El Maquiavelo de León

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Authors: José García Abad

Tags: #Política

 

Este libro pretende revelar lo que esconde la enigmática sonrisa de Zapatero, más allá de la impresión que trasmite de ingenuidad y bonhomía. Por medio de multitud de anécdotas inéditas, el autor describe las técnicas y ardides maquiavélicos del leonés para alcanzar y mantenerse en el poder a toda costa: su asombrosa habilidad para los pactos más inverosímiles y para la reconversión de las alianzas; su propensión a enfrentar a sus colaboradores, y su firme determinación a la hora de eliminar a quienes le pudieran hacer sombra.

El lector descubrirá, a medida en que se adentre en estas páginas, a un personaje mesiánico, convencido de que su intuición es infalible, caprichoso en la selección de sus ministros y altos cargos, a los que suplanta y ningunea con frecuencia, que sólo improvisa en los actos de Gobierno pero nunca en la puesta en escena, en la que es un consumado maestro; cómo y con quién toma las decisiones al margen de las instituciones de Gobierno, por medio de un teléfono móvil; cuáles son sus verdaderos amigos; cómo se relaciona con los empresarios; cómo se ha formado y cuál es el papel de su beautiful people; así como su ejecutoria como aprendiz de brujo de los negocios donde se revelan aspectos nunca contados sobre operaciones relacionadas con el BBVA, Endesa, Repsol y Telefónica.

José García Abad

El Maquiavelo de León

Cómo es realmente Zapatero

ePUB v1.0

Liete
02.08.12

Título original:
El Maquiavelo de León

José García Abad, 2010.

Editor original: Liete (v1.0)

ePub base v2.0

Agradecimientos

Agradezco a los compañeros de los semanarios que me digno editar:

El Nuevo Lunes
y
El Siglo
que, con su probada profesionalidad, me han proporcionado material de suma utilidad para mis investigaciones; han cubierto mis ausencias durante la absorbente tarea que ha exigido este libro y han logrado que la calidad y el buen funcionamiento de ambos semanarios no se viera afectada por ellas.

Como en todos mis libros anteriores, también en éste he contado con la ayuda inestimable de mi esposa, Carmen Arredondo, y he encontrado en La Esfera de los Libros un aliento extraordinario para mi tarea y una pulcritud extrema en la edición, diseño y presentación de la obra.

Quiero expresar mi reconocimiento y admiración más profundas a las «fuentes» que han tenido la generosidad y el valor de confiarme datos y opiniones rompiendo la omertá, la ley del silencio que se ha impuesto en los aledaños del poder socialista contrariando los usos y costumbres del partido de Pablo Iglesias. Han sido fuentes de agua bendita.

Introducción

No es ésta una biografía de José Luís Rodríguez Zapatero, ni un juicio sobre la política del segundo presidente socialista de la historia de España. Mi propósito ha sido, simple y llanamente, averiguar y explicar lo que prometen título y antetítulo: cómo es en realidad el hombre que nos gobierna, a quien me he permitido presentar como «el Maquiavelo de León». Si digo «cómo es en realidad» no es por redundancia, sino porque parto de la hipótesis, compartida cada vez con más gente, de que este hombre aparentemente sencillo no es lo que parece, o lo que nos pareció cuando alcanzó el poder.

Espero llegar a vislumbrar qué es lo que esconde su enigmática sonrisa, más allá de la primera impresión que transmite de ingenuidad y bonhomía. No tengo dudas de esta última, pero tampoco de que no existe en él ingenuidad alguna. Dentro de su aparente ingenuidad, el personaje ofrece muchos pliegues y recovecos. No es desde luego un alma cándida, aunque tampoco el personaje falso y taimado que se empeñan en creer sus más acerbos enemigos, quienes compartirían la opinión expresada por un correligionario paisano del leonés, Aniceto Melcón, «Tito», a la sazón alcalde de Benavides de Órbigo: «Ni una mala palabra ni una buena acción».

Devotos y detractores admitirán que al menos la mitad de la frase es cierta: de su boca no ha salido una mala palabra. Respecto a la segunda parte de la oración, las discrepancias son abismales, y no sólo como corresponde a la brecha ideológica que separa a la derecha de la izquierda, sino también entre sus propios correligionarios. Es éste un fenómeno que no sorprende, porque en política el compañero es, con frecuencia, un lobo para el compañero, en una lucha por la supervivencia en la que no siempre sobrevive el mejor, sino el más apto para las escaramuzas partidarias. En esa lucha por la supervivencia dentro de su partido, Zapatero es un maestro a quien Nicolás Maquiavelo habría dedicado unas líneas, o al menos un pie de página en
El Príncipe
, su obra magistral. Ciertamente, no recibiría del florentino la atención que le suscitó Fernando el Católico, a quien alabó por sus muchas maldades al servicio del Estado, pero reconocería la capacidad del leonés para mantenerse en el poder a toda costa y a cualquier precio, negociando con ángeles y demonios y, llegado el caso, engañando a todos. Es además un artista del disfraz y un virtuoso en el manejo del ilusionismo y de las nubes de humo. Para él, lo más importante no es el producto, sino la venta del mismo; la doctrina y el proyecto político quedan supeditados a la cosecha de votos, al
marketing
, a lo que indiquen las encuestas. Su mayor impostura, con la que ha dejado pequeños a otros Maquiavelos que no han faltado en nuestro país, ha sido la tergiversación sobre la marcha del discurso y la bandera con las que irrumpió en la batalla nacional. Desde que Zapatero llega a Madrid, a los 26 años, como el diputado más joven del hemiciclo, hasta que alcanza el poder y se instala en el palacio de La Moncloa, predica la buena nueva de la renovación generacional, que él parecía encarnar divinamente con su juventud y prestancia personal.

El y la gente que le aupa proclaman que ha llegado el momento del cambio, la hora del rejuvenecimiento de la política, del advenimiento de un nuevo Suresnes, como el que había propiciado Felipe González con mano de hierro para relevar a los socialistas históricos, a los Llopis y compañía. Ciertamente, sus primeros apóstoles, la gente que le encumbra por medio de la «Nueva Vía», creen a pies juntillas en esa misión histórica, pero están muy lejos de sospechar que esa idea no era más que un instrumento de trabajo para el leonés, una palanca para el ascenso, pero no su verdadero proyecto.

El leonés demuestra con esta historia que puede engañarnos a todos durante mucho tiempo, lo que contradice las célebres palabras de Kennedy: «Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo». Nos hizo creer, con sus inigualables dotes ilusionistas, que había procedido a la disolución de la vieja guardia. Yo mismo le califiqué en mi libro
Las mil caras de Felipe González
como el Rey Herodes al revés, pues a diferencia del infanticida judío no mató a los niños menores de 2 años, sino a los adultos mayores de 45. Ahora es el momento de confesar mi ingenuidad. Con todo el asunto de la degollina de la vieja guardia, que tuvo un alcance mínimo, el leonés pretendía, y lo consiguió plenamente, distraer a la gente de su verdadero propósito. Hoy ha quedado claro, como podrá comprobar el lector, que lo de la vieja guardia era una cortina de humo para disimular una operación magistral: cargarse a los de su propia generación, a aquellos que podían disputarle el poder o hacerle sombra.

Zapatero no se ha cepillado a sus «socialistas históricos», para seguir la comparación con el precedente felipista, como lo demuestra que sus tres vicepresidentes actuales y el defenestrado Pedro Solbes son sexagenarios, que uno de sus ministros más importantes, Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque sólo tiene 58 años, es uno de los representantes más genuinos del felipato; y otro tanto puede decirse de quienes ocupan cargos tan importantes como la presidencia del Congreso de los Diputados, José Bono, el candidato del aparato del partido en el XXXV Congreso; Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el actual gobernador del Banco de España, y tantos otros cargos que mencionaré en el lugar oportuno.

En realidad, lo que ha hecho el Maquiavelo leonés es promocionar a la vieja y a la joven guardia. A la primera porque ya sólo promete para el pasado, y ni quieren ni pueden regatearle el liderazgo. Y a la joven guardia, a la que la revista
El Siglo
denominó «la quinta del biberón», porque aún no están preparados para disputarle el poder, porque todos ellos le veneran y le necesitan para afianzar sus respectivas posiciones. De la carnicería perpetrada entre la gente de su generación y de los movimientos de resistencia que se están organizando, de momento en la clandestinidad, daré información cumplida más adelante. Como decía antes, Zapatero cuenta para sus propósitos con un poderoso instinto y con dos instrumentos que domina a la perfección: el primero es su prodigioso olfato para apostar por el caballo ganador; el segundo es su prodigiosa habilidad, ya insinuada, para la reconversión de las alianzas.

Es rápido, como Julio César en la guerra de las Galias, para acudir presuroso en socorro del vencedor. En sus primeros escarceos políticos se situó en el bando de los críticos de Felipe González, en las cercanías de Izquierda Socialista; después se hizo felipista; más tarde coqueteó con los guerristas y se pasó a los renovadores, para finalmente, en el congreso que le llevó a la cumbre, servirse de renovadores y guerristas, de Felipe González y de Alfonso Guerra.

Tal maestría en el arte de seguir la línea triunfadora se explica, en parte, en el hecho de que este hijo y nieto de socialistas no se ha ganado un euro fuera del PSOE. Tras acabar la carrera, sólo permaneció unos meses como «penene» de Derecho Constitucional en la Universidad de León, donde el sueldo no le daría más que para tomarse unos cafelitos. A partir de ahí sólo ha vivido de la nómina del partido. Es, pues, un político profesional, y un político profesional está perdido si pierde. Vivir de un partido genera una angustia profunda, pues, a diferencia de lo que ocurre en el mundo de la empresa, donde uno siempre tiene la oportunidad de ofrecer los servicios a otra compañía, en política, salvo que se tenga alma de tránsfuga, no es decente fichar por la competencia. Tampoco es fácil crear uno su propio partido, como la experiencia demuestra. Las cartas están echadas y no es frecuente la posibilidad de abrirse camino fuera de los carriles prefigurados. Sólo conozco el caso de Rosa Diez, que ha logrado un pequeño éxito en el intento que posiblemente no tenga un desarrollo mucho mayor; es un partidito de elite para selecta gente de ciudad, al que no creo probable una fuerte implantación nacional.

La consideración de la trayectoria de Zapatero como hombre de partido, que nunca ha salido del partido, y su experiencia a lo largo de casi dos décadas como dirigente del PSOE leonés, es más importante de lo que pueda parecer para entender su forma de gobernar el país. Zapatero gobierna España con los mismos criterios con los que se ha mantenido siempre a flote en su tierra, la federación socialista más complicada de España.

La segunda habilidad a la que he aludido es la de la reconversión de las afianzas. En esta técnica, Zapatero ha podido contar con una experiencia impagable en los quince años de actividad política en León, donde se ha mantenido siempre en la dirección, pactando con unos y con otros, salvado a veces por la diferencia de un solo voto y en otra ocasión memorable, la del «pacto de la mantecada», pactando con sus adversarios más temibles, aquellos que preparaban su defenestración definitiva. A todos usó y, con contadas excepciones, los fue dejando en la cuneta. El joven leonés fue dejando a su paso un impresionante reguero de víctimas.

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