Read El discípulo de la Fuerza Oscura Online
Authors: Kevin J. Anderson
Luke enviaba a sus estudiantes a la jungla en parejas para que aprendieran a utilizar al máximo sus recursos y tuvieran una oportunidad de practicar la concentración sin interrupciones. Estar a solas y no disponer de más capacidades que las suyas propias permitía que los estudiantes desarrollaran sus poderes de concentración percibiendo y estudiando otras formas de vida y entrando en contacto con la Fuerza.
Luke alzó la mano en un gesto de saludo cuando los dos estudiantes emergieron de entre los helechos plumosos y los exuberantes matorrales de hoja azul. Gantoris, alto y moreno, separó unas gruesas ramas y fue hacia Luke. Su frente, amplia y despejada, se había vuelto aún más grande mediante el rasurado de las cejas, y su piel estaba curtida por las inclemencias del tiempo. Gantoris había vivido sin inmutarse entre los géiseres y las mareas de lava en Eol Sha, pero pareció sobresaltarse un poco al ver al Maestro Jedi. Aun así, logró ocultar su primera reacción al instante.
Cuando vivía en su mundo infernal, Gantoris había utilizado el talento innato con la Fuerza que poseía para mantener unido y con vida a un grupito de colonizadores que habían sido olvidados por todos. Gantoris había tenido pesadillas en las que veía a un terrible «hombre oscuro» que le tentaría con la promesa del poder para acabar destruyéndole. Al principio había pensado que Luke era aquel hombre, y había creído que Luke, que había aparecido vestido con su oscura capa Jedi y había cruzado un campo de géiseres para pedirle que viniera a su academia, era el desconocido de sus pesadillas. Gantoris había puesto a prueba a Luke obligándole a atravesar un mar de lava y a trepar por entre los géiseres.
Detrás de Gantoris venía Streen, el segundo candidato que Luke había encontrado en su búsqueda de potenciales Jedi. Streen había vivido como buscador de gases en una ciudad flotante abandonada del planeta Bespin. Streen era capaz de predecir los momentos en que tendrían lugar las erupciones de gases valiosos dentro de las capas de nubes. Luke había tentado al buscador de gases, con la capacidad de mantener fuera de su cabeza el continuo clamor de voces, que Streen oía siempre que iba a una zona habitada.
Los estudiantes le saludaron con una reverencia, y Luke les estrechó la mano.
—Bienvenidos —dijo—. Contadme qué habéis descubierto.
—¡Hemos encontrado otro templo massassi! —jadeó Streen mientras volvía rápidamente la cabeza de un lado a otro.
Su fina cabellera canosa, que siempre hacía pensar en una nube, estaba despeinada y llena de briznas de vegetación.
—Sí —dijo Gantoris. Su rostro rubicundo y su cabellera oscura recogida en una gruesa trenza estaban manchados de sudor y barro—. El nuevo templo no es tan grande como éste, pero parece más potente aunque no sabría explicar de qué manera. Fue construido con grandes bloques de obsidiana, y se encuentra en el centro de un lago no muy profundo. También hay una estatua de un gran señor.
—¡Es un lugar de mucho poder! —exclamó Streen.
—Yo también sentí la presencia de ese poder —añadió Gantoris, irguiendo los hombros y echándose la trenza a la espalda con un enérgico meneo de cabeza—. Deberíamos averiguar todo lo que podamos sobre la raza massassi. Al parecer eran muy poderosos, pero han desaparecido por completo. ¿Qué fue de ellos? ¿Existe algo a lo que debamos temer?
Luke asintió con expresión grave y pensativa. Él también había percibido el poder de los templos. Cuando puso los pies por primera vez en Yavin 4, Luke apenas era un muchacho que se había visto bruscamente involucrado en la rebelión contra el Imperio. Apenas había comprendido hasta dónde llegaba el poder de la Fuerza y, de hecho, hacía muy pocos días que conocía su existencia.
Pero había vuelto a la luna selvática convertido en un Maestro Jedi, y podía percibir muchas cosas que antes se hallaban ocultas para él. Conocía la existencia del poder oscuro que había detectado Gantoris, y aunque siempre decía a sus estudiantes que debían compartir todo lo que aprendiesen. Luke también sabía que ciertos conocimientos podían llegar a resultar letales.
Darth Vader había descubierto la clase de conocimiento equivocada, y Luke no podía permitirse descartar la posibilidad de que uno de sus estudiantes acabara siendo seducido por el lado oscuro.
Luke les puso las manos sobre los hombros.
—Entrad y bebed algo —dijo—. Una lanzadera de suministros ha iniciado el descenso, así que debemos ir a recibir a nuestros invitados.
Cuando llegaron a la pista despejada en la jungla, Erredós estaba esperándoles junto al cobertizo de control de la parrilla enviando un chorro de coordenadas electrónicas a una barcaza espacial X-23 Trabajadora del Espacio que descendía hacia ellos.
Luke echó la cabeza hacia atrás para ver cómo la nave descendía con un ensordecedor silbido de sus motores y un atronar de chorros de gases despedidos por las toberas. La barcaza consistía en un módulo de carga trapezoidal al que se habían unido unos motores sublumínicos Incom. El aparato intrasistémico había conocido días mejores: el metal gris de su casco mostraba las decoloraciones producidas por el fuego de los cañones desintegradores, así como un sinfín de abolladuras y señales causadas por los encuentros con los meteoros. Pero el rugir de los motores para desplazamientos atmosféricos era límpido y regular, y la barcaza llevó a cabo la maniobra de descenso rápidamente y sin ningún contratiempo.
La barcaza espacial encendió la hilera de luces de descenso que circundaba su vientre y se posó suavemente. Luke entrecerró los ojos intentando ver algo por la diminuta mirilla frontal, y una bandada de criaturas aladas emprendió el vuelo de repente lanzando graznidos de protesta y reproche a la cosa metálica que había irrumpido tan estruendosamente en su jungla.
Los gruesos soportes de plastiacero brotaron del casco y entraron en contacto con el suelo después de descender acompañados por el siseo de la presión hidráulica. Los olores acres del aceite y los gases surgidos de los escapes flotaron en el aire húmedo, mezclándose con los aromas dulces y especiados de las flores y las hojas de la jungla.
Aquellos olores mecánicos hicieron que Luke se acordara de la ajetreada metrópolis de Ciudad Imperial, el centro gubernamental de la Nueva República. Ya llevaba varios meses viviendo apaciblemente en Yavin 4, pero aun así Luke sintió el cosquilleo del sudor descendiéndole por la espalda. No podía bajar la guardia ni un solo momento, pues tenía una misión que cumplir para la Nueva República. Aquello no eran unas vacaciones.
El casco de la barcaza espacial siguió emitiendo débiles sonidos, como si hablara consigo mismo mientras terminaba de aposentarse. Las puertas de carga traseras se fueron separando lentamente con un siseo entrecortado, como si dos gigantes las estuvieran haciendo retroceder poco a poco. Una claridad blanco azulada bañó las cajas y recipientes envueltos en redes de almacenamiento o asegurados a las paredes que contenían alimentos, equipos de comunicaciones, ropa y artículos para hacer un poco más agradable la vida en Yavin 4.
Gantoris y Streen cruzaron el claro sin hacer ruido y se detuvieron junto a Luke. Los ojos de Streen se abrieron considerablemente y se llenaron de asombro, pero en los de Gantoris había una expresión entre perpleja y amargada. Su piel siempre tenía un tono rojizo, como si estuviera perpetuamente irritado.
—¿Necesitamos todas estas cosas, maestro Skywalker?
Luke echó un vistazo al contenido de la bodega de carga. A juzgar por el material innecesario que había sido incluido en el cargamento, Leia debía de haberse encargado personalmente de redactar la lista del envío. Había sintetizadores de alimentos exóticos, ropas de excelente calidad, calentadores, neutralizadores de humedad e incluso unas cuantas campanillas de viento ithorianas.
—No nos vendrán mal —dijo Luke.
Una angosta rampa brotó del compartimiento de pilotaje con un gemido de pistones y rodillos. La silueta de un hombre que llevaba un casco redondo, botas y un mono de vuelo acolchado y lleno de arrugas apareció en la rampa. El hombre empezó a bajar y se quitó el casco blanco, y sus manos enguantadas taparon durante unos momentos el símbolo del arco azul de la Nueva República. El piloto meneó la cabeza, haciendo oscilar su corta cabellera oscura de un lado a otro.
—¡Wedge! —gritó Luke, y sonrió—. ¿Es que la Nueva República no tiene ninguna tarea mejor en la que ocupar a sus generales? ¡Te has convertido en un camionero espacial que lleva suministros de un lado a otro!
Wedge Antilles se puso el casco debajo de la manga acolchada de su mono de vuelo anaranjado y extendió la mano hacia Luke. Luke rodeó a Wedge con los brazos, y los dos hombres se fundieron en el apretado abrazo de dos amigos que llevan demasiado tiempo sin verse.
—Tienes que admitir que estoy cualificado para el trabajo —dijo Wedge—. Además, acabé hartándome de hacer trabajos de demolición en los peores suburbios de Ciudad Imperial, y antes de eso ya me había hartado de recoger los restos de naves en órbita alrededor de Coruscant. Pensé que ser camionero y entregar suministros siempre resultaría más agradable que trabajar de basurero.
Wedge lanzó una rápida mirada por encima del hombro de Luke, y otra sonrisa hizo aparecer un hoyuelo en cada una de sus mejillas. Gantoris salió de la bodega de carga y estrechó la mano de Wedge en un apretón breve y casi brutal mientras su mirada se encontraba con la del piloto.
—¿Tiene alguna noticia de mi gente, general Antilles? —preguntó—. Confío en que todos habrán llegado sanos y salvos a su nuevo hogar en Dantooine.
—Sí. Gantoris, todos han llegado sin problemas y se encuentran estupendamente. Dejamos caer todo un complejo de módulos de alojamiento con sistemas automáticos de montaje. También les hemos enviado unidades de programación y androides agricultores para que puedan empezar a crear una colonia autosuficiente sin perder ni un segundo. Dantooine es un planeta muy acogedor. Hay montones de animales que cazar y mucha vegetación nativa comestible... Le aseguro que estarán mucho mejor de lo que estaban en Eol Sha.
Gantoris asintió solemnemente.
—No lo dudo.
Sus ojos de mirada profunda y brillante se apartaron del rostro de Wedge y se posaron en las copas de los árboles. La luz anaranjada que brotaba del gigante gaseoso que iba subiendo en el horizonte hizo que sus pupilas destellaran con reflejos muy parecidos a los de aquellos charcos de lava que había hecho atravesar a Luke en Eol Sha.
—Gantoris, Streen... ¿Podríais empezar a ocuparos de la descarga? —preguntó Luke—. Creo que un pequeño empujoncito con la Fuerza hará que no tengáis ningún problema a la hora de ir bajando esas cajas. Considerarlo como un pequeño examen, ¿de acuerdo? Erredós, di a Kirana Ti y Dorsk 81 que vengan a echar una mano.
Streen y Gantoris fueron hacia la rampa de la bodega de carga. Erredós cruzó zumbando la zona de descenso y desapareció entre la penumbra del enorme hangar del Gran Templo para ir en busca de los otros dos candidatos a convertirse en Caballeros Jedi.
Luke dio una palmada en el hombro a su amigo.
—Estoy hambriento de noticias, Wedge —dijo—. Espero que hayas traído unos cuantos chismes contigo.
Wedge enarcó las cejas. Su mentón estrecho y rasgos delicados hacían que pareciese más joven que Luke. Habían pasado por muchos momentos difíciles juntos: Wedge había volado junto a Luke en aquel periplo por el pasillo de la
Estrella de la Muerte
que había terminado de manera tan triunfal, había colaborado en la defensa de la base Eco en el planeta helado de Hoth y se había enfrentado a la segunda
Estrella de la Muerte
en los cielos de Endor.
—¿Cotilleos? —preguntó, y se echó a reír—. Bueno, no me parece el tipo de cosas que puedan interesar a un Maestro Jedi.
—Me has pillado, Wedge. ¿Qué tal están Leia y Han? ¿Cómo está Mon Mothma? ¿Qué tal van las cosas en Coruscant? ¿Cuándo traerá Han a Kyp Durron a mi centro de adiestramiento? Ese chico tenía un potencial enorme, y quiero empezar a trabajar con él lo más pronto posible.
Wedge meneó la cabeza ante la andanada de preguntas.
—Kyp vendrá, Luke, no te preocupes por eso... Ha pasado la mayor parte de su vida en las minas de especia de Kessel, y sólo lleva un mes fuera de ellas. Han está intentando enseñarle a vivir un poco antes de que el chico venga aquí.
Luke no había olvidado al adolescente de cabellos oscuros que Han había rescatado de la negrura de las minas de especia. Cuando Luke utilizó una técnica de comprobación Jedi para averiguar si Kyp tenía el potencial de usar la Fuerza, la respuesta del chico había sido tan potente que Luke había salido despedido al otro extremo de la habitación. Luke nunca se había encontrado con un poder semejante durante toda su búsqueda de candidatos a estudiar en la Academia Jedi.
—¿Y qué hay de Leia? Wedge puso expresión pensativa, y Luke se dio cuenta de que no se había limitado a responder con un simple «Todo va bien, naturalmente».
—Bueno —dijo por fin—, parece que cada vez dedica más y más tiempo a sus deberes como Ministra del Estado. Mon Mothma le ha transferido muchas responsabilidades importantes mientras que ella apenas sale de sus aposentos privados y gobierna desde lejos. Eso ha puesto un poco nerviosa a mucha gente, ¿sabes?
Aquella conducta parecía altamente inusual para la gobernante enérgica y siempre compasiva que Luke recordaba.
—¿Y qué tal lo lleva Leia?
Luke anhelaba saber mil cosas a la vez y le hubiese gustado poder hallarse de nuevo en el centro de toda aquella actividad, pero otra parte de su ser prefería la paz de Yavin 4.
Wedge se sentó en el borde de la rampa. Apoyó una pierna en un soporte, y después colocó el casco en equilibrio sobre la rodilla.
—Leia está haciendo un trabajo magnífico, pero si quieres saber mi opinión... Bueno, creo que está intentando abarcar demasiadas cosas a la vez. El pequeño Anakin todavía sigue oculto, pero aun así ahora tiene que cuidar de los gemelos. Cetrespeó la ayuda, pero Jacen y Jaina sólo tienen dos años y medio. Eso da bastante más trabajo que un empleo a jornada completa, y Leia está empezando a acusar el agotamiento.
—Tendría que venir aquí para disfrutar de un descanso —sugirió Luke—. Ah, y que traiga a los gemelos... Después de todo, he de empezar a adiestrarles en el dominio de las capacidades Jedi básicas.
—Estoy seguro de que a Leia le encantaría venir aquí —dijo Wedge. Se dieron la vuelta y vieron cómo Streen y Gantoris salían de la barcaza transportando unas cajas enormes. Los dos candidatos Jedi caminaban con paso rápido y fluido a pesar de que llevaban una carga que parecía imposible de soportar, y Wedge abrió mucho los ojos ante aquella impresionante hazaña de fortaleza—. Tuve que utilizar androides de carga para meter todo eso a bordo... Antes lo intenté yo solo hasta quedar molido, pero no conseguí mover las cajas ni un centímetro.