El Palestino (67 page)

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Authors: Antonio Salas

En este nuevo viaje a Venezuela me encontré a un Carías más escéptico con el proceso revolucionario. Aunque no era el único: las tensiones entre los diferentes grupos armados bolivarianos empezaban a radicalizarse. Después de ganar de nuevo las elecciones, los chavistas ya no estaban unidos ante un enemigo común, y la falta de un enemigo es lo que termina por enfrentar a los aliados entre sí. Eso iba a retrasar mucho mi acceso a los campos de entrenamiento porque, según mis camaradas, existía una puja por controlar el poder de las armas entre los diferentes movimientos armados en el país.

Sin embargo, sus contactos con la guerrilla colombiana seguían gozando de buena salud. Y eso era lo que yo necesitaba ahora. Según me explicó, cuando los elenos (definición coloquial de los miembros del Ejército de Liberación Nacional o ELN) les entregaban a los tupamaros grandes sumas de dinero, que les cambiaban de dólares a bolívares, euros o viceversa, «los billetes huelen a humedad, a enterrado. La guerrilla tiene sus bancos en la selva». Y los mismos tupamaros, que fueron los primeros en ofrecerse a armarme en Caracas y en proponerme negocios como intermediario para importar y exportar armamento entre Oriente Medio y América Latina, reconocían que tanto los elenos como las FARC en ese momento tenían «armas muy nuevas y muy modernas, ya pronto vas a verlas tú mismo...». Pero
pronto
es una palabra que no significa necesariamente lo mismo para un español y para un revolucionario.

Los tupamaros de Carías serían una de mis vías de acercamiento a la guerrilla colombiana y a ETA, pero no la única. En Venezuela todos los grupos armados parecían estar en contacto directo con las FARC y el ELN, y era evidente que los personajes más representativos de la guerrilla histórica venezolana tenían hilo directo con los colombianos. Yo les pedí ayuda a los más importantes: Douglas Bravo, Paúl del Río y el Viejo Bravo. Y también a los mejores amigos de ETA en Venezuela: la Coordinadora Continental Bolivariana (CCB).

Douglas Bravo, el legendario guerrillero venezolano, cuenta con el respeto y admiración de casi todos los grupos armados en América Latina. Y a pesar de que en muchas de las biografías de Ilich Ramírez se le menciona como el introductor de Carlos el Chacal en la lucha armada, tanto el uno como el otro me confesaron que esa información era falsa y que jamás se habían dirigido la palabra. Y creo no ser pedante si aseguro que nunca lo habrían hecho, de no haber llegado yo a Venezuela. Ilich me contó tiempo después que: «A Douglas Bravo yo solo me acuerdo de haberlo visto en Venezuela en el año 1958. Yo estaba carajito y me lo señalaban en la calle, un primo lejano de mi mamá, que fue criado en la casa y a quien lo consideraba como un hermano menor. Vi a Douglas varias veces en cuestiones políticas, pero no hablé nunca con él. También lo vi una vez en un accidente de automóviles. Él venía en un jeep y no entiendo cómo salió de ese accidente. Era un tipo con una sangre fría del carajo. Otra vez lo vi solo en el centro de Caracas, en El Silencio, en la tarde, y luego un par de veces en 1964. Estaba con Núñez Tenorio, ese gran ideólogo, un hombre intelectual de gran capacidad...».

Sin embargo, el 3 de julio de 2007, desde la redacción del
ICR
, uno de los periódicos que yo involucré en el Comité por la Repatriación de Ilich Ramírez, y por primera vez en sus vidas, Carlos el Chacal y Douglas Bravo pudieron conversar durante una de las llamadas telefónicas que hacía Ilich Ramírez al comité desde su prisión en París.

Mis primeros contactos con Douglas Bravo, a quien visité en su lujoso apartamento de Parque Central en varias ocasiones durante 2006, no pasaron de charlas informales. A pesar de que tuviese la amabilidad de regalarme alguno de sus libros, dedicado cariñosamente al «Camarada hermano y amigo Mu hammad Abdallah. Lo respeto y le prometo que en estos países del continente levantaremos los espacios de la resistencia integral contra el capitalismo».

Cuando volví a visitar su casa en 2008, finalmente Douglas no solo tuvo la gentileza de concederme una entrevista, sino que me presentó a Enrique C., muy cercano también a la guerrilla colombiana. Él fue quien me puso en contacto con el profesor A. N., contacto de las FARC en Táchira, y que muy amablemente se ocuparía también de buscarme una reunión con los guerrilleros colombianos.

Además de ellos, también toqué a Paúl del Río, otro histórico de la guerrilla venezolana. Nacido en La Habana en 1943, Paúl del Río se trasladó con su familia a Caracas en 1944. Del Río es uno de los pintores y escultores más prestigiosos de Venezuela. Casualmente, su famosa escultura
La mano mineral
preside una plaza frente a la sede de la OPEP en Viena, la misma que Carlos el Chacal asaltó en 1975. Las otras tres «manos minerales» creadas por Paúl del Río se encuentran en Venezuela: en Cienfuegos y en la avenida Libertadores, justo frente a la sede de la OPEP en Caracas. Pero lo que le convirtió en un guerrillero legendario es que el 24 de agosto de 1963, y como componente del Frente de Liberación Nacional del Ejército, Paúl del Río secuestró a punta de pistola al futbolista más famoso del momento: el madridista Alfredo Di Stéfano. El argentino permaneció pocos días en poder de Paúl del Río y sus compañeros, siendo liberado posteriormente muy cerca de la embajada española en Caracas. Aquella operación le mereció un lugar de honor en la historia de la lucha armada venezolana, y desde entonces sus relaciones con otros grupos armados, como las FARC colombianas o la ETA vasca, eran inmejorables. Me costó trabajo conseguir grabar una entrevista con él.

Y en tercer lugar el Viejo Bravo se reveló como un inmejorable intermediario entre las FARC y quien esto escribe. De hecho, Bravo había estado en 2006 en un gigantesco campamento de las FARC en Colombia, en el que calculó que vivían unos cuatro mil guerrilleros, con túneles subterráneos, laboratorios, etcétera. Bravo tenía una relación directa con los oficiales de las FARC que periódicamente visitaban Caracas, y también se ofreció para tramitar mi solicitud de recibir adiestramiento guerrillero.

Además de aquellos tres canales, no perdía la esperanza de poder localizar a Carlos Alberto Ríos
Sidi
, a pesar de que habían sido sus indiscreciones las que podrían haber generado mi intento de secuestro en Maiquetía. Sidi había sido el primero en plantearme los cursos de guerrillero, explosivos y armamento durante mi anterior viaje a Venezuela, y me había puesto en la pista de la Coordinadora Simón Bolívar (CSB), la mayor alianza de ETA en Caracas.

La CSB es una influyente asociación bolivariana que desde las entrañas del barrio 23 de Enero se extendió por todo el país, y que es conocida por su activismo social, político y callejero. De alguna manera, en mi humilde opinión, la Coordinadora Simón Bolívar ejemplifica los ideales bolivarianos. Y ha protagonizado sucesos históricos que solo podían producirse en el 23 de Enero. La trágica crisis del Caracazo en 1989, el intento de golpe de Estado protagonizado por Chávez en 1992, el golpe de Estado al gobierno chavista en 2002, etcétera, son acontecimientos de la moderna historia de Venezuela que en el 23 de Enero se vivieron, probablemente, con mucha más intensidad que en ninguna otra parte del país. Y esas cicatrices en la memoria colectiva fueron curtiendo la piel de los bolivarianos, hasta gestar una organización vital, enérgica y autosuficiente como la Coordinadora Simón Bolívar.

En la red había localizado una serie de vídeos en los que Juan Contreras, director de la Coordinadora y de su emisora de radio Al Son del 23, entrevistaba a miembros de las FARC en algún punto de la selva colombiana. Así que era evidente que la CSB también tenía acceso a la guerrilla.

Pocos meses antes, dos dirigentes de la CSB —Dayana Carolina Azueje, profesora de la UNEFA, y su compañero Gabriel Tovar— habían muerto ametrallados cuando regresaban a su domicilio, en la avenida San Martín a la altura de plaza Capuchinos. Dayana y Gabriel habían participado activamente en las protestas de la CSB contra Globovisión y Fedecámaras (Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela), y sus rostros habían salido en todos los informativos. Esa era la razón, según los responsables de la Coordinadora, por la que los habían ametrallado. Todavía se les guardaba luto cuando yo visité por primera vez la sede de la CSB. Un complejo rodeado por una muralla y una alambrada, presidido por un edificio, la Casa de Encuentro Fredy Parra, desde la que emite la emisora de radio más revolucionaria de Venezuela: Al Son del 23, en pleno barrio 23 de Enero. Yo buscaba a Juan , su director. Y la bandera azul y roja de la CSB ondeaba a media asta.

Como no podía ser de otra manera, cuando llegué al edificio de la Coordinadora, puntual a la cita que había establecido con su director, Contreras todavía no había llegado. Me tocaría volver a esperar. Una, dos o las horas que fuesen necesarias. Así que tuve tiempo de admirar los pósters, afiches y láminas que decoran sus paredes, con todos los motivos revolucionarios que uno podría imaginar: desde el drama mapuche a la invasión de Iraq, pasando por la independencia de Euskal Herria, la ocupación palestina o los bombardeos israelíes al Líbano. Tuve tiempo de compartir uno y dos y seis cafés con los camaradas de la Coordinadora, y pasarme un rato jugando con
Daniela
, una pequeña mona, mascota de la Casa de Encuentro Fredy Parra, permanentemente encadenada a un árbol que se encuentra a la izquierda de la entrada. Pero también me dio tiempo a curiosear. Y cuando se me ocurrió husmear un poco por la parte de atrás del edificio, la adrenalina casi se me sale por las orejas. Muy lejos de las miradas indiscretas y curiosas, existía un amplio patio trasero presidido por enormes murales de varios metros de longitud, con las imágenes de Lenin, Fidel Castro, la bandera de Venezuela y... la ikurriña vasca. Y, lo que es más sorprendente, el símbolo de ETA: el hacha, la serpiente y el inevitable «Bietan Jarrai», así como otros grafitis en euskera... ¿Qué demonios significaba aquello? ¿Qué hacía el símbolo de ETA y aquellas proclamas en euskera en el patio trasero de una emisora de radio revolucionaria, en el barrio más peligroso y emblemático de la Venezuela chavista? Por supuesto, me las apañé para grabar aquella imagen increíble. Solo iba a tardar unos días en tener la respuesta a esas preguntas.

Porque, además de los colombianos, otras organizaciones armadas tenían vínculos directos con los movimientos bolivarianos. Aquellos grafitis en el 23 de Enero apuntaban directamente a la ETA vasca, pero no eran los únicos. Según mis camaradas, revolucionarios (o sea, terroristas) irlandeses, palestinos o libaneses habían recibido o impartido entrenamiento militar revolucionario en Venezuela. Sidi, el tupamaro-musulmán, me había mencionado hasta cuatro campos de entrenamiento guerrillero en las cercanías de Caracas. A los que había que añadir los talleres organizados por los diferentes grupos armados venezolanos, en los que se mezclaban oficiales de las fuerzas armadas regulares con violentos radicales incontrolados. Es imprescindible comprender que muchos de esos miembros de las fuerzas armadas, leales a Chávez, vienen de la escuela guerrillera que durante décadas se enfrentó a los gobiernos de derecha en Venezuela, e incluso participaron junto a Chávez en el golpe de Estado de 1992. Sin tener presente esta realidad histórica, es imposible entender la camaradería que existe, extraoficialmente, entre muchos militares y los grupos armados bolivarianos, o las organizaciones terroristas de izquierda extranjeras. En su corta visión del mundo, en blanco y negro, todo luchador armado contra el imperialismo es un aliado de la revolución...

De hecho, en medio de aquel
collage
de terroristas, guerrilleros, revolucionarios y paramilitares en el que me encontraba, tuve la oportunidad de conocer a personajes realmente muy cercanos al mismísimo presidente Hugo Chávez, que estaban dispuestos a ofrecerme también entrenamiento de comando, enfocado en especial a la lucha armada en Oriente Medio. Personajes como el coronel técnico del Ejército Nacional de Venezuela, Manuel Esteban A. T., y el también coronel V. José D. S., alias
Profeta
. Este último, compañero de armas de Hugo Chávez desde hacía veinticinco años y miembro de su escolta.

A Profeta, chavista hasta la médula y otro de los protagonistas de la recuperación del poder para el gobierno legítimo el 11 de abril de 2002, lo conocí en el Palacio Blanco, a solo unos metros del de Miraflores. Creo que una corriente recíproca de simpatía nació entre los dos en cuanto estrechamos nuestras manos por primera vez. Como me ocurrió con el Gato, teníamos muchos intereses comunes. Profeta había acompañado a Chávez en muchos viajes presidenciales por América, Asia, Oriente Medio, etcétera, y estaba muy concienciado con la lucha palestina. Y, de forma totalmente extraoficial, accedió a mediar también en mi adiestramiento, dentro de Venezuela. De hecho fue el primero en facilitarme los manuales militares sobre fabricación y manipulación de explosivos, técnicas de tiro y manipulación de armamento que tuve que estudiar durante las siguientes semanas, mucho más sofisticados que el famoso
Manual del guerrillero urbano
de Carlos Marighella, que todo ultraizquierdista conoce. Más tarde llegaría a mis manos el último manual de explosivos redactado por ETA, mucho más eficiente y letal que nada de lo que había leído antes. Otro de los instructores de armas y explosivos que conocería en ese viaje, Leo, vivía en pleno 23 de Enero...

Paracos: la guerra secreta en Colombia

Quizás yo no sea un periodista muy inteligente ni demasiado cultivado, pero tampoco me tengo por un absoluto ignorante. Entonces ¿cómo es posible que jamás hubiese escuchado la expresión
paraco
o
paramilitar colombiano
, antes de esta investigación? ¿Cómo es posible que nunca hubiese visto en Europa titulares, informativos, reportajes o documentales que se ocupasen de este horrible fenómeno como se merece? ¿Por qué no había encontrado referencias al paramilitarismo, con la misma facilidad con que había podido documentarme sobre las FARC, el ELN u otras guerrillas colombianas?

La verdad es que me encontré con el fenómeno de los paracos de forma absolutamente casual. Mientras aguardaba que mi contacto con las FARC se produjese, intenté documentarme con todas las fuentes posibles, y por suerte o por desgracia en Caracas viven miles de colombianos desplazados por los conflictos bélicos en su país. Pero ¿qué conflictos?

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