El Palestino (99 page)

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Authors: Antonio Salas

No existen cifras demasiado precisas sobre el número de musulmanes tártaros, árabes, persas, chechenos o africanos que viven en Suecia. Pero en el año 2000 se aventuraba la cifra de unos 350 000. Y aunque en 2009 el Consejo Musulmán de Suecia informó de 106 327 miembros inscritos oficialmente en su asociación, las cifras oficiales oscilan entre los 450 000 y 500 000. De los cuales más del 90 por ciento serían suníes, seguidos de un 8 por ciento de chiitas y un resto perteneciente a otras confesiones musulmanas.

Esos porcentajes no se diferencian demasiado de los que podemos encontrar en cualquier otro país europeo. Y lo mismo ocurre en relación a las conversiones de nativos al Islam. Según un estudio de la doctora Anne Sofie Roald, más de 3500 suecos se habrían convertido al Islam desde la década de los sesenta, pero esa cifra se habría disparado en los últimos años debido al incremento de la inmigración, y a los matrimonios interraciales e interconfesionales. Sobre todo los de mujeres suecas con varones musulmanes, que se convierten a la religión del esposo. También existe el caso contrario pero es menos frecuente.

Junto con la mezquita de Uppsala, existen otros muchos grandes centros religiosos islámicos en Suecia; como las antiguas mezquitas de Bellevue y Nasir en Gotenburgo; las de Malmo y Trollhättan; o las de Fittja, Branderbergen o Imam Alí en Estocolmo. En torno a ellas, cientos de miles de musulmanes suecos se han organizado en diferentes asociaciones y movimientos, como la Asociación de Jóvenes de la UITA, la asociación de mujeres musulmanas de IKF (Islamiska Kvinnoförbund i Sverige), etcétera.
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Y las competencias y rivalidades a la hora de pujar por las subvenciones oficiales y por el control de las mezquitas es tan evidente en Suecia como en el resto de Europa. Los musulmanes, como cualquier otro grupo humano en un país extranjero, tienden a unirse por razas, nacionalidades e ideologías, para así enfrentarse a otros musulmanes con razas, nacionalidades o ideologías diferentes. Igual que ocurre con los cristianos, judíos o ateos de todo el mundo.

Y en medio de todo ese caos de tendencias, sectas y corrientes musulmanas distintas, también se generan polémicas que trascienden a la comunidad islámica. Como las tensiones protagonizadas por el jeque Hassan Moussa, imam de la Gran Mezquita de Estocolmo, en Medborgarplatsen, acusado por el diario
Svenska Dagbladet
en mayo de 2004, poco después del primer gran atentado terrorista islámico en Europa, el 11-M, de ocultar a los suecos su relación con los Hermanos Musulmanes de Egipto. En Suecia, como en el resto de Europa, tras el 11-S y el 11-M todos los dedos acusadores apuntaban a cualquier imam que pudiese ser relacionado con cualquier grupo islamista.

Me marcharía de Suecia con la sensación de que, efectivamente, en algunas de las mezquitas de Estocolmo, Uppsala o Gotemburgo se ocultaban miembros de organizaciones consideradas terroristas por la Unión Europea, Israel o los Estados Unidos. Yo mismo tuve contacto, directo o indirecto, con miembros o simpatizantes de Hizbullah o Hamas en el país. Sin embargo, la inmensa mayoría de las personas pertenecientes o simpatizantes de organizaciones armadas con los que conviví en Suecia no eran musulmanes. Y si tenían alguna relación con organizaciones islamistas, como el ex miembro del IRA que se me acercó en la ABF, o el mismo Chino, era para interesarse en hacer negocios con armas, municiones o explosivos, que no entienden de religión, con posibles compradores o vendedores pertenecientes a cualquier tipo de organización terrorista.

Mi salida de Suecia fue tan tensa y complicada como mi llegada. Por una cuestión de horarios de vuelos, fui el último «venezolano» en salir del país. Así que el Negro se empeñó en acompañarme al aeropuerto para asegurarse de que tomaba el avión de vuelta a España, pero había surgido un problema con mi billete y tuve que echar mano de todo mi ingenio y recursos para distraer su atención mientras cambiaba el vuelo de regreso a Barcelona en lugar de a Madrid, sin que él pudiese ver el nombre al que estaba reservado el billete. Acababan de comunicarme que ese diciembre, el histórico revisionista nazi Joaquim Bochaca iba a impartir una conferencia sobre «Los protocolos de Sión» en la Librería Europa...

Al final, el Negro y yo compartimos unas horas más. Esa noche no nos habíamos acostado: nos la pasamos charlando, ya que los otros componentes de la delegación venezolana partían hacia Caracas a primera hora de la mañana y consideramos que no merecía la pena dormir. Además, Ilich me había pedido que le preparase al Negro una página web destinada a crear una delegación del CRIR en Suecia, así que yo dediqué esa noche a diseñar un blog, destinado al Comité Sueco por la Repatriación de Ilich Ramírez:
http://comitesueciacarlos.blogspot.com
. Aunque Carlos dio su visto bueno unos días después, y yo lo subí a la red el día 22, el Negro nunca llegó a explotarla.

Lo importante es que esa noche no dormimos, así que a la mañana siguiente, tras embarcar nuestros camaradas venezolanos, Negro y yo nos quedamos solos. Teníamos sueño. Estábamos cansados. Y quizás por esa razón, por primera vez, el ex guerrillero sueco-venezolano bajó la guardia y empezó a hablar por los codos. De esa forma fue como pude grabar toda su historia; desde los primeros atracos a bancos en Venezuela, a su participación en combates junto a las milicias de Hizbullah en Líbano, pasando por la «ejecución» en Francia de su camarada Pierre Goldman a manos de las autoridades galas, etcétera. Una historia personal tan siniestra como apasionante, que me alegré de dejar atrás cuando el sistema de megafonía del aeropuerto advirtió de la salida de mi vuelo.

Crucé el control policial y aún dispuse de unos minutos para tomarme el enésimo café de la jornada, mientras miraba de reojo un gran monitor de televisión que emitía los informativos suecos. Me despejé de golpe al reconocer en aquellas imágenes el rostro de Mikel Garikoitz Aspiazu Rubina, alias
Txeroki
. No entendía ni una palabra de lo que estaba diciendo la presentadora de los informativos suecos, pero no hacía falta. Las imágenes hablaban por sí mismas. El jefe del aparato militar de ETA, responsable del atentado en la terminal 4 del aeropuerto de Madrid-Barajas, que no me había pillado por los pelos regresando de Venezuela, acababa de ser capturado en Francia.

Supuse que alguno de mis camaradas en Caracas o en Uppsala lamentaría profundamente aquella noticia. Lo que yo lamenté, sin embargo, era haber dejado de beber. Si no, habría brindado con un buen trago de vodka por la captura de aquel asesino disfrazado de revolucionario, y a la memoria de sus últimas dos víctimas inocentes, hermanos latinos, en la T-4 de Barajas.

Los grupos armados pierden Caracas

Solo unos días después de mi viaje a Suecia, Venezuela celebraba sus elecciones regionales y municipales. El 23 de noviembre los venezolanos acudían una vez más a las urnas, para escoger a sus 603 gobernadores, alcaldes y legisladores, entre 17 308 candidatos aspirantes. No dispongo de espacio suficiente para hacer un análisis detallado de esas elecciones, así que me limitaré a lo que más me afectó a mí y a mis camaradas. Y es que Chávez, aunque salió favorecido en otras regiones, perdió el control de la alcaldía metropolitana de Caracas. Antonio Ledezma, llamado despectivamente
Er Vampirin
por los chavistas, se hacía de nuevo con la alcaldía mayor de Caracas, como candidato de la opositora Alianza Bravo Pueblo (ABP). Alcaldía que ya había ostentado en 1995 y por la que había vuelto a optar en 2000, siendo derrotado en aquella ocasión por el candidato chavista Freddy Bernal (de MVR).

Perder la alcaldía mayor de Caracas supuso un duro golpe para el PSUV de Hugo Chávez. No solo por las obvias razones políticas, sino porque en cuanto Ledezma llegó a su despacho, descubrió cómo durante años los grupos bolivarianos como mis camaradas los tupamaros de Comandante Chino o los de Comandante Pinto, La Piedrita de Valentín Santana y Lina Ron, o los motorizados de Arquímedes Franco, entre otros, habían recibido importantes ayudas económicas y un trato de favor evidente por parte del gobierno. Y ese trato de favor había llegado a su fin.

Ledezma purgó la alcaldía de miembros de los grupos bolivarianos, y denunció que al menos 7700 personas habían sido contratadas por el anterior alcalde socialista Juan Barreto, cobrando sueldos sin desempeñar trabajos reconocidos, por un monto anual de 117 millones de bolívares fuertes (más de 43 millones de euros al cambio oficial). Entre ellos se encontraban todos mis camaradas tupamaros: Chino Carías, Gato, Carlucho, Cabezamango, Singer, etcétera. Pero también miembros de otros grupos armados como La Piedrita, los Guerreros de la Vega, los Carapaica y hasta quince miembros relevantes del Colectivo Alexis Vive.

En un extenso artículo de Daniel Lozano publicado en
La Nación
y reproducido por un
website
sobre temas de inteligencia,
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se detalla minuciosamente la relación de todos los grupos armados bolivarianos con la alcaldía de Barreto, y el
shock
que supuso para ellos el triunfo de Ledezma. Lo gracioso de ese artículo es que aparece ilustrado con una fotografía extraída del comunicado tupamaro que grabamos en abril de 2008, donde aparezco yo mismo con mis camaradas armados.

Según Lozano: «Ledezma ha nombrado una Comisión de la Verdad independiente, que estudia toda la documentación para determinar las acciones judiciales a seguir. Y surgen más sorpresas todos los días. Como un documento al que ha tenido acceso este cronista, dirigido al anterior director de Recursos Humanos, con fecha de 19 de febrero de 2008, en el que se le solicita la inscripción de nueva gente ingresada ya que “se le hizo una limpieza a la lista anterior y excluimos de la misma a las personas que están en contra del proceso y se sustituyeron por otras que están con el proceso revolucionario”. El pedido, que contaba con la autorización del entonces alcalde de Caracas Juan Barreto, llevaba la firma de su asesor, Richard Peñalver, un nombre maldito para los antichavistas. Actual concejal del Partido Socialista Unificado de Venezuela, fue acusado de ser uno de los francotiradores que disparó desde el Puente Llaguno contra la manifestación opositora que se dirigía a Miraflores el fatídico 11 de abril de 2002. Aquel día murieron 14 personas y 110 fueron heridas. Una grabación del canal Venevisión lo situaba en medio de la acción, disparando con saña. Fue juzgado y resultó absuelto. Peñalver tenía en su nómina propia a varias personas, entre ellas uno de los miembros destacados de la Esquina Caliente, el grupo violento de motorizados que se ha desgajado de La Piedrita. Otros de los que cobraban por esta vía han participado en la toma violenta de varias sedes de la alcaldía mayor en estas últimas semanas, acciones con las que pretenden coaccionar al nuevo gobierno municipal. Ellos aducen que se trata simplemente de un conflicto laboral, ya que el 31 de diciembre, cuando se hizo el recambio de autoridades, dejaron de percibir sus sueldos».

Lo cierto es que la pérdida de la alcaldía caraqueña supuso un duro revés para los grupos armados bolivarianos. Pero eso no impediría que mis camaradas continuasen protagonizando los informativos de la oposición, cada vez que ejecutaban una acción de protesta contra Globovisión o algún otro exponente del ejército mediático antichavista.

Esos días posteriores a las elecciones, por cierto, pude ver a Jorge Verstrynge en el Canal 8 de Venezuela. El asesor de Chávez y de sus fuerzas armadas en cuestiones de «guerra asimétrica» había regresado al país.

Guerra en Gaza

En España, sin embargo, yo continuaba con mi rutina en las mezquitas, aprovechando mis desplazamientos por la Península para visitar diferentes centros islámicos y conocer la enorme pluralidad musulmana que convive, no siempre fraternalmente, en Europa. Y, de hecho, unos hermanos musulmanes me propusieron la posibilidad de realizar mi
Hayy
,
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la peregrinación mayor a La Meca, uno de los preceptos básicos del Islam que debe cumplir todo musulmán. La idea de hacer la peregrinación a la ciudad santa del Islam, invitado por hermanos musulmanes que tenían casa propia en La Meca, era una oportunidad fantástica. La crisis económica que comenzó a sentirse ese año nos puso a muchos en una situación muy incómoda. Yo me había gastado ya una auténtica fortuna en esta investigación, y el
Hayy
supone una inversión económica muy, muy alta, a menos que tengas recursos en La Meca para evitar a las mafiosas agencias de viajes que se hacen multimillonarias con el negocio de las peregrinaciones de los fieles. La picaresca, los timos y los abusos de la fe no solo se dan en torno a la pompa y boato del cristianismo o el judaísmo. En todas las religiones, incluyendo el Islam, existen los negocios de la fe. Así que aquella oportunidad era única. Solo debería pagarme el viaje de avión hasta Arabia Saudí y a partir de ahí tendría el apoyo de mis hermanos musulmanes en La Meca.

Además, la bella Yamila, valga la redundancia, había estado poco antes en La Meca. Incluso me había enviado algunas fotos que se había tomado ante la sagrada piedra de Kaaba. Y a pesar de nuestros coqueteos y la pulsión sexual que existía entre ambos, me brindaba su colaboración desinteresada para facilitarme la peregrinación. Porque Yamila me demostró que la lujuria no está necesariamente reñida con la espiritualidad. Así que en diciembre de 2008 yo estaba bastante resuelto a continuar siguiendo los pasos de Alí Bey hasta la mismísima ciudad sagrada de La Meca, pero Allah, o la providencia, tenían otros planes para mí.

El 1 de diciembre de 2008, Ernesto G., el ex candidato a la alcaldía de Santander y admirador de Ilich Ramírez, me enviaba una información muy interesante: en enero de 2009, Beirut acogería un foro internacional antiimperialista, similar al de Suecia o incluso de mayor interés. La organización del foro internacional facilitaba tres direcciones de contacto en París, Beirut y Caracas. Y la organizadora en Venezuela era una vieja conocida mía: Isabel Frangie, de la Organización de Solidaridad Árabe.

Carlos el Chacal se mostraba tan entusiasmado porque viajase a Beirut en su representación, como de mi viaje a Estocolmo. O más. Porque en una de nuestras conversaciones semanales me sorprendió facilitándome el nombre de un contacto suyo en Líbano y su teléfono: «Él puede ponerte en contacto con mi gente allá...». Las perspectivas del foro de Beirut no podían presentarse más halagüeñas... O sí. Porque esta era la oportunidad que esperaba para solicitar una reunión con el jeque Hassan Nasrallah.

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