El vuelo del dragón (22 page)

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Authors: Anne McCaffrey

—Entonces, viejo tonto, ¿por qué no admites que el Ojo de Roca fue colocado en la Piedra de la Estrella para enmarcar a la Estrella Roja cuando está a punto de hacer una Pasada? —estalló K'net.

R'gul enrojeció, levantándose a medias de su silla, dispuesto a pedirle cuentas al joven caballero por semejante insolencia.

—¡K'net! —intervino F'lar en tono autoritario—. ¿De veras te gustó tanto volar con la patrulla de Igen que quieres pasar unas cuantas semanas más en ella?

K'net se apresuró a sentarse, enrojeciendo ante la reprimenda y la amenaza.

—Existen, R'gul, pruebas incontrovertibles en apoyo de mis conclusiones —continuó F'lar con engañosa suavidad—. «El Dedo apunta / A un Ojo inyectado en sangre.»

—No me cites versos que yo te enseñé cuando eras un novato —exclamó R'gul calurosamente.

—En tal caso, no pierdas la fe en lo que enseñabas —replicó F'lar con un brillo peligroso en sus ojos ambarinos. R'gul, desconcertado por aquella inesperada energía, se hundió en su asiento.

—No puedes negar, R'gul —continuó F'lar tranquilamente—, que hace menos de media hora el sol golpeó en la punta del Dedo, y la Estrella Roja quedó perfectamente enmarcada en el Ojo de Roca.

Los otros caballeros, lo mismo los bronce que los pardo, murmuraron e hicieron gestos de asentimiento. Existía también una corriente subterránea de resentimiento por la continua oposición de R'gul a la política de F'lar como nuevo caudillo del Weyr. Incluso el viejo S'lel, otrora decidido partidario de R'gul, estaba siguiendo a la mayoría.

—No ha habido Hebras en cuatrocientas Revoluciones. No existen ya Hebras —murmuró R'gul.

—En tal caso, camarada dragonero —dijo F'lar jovialmente—, todo lo que has enseñado es falso. Los dragones, tal como los Señores de los Fuertes desean creer, son parásitos de la economía de Pern, anacronismos. Lo mismo que nosotros.

«Por lo tanto, no quiero retenerte aquí contra los dictados de tu conciencia. Tienes mi permiso para abandonar el Weyr y fijar tu residencia donde te plazca.

Alguien rió.

R'gul estaba demasiado aturdido por el ultimátum de F'lar para darse por enterado de aquella ofensa. ¿Abandonar el Weyr? ¿Se había vuelto loco F'lar? ¿Adónde iría? Había pasado toda su vida en el Weyr. Todos sus antepasados masculinos habían sido dragoneros. No todos bronce, ciertamente, pero sí un buen porcentaje. Su abuelo materno había sido caudillo del Weyr, lo mismo que él, R'gul, hasta que Mnementh había cubierto a la nueva reina.

Pero los dragoneros no abandonaban nunca el Weyr. Bueno, lo hacían si eran lo bastante negligentes como para perder sus dragones, como en el caso de aquel Lytol que ahora estaba en el Fuerte de Ruatha. ¿Cómo podía R'gul abandonar el Weyr con un dragón?

¿Qué quería F'lar de él? ¿No le bastaba con ser caudillo del Weyr en lugar de R'gul? ¿No estaba suficientemente hinchado su orgullo después de haber humillado a los Señores de Pern obligándoles a retirar su ejército cuando se habían puesto de acuerdo para ajustarles las cuentas al Weyr y a los dragoneros? ¿Acaso pretendía dominar a todos los dragoneros, en cuerpo y alma? R'gul permaneció largo rato con la mirada fija, incrédulo.

—Yo no creo que seamos parásitos —dijo finalmente F'lar, rompiendo el silencio con voz suave y persuasiva—. Ni anacrónicos. En otras épocas hubo largos Intervalos. La Estrella Roja no pasa siempre lo bastante cerca como para que caigan Hebras sobre Pern. Por eso nuestros ingeniosos antepasados idearon la posición del Ojo de Roca y del Dedo de Roca de modo que les permitiera confirmar
cuándo
se producirá una Pasada. Y otra cosa —su rostro asumió una expresión muy seria—: la dragonería, y con ella Pern, han estado a punto de desaparecer en más de una ocasión por culpa de escépticos como tú —F'lar sonrió y se relajó indolentemente en su silla—. Yo prefiero no ser recordado como un escéptico. ¿Cómo habrá que recordarte a ti, R'gul?

La tensión en la Sala del Consejo era enorme. R'gul tuvo consciencia de que alguien respiraba roncamente y se dio cuenta de que era él mismo. Miró el rostro diamantino del joven caudillo del Weyr y supo que la amenaza no era vana. Tendría que admitir sin reservas la autoridad de F'lar, aunque la admisión le doliera en lo más hondo, o abandonar el Weyr.

Y, ¿a dónde podría ir, como no fuera a uno de los otros Weyrs, abandonados durante centenares de Revoluciones? ¿Acaso no era eso una prueba suficiente de que las Hebras habían dejado de existir? ¿Cinco Weyrs vacíos? No, por el Huevo de Faranth, él imitaría la conducta de F'lar, disimularía, y esperaría a que llegara su momento. Cuando todo Pern se volviera contra el necio y arrogante F'lar, él, R'gul, estaría allí para salvar algo de las ruinas.

—Un dragonero permanece en su Weyr —dijo R'gul, con toda la dignidad que pudo reunir.

—¿Y acepta la política del legítimo caudillo del Weyr?

El tono de F'lar hizo que la pregunta sonara más como una orden.

Para no ser perjuro a sí mismo, R'gul se limitó a asentir inclinando levemente la cabeza. F'lar continuó mirándole fijamente, y R'gul se preguntó si el hombre, podía leer sus pensamientos como podía hacerlo su dragón. Logró devolver la mirada tranquilamente. Su momento llegaría. Sabría esperar.

Aceptando aparentemente la capitulación, F'lar se puso en pie y nombró los servicios de patrulla para la jornada.

—T'bor, tú eres vigía del tiempo. No pierdas de vista a esos convoyes de diezmos. ¿Tienes el informe de esta mañana?

—El tiempo era bueno al amanecer... en Telgar y Keroon... quizá demasiado frío —dijo T'bor con una maliciosa sonrisa—. Los convoyes de diezmos sin embargo, tienen buenos caminos duros, de modo que no pueden tardar en llegar aquí.

Sus ojos brillaron con la anticipación del festín que seguiría a la llegada de provisiones... una idea que compartía todo el mundo, a juzgar por las expresiones alrededor de la mesa.

F'lar asintió.

—S'lan y D'nol, vosotros continuaréis con la minuciosa Búsqueda de muchachos aptos. Tienen que ser jóvenes, si es posible, pero no paséis por alto a ninguno que dé muestras de talento. Son preferibles, para la Impresión, los muchachos educados en las Tradiciones del Weyr... —F'lar se encogió de hombros—, pero en las Cavernas Inferiores no hay bastantes. También en materia de procreación andamos retrasados. De todos modos, los dragones alcanzan su pleno crecimiento más aprisa que sus jinetes. Necesitamos más hombres jóvenes para la Impresión cuando Ramoth haya empollado sus huevos. Recorred los Fuertes meridionales, Ista, Nerat, Fort y Sur Boll, donde la madurez llega más pronto. Utilizad el pretexto de que inspeccionáis las tareas de eliminación de la hierba en los Fuertes para hablar con los muchachos. Y llevaos pedernal y efectuad unas cuantas pasadas llameantes sobre aquellas alturas que no hayan sido exploradas en... oh... años de dragón. Un animal llameante impresiona a los jóvenes y despierta envidia.

F'lar miró deliberadamente a R'gul para comprobar cómo reaccionaba el ex caudillo del Weyr ante aquella orden. R'gul se había opuesto obstinadamente a ir en busca de candidatos fuera del Weyr. En primer lugar, R'gul había argüido que en las Cavernas Inferiores había dieciocho muchachos, algunos demasiado jóvenes, desde luego, pero R'gul no admitía que Ramoth pusiera más de la docena de huevos que Nemorth había puesto siempre. En segundo lugar, R'gul insistía en la necesidad de evitar cualquier acto que pudiera enojar a los Señores.

R'gul no formuló ninguna objeción, y F'lar continuó:

—K'net, vuelve a las minas. Quiero que se revisen las medidas adoptadas en cada una de ellas, y conocer las cantidades de pedernal disponibles. R'gul, continúa instruyendo a los jóvenes caballeros, de un modo especial en lo que respecta a puntos de referencia para la localización de lugares geográficos. Si son utilizados como mensajeros y portadores de suministros, pueden verse obligados a salir precipitadamente, sin tiempo para formular preguntas.

«F'nor, T'sum —F'lar se volvió hacia sus propios caballeros pardos—, hoy os toca servicio de limpieza. —Se permitió una sonrisa ante su consternación—. Empezad por Ista Weyr. Limpiad la Caverna de Eclosión y los weyrs suficientes para un doble escuadrón. Y, F'nor, no dejéis un solo Archivo detrás. Vale la pena conservarlos.

«Eso es todo, dragoneros. Os deseo un vuelo feliz.»

F'lar salió de la Sala del Consejo y se dirigió directamente al weyr de la reina.

Ramoth seguía durmiendo, con su piel resplandeciente de salud, y su color ligeramente más oscuro —un dorado más broncíneo—, revelando su preñez. Cuando F'lar pasó por delante de ella, la larga cola de Ramoth vibró imperceptiblemente.

Aquellos días, todos los dragones se mostraban inquietos, pensó F'lar. Pero cuando interrogó a Mnementh, el dragón bronce no pudo darle ningún motivo. Se despertaba, y volvía a dormirse. Eso era todo. Al parecer, la inquietud era algún tipo de reacción instintiva. Pero esta explicación no satisfacía del todo a F'lar.

Lessa no se encontraba en el dormitorio, ni se estaba bañando. F'lar resopló. La muchacha iba a despellejarse con tanto baño. En el Fuerte de Ruatha había tenido que vivir mugrienta para protegerse a sí misma, pero aquí, bañarse dos veces al día... F'lar empezaba a preguntarse si esto podría ser una manera sutil, muy a lo Lessa, de insultarle a él personalmente. Suspiró. Lessa se mostraba esquiva, inasequible. Era más amable con su hermanastro, F'nor, y con K'net, el más joven de los jinetes bronce, que con F'lar... que compartía su lecho.

Dejó caer la cortina, irritado. ¿Dónde estaría Lessa ahora, cuando por primera vez en varias semanas, F'lar había logrado enviar a todos los escuadrones fuera del Weyr para poder enseñarle a ella a volar en el
inter
?

Ramoth no tardaría en estar demasiado pesada para semejante actividad. Él se lo había prometido a la Dama del Weyr, y quería cumplir su palabra. Lessa se había acostumbrado a ponerse su atuendo de montar de piel de wher, como si quisiera recordarle continuamente su incumplida promesa. Por determinadas observaciones que ella había dejado caer, F'lar sabía que no esperaría mucho más su ayuda, y que lo intentaría por su propia cuenta.

Cruzó de nuevo el weyr de la reina y atisbó a lo largo del pasillo que conducía a la Sala de los Archivos. Lessa iba allí con frecuencia, para revolver los mohosos pergaminos. Y este era otro asunto que requería una urgente consideración. Aquellos pergaminos se estaban deteriorando hasta el punto de resultar prácticamente ilegibles. Curiosamente, los que estaban en mejores condiciones eran los más antiguos. Otra técnica olvidada.

¡Aquella muchacha! F'lar echó hacia atrás un mechón de cabellos caído sobre su frente, en un gesto habitual en él cuando estaba enojado o preocupado. El pasillo estaba a oscuras, lo cual significaba que Lessa no podía encontrarse en la Sala de los Archivos.

—Mnementh —llamó silenciosamente a su dragón bronce, que tomaba el sol en el saledizo correspondiente al weyr de la reina—. ¿Qué está haciendo la muchacha?

Lessa
, respondió el dragón, pronunciando el nombre de la Dama del Weyr con rebuscaba cortesía,
está hablando con Manora. Va vestida para cabalgar
, añadió tras una breve pausa.

F'lar dio sarcásticamente las gracias al bronce y echó a andar por el pasillo en dirección a la entrada. Al doblar el último recodo se dio de manos a boca con Lessa.

Tú no me has preguntado dónde estaba
, se lamentó Mnementh, respondiendo a la ofuscada reprimenda de F'lar.

La violencia del choque estuvo a punto de hacer perder el equilibrio a la muchacha. Alzó la mirada hacia F'lar, con los labios apretados y los ojos llameantes.

—¿Por qué no he tenido oportunidad de ver a la Estrella Roja a través del Ojo de Roca? —preguntó, en tono rabioso.

F'lar suspiró. Una Lessa enfurecida completaría la lista de sus quebraderos de cabeza esta mañana.

—Había que acomodar a demasiada gente en el Pico —murmuró, decidido a no permitir que Lessa le irritara hoy—. Y tú ya crees.

—Me hubiera gustado verla —replicó Lessa, y pasó por delante de F'lar hacia el weyr—. Aunque sólo fuera en mi calidad de Dama del Weyr y Registradora.

F'lar la tomó del brazo, y notó que el cuerpo de la muchacha se tensaba. Apretó los dientes, deseando, como había deseado un centenar de veces desde que Ramoth remontó el vuelo para su primer apareamiento, que Lessa no hubiese sido virgen. Él no había podido controlar sus excitadas emociones por aquel vuelo nupcial, y la primera experiencia sexual de Lessa había sido violenta. A F'lar le había sorprendido ser el primero, teniendo en cuenta que Lessa había pasado su adolescencia entre lascivos guardianes. Evidentemente, nadie se había tomado la molestia de mirar más allá de la cortina de harapos y la capa de suciedad que ella había conservado cuidadosamente como un disfraz. Desde entonces, F'lar había sido un compañero de cama considerado y amable, pero no por ello había logrado que Lessa dejara de mostrarse esquiva.

Sin embargo, F'lar sabía que algún día Lessa acabaría por responder voluntaria y apasionadamente a sus caricias. Estaba orgulloso de su habilidad, y se encontraba en situación de perseverar.

Ahora, F'lar respiró a fondo y soltó lentamente el brazo de Lessa.

—Es una suerte que estés vestida para cabalgar. En cuanto los escuadrones se hayan marchado y Ramoth despierte, voy a enseñarte a volar por el
inter
.

El brillo de excitación en los ojos de Lessa fue visible incluso en el mal iluminado pasillo.

—No podemos demorarlo por más tiempo, si no queremos que Ramoth esté demasiado pesada para volar —añadió F'lar amablemente.

—¿Lo dices en serio? —La voz de Lessa había perdido su habitual acento mordaz—. ¿Nos enseñarás hoy?

A F'lar le hubiera gustado poder ver con claridad el rostro de la muchacha.

Un par de veces había captado en aquel rostro una expresión descuidada, amorosa y tierna. Hubiera dado cualquier cosa porque aquella mirada se hubiese vuelto hacia él. Sin embargo, admitía en su fuero interno, tenía que alegrarse de que aquella mirada cariñosa sólo estuviera dirigida a Ramoth y no a otro humano.

—Sí, mi querida Dama del Weyr, lo digo en serio. Hoy te enseñaré a volar por el
inter
. Aunque sólo sea —se inclinó ante ella con una exagerada reverencia— para evitar que lo intentes por tu propia cuenta.

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