaban cascos, baberas, un buen blindaje para las piernas (dado que las piernas de un hombre que va a caballo son muy vulnerables) y una armadura barata, la colección de pequeñas placas de metal superpuestas cosidas a una chaqueta llamada brigantina.
—¡A formar!
La voz le sonaba a la propia Ash ahogada por el cabello plateado, que llevaba recogido y trenzado como una gorra armada que le forraba el interior de la celada de acero
[7]
. Su voz no era tan profunda como la de Anselm. Se proyectaba desde su pequeña y profunda cavidad pectoral; penetrante; sonaba una octava por encima de cualquier ruido que pudiera haber en el campo de batalla, excepto el estruendo de un cañón. Los hombres de Ash siempre podían oír a Ash.
Se levantó la babera y la trabó en su sitio para protegerse la boca y la barbilla. De momento dejó la cimera de la celada levantada para poder ver mejor. Los jinetes se apiñaron a su alrededor entre empujones, convertidos en una masa compacta sobre la tierra removida de la pendiente: sus hombres, ataviados con la librea de su compañía y montados en caballos castrados de mediana a buena calidad, en su mayoría.
Cuesta abajo, delante de ella, una enorme villa dispersa salpicaba el valle del río. Brillante bajo el sol del mediodía, amurallada por las carretas encadenadas entre sí, y atestada de pabellones con sus pendones al viento y treinta mil hombres, mujeres y animales de carga en el interior... el ejército borgoñón. Su campamento era tan grande (según decían los rumores confirmados) que tenía dos mercados propios...
Apenas se podía ver el pequeño pueblo amurallado y maltrecho de Neuss dentro del recinto militar.
Neuss: una décima parte del tamaño de las fuerzas atacantes acampadas a su alrededor. El pueblo asediado descansaba con precariedad entre sus murallas (convertidas ahora en escombros) y detrás de sus fosos y el amplio y protector Rin. Más allá del valle del Rin, las colinas alemanas rociadas de pinos refulgían con un color gris verdoso bajo el calor de junio.
Ash inclinó un poco la cimera para protegerse los ojos de la luz. Un grupo de unos cincuenta jinetes se movía por el espacio abierto que había entre el campamento borgoñon que asediaba a Neuss y el campamento imperial que (en teoría) estaba aquí para aliviar al pueblo. Incluso a aquella distancia Ash podía ver la librea borgoñona de los hombres: dos cuchilladas rojas entrelazadas, la Cruz de San Andrés.
Robert Anselm dibujó un círculo completo con su bayo. La mano libre sujetaba con fuerza el estandarte de la compañía: el azur
Lion Passant Guardant
sobre un campo de Oro
[8]
.
—Podrían estar intentando atraernos hacia ahí abajo, jefe.
En lo más profundo del estómago se agitaba la expectación y el miedo. El gran castrado de color gris hierro, Godluc, cambió de posición debajo de ella en respuesta a su inquietud. Como siempre en las emboscadas fortuitas, lo repentino del ataque, la sensación de que los momentos se escapan y que hay que tomar una decisión...
—No. No es un truco. Están demasiado seguros de sí mismos. Cincuenta hombres a caballo... eso es alguien que ha salido con una simple escolta. Piensa que está a salvo. Creen que no vamos a atacarlos porque no hemos dado ningún golpe desde que llegamos aquí con el puñetero emperador Federico, hace tres semanas. —Le dio un golpe al frente alto de la silla de guerra con el tacón del guantelete y se volvió hacia Anselm con una enorme sonrisa—. Robert, dime lo que no ves.
—Cincuenta hombres a caballo, la mayoría con arnés completo, no veo infantería, no hay ballesteros, no veo ningún arcabuz, no veo ningún arquero... ¡no veo ningún arquero!
Ash no pudo contener una sonrisa; pensó que posiblemente sus dientes fueran todo lo que quedara visible bajo la sombra de la cimera y era probable que los pudieran ver desde el otro lado de la planicie ocupada de Neuss.
—Ahora lo entiendes. ¿Cuándo conseguimos hacer una carga pura de caballería contra caballería en la guerra de verdad?
—Sin que nos tiren de la silla de un flechazo. —Frunció el ceño, visible bajo la cimera —¿Estás segura?
—Si no nos quedamos aquí sentados con los dedos metidos en el culo, podemos sorprenderlos ahí fuera, en el campo; no pueden volver a tiempo al campamento. ¡Y ahora vamos!
Anselm asintió, decidido.
La joven entornó los ojos para mirar al cielo de un color azul oscuro. Su armadura, y el jubón y calzas armados y forrados que llevaba debajo le ardían como si estuviera delante del horno de un armero. La espuma de Godluc le empapaba las gualdrapas azules. El mundo olía a caballo, estiércol, a aceite aplicado a metal y el hedor que les traía el viento de Neuss, donde llevaban ya seis semanas comiendo ratas y gatos.