El Coyote (12 page)

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Authors: Jose Mallorqui

Tags: #Aventuras, Infantil y juvenil,

—Está bien —replicó, orgullosamente, la joven—. Puede hacer lo que quiera, general. Tiene la fuerza…

—No me hable así. De un hombre se consiguen más cosas por las buenas que por las malas. No piense sólo en usted, sino en su madre. Recuerde que una palabra amable me puede conmover y hacerme olvidar lo que he visto.

El general volvióse hacia su ayudante y le dijo:

—Desarma al
Coyote
… A no ser que el propio señor
Coyote
nos quiera ahorrar ese trabajo.

—Con mucho gusto, general —replicó
El Coyote
, llevando las manos a las culatas de sus revólveres.

Apenas lo hubo hecho, Clarke disparó dos veces sobre él y Charlie le imitó, a la vez que los dos gritaban:

—¡Quieto! ¡No hagas resistencia!

La resistencia que no existió ni por un momento, excepto en el plan de los dos canallas, había sido la treta para justificar el asesinato del falso
Coyote
.

Lukas Starr, comprendiendo demasiado tarde que había sido engañado, quiso decir algo; pero la sangre ahogó su voz y se desplomó como un fardo al suelo, donde dio un par de vueltas sobre sí mismo hasta quedar inmóvil, con el rostro vuelto hacia el techo.

Leonor habíase retirado a un extremo de la estancia, tapándose los ojos para no presenciar aquel horror. Por eso no vio cómo Clarke se inclinaba sobre el cadáver que ella suponía del
Coyote
, al mismo tiempo que decía:

—Quitémosle la declaración que le firmé. Va a ser una sorpresa…

—La sorpresa le aguarda a usted, amigo Clarke —dijo una potente voz detrás del canalla.

Clarke y MacAdams volviéronse en redondo. Leonor abrió los ojos y lanzó un grito de asombro, al que siguió una mirada de estupefacción que fue del
Coyote
muerto a pocos metros de ella, hasta
El Coyote
vivo que, de pie en el alféizar de la gran ventana del dormitorio de la madre de Leonor, enmascarado, vestido de negro y empuñando dos pesados y larguísimos revólveres, apuntaba con ellos a Clarke y MacAdams.

—No se mueva, general —siguió
El Coyote
—. Por fin nos vemos frente a frente. Hizo usted muy mal no poniendo un centinela a la puerta de su despacho. Hay indias que no hablan el español y, en cambio, conocen el inglés. Una de mis espías tiene ese defecto o esa virtud. Otro de sus defectos o virtudes es el de escuchar lo que habla la gente al otro lado de las puertas. Hoy ha oído cosas muy interesantes y… ¡quietos!

Al mismo tiempo que daba la orden,
El Coyote
disparó dos veces contra sus adversarios que, instintivamente, habían tratado de empuñar sus armas.

Los dos se echaron atrás, llevándose la mano izquierda a sus destrozadas orejas.

—No se muevan porque el próximo tiro irá a la cabeza —advirtió
El Coyote
—. Querían tender una celada a la señorita Acevedo, hacerla creer que había dado amparo al
Coyote
, aterrorizarla con las consecuencias de su buena acción… Para hacer que consintiera en casarse con usted, Clarke. Pero ha fallado. El plan llegó a mis oídos y
El Coyote
nunca desampara a un amigo.

Leonor de Acevedo miraba, llena de asombro, al
Coyote
. ¡Aquella voz…!

—Creyendo que después de matar a Starr no le costaría nada recuperar el documento que le firmó, confesándose autor de una serie de cosas malas, cometió usted una imprudencia que le costará la degradación en el Ejército y, tal vez, el pelotón de fusilamiento. Para su cómplice MacAdams le tienen reservado un viaje al otro mundo en la nueva horca, ¿no es cierto Charlie?

El asistente de Clarke inclinó la cabeza. A sus pies tenía un pequeño escabel…

El Coyote
sólo tuvo tiempo de saltar a un lado cuando el pesado escabel salió despedido de un fuerte puntapié que le propinó Charlie MacAdams. De haberse distraído un segundo, el pesado objeto le hubiera dado en la cabeza.

Sin embargo, el tener que saltar al suelo desde el alféizar de la ventana, estuvo a punto de serle fatal, pues a la vez que tiraba el escabel, Charlie empuñaba su revólver y lo disparaba tres veces contra
El Coyote
.

Una de las balas encontró su destino, y el enmascarado, al llegar al suelo, sintió que se le doblaban las piernas y se nublaba su mirada. Más por instinto que por otra cosa, aún pudo hacer otros dos disparos, que alcanzaron en la espalda a Charlie MacAdams cuando éste huía en pos de Clarke.

Éste, ignorando que
El Coyote
estaba herido, abandonó la casa a la carrera y, montando en su caballo emprendió el único camino que ya le era posible seguir: ¡el del destierro al territorio de Arizona! California le quedaba cerrada para siempre.

En la habitación en que se había desarrollado el trágico drama, Leonor estaba arrodillada junto al
Coyote
.

Éste se hallaba tendido de espaldas y luchaba esforzadamente por no perder el conocimiento, comprendiendo lo importante que era para él no desfallecer en aquel trance; pero aunque todos sus sentidos estaban puestos en ello, no pudo evitar un ligero desvanecimiento.

Creyéndole moribundo, Leonor, sacudida por violentos sollozos, tragándose las lágrimas que resbalaban por sus mejillas, le arrancó el antifaz.

Lo que vio justificó sus sospechas, despertadas al oír la voz del
Coyote
, y besando el pálido rostro del herido, sollozó:

—¡César, César! ¡Amor mío! ¡Perdóname! ¿Podrás perdonarme alguna vez?

Con un supremo esfuerzo, César de Echagüe pudo volver en sí y sonrió dolorosamente al ver a Leonor inclinada sobre él.

—Ponme el antifaz —musitó—. Nadie debe saberlo… Debo conservar la otra máscara… Sólo lo sabe Greene. Avísale… No… Beatriz tampoco lo sabe… Greene me descubrió ayer noche, cuando iba a salir… hacia el fuerte. Pero es un buen amigo… En el traje de Starr hay una confesión escrita por Clarke…

—Sí, sí…, todo lo que quieras, César…, pero dime que me perdonas… Debí comprender que un Echagüe no puede ser cobarde…, pero hablabas de una manera tan rara.

—Desde que partí de California adopté este disfraz —musitó César—. Venía por Méjico y todos los años hacía una visita a California… Nadie ha sospechado de mí… Es preciso guardar el secreto… Y puede hacerse creer que
El Coyote
ha muerto… Tú di toda la verdad de lo que ocurrió antes de mi llegada… Cambia mi revólver por uno de los de Starr. Creerán que él mató a MacAdams.

De nuevo el mundo perdió consistencia para César de Echagüe y sus sentidos volaron lejos.

* * *

Cuando volvió de nuevo en sí, Edmonds Greene estaba a su lado y él se encontraba en el lecho que le fue dispuesto en el rancho Acevedo.

—He dicho que se le disparó un revólver —explicó Greene—. Nadie sospecha nada. Para todos,
El Coyote
ha muerto.

Clarke ha sido expulsado del Ejército y su cabeza puesta a precio…

—¿Llevo muchos días así? —preguntó César.

—Una semana. MacAdams le acertó bien. Un milagro que no le matase.

—¿Y mi padre?

Greene se echó a reír.

—Dice que sólo a un idiota se le puede ocurrir pegarse un tiro semejante.

—¿Nadie sabe nada? —sonrió César.

—Nadie.

—¿Ni Beatriz? —preguntó César.

—Ni Beatriz. Cree que lo de la otra noche fue realmente un sueño. Para ella,
El Coyote
ha muerto.

—Y para mí también —dijo Leonor, acercándose a la cama—. Ahora ya has arreglado a Los Ángeles. Deja que lo demás lo arreglen los otros. Después de ver lo que es una lucha, te prefiero muerto, mi querido
Coyote
.

César de Echagüe sonrió burlonamente.

—Eso le enseñará a no fiarse de las mujeres, amigo Greene. Su pensamiento es mudable como una pluma agitada por el viento. Ahora quiere un héroe casero y ayer suspiraba por uno romántico. La variación se debe a que ha oído unos tiros y ha visto morir a dos hombres.

—Supongo que no pensarás seguir rodando de rancho en rancho —refunfuñó Leonor.

—No, de momento, no; pero la labor del
Coyote
quizá aún no esté terminada. Tendremos que volver a luchar contra enemigos tal vez superiores a los que hemos derrotado ahora. ¿No es cierto, Edmundo?

—Sospecho que sí,
Coyote
. Se sigue descubriendo oro y de todo el mundo llegan hombres sin ley a ganarlo sea como sea. Creo que tendremos trabajo…

JOSE MALLORQUÍ FIGUEROLA, nació en Barcelona el 12 de febrero de 1913.

Abandonado por su padre antes de nacer, fue criado por su abuela materna antes de pasar a un internado de los Salesianos. Mal estudiante, dejó sus estudios a los 14 años para comenzar a trabajar, si bien fue siempre un ávido lector. Su madre muere cuando él tiene 18 años, dejándole una cuantiosa herencia, con la que mantuvo durante un tiempo un ritmo de vida cómodo que le permitió practicar varios deportes.

En 1993 comenzó a trabajar para la editorial
Molino
para la cual realizó traducciones (dominaba el francés y el inglés) al mismo tiempo que comenzó a escribir algunos relatos cortos. Con el inicio de la Guerra Civil se traslada a Buenos Aires pero Mallorquí permanece en España continuando su labor de traductor para dicha editorial, que ahora publicaba en Argentina. Al mismo tiempo, comienza a escribir novelas y biografías de conquistadores españoles. Cuando, acabada la guerra, regresa a España, comienza a publicar obras de Mallorquí entre otros. Molino publicó también
Narraciones terroríficas
, una adaptación al español de los relatos de
Weird Tales
, si bien la publicación no se realizó en España, sino en Argentina y México.

Con la intención de llevar a España auténtica ciencia ficción propuso a
Editorial Molino
publicar una revista de ciencia ficción dedicada al género, pero la editorial lo rechazó. Por este motivo, recurrió a Germán Plaza. Como el mismo Mallorquí llegó a contar:

«Todo estaba por hacer (…) Y que yo sepa, ninguna editorial española se interesaba por el género. (…) A mi siempre me quedaba un recurso fácil: convencer a Germán Plaza, que siempre me había dejado poner en práctica mis ideas (…) aceptó la idea; pero con la condición de que yo se lo entregara todo hecho, incluyendo las portadas».

Pese al éxito de ventas, la revista no llegó a obtener relatos de grandes autores como Isaac Asimov, Ray Bradbury y de las 32 historias, 24 fueron del mismo Mallorquí.

En 1953, año en que nace su hijo César, comenzó a trabajar para la SER como guionista de seriales radiofónicos que, posteriormente reescribió como novelas.

A principios de los años 60 se traslada a Madrid.

Su salud se deterioró (estaba quedándose sordo) y, en 1967, su mujer contrajo una leucemia de la que falleció en junio de 1971. En 1972 un grave problema de espalda le impide escribir, obligándolo a contratar a una secretaria.

Se suicidó el 7 de noviembre de 1972 dejando una sencilla nota:

«No puedo más. Me mato. En el cajón de mi mesa hay cheques firmados».

Firmó «Papá» y debajo añadió «Perdón».

Obra:

La obra de José Mallorquí está ligada a la novela popular española: novelas por entregas y novelas de las de «a duro», principalmente del oeste.

El principal personaje de Mallorquí es
El Coyote
, una adaptación de
El Zorro
de Johnson McCulley.

Su principal aportación a la ciencia ficción española fue la revista
Futuro
y el personaje Pablo Rido.

Notas

[1]
Todos estos datos se hallan ampliamente expuestos en la History of Los Angeles City, de Charles Dwight Willfard, edición de 1912.
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[2]
Autora de Ramona.
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[3]
Sobre la actual Broadway.
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