Authors: Antonio Salas
Cuando me hablaron de Radio Café Stereo y su supuesta vinculación con las FARC puse una excusa para buscar algún cibercafé donde intentar encontrar alguna referencia sobre esta emisora de radio colombiana, que emite desde Estocolmo. Y lo que descubrí no era nada tranquilizador. Su
website
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está alojada en la web de la Asociación Jaime Pardo Leal, llamada así en homenaje al abogado y político comunista colombiano asesinado el 12 de octubre de 1987, tras denunciar la presunta relación entre el gobierno de Bogotá y los narcotraficantes y paramilitares colombianos.
Su director, que se oculta tras el alias de
Miguel Suárez
, es colaborador frecuente de medios alternativos como Kaos en la Red,
Aporrea
,
Rebelión
, etcétera, donde sus artículos con frecuencia aparecían publicados al mismo tiempo que mis reportajes sobre Palestina, Venezuela o el mundo árabe, lo que suponía una buena coartada para mi identidad en esa visita. Había llegado al exilio en Suecia después de haber sido detenido en la 3a Brigada en Cali y torturado durante tres meses por su supuesta relación con los insurgentes.
La idea de crear Radio Café Stereo nace a finales de los noventa en el seno de la Asociación Jaime Pardo Leal, cuando un grupo de exiliados colombianos, como Miguel Suárez, se empeña en contar a los suecos lo que está ocurriendo en Colombia. Y, sin medios ni experiencia radiofónica o periodística, comenzaron a emitir por Internet música, entrevistas y noticias colombianas, hasta terminar por convertirse en un respetable medio alternativo.
El 24 de agosto del 2004, el diario
El País de Cali
publicó un artículo en donde afirmaba abiertamente que Radio Café Stereo era una emisora de las FARC: «Además del comunicado conocido el domingo en la noche, también se esperan pronunciamientos en los próximos quince días, a través de órganos oficiales de las FARC —como la revista
Resistencia
y Radio Café Stereo—, así como de ONG proclives al grupo guerrillero». Según reconoció posteriormente el diario, los servicios de inteligencia colombianos eran los que habían sugerido la relación de la emisora sueca con las FARC.
Tiempo después, un par de reportajes sobre Radio Café Stereo del periodista sueco pero asentado en América Latina Dick Emanuelsson terminaron por echar más leña al fuego. Y como es lógico esto inquietó profundamente a los miembros de Café Stereo, no solo por las presiones que pudiesen sufrir por parte de las autoridades suecas, sino porque todos ellos tienen familia en Colombia. Y ser marcados como miembros de las FARC implicaba ponerse ellos mismos, y también sus familias, en el punto de mira de los paramilitares. A estas alturas de la investigación, ya sabemos lo que eso significa.
Salvando las diferencias, la emisión de los comunicados de las FARC por parte de Radio Café Stereo había recibido las mismas críticas que la emisión de los comunicados de Al Qaida por parte de Al Jazeera. Y ambas habían sido consideradas voceras de organizaciones terroristas por esa razón. Y también, salvando las distancias, los exiliados colombianos en Suecia, que desde Radio Café Stereo se proclamaban abiertamente comunistas y antiuribistas, se convirtieron en fichas del juego político, de una forma similar a los exiliados vascos en Venezuela. Al menos tras la primera visita a Estocolmo del ministro de Defensa colombiano, Jorge Alberto Uribe, para reunirse con su homóloga Leni Björklund y con la responsable de Relaciones Exteriores, Laila Freivalds. El eje de sus conversaciones fue el terrorismo en Colombia, y lógicamente los exiliados de Radio Café Stereo volvieron a situarse en el punto de mira, por su «propaganda a la causa de la guerrilla».
Así que, cuando me dirigía con mis camaradas venezolanos a los estudios de Radio Café Stereo en Estocolmo, no sabía qué me inquietaba más: si la presunta relación de la emisora con los terroristas colombianos o que los servicios secretos de Uribe nos «fichasen». Sobre todo porque los camaradas de Café Stereo se habían empeñado en entrevistarme, como responsable del CRIR y de la web de Carlos el Chacal... Así que tendría que improvisar sobre la marcha.
Al llegar al local nos encontramos con un grupo de exiliados colombianos, más o menos implicados en el conflicto armado de su país, incluyendo a Alberto Pinzón, el participante en el foro de la ABF junto con el Chino Carías, y disfrutamos de una cena ligera y una profunda tertulia política, que me ayudó a entender un poco más los argumentos de la insurgencia colombiana y el terrible drama que vive el país a espaldas de la opinión pública internacional.
A diferencia de mis rechonchos camaradas venezolanos, los colombianos aparentaban una mejor forma física, no sé si es importante. Y a diferencia también de lo que había sido el encuentro con otros grupos revolucionarios en Suecia, el recibimiento que tuvimos en Radio Café Stereo me pareció frío. A pesar de que el Negro era colaborador habitual de la emisora. Pero me pareció más frío aún, casi gélido, el tratamiento que nos dio Milton Caballero, del programa «Voz Bolivariana», y Rafael, del programa «La Ponzoña». Ellos eran los encargados de entrevistarnos, al Chino como director del movimiento armado tupamaro, y a mí como representante del CRIR y
webmaster
del Chacal. Así que tuve que inventarme una excusa para no salir en antena. Obviamente, si hubiese accedido, mi voz —sin distorsionar— habría quedado grabada y no podía permitirme dejar ese cabo suelto en Suecia. Así que argumenté que quizás el Canal 8 de Venezuela o Al Jazeera pudiesen estar interesados en una grabación en vídeo de aquella entrevista, por no hablar del interés de subir aquel momento a nuestras páginas web, y una vez más la vanidad se reveló el mejor elemento de manipulación. Todos estaban encantados de que me ocupase de grabar con mis cámaras el programa, en lugar de participar en él. Más tarde les haría llegar copia de esas imágenes, que también terminarían en Youtube.
Milton Caballero, lógicamente, orientó la entrevista al Chino y al Negro sobre las inminentes elecciones municipales en Venezuela, pero también sobre la opinión que tenían los grupos armados bolivarianos, como los Tupamaros, sobre las FARC, el ELN y las guerrillas colombianas en general. Caballero tocó temas como la estatua a Manuel Marulanda
Tirofijo
, que mis camaradas de la Coordinadora Simón Bolívar acababan de inaugurar en el barrio 23 de Enero de Caracas; la presencia de paramilitares colombianos en Venezuela o el caso Granda. Y el Chino nos sorprendió a todos al relatar, con todo detalle, la entrega del insurgente colombiano al gobierno de Bolivia por parte de policías venezolanos y al reconocer su amistad personal con él. Pero Comandante Chino, probablemente, les sorprendió aún más al hacer una defensa abierta y descarada de las FARC y de la lucha armada, calificando a los guerrilleros colombianos de «hermanos». Así que yo no respiré tranquilo hasta que salimos de la emisora, y de Estocolmo, rumbo de nuevo a Uppsala. En España, una apología tan descarada de ETA en un medio de comunicación ya nos habría colocado a los servicios antiterroristas de la policía y la Guardia Civil, y a varios agentes del CNI, en la puerta de la emisora a los cinco minutos de comenzar el discurso. Aunque no descarto la posibilidad de que en Suecia hubiese ocurrido lo mismo.
Al día siguiente la agenda de contactos que nos había preparado el Negro nos llevaría a la sede del Partido Comunista de Uppsala. Ilich Ramírez había sido muy claro al expresar su interés especial en conversar con el presidente de los comunistas de Uppsala, pero no me quedó muy claro si dicho interés se debía a que Mario Sousa
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era a la vez miembro de la Junta Directiva del Partido Comunista de Suecia, o a su origen portugués y la relación que Ilich ya me había confesado haber tenido con dicho país.
Mario Sousa resultó ser un tipo risueño y cordial, de complexión tan atlética como los colombianos de Radio Café Stereo. Un aspecto que contrastaba con la descuidada forma física de mis camaradas venezolanos. Si alguien tuviese que apostar quiénes eran los terroristas entrenados, los tupamaros venezolanos probablemente no serían los escogidos.
Compartimos unas horas muy interesantes con el presidente del Partido Comunista en Uppsala, quien al conocer mis frecuentes visitas a las mezquitas de su país de origen me facilitó algunos contactos que me serían útiles posteriormente. Tanto en Portugal como en Suecia, donde Sousa mantenía una excelente relación con una delegación oficial del gobierno palestino, es decir, con Hamas. De hecho, mientras curioseaba por las estanterías de la sede comunista, encontré muchas publicaciones, folletos y propaganda sobre Hamas, y sobre la causa palestina en general. Desafortunadamente, la inmensa mayoría de aquellos textos estaban en sueco, y para mí resultaban tan inaccesibles como si hubiesen estado redactados en chino. Aunque me inquietó mucho más descubrir otra cosa.
En una de las repisas, justo al lado de la mesa de trabajo de Sousa, había un montón de folletos. En cuanto vi la ikurriña vasca impresa en ellos tomé uno, y así me encontré con la propaganda de ETA que se distribuía en las sedes comunistas suecas. El folleto en cuestión no tiene desperdicio, y dibuja una imagen tan falsa y bastarda del conflicto vasco como la que expanden entre mis jóvenes camaradas bolivarianos los exiliados vascos en Venezuela. Si yo no fuese español y no conociese perfectamente la realidad del terrorismo vasco en España, también habría sentido simpatía por aquellos «luchadores por la libertad de un pueblo oprimido por el imperialismo español» que vendían los vascos en aquella propaganda. De hecho, el entrañable presidente del Partido Comunista de Uppsala había caído en la trampa, pese a ser portugués y por tanto mucho más cercano a la realidad del problema vasco que los suecos nativos. Pero Sousa presumía de su amistad con los independentistas vascos, con el mismo orgullo que reconocía su relación con Hamas.
Antes de acudir a la sede del Partido Comunista habíamos calculado la hora de nuestro encuentro con Sousa, y había emplazado a Ilich-Carlos para que nos llamase entonces. Y tan puntual como un reloj suizo, como siempre, a la hora establecida mi teléfono volvió a sonar. Aproveché mientras Sousa estaba entretenido hablando con el Chacal para llevarme alguno de aquellos folletos a favor de ETA.
Tras esa conversación, nos hicimos unas fotos con mi cámara posando con las banderas del partido comunista sueco e incluso con una réplica de un fusil M-14 que había en el local y que al Chino le hizo mucha gracia.
—Hazme una foto con el fusil, pana, acá con el camarada Sousa... ¡Plomo!
Y yo se la hice, claro.
La excelente relación de los comunistas suecos con los islamistas palestinos de Hamas resultó ser una realidad. Y, casualmente, en Uppsala se encontraba la mezquita situada más al norte del globo, o al menos de ello presumía el imam de Uppsala. Como si aquella gran mezquita edificada en 1995 delimitase la última frontera del Islam antes de llegar al polo norte del planeta.
Me encantó visitarla. Después de tantos días de tensión permanente, sobresaltos y exámenes de mi identidad palestina, tener la posibilidad de hacer el
salat
en una mezquita suponía un momento de serenidad y descanso para mi agotado cerebro. Así que disfruté especialmente la oración. No todos los musulmanes pueden decir que han rezado en la última frontera del Islam...
Mahmoud Samara, imam de la mezquita de Uppsala, fue la primera persona a quien escuché comparar el problema del terrorismo islamista con el caso del terrorismo católico del IRA en Irlanda. Durante los años que llevaba investigando el terrorismo internacional en cuatro continentes no conseguía comprender cómo ningún analista de los que había conocido se había percatado de los paralelismos entre ambos terrorismos, que a mí me parecía importante. Tuve que viajar hasta el extremo más alejado del Islam en el mundo para encontrar a un imam que sí se había dado cuenta de esa conexión:
—Uno de los suecos conversos al Islam entró en una ocasión en la mezquita y preguntó: «¿Por qué es que cuando los judíos cometen un atentado terrorista contra los palestinos se dice solo que los israelíes han hecho esto o lo otro, pero no se dice que lo hicieron los judíos?». Él añadió que lo mismo ocurría con el IRA en Irlanda del Norte, pues sus acciones nunca eran atribuidas a los «católicos» o «cristianos». Así pues, señalaba el hombre: «¿Por qué cuando un musulmán comete una acción de este tipo los medios de comunicación rápidamente especifican la religión del individuo en cuestión o incluso la achacan al propio Islam?».
En realidad el Islam llegó a Suecia en el siglo
XVIII
, a través de su alianza con el Imperio otomano, donde existió una libertad de culto que facilitó las conversiones. Y durante ese siglo muchas tesis y estudios sobre el Islam fueron redactados en universidades suecas, como la de Uppsala.
En Suecia, como ocurre en el resto de Europa, no existe un Islam único y uniforme, sino que, igual que en el cristianismo, coexisten diferentes ramas, tendencias e ideologías. Según pude constatar, hay corrientes musulmanas, más o menos integristas, que orbitan fundamentalmente en torno a la Asociación Islámica de Estocolmo, el Consejo Musulmán de Suecia y la Asociación Islámica de Suecia. Organizaciones que, pese a compartir su esencia teológica, mantienen una relación tan tensa como el resto de organizaciones islámicas que he podido conocer en España, Francia, Portugal o cualquier otro país europeo.
A pesar de los desesperados intentos de la prensa, el público y los analistas occidentales por etiquetar y clasificar de forma sencilla el «problema del Islam», ni en Suecia ni en ningún otro país europeo puede considerarse que todos los musulmanes son iguales.
En la Suecia del siglo
XXI
existe ya una segunda y hasta una tercera generación de musulmanes, descendientes de los inmigrantes que llegaron en el siglo XX desde países europeos con una alta población islámica, como Bosnia, Albania o Turquía. Pero también coexiste otra corriente llegada desde Oriente, sobre todo de Iraq e Irán. Además, abundan en ciertas mezquitas los musulmanes procedentes de países africanos como Somalia o el Magreb. Y, como ocurre con los iraquíes o los turcos, muchos de esos musulmanes exiliados a Suecia desde África o Asia ni siquiera son árabes, por ejemplo, los kurdos o los bereberes.