El Palestino (33 page)

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Authors: Antonio Salas

Sin embargo, el imam me confesó que «en la mezquita oran todos los musulmanes y cada uno pide a Allah lo que necesita. Pero sí es cierto que en alguno de los rezos del viernes hemos dado gracias al presidente Chávez por su postura para con el pueblo árabe, y le deseamos lo mejor».

Por fin interrogué al director de la Liga Mundial Musulmana en Venezuela sobre la cuestión del terrorismo:


Hay una diferencia entre la ignorancia, y entre saber y hacerse el ignorante. Te voy a decir solo una cosa: antes de la guerra de Iraq no había una definición de lo que es terrorismo. Terrorismo es una expresión flotante que no tiene nada que lo limite y por esa razón consideran que quien defienda su tierra, su patria, es un terrorista. Quien no sea coincidente con sus ideas es un terrorista. Es como si la expresión
terrorismo
estuviera por encima de la democracia. La excusa ahora, la llave para hacer lo que quieran, es el terrorismo. Ya no hay ética en la guerra. Cuando bombardean un tanque de agua donde la gente vive, cuando asesinan niños pequeños, cuando bombardean las caravanas de alimentos, las plantas eléctricas, eso no es guerra, no hay honor. Eso sí es terrorismo.

El imam de la mezquita de Caracas, sin embargo, negaba tener ningún conocimiento sobre Teodoro Darnott y sobre Hizbullah-Venezuela. Lo que no es extraño partiendo de la naturaleza chiita del Islam libanés. Pero sí tenía las ideas bastante claras sobre Ben Laden y lo que había supuesto Al Qaida para el Islam:

—Fue la excusa para entrar en Iraq. Qué culpa tiene la gente que está en un mercado comprando de lo que hace Ben Laden. La fe musulmana prohibió en la guerra matar ancianos, mujeres o niños. Eso está prohibido en el Corán, incluso en guerra. En el Sagrado Corán hay versos que invitan al diálogo por la paz. No, no, no. Es que Ben Laden, en su guerra contra los no musulmanes, no aplicó las instrucciones del Corán. Pero se puede preguntar por qué surgió Ben Laden. Esta es la pregunta. Los musulmanes han sido sometidos a injusticias muy intensas. Por ejemplo, Palestina. El pueblo musulmán empezó a sentir mucha rabia cuando los Estados Unidos utilizaron el derecho al veto en la ONU para no sacar una resolución justa que condene a Israel. Cuando los israelíes matan a los palestinos dicen que es en defensa propia, pero cuando los palestinos matan a los israelíes dicen que son terroristas.

En cuanto a los judíos, me sorprendió su actitud tolerante:

—Nosotros los musulmanes no tenemos nada contra el pueblo judío. Solo estamos en contra de la política del sionismo. Los judíos, los cristianos, son nuestros hermanos en la humanidad, como hijos de Adán.

Y al respecto de su experiencia en España afirmó:

—Los españoles son muy cercanos en sus costumbres y organización a los europeos y España avanza muy rápidamente. Venezuela tiene la posibilidad de ser el mejor país de América Latina. Chávez ya empezó a dar importancia a la paz y, si logra triunfar en las elecciones próximas, va a hacer de Venezuela un país líder... Hay posibilidad, si cambian al director que hay ahora, de que vuelva a la mezquita de la M-30.

Tras grabar la entrevista con Bokhari, Mohamad —mi traductor— y yo salimos a fumar un cigarrillo. Mohamad es un fumador compulsivo, y aquello me sorprendió. Todavía pensaba que los musulmanes no fumaban, bebían, comían cerdo o consumían prostitución. Pero en el Islam hay tanta hipocresía y/o fanatismo como en cualquier religión. Otro tópico occidental. Y allí fuera, a solo unos metros de la garita donde Omar escuchaba la radio, nació una buena amistad que se mantendría hasta hoy. Confío en que Mohamad sepa disculpar el uso que hice de su buena intención, y de sus contactos, cuando comencé esta infiltración en Venezuela. Sé que entenderá que mi intención sincera siempre fue buscar la Verdad.

Mohamad no solo es traductor profesional de árabe-español, sino que fue el autor de la primera traducción al árabe de la Constitución de Venezuela. Responsable de varias ediciones de la
(Constitución de la República Bolivariana de Venezuela), Mohamad es además el director de
www.notivenezuela.com.ve
, el primer portal de noticias sobre Venezuela en Internet, hecho en árabe. Y una de mis mejores ayudas a la hora de integrarme en la comunidad árabe venezolana. Aunque en la mezquita de Caracas conocí a muchos otros personajes importantes a la hora de mi integración. Algunos eran musulmanes anónimos, más o menos apasionados en su forma de entender el Islam: comerciantes, médicos, empresarios... pero también veteranos de la lucha armada en Palestina, Líbano o América Latina. Otros eran intelectuales que resultarían verdaderamente importantes para mi infiltración. Ese fue el caso del marroquí Lahssan Haida, director de
Noticias Internacionales
.

Reportero árabe para el yihad: mis armas, las letras;
mis bombas, las palabras

Lahssan era el presidente de la Asociación de Amistad Venezuela-Marruecos desde marzo de 2006 y le gustaba presentarse, con orgullo comercial, como «el editor del primer periódico hispano-árabe en Venezuela». Pero es que el sirio Fadi Salloum, asesor del Despacho/Ministerio de Asuntos Exteriores de Chávez y director de
El Vocero del Cambio
, decía exactamente lo mismo. Y aunque ni el imam de la mezquita de Caracas, ni mi amigo Mohamad Saleh, ni tampoco Lahssan Haida sabían quién era Ilich Ramírez Sánchez, cuando los tanteé al respecto, Fadi Salloum sí se mostró entusiasmado cuando pronuncié su nombre: «¡Claro que sé quién es! Carlos el Chacal era muy famoso y muy querido en Siria...», me dijo la primera vez que lo visité en la redacción de su periódico
.

El Vocero del Cambio
está ubicado en un inmueble denominado edificio La Palma, en la avenida San Martín, entre las Esquinas de Angelitos a Jesús, en Parroquia San Juan. Y quizás fue aquella mención a mi admiración por Ilich Ramírez el factor determinante a la hora de que Fadi Salloum me aceptase como colaborador de su periódico.

Yo, por si acaso, ofrecí mi colaboración también al otro periódico árabevenezolano
Noticias Internacionales
, de Lahssan Haida. Al igual que al portal de noticias de Mohamad Saleh y a otros medios de comunicación chavistas, vinculados o no con el mundo árabe. Para ello disponía de unos buenos argumentos: una selección de las fotos que había hecho meses antes, en mis viajes a Palestina, Líbano, Marruecos, Jordania o Egipto, les pusieron los dientes largos. No hay muchos reporteros árabes en Venezuela dispuestos a ofrecer material inédito y reportajes en primera persona, desde los países que más interesan a los lectores musulmanes a los que van destinados. Los otros medios, netamente venezolanos, también recibieron entusiasmados mis credenciales como corresponsal en el mundo árabe. Y así comencé a trabajar con diferentes periódicos y portales de noticias venezolanos, que reforzaban mi tapadera con cada foto, cada crónica y cada reportaje que me publicaban. Ellos no tenían miedo a publicar la misma información crítica sobre Israel que habían desestimado los medios europeos.

Yo no soy policía, ni espía, ni tampoco un guerrillero o un miliciano. No distingo entre la violencia «legítima», que se inflige bajo la bandera de un gobierno legal, y la violencia «ilegítima» de grupos insurgentes. Todas las bombas matan y mutilan igual. No creo en la violencia como argumento, ni en la paz a través de las armas. No creo en la razón de la fuerza, sino en la fuerza de la razón.

Pero lo más difícil del periodismo de investigación, infiltrándose en grupos delictivos con una cámara oculta, es no cometer delitos. No fue fácil integrarse en grupos neonazis o en redes de trata de blancas sin delinquir, pero era la única manera de que posteriormente mis grabaciones y mi testimonio fuesen aceptados por un tribunal de justicia, convirtiéndome en testigo protegido, y los skinheads y los traficantes de mujeres entre los que me infiltré fuesen detenidos, procesados y condenados. Aunque en el caso del terrorismo, todo iba a ser mucho más difícil.

Es evidente que bajo ningún concepto yo apoyaría atentados terroristas, ni participaría en ningún tipo de lucha armada, ni pondría bombas, ni traficaría con armas, ni incurriría en modo alguno en ningún acto ilegal, pero ¿cómo iba a acercarme entonces a los terroristas lo suficiente como para ser aceptado entre ellos? La respuesta la tenía ante mis ojos, en los periódicos árabe-venezolanos de Lahssan o de Fadi, o en el portal de noticias de mi amigo Mohamed: las palabras.

Una de las batallas más feroces que se entablan actualmente es la de la información. Desde la propaganda islamófoba de la Casa Blanca hasta el ciberyihadismo radical de Al Zarqaui, pasando por los vídeos que grabó Al Jattab en Chechenia o las plataformas mediáticas antichavistas, todos los peones de esta partida pujan por controlar la información. Y esa, al fin y al cabo, es mi profesión. La diferencia es que yo no trabajo para ningún gobierno, ni para ninguna religión, ni siquiera para ningún medio de comunicación. Yo trabajo para los lectores de mis libros, que son, a fin de cuentas, los que pagan mis investigaciones.

Y eso es lo único que yo podía ofrecer, a través de mi identidad como Muhammad Abdallah. Yo no necesito bombas ni fusiles. Mis armas son mis reportajes; mis bombas, las palabras; mis balas, las letras, de un calibre tan potente que pueden atravesar cualquier blindaje. Mi fusil es una cámara de vídeo; mi pistola, un teclado de ordenador. Ese sería el único arsenal que estaba dispuesto a utilizar como terrorista. Aunque era importante que mis objetivos, generalmente grandes vanidosos, nunca lo sospechasen. A todos les interesa tener propagandistas a su servicio y miembros «legales», y esa era la baza que yo podía jugar.

En mi primer viaje a Caracas terminé de trenzar los pormenores de mi identidad como Muhammad Abdallah, alias
Ibn Alí
, alias
Abu Aiman
, etcétera, el luchador social de origen palestino nacido en Mérida e inmigrante en Europa muchos años, que se iba convirtiendo en un personaje más y más real cada día. Me dediqué a escribir compulsivamente sobre política, religión, cultura, viajes y todo lo que tuviese que ver con Oriente Medio y con el Islam. De hecho, mis artículos terminarían publicados y comentados en centenares de páginas web, periódicos, revistas y programas de radio o televisión en Venezuela y en otras partes del mundo. Algunos incluso serían traducidos al inglés o al portugués y reproducidos en medios brasileños o anglófonos. En España, los principales medios árabes, como Webislam, Mundo Árabe, etcétera, hicieron lo mismo. Y también los medios de la izquierda más radical, como Rebelión, La Haine, o Kaosenlared publicaron mis artículos y reportajes, que eran reproducidos en webs, blogs y foros de todo el mundo, extendiéndose como un virus. Unos iban firmados con mi nombre árabe «real» y otros con algún seudónimo, que subrayaba entre mis camaradas la impresión de que yo buscaba la clandestinidad debido a mis actividades revolucionarias antiimperialistas.

Yo mejor que nadie debería haberme dado cuenta antes de lo frágil que es la información en la red, después de haber visto tantas tonterías sobre Antonio Salas reproducidas en diferentes páginas nazis sin que nadie se molestase en contrastarlas. Cualquiera puede publicar cualquier cosa en Internet, por falsa que sea. Solo es necesario que se repita en el mayor número de webs posible, para que se convierta en una realidad. Nadie suele molestarse en comprobarla. Esa es la esencia de la publicidad viral. Y decidí utilizar en mi beneficio esa estrategia. Un periódico chavista publicaba un artículo mío y entonces una página web tan influyente como Aporrea lo reproducía. Presentadores tan conocidos como Vladimir Acosta lo comentaban en sus programas de Radio Nacional de Venezuela (RNV), lo que hacía que estos fuesen debatidos en sus respectivos foros. Entonces otras webs como Noticias24 también los reproducían, y después docenas de blogs, webs y foros de todo el mundo los repetían... En muy pocos meses, bastaba poner alguno de mis nombres o pseudónimos árabes en un buscador de Internet para que apareciesen más de setecientas referencias a trabajos míos. Y eso era fantástico para mi cobertura.

Lo más gracioso es que en muchas páginas web nazis, tan influyentes como Nuevo Orden, mis antiguos camaradas skinheads también reproducían mis ar tículos propalestinos y antisionistas como argumento contra sus odiados judíos. Un par de años más tarde, esa presencia de mis textos en los principales medios pronazis me facilitaría que volviese, una vez más, a infiltrarme en colectivos, manifestaciones y locales neonazis españoles, como había hecho años atrás bajo la identidad de
Tiger88
. Solo que esta vez no investigaba el movimiento skinhead, sino el vínculo entre neonazis y terroristas árabes antisionistas. Estoy seguro de que mis viejos camaradas nacionalsocialistas van a sufrir un colapso al descubrir que su odiado
Tiger88
ha vuelto a estar entre ellos.

Con el tiempo llegaría a escribir dos libros sobre cuestiones árabes e islámicas, que ya serían la puntilla para alejar las dudas que algún terrorista especialmente paranoico pudiese tener sobre mí. Ese esfuerzo, y ese trabajo en silencio, robando horas al sueño para producir cientos de notas, artículos, crónicas, reportajes y hasta dos libros sobre cuestiones árabes e islámicas, terminarían siendo mi pasaporte para contactar con la guerrilla colombiana año y medio más tarde. Mi identidad como el activista Muhammad Abdallah superó todos sus filtros, precisamente gracias a todo mi trabajo anterior en los medios chavista y árabes. Y mi cordial entrevista con el director de la Gran Mezquita de Caracas fue una de las primeras contribuciones a ese currículum.

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