El viajero (76 page)

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Authors: Gary Jennings

Tags: #Aventuras, Historica

—Parecen sudarios pudriéndose —dije.

Ussu replicó con gran sorpresa mía:

—Esto son. —Y añadió en voz baja —: Muéstrales respeto, ferenghi. Date la vuelta y no mires mientras pasan.

No dijo más hasta que hubo pasado la silenciosa caravana. Luego me contó que todos los han tienen el gran deseo de ser enterrados en sus lugares de nacimiento, y quienes les sobreviven hacen todos los esfuerzos precisos para cumplir este deseo. La mayoría de han que tenían posadas y tiendas en los extremos occidentales de la Ruta de la Seda

procedían originalmente del extremo oriental del país, el más poblado, y deseaban que sus restos fueran a descansar allí. Los han que morían en occidente eran enterrados superficialmente, y cuando al cabo de muchos años había muerto un número suficiente, sus familias de oriente organizaban una caravana y la enviaban a occidente. Entonces se desenterraban todos estos cuerpos, se reunían y se transportaban juntos a sus regiones de origen. Esto sucedía quizá una sola vez en cada generación, dijo Ussu, y yo podía considerarme como uno de los pocos ferenghi que había podido ver una caravana de cadáveres.

A todo lo largo de la Ruta de la Seda, desde Kashgar, habíamos ido vadeando los pocos y pequeños ríos que cruzábamos: corrientes pobres que traían un poco de agua de las montañas nevadas del sur y se perdían rápidamente en el desierto del norte. Pero a unas semanas al este de Anxi encontramos un río más caudaloso, que corría hacia oriente como nosotros. Al principio era un río de agua clara que saltaba alegremente, pero cada vez que el camino nos acercaba de nuevo a él, comprobábamos que era más ancho, más profundo, más turbulento y que se volvía de color amarillo pardo por los sedimentos que arrastraba; de ahí el nombre que le dan: Huang, el río Amarillo. Este Huang, que se precipitaba por toda la anchura de Kitai, es uno de los dos grandes sistemas fluviales de aquellas tierras. El otro está muy al sur del primero, es una corriente de agua más grande todavía, llamada Yangzi, que significa simplemente el río Tremendo, y que también atraviesa la tierra de Kitai.

El Yangzi y este Huang —me dijo mi padre instruyéndome —son, después del histórico Nilo, el segundo y tercer río más largo de todo el mundo viajado. Yo podría haber añadido aquí, en broma, que el Huang debe de ser el río más alto de la tierra. Digo con esto, y pocas veces se da crédito a mis palabras, que el río Huang en la mayor parte de su recorrido queda por encima de las tierras que le rodean.

—¿Cómo puede ser esto? —protesta la gente —. Un río no es independiente de la tierra. Si un río va alto por fuerza tiene que inundar la tierra circundante. Pero el río Amarillo no la inunda, excepto en épocas de desastre. Los campesinos, que viven al lado del río desde hace años, generaciones y siglos, han construido diques de tierra para reforzar las orillas. Pero el Huang transporta grandes cantidades de sedimentos y los deposita continuamente en su cauce, de modo que el nivel de su superficie también sube continuamente. O sea que los campesinos han a lo largo de generaciones, siglos y eras se han visto obligados a elevar cada vez más sus diques. Al final el río Amarillo corre entre estas orillas artificiales a un nivel literalmente superior al de la tierra circundante. En algunos lugares si se me hubiese antojado tirarme al río hubiese tenido que subir un dique más alto que un edificio de cuatro pisos.

—Pero estos diques aunque son altos están hechos únicamente de tierra apisonada —dijo mi padre —. Cuando estuvimos aquí por última vez vimos el Huang en un año muy lluvioso llenarse tanto y bajar tan turbulento que rompió estos diques.

—Un río suspendido en el aire y que luego cae —dije pensativo —. Debió de ser un espectáculo digno de verse.

—Fue como ver Venecia y toda la tierra firme del Véneto sumergirse en la laguna, suponiendo que puedas imaginarlo —intervino tío Mafio —. Una inundación de increíble extensión. Pueblos y ciudades enteras se disolvieron. Se ahogaron naciones enteras de gente.

—Esto no sucede cada año, gracias a Dios —dijo mi padre —. Pero sucede tan a menudo que justifica el nombre que se da también al río Amarillo: el Azote de los Hijos de Han. Sin embargo los han mientras el río corre domado le sacan mucho partido. De vez en cuando veía en las orillas las mayores ruedas del mundo. Norias de madera y caña, altas como veinte personas una encima de la otra. A lo largo del borde de la rueda había

multitudes de cangilones que el río llenaba constantemente, levantaba y vertía en los canales de irrigación.

Y en un lugar vi una barca al lado de la orilla que tenía a ambos lados inmensas ruedas de paletas girando. Al verlo pensé que era algún tipo de invento han para sustituir los remos movidos a mano e impulsar la barca. Pero la tan loada inventiva han volvió a desilusionarme, porque comprendí que la nave estaba amarrada a la orilla y que las ruedas de paletas eran movidas por la corriente del río. Las ruedas a su vez movían ejes y radios dentro de la barca para moler grano con unas muelas. O sea que el conjunto era simplemente un molino de agua y su única novedad consistía en que no era estacionario sino que podía desplazarse río arriba y río abajo a los lugares donde hubiese cosecha de grano para moler y convertirlo en harina.

Había innumerables tipos de naves, porque el río Amarillo estaba más concurrido que la Ruta de la Seda. Los han tienen que trasladar sus bienes y sus productos a distancias tan enormes que prefieren utilizar sus vías fluviales en lugar de los medios terrestres de transporte. Es realmente un sistema muy práctico, por mucho que los amos mongoles se rían de la poca atención que los han prestan a los caballos. Un caballo o cualquier animal de carga consume más grano de lo que puede transportar a lo largo de cualquier distancia, en cambio el barquero de río consume muy poca comida para alimentarse y cubrir un li de viaje. Los han tienen, pues, razón cuando respetan y veneran tanto sus ríos; han dado incluso el nombre de río Celestial a lo que los occidentales llamamos Vía Láctea.

En el río Amarillo había muchas pequeñas gabarras llamadas sanban y la tripulación de cada gabarra era una familia entera, para la cual la barca era a la vez el hogar y el medio de transporte y de subsistencia. Los varones de la familia remaban o tiraban del sanban río arriba y lo guiaban río abajo, y además cargaban y descargaban las mercancías. Las hembras se dedicaban al parecer perpetuamente a cocinar y a lavar la ropa. Y entre ellos jugaba una multitud de niños y niñas pequeños todos alegremente desnudos, si se exceptúa una gran calabaza que cada uno llevaba atada a la cintura para ayudarlos a flotar al caer por la borda, lo que sucedía con regularidad. Había muchas naves mayores impulsadas por velas. Cuando pregunté a nuestra escolta qué nombre tenían, los mongoles respondieron con indiferencia algo así como «chunk». Luego supe que la palabra han correcta era chuan, pero la palabra significa únicamente buque de vela en general; nunca llegué a aprender los treinta y ocho nombres distintos de los treinta y ocho tipos diferentes de «chunk» de río y de mar. De todos modos el más pequeño era tan grande como una coca flamenca, pero de menor calado, y me parecieron todos ridículamente aparatosos, como inmensos zuecos flotantes. Pero luego fui comprendiendo que la forma de un chuan no sigue la de un pez, como la mayoría de naves occidentales, donde se pretende que su rapidez iguale a la del pez. El chuan sigue la forma de un pato, para tener estabilidad en el agua, y pude comprobar que flotaban serenamente sobre los remolinos y los torbellinos más tumultuosos del río Amarillo. El chuan es lento y sólido y quizá por esto se guía con un solo timón, no con dos como nuestras naves, y este timón está situado en medio del casco, a popa, y sólo necesita un timonel. Las velas del chuan también son raras, porque no se abomban al viento, sino que unas tablillas las dividen a intervalos, con lo que parecen más bien alas nervudas de murciélago. Y cuando hay que acortar la vela no las rizan como nosotros sino que las pliegan, tablilla por tablilla, como una griglia de persiana.

Sin embargo, la nave más sorprendente de todas las que vi en aquel río fue un pequeño esquife con remos llamado huban. Era ridículamente asimétrico, porque estaba curvado formando un arco lateral. La góndola veneciana también está construida con algo de

combadura para compensar que el gondolero siempre rema por el lado derecho, pero el arco que forma la quilla de la góndola es tan ligero que apenas se nota. Estos huban estaban tan sesgados como una espada simsir puesta de perfil. También en este caso el motivo era de orden práctico. Un huban siempre va cerca de la orilla, y si el remero mantiene su lado cóncavo o convexo contra la orilla puede salvar más fácilmente las curvas y recodos del río. Como es lógico el remero ha de cambiar continuamente la dirección de la barca, de la popa a la proa, a medida que el río gira a un lado o a otro, y su avance se parece al de un agitado insecto corriendo sobre el agua. Sin embargo, al cabo de pocos días vi algo todavía más extraño, pero en tierra, no en el río. Cerca de un pueblo llamado Zongzhai llegamos a una ruina destartalada y abandonada que debió de ser en otra época un sólido edificio de piedra con dos fuertes torres de vigilancia. Nuestro escolta Ussu me dijo que antiguamente el edificio había sido una fortaleza han de alguna lejana dinastía, y que todavía conservaba su viejo nombre: Puertas de Jade. En realidad la fortaleza no era ninguna puerta y desde luego no estaba construida de jade, pero constituía el extremo oriental de una muralla de gran espesor y de impresionante altura que desde aquel punto seguía la dirección noreste. Esta Gran Muralla, como la llaman los extranjeros, recibe entre los han el nombre más pintoresco de «Boca» de su país. En tiempos pasados los han se consideraban el Pueblo de Dentro de la Boca, refiriéndose a esta Muralla, y todas las demás naciones situadas al norte y al oeste eran el Pueblo de Fuera de la Boca. Cuando se condenaba al exilio a un criminal o a un traidor se decía que era «escupido fuera de la Boca». Esta muralla se había construido para mantener fuera a todo el mundo excepto a los han, y no hay duda de que es la barrera defensiva más larga y poderosa hecha jamás por manos humanas. Es imposible saber cuántas manos fueron, ni cuánto tiempo trabajaron, pero su construcción debió de consumir las vidas de muchas generaciones de poblaciones enteras de hombres.

Según la tradición la muralla sigue el curso errante trazado por un caballo blanco favorito de cierto emperador Qin, el soberano han que inició su construcción en un tiempo lejano. Pero esta historia me parece dudosa porque ningún caballo habría seguido por voluntad propia una ruta tan difícil a lo largo de las crestas de las montañas, como la que sigue gran parte de la muralla. Desde luego ni nosotros ni nuestros caballos lo hicimos. Las semanas restantes de nuestro viaje casi interminable a través de Kitai nos obligaron a seguir de modo general el curso de esta muralla que parecía también interminable, pero aunque raras veces la perdíamos de vista normalmente podíamos encontrar un camino más bajo y más fácil cuesta abajo de la muralla. La Gran Muralla recorre sinuosamente Kitai, a veces extendiéndose ininterrumpidamente de horizonte a horizonte, pero en otros lugares aprovecha murallas naturales como picos y precipicios, integrándolos en su trayecto, para aparecer de nuevo en las zonas más vulnerables que vienen a continuación. Además no siempre es una única muralla. En una región del este de Kitai descubrimos que había tres murallas paralelas, una detrás de otra, separadas por intervalos de unos cientos de li. La muralla no tiene en todas partes la misma composición. Sus tramos más orientales están construidos con grandes rocas cuadradas, unidas entre sí de modo limpio y firme con mortero, como si en esos lugares se hubiese construido bajo la severa mirada del emperador Qin, y la muralla se ha mantenido hasta el momento sólida y entera; es un baluarte de grandes dimensiones, alto, grueso y fuerte, y su parte superior es tan ancha que puede cabalgar en ella una tropa de caballería en fondo. Tiene troneras a ambos lados de este camino de ronda y voluminosas torres de guardia que a intervalos se levantan a mayor altura. Pero en algunos tramos occidentales, como si los súbditos y esclavos del emperador hubiesen trabajado a la ligera sabiendo que nunca iría a

inspeccionarlos, la muralla era de construcción defectuosa, hecha con piedras y barro unidos chapuceramente formando una estructura ni tan alta ni tan gruesa, y en consecuencia a lo largo de los siglos se había hundido mucho y estaba interrumpida a trechos.

Sin embargo debo decir que la Gran Muralla es algo majestuoso e impresionante, y no me resulta fácil describirla en términos comprensibles para un occidental. Pero lo intentaré del modo siguiente. Si se pudiese transportar intacta la muralla sacándola de Kitai, y si todos sus numerosos segmentos se pusieran uno detrás de otro partiendo de Venecia y dirigiéndose hacia el noroeste por encima del continente europeo, atravesaría los Alpes, pasaría sobre prados, ríos, bosques y todo lo que encontrara y después de alcanzar el mar del Norte en el puerto flamenco de Brujas, quedaría aún suficiente muralla para recorrer de nuevo en sentido inverso toda esta enorme distancia hasta Venecia, y todavía podría prolongarse la muralla desde Venecia por el oeste hasta la frontera de Francia.

Ante la innegable grandeza de la Gran Muralla, ¿por qué no me hablaron nunca de ella ni mi padre ni mi tío, que la habían visto antes, ni excitaron en mí el deseo de verla? ¿Y

por qué no hablé yo mismo de tal maravilla en el libro anterior que relata mis viajes? La omisión no se debió en este caso al temor de que la gente dejara de creer mis palabras. No mencioné esta muralla porque a pesar de ser un auténtico prodigio la consideré una realización trivial de los han, y como tal continúo considerándola. Me pareció entonces y continúa pareciéndome ahora una prueba más que desmiente el reputado genio de los nativos de Kitai. Por este motivo:

Mientras cabalgábamos a lo largo de la Gran Muralla, dije a Ussu y a Donduk:

—Vosotros los mongoles erais al principio un pueblo de Fuera de la Boca, pero ahora estáis dentro de ella. ¿Costó mucho a vuestros ejércitos romper esta barrera?

Donduk se burló:

—Desde que se construyó la muralla, en épocas anteriores a la historia, ningún invasor ha tenido dificultad alguna en atravesarla. Nosotros los mongoles y nuestros antepasados la hemos atravesado repetidamente a lo largo de los siglos. Incluso un pequeño ferenghi Podría hacerlo.

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