Authors: Antonio Salas
En la década de los noventa, los Caballeros del Gran Oriente evolucionaron de la retórica filosófica a la acción directa, siendo responsabilizados de casi un centenar de actos violentos y atentados terroristas. Mirzabeyoglu ya había sido detenido en otras ocasiones, pero en diciembre de 1998 los cargos fueron más graves. Se le acusaba de liderar el Frente Islámico de Combatientes del Gran Oriente, que intentaba implantar la ley islámica en el país y derrocar el gobierno: en 2001 fue condenado a la pena de muerte, pero en 2004 se le conmutó la pena capital por la de cadena perpetua.
En prisión, Mirzabeyoglu soportó todo tipo de torturas y vejaciones y, según él, varios intentos de asesinato. Esto terminó de consolidar su imagen de héroe y mártir, mitificado por sus seguidores como un icono comparable al Che Guevara en Occidente. Autor de medio centenar de libros sobre poesía, religión, filosofía o mística, desde la prisión continúa siendo un mito. Hasta el punto de que muchos de sus seguidores le han considerado el Madhi, el mesías de las profecías islámicas. Según me confesó Ilich Ramírez en otra de nuestras conversaciones telefónicas, le consta que Mirzabeyoglu conoció personalmente a Ben Laden, durante una reunión de yihadistas celebrada en Sudán en los años ochenta, porque él también estaba allí. Y además, según el Chacal, los abogados turcos de Ramírez son los mismos que defienden a Mirzabeyoglu, así que el vínculo y la amistad son evidentes. Y por ello, también, Ilich justificaba ante mí el ataque a aquellas dos mezquitas judías en noviembre de 2003.
En realidad, Ilich Ramírez había retomado el contacto con los seguidores de Mirzabeyoglu, como conmigo, poco antes, al ser trasladado a la prisión de París y tener de nuevo acceso al teléfono. De hecho, había aceptado que los turcos le grabasen unas declaraciones sobre la situación de Gaza, la política turca, etcétera, que serían divulgadas en una de sus publicaciones:
Baran
. Y en enero de 2009, en el número 106 de la revista
Baran
, toda la portada estaba dedicada a Ilich Ramírez y a su primer mensaje. A partir de entonces, prácticamente todos los meses
Baran
dedicaba un espacio a las reflexiones del comandante Ilich Ramírez. Y por lo menos dos de las grabaciones de sus declaraciones aparecieron en Internet. El director de
Baran
, Fazil Duygun, no tardaría mucho en contactar conmigo por indicación de Ilich Ramírez: llegó a invitarme a viajar a Estambul...
A pesar de la afirmación de mi mentor —«Tenemos derecho a matar a los israelíes»—, por supuesto, yo me quedaría con la primera recomendación: las manifestaciones sin «ningún tipo de violencia». El Chacal me había dejado muy claro, una y otra vez, que yo debía formar parte del aparato legal y no cometer delitos. Ilich no quería quedarse sin su hombre en la red. Así que mi misión era otra. Y siempre la cumplí.
Fueron días extenuantes. Trabajaba con el sol y estudiaba de noche. Resistí mientras pude el esfuerzo que implicaba mi asistencia a las clases de lengua árabe, mi trabajo como periodista «normal», el mantenimiento diario de las webs, mi trabajo como corresponsal venezolano, la actividad en las mezquitas, la edición de
Los Papeles de Bolívar
, etcétera, hasta el desmayo... literalmente. Así que cuando llegó la guerra de Gaza tuve que asumir que era imposible mantener todos los frentes abiertos, y me vi obligado a abandonar las clases y mi vida «normal» de una vez por todas. Porque ahora debería quedarme prácticamente toda la noche pendiente de Al Jazeera para grabar todas las informaciones sobre los bombardeos y sobre las reacciones de América Latina al respecto, distribuyendo después esa información entre ONG, partidos políticos de izquierdas o páginas web afines no familiarizadas con la lengua árabe. De hecho, sin proponérmelo, me convertí en el intermediario entre algunas ONG laicas propalestinas, de ideología abiertamente izquierdista, y los imames de algunas mezquitas.
Probablemente, las viudas y viudos, las huérfanas y huérfanos, comprenden mejor a otros huérfanos y viudos que quienes no lo somos. Por eso, y contra lo que yo pensaba, muchas de las víctimas del 11-M y el 11-S contemplaron con horror y no con satisfacción la masacre de Gaza.
Los voluntarios y sobre todo las voluntarias de esas ONG se lamentaban de que los imames no se sentían cómodos tratando con mujeres, y menos aún si eran no musulmanas, aunque eso fuese en detrimento de las campañas de apoyo a Palestina, así que me pedían mi intercesión. Pero fracasé. No fui capaz de conseguir una colaboración entre mezquitas y ONG más allá de la participación en algunas manifestaciones, marchas y concentraciones. Y eso se debía, como casi todo, a un problema de mutua desconfianza. Pero también de miedo a la policía por parte de los imames. Y esto es muy interesante porque refleja otra dimensión nunca tratada del problema.
En las ONG nos esforzábamos mucho por conseguir dinero para enviar a los contactos que teníamos en Gaza; profesores, médicos, sanitarios... Me pasé muchas horas fabricando pancartas, estampando banderas y haciendo camisetas con proclamas solidarias para con Palestina. Mi sudor iba estampado en esas proclamas.
Los voluntarios de dichas ONG, ciudadanos europeos, agnósticos o judeocristianos en su práctica totalidad, no tenían nada que temer de las autoridades europeas por ondear aquellas pancartas o por recaudar dinero para Gaza. Sin embargo, los imames de las mezquitas, incluso aquellos con los que tengo una mayor relación, no opinaban igual. En todas las mezquitas de Europa se colocaron urnas y cestas para recoger dinero en apoyo a la causa palestina. Pero cuando le pregunté a mi imam por qué no uníamos esfuerzos con las organizaciones humanitarias europeas para enviar más dinero a Gaza, su respuesta me desarmó:
—Muhammad, los europeos pueden mandar dinero a Palestina por los cauces normales porque nadie les va a hacer nada. Pero en Palestina gobierna Hamas, que según la Unión Europea y los Estados Unidos es una organización terrorista. Y si a nosotros nos descubren enviando dinero para que el gobierno legítimo de Palestina pueda reconstruir hospitales, comprar medicinas o comprar alimentos, nos acusarán de subvencionar el terrorismo. Nos lo hacen siempre... Así que no podemos usar los bancos que usan ellos...
El argumento de mi imam me pareció demoledor. Es verdad que Hamas ganó legítimamente las elecciones en Palestina y por tanto es el gobierno responsable de las infraestructuras y reconstrucción del país. Sin embargo, como Hizbullah, solo es partido político legítimo en su nación, mientras que está considerado una organización terrorista en el exterior. Por tanto, desde un punto de vista legal, enviar dinero a Hamas —aunque fuese con la intención de aliviar el tormento que estaban viviendo en Gaza— podía interpretarse como un delito de colaboración económica con una organización terrorista. Y de hecho esa es la acusación más frecuente en casi todos los procesos a supuestos terroristas islamistas en Europa. Así que, por temor a la policía, las colectas realizadas en las mezquitas tenían que hacerse llegar a Gaza por medios tradicionales menos rápidos y seguros que una simple transferencia bancaria, como el
hawala
, consistente en que el inversor entrega una suma de dinero en un país a una persona de confianza y, en el punto de destino, un pariente o amigo de esa persona entrega la misma cantidad al receptor… sin recibos ni registros. «Busquen un imam de confianza en Gaza», me sugería Ilich Ramírez. Me invitaba también a no hacer ascos a la solidaridad que nos llegaba de las organizaciones ultraderechistas, como el Movimiento Social Republicano, Democracia Nacional, etcétera, que utilizaban la mala prensa de Israel durante la guerra de Gaza para extender su mensaje racista y xenófobo, sin saber que yo volvía a estar entre sus filas. En Barcelona, hasta la Librería Europa se sumó a la solidaridad con Palestina y, casualmente, la última conferencia celebrada, en diciembre de 2008, en su pequeño salón de actos la pronunció el famoso revisionista Joaquim Bochaca, y trató sobre «Los Protocolos de Sión» y la supuesta conspiración judeomasónica internacional.
Durante tres semanas asistimos impotentes a las imágenes que los reporteros de Al Jazeera y otras cadenas árabes conseguían grabar en Gaza, jugándose literalmente la vida. Las de Alberto Arce no nos llegarían hasta más tarde. Y asistíamos también a los apestosos negocios políticos que se cobraban y pagaban con vidas palestinas. En mi país, como en casi todos los países europeos, mientras la derecha apoyaba abiertamente a los israelíes, la izquierda lo hacía... también, pero no abiertamente. Tan memorable como la comparecencia de José María Aznar el 13 de febrero de 2003, dando su palabra de que Iraq tenía armas de destrucción masiva, fue la de Rodríguez Zapatero ese mes de enero de 2009, asegurando que España apoyaba a los palestinos en el conflicto. Lo que no contaba Zapatero, pero se ocuparon colegas periodistas de revelar, es que Israel continuaba siendo uno de los mejores clientes de las fábricas de armas españolas.
El 10 de enero, el diario
Público
revelaba un informe remitido por el Ministerio de Industria al Congreso de los Diputados sobre la venta de armas españolas al exterior, en el que Israel aparecía como el tercer mejor cliente del mercado de armas españolas, solo por detrás de Libia y Marruecos. No deja de ser curioso que el país con el que España tiene una mayor tensión política a causa de Ceuta y Melilla sea el mejor comprador de armas españolas...
Las cifras estaban muy claras. En el segundo semestre de 2008, España exportó a Israel material bélico por valor de 1 551 933 euros. De ese material, el 94,13 por ciento se dirigía específicamente a engrosar los arsenales de las fuerzas armadas israelíes. ¿De qué material se trata? También el informe lo dice. El grueso de la exportación (1 460 888 euros) corresponde a «equipos de formación de imagen o de contramedida», es decir: cámaras, equipos de formación de imágenes de infrarrojos y térmicas, equipos sensores de imagen por radar utilizados para la localización nocturna de objetivos... Guerra de última tecnología. Y de propina, 91 045 euros en «armas de cañón de ánima lisa con un calibre inferior a 20 mm», o sea, fusiles, pistolas, ametralladoras, silenciadores, cargadores y visores.
Lo más relevante es que esa cifra de exportación de armas a Israel supera cualquier venta anterior. Solo en esos seis primeros meses de 2008 se vendió a Israel más que en todo el año 2007, cuando la venta global alcanzó la cifra de 1 515 934 euros, y más del triple que en 2006, cuando la cifra de ventas se limitó a 441 335 euros. Cifras estas últimas, por supuesto, que también provienen de los informes remitidos por el Gobierno —concretamente por la secretaria de Estado de Comercio, Silvia Iranzo— al Congreso de los Diputados. Por cierto: en esos años 2006 y 2007, lo que España vendió a Israel fueron «bombas, torpedos, cohetes y misiles», así como explosivos. Entre ellos las terribles bombas de racimo que se usaron en Líbano y se volverían a utilizar en Gaza.
Con la misma audacia que Aznar y su promesa de que en Iraq existían armas de destrucción masiva, Zapatero tuvo que comparecer de nuevo una vez conocida la enorme cantidad de armas que España vendía a Israel, para garantizar que esas armas «no matan palestinos»... Supongo que mi presidente creía de veras que nuestras armas las utilizaban los militares hebreos para practicar la caza de pichón. Por desgracia, las balas y la metralla de las bombas españolas, como las de los terroristas, no disciernen entre eso que los militares llaman «objetivos lícitos» y «daños colaterales». Para mis hermanos palestinos, musulmanes o no, resultaba duro saber que quizás sus amigos y familiares en Gaza estaban siendo desmembrados por armas «made in Spain».
Finalmente, del 16 al 18 de enero de 2009, mientras los racimos de bombas continuaban masacrando Gaza, se celebró el Foro de Beirut. Y solo otra cuestión acaparó tanto interés en el foro como las matanzas de Gaza: «La crisis global del capitalismo, que no es solo financiera sino también económica, social, cultural y moral, y que pone en peligro la supervivencia de la humanidad». Las resoluciones del encuentro internacional quedaron recogidas en un documento final, divulgado internacionalmente.
Cuando cumplió sus objetivos (y no antes), Israel (y solo Israel) decidió suspender los bombardeos a Gaza el 18 de enero, solo cuarenta y ocho horas antes de que Barack Obama fuese investido oficialmente como el nuevo presidente de los Estados Unidos. No creo que sea una casualidad. Hasta ese momento Obama había evitado involucrarse en el conflicto escudándose en que la gestión norteamericana todavía estaba en manos del presidente saliente. Pero tampoco importa mucho. Para entonces, Gaza estaba destruida. La organización israelí B’Tselem cifró en 1387 los palestinos muertos durante los bombardeos, 774 de ellos civiles y 320 menores de edad. El número de heridos era incalculable. Otras organizaciones cifraban en más de mil quinientas las bajas palestinas.
En cuanto al bando israelí, la guerrilla palestina respondió a los ataques aéreos de los cazabombarderos F-16 y los helicópteros AH-64 (Apache) —ambos de fabricación norteamericana—, las incursiones por tierra de los carros de combate Merkava y los bombardeos de la armada israelí con misiles tierra-aire y el sistema de armamento de proximidad Typhoon, aumentando el lanzamiento de sus cohetes artesanales Qassam sobre las ciudades de Beer Sheva, Ashdod, Sderot o Ascalón, en el sur de Israel. Como consecuencia de los cientos y cientos de cohetes Qassam lanzados desde Gaza, la resistencia palestina consiguió matar a cuatro israelíes: tres civiles inocentes y un militar, también inocente.
Además de esas cuatro víctimas de los cohetes Qassam, la incursión terrestre en Gaza costó la vida a otros diez israelíes, en los enfrentamientos con la guerrilla de Hamas. Aunque la mitad de ellos fueron víctimas del «fuego amigo» de sus propios compañeros en Jabalia y Bet Hanun.
En términos globales, los israelíes consiguieron matar a casi 1400 palestinos, mientras que los palestinos acabaron con la vida de una decena de israelíes. Más o menos 140 palestinos muertos por cada israelí. Aparentemente no es difícil valorar cuál de los dos bandos perdió más en el enfrentamiento. Sin embargo, la resistencia palestina, más acostumbrada al sufrimiento y a las bajas humanas, se sintió triunfadora al final del conflicto. Quizás nunca antes había recibido tantas muestras de cariño y solidaridad simultáneas en todos los rincones del mundo, donde cientos de miles de ciudadanos salieron a las calles en manifestaciones por la paz en Palestina.