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Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

Cazadores de Dune (32 page)

Con un rugido, Bellonda se giró, tratando de enfrentarse a su atacante, pero Doria siguió como una sombra a su espalda, golpeando y golpeando con los puños. Oyó costillas que se partían y golpeó con más ahínco, con la esperanza de que algún hueso roto perforara el hígado y los pulmones a través de todos aquellos pliegues de carne. A cada movimiento de Bellonda, seguía uno suyo, de modo que siempre se mantenía fuera de su alcance.

Finalmente, cuando la sangre oscura empezó a salir a borbotones de la boca de la mujerona, Doria permitió el cara a cara. Bellonda cargó contra ella como un toro furioso. Aunque tenía una hemorragia interna generalizada, fingió un ataque, pero en el último momento giró hacia un lado y le asestó una fuerte patada a Doria en el costado. La mujer cayó al suelo.

Murbella y varias hermanas se acercaron desde diferentes lados.

Con mirada furiosa, Bellonda rodeó a Doria por la izquierda, buscando una nueva oportunidad para golpear. La Honorada Matre se apoyó en la fuerza de su oponente, una táctica diseñada para confundir a las Reverendas Madres.

Doria solo tenía una fracción de segundo. Cuando vio que los músculos de su oponente se relajaban apenas, saltó como una serpiente enroscada y hundió los dedos en el cuello de Bellonda, clavando las uñas en los pliegues de carne, hasta que encontró la yugular. Desgarró la vena de un tirón y un chorreón de líquido carmesí salió disparado con la fuerza de un corazón.

Doria retrocedió, sintiendo un espantoso placer al sentir aquella sangre salpicándole la cara y el traje. Aquella voluminosa mujer se llevó una mano al cuello, con expresión de sorpresa. No podía detener la hemorragia, ni ajustar su química interna para reparar una herida tan grave.

Doria la empujó con repugnancia, y Bellonda se desplomó. Limpiándose la sangre de los ojos, Doria se alzaba sobre ella triunfal, viendo cómo la vida se le escapaba. Un duelo tradicional, como le habían enseñado. Su piel se sonrojó de la emoción. Aquel adversario no se recuperaría.

Sujetándose el cuello con dedos débiles y temblorosos, Bellonda la miró con incredulidad. Los dedos resbalaron.

En ese momento Murbella le asestó a Doria una fuerte patada que le llenó la boca de sangre.

—¡La has matado! —Una segunda patada la hizo caer.

Arrastrándose, la antigua Honorada Matre se puso a cuatro patas.

—Ha sido un duelo justo.

—¡Era una mujer útil! No eres quién para decidir qué recursos descartamos. Bellonda era tu hermana… ¡y la necesitaba! —Estaba tan furiosa que tuvo que hacer un esfuerzo para articular las palabras. Doria estaba convencida de que la madre comandante la mataría—.

¡La necesitaba, maldita seas!

Y, aferrándola por el material de su traje negro, la arrastró hasta donde estaba Bellonda, hasta el charco rojo que se estaba formando a su alrededor en el suelo.

—¡Hazlo! Es la única manera de compensar lo que has hecho. La única forma de que te deje vivir.

—¿Cómo? —Los ojos de la muerta empezaban a ponerse vidriosos.

—Comparte con ella. Ahora. De lo contrario te mataré y yo misma compartiré con las dos.

Inclinándose sobre el cuerpo aún caliente, Doria puso a desgana su frente contra la de su oponente. Tuvo que controlar el asco y la repugnancia. En cuestión de segundos, la vida de Bellonda empezó a fluir a su interior, llenándola con todo el veneno que aquella perversa mujer había sentido por ella, junto con sus pensamientos y experiencias y todas las Otras Memorias que llevaba en su conciencia. Al poco Doria poseía todos los repugnantes datos que habían formado la persona de su rival.

No pudo moverse hasta que el proceso estuvo completo. Finalmente, se dejó caer sobre el duro suelo. Bellonda, en silencio, cada vez más fría, tenía una sonrisa enloquecedora y extrañamente triunfal en sus labios gruesos y muertos.

—La llevarás siempre contigo —dijo Murbella—. Las Honoradas Matres tienen una larga tradición de ascensos a través del asesinato. Tus actos te han dado el puesto, así que acéptalo… es un adecuado castigo Bene Gesserit.

Doria se incorporó sobre las rodillas y miró a la madre comandante, angustiada. Se sentía sucia y violada, habría querido vomitar y acabar con aquella intrusión, pero era imposible.

—A partir de ahora, eres la única directora de las operaciones de extracción. Todo lo relacionado con los gusanos de arena será tu responsabilidad, así que tendrás que trabajar el doble. No vuelvas a decepcionarme como has hecho hoy.

Una voz profunda de mujer apareció en la cabeza de Doria, pinchando y fastidiando.
Sé que no quieres mi antiguo trabajo,
dijo su Bellonda-interior,
y que no estás cualificada para hacerlo. Tendrás que consultarme continuamente para que te asesore, y a lo mejor no siempre me apetece ser amable contigo.
Una risa de barítono se extendió por su mente.

—¡Cállate! —Doria miró con expresión vengativa al cadáver que yacía a los pies del ornitóptero, que todavía se estaba refrigerando.

Murbella le habló con voz fría.

—Tendrías que haberte esforzado más. Habría sido mucho más fácil para ti. —Y contempló la escena con disgusto—. Ahora limpia todo esto y prepárala para el funeral. Escucha a Bellonda… ella te dirá cómo lo quiere. —La madre comandante se marchó, dejándola a solas con una compañera interior de la que ya no podría escapar.

44

Las herramientas para el buen gobierno siempre deben estar listas y afiladas. Poder, miedo… siempre listos y afilados.

B
ARÓN
V
LADIMIR
H
ARKONNEN
, el original, 10.191 antes de la Cofradía

De vuelta ya en los laboratorios de Bandalong, soportando el duro y desquiciante trabajo diario, Uxtal estaba en pie ante el tanque axlotl, visiblemente embarazado. El niño de nueve años que tenía a su lado miraba con una fascinación inquietante.

—¿Es así como yo nací?

—No del todo. Así es como se te creó.

—Qué asqueroso.

—¿Te parece asqueroso? Pues tendrías que ver cómo procrean los humanos de forma natural. —Apenas fue capaz de disimular el asco.

El aire olía a sustancias químicas, antiséptico y canela. La piel del tanque palpitaba suavemente. A Uxtal la imagen le resultaba hipnótica y repelente. Al menos, trabajando con los tanques axlotl, desarrollando otro ghola para los Danzarines Rostro se sentía como un verdadero tleilaxu que habla el Lenguaje de Dios… ¡alguien importante! Era más satisfactorio que limitarse a crear droga fresca para satisfacer la demanda constante de las rameras. Tras dos años de preparativos y esfuerzos —y más de un costoso error— todo estaba listo para que el próximo y vital ghola fuera decantado en un mes.

Y entonces tal vez le dejarían en paz. Aunque lo dudaba. Khrone parecía estar impacientándose, como si adivinara que los retrasos se debían a su torpeza e ineptitud.

Evidentemente, a la madre superiora Hellica no le gustó que el tleilaxu perdido tuviera que apartar sus atenciones de la producción del sustituto naranja de la especia, pero le había concedido otro tanque axlotl quejándose sin mucha convicción. ¿Con qué la tendrían atrapada los Danzarines Rostro?

Tras comprobar el tanque preñado por décima vez en la pasada hora, Uxtal miró las lecturas. Ya no había nada que hacer, salvo esperar. El feto se desarrollaba sin problemas, y tenía que confesar que esta vez él mismo sentía curiosidad. Un ghola de Paul Atreides… Muad’Dib… el primer hombre que se convertiría en kwisatz haderach. Él había traído de vuelta al barón Harkonnen y luego a Muad’Dib.

¿Qué podían querer los Danzarines Rostro de aquellos dos?

Tras regresar de Dan con el cuchillo ensangrentado conservado, el proceso de desarrollar el ghola le había tomado más de lo que esperaba. En cuanto desactivó el campo de nulentropía, encontrar células viables en la hoja no le fue difícil, pero el primer intento de implantar un ghola en un tanque axlotl fracasó. Su idea era desarrollar al nuevo Paul Atreides en la misma matriz que alumbró a Vladimir Harkonnen —tenía una cierta ironía histórica—, pero durante aquellos años el tanque no había recibido los cuidados adecuados y rechazó el primer feto. Y luego la matriz murió. Un derroche de carne femenina.

Cuando sucedió, Ingva lo miró con expresión acusadora, con un resentimiento cada vez más evidente por el hombrecito. Por lo visto se imaginaba que su trabajo en los laboratorios de torturas la hacía tan importante como la Madre Superiora. Además, extrañamente engañada por sus habilidades sexuales, parece ser que se consideraba una mujer atractiva. ¡Su espejo no funcionaba bien! A él le parecía un lagarto vestido de mujer.

Cuando el primer tanque axlotl murió, Uxtal se sintió aterrado, aunque hizo cuanto pudo por encubrir los posibles errores y dejar pruebas que inculparan a sus ayudantes. Después de todo, eran prescindibles, él no. Pero las represalias no llegaron.

La madre superiora Hellica tuvo la frivolidad de entregarle a una mujer defectuosa como sustituto del tanque. El cráneo y el cerebro estaban dañados, pero el cuerpo seguía con vida. Una Honorada Matre… ¿que casi había resultado muerta en un intento fallido de asesinato, tal vez? Fuera como fuese, su sistema reproductor —en su opinión, la única parte de la anatomía femenina que importaba— funcionaba a la perfección. Así que Uxtal volvió a empezar; primero adaptó el cuerpo para convertirlo en un tanque axlotl, haciendo meticulosas y repetidas pruebas, y luego seleccionó nuevo material genético de la sangre que se conservaba en la daga. Esta vez no habría errores.

Los ojos oscuros del niño de diez años destellaron.

—¿Será mi compañero de juegos? ¿Mi nuevo gatito? ¿Hará todo lo que le mande?

—Ya veremos. Los Danzarines Rostro tienen grandes planes para él.

Vladimir parecía furioso.

—¡También tienen planes para mí! Yo soy importante.

—Podría ser. Khrone no me cuenta nada.

—No quiero un nuevo ghola. Yo quiero un gatito. ¿Cuándo tendré mi nuevo gatito? —dijo Vladimir haciendo pucheros—. El último se ha roto.

Uxtal dejó escapar un suspiro de exasperación.

—¿Ya has matado a otro?

—Se rompen enseguida. Consígueme uno nuevo.

—Ahora no. Tengo trabajo que hacer. Ya te lo he dicho, este nuevo ghola es muy importante. —Estudió los tubos y bombas para asegurarse de que las lecturas eran aceptables. Y de pronto, temiendo que Ingva pudiera estar mirando, añadió en voz alta—: Aunque no tan importante como mi trabajo para las Honoradas Matres.

Aunque las líneas de producción funcionaban sin problemas, Hellica cada vez exigía cantidades más grandes de especia de adrenalina; decía que sus mujeres tenían que estar más fuertes y más despiertas ahora que la Nueva Hermandad ponía tanto empeño en eliminarlas. Las brujas de Casa Capitular ya habían tomado Buzzell y varios enclaves menos importantes de las Honoradas Matres.

Entretanto, dado que tras la pérdida del negocio de las soopiedras necesitaban una fuente de ingresos, Hellica insistía en que recuperara la antigua técnica tleilaxu para fabricar melange auténtica. Uxtal se encogió al oír aquello; era una labor de una dificultad imposible —­mucho más que crear simples gholas—, y hasta la fecha había fracasado en todos sus intentos. Sencillamente, quedaba fuera de sus capacidades. Cada mes, cuando tenía que dar el mismo informe patético, la misma falta de resultados, estaba seguro de que le iban a ejecutar.

Diez años… ¿cómo he podido sobrevivir a esta pesadilla diez años?

Vladimir pinchó la carne distendida del tanque con el dedo, y Uxtal le apartó la mano de un manotazo. Con aquel niño había que marcar unos límites muy claros. Si había alguna forma de dañar al Atreides no nacido, aquel crío la encontraría.

Vladimir retrocedió y se miró la mano furioso, luego miró a Uxtal. Evidentemente, cuando se volvió de mal humor para marcharse, su cabecita estaba tramando algo.

—Voy afuera a divertirme. Igual mato algo.

— o O o —

Tras dejar el tanque axlotl, contando el tiempo que faltaba para que pudieran decantar al bebé, Uxtal fue a las salas de «estimulación del dolor». Allí, bajo la estricta supervisión de las Honoradas Matres, sus ayudantes extraían sustancias de las víctimas de las torturas. Con los años, Uxtal había aprendido que ciertos tipos de dolor llevan a diferencias en la pureza y la potencia de la sustancia resultante.

Hellica lo vigilaba esperando ese tipo de resultados y análisis.

Algo inquieto tras la rabieta de Vladimir, se metió de lleno en el trabajo, espetando órdenes a sus ayudantes, comprobando el miedo en los ojos mortecinos de las víctimas sujetas con correas a las que extraían sustancias preespecia. Al menos estas cooperaban. No pensaba darle a la lagarta de Ingva nada que contarle a la Madre Superiora.

Horas después, exhausto, ansioso por poder gozar de unos momentos de intimidad en sus habitaciones para realizar sus abluciones y sus oraciones rituales y tachar un nuevo día de vida, Uxtal abandonó los laboratorios de dolor.

A esas alturas, Vladimir o se habría metido en problemas o habría encontrado a la Madre Superiora y estarían intercambiando comentarios crueles. Le traía sin cuidado.

Estaba cansado, y aun así se dirigió a la sección más pequeña del laboratorio para comprobar el tanque axlotl una última vez. Pero el joven barón le cerró el paso, con las manos en las caderas.

—Quiero otro gatito. Ahora.

—Ya te he dicho que no. —Uxtal trató de rodearlo, pero el niño se movió para seguir cerrándole el paso.

—Pues otra cosa. ¡Un cordero! Consígueme un corderito. Los sligs son aburridos.

—Basta —espetó Uxtal. Atraída por el sonido de voces, Ingva salió del ala de torturas y los miró con gesto ávido. Él apartó la vista y tragó con dificultad.

Cuando el niño vio a la espía, su atención se desvió a otro tema, como un proyectil que rebota contra un blindaje resistente.

—Ingva le ha dicho a la madre superiora Hellica que mi sexualidad está muy desarrollada para mi edad… y que tengo una vena perversa. —Parecía saber perfectamente que el comentario era provocativo—. ¿Qué quería decir con eso? ¿Crees que me quiere someter?

Uxtal miró por encima del hombro.

—¿Por qué no se lo preguntas tú mismo? Sí, ¿por qué no te vas ahora mismo a preguntarle? —Intentó rodear al niño una vez más y de pronto reparó en un sonido poco habitual que venía del laboratorio. Un sonido como de chapoteo, cerca del tanque axlotl.

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