Read El vuelo del dragón Online
Authors: Anne McCaffrey
Lessa se aferró con mucha más fuerza todavía al cuello del dragón hembra, a medida que actos y misterios del pasado se hacían devastadoramente claros.
Ella misma se había advertido a sí misma, del mismo modo que su presencia sobre el dragón reina había impedido que el wher guardián diera la señal de alarma. Ya que mientras miraba, aturdida y sin habla, vio a la pequeña figura vestida de gris que sólo podía ser ella misma en su niñez salir precipitadamente por la puerta del Vestíbulo del Fuerte, bajar corriendo los fríos peldaños de piedra que daban al patio y desaparecer en la maloliente madriguera del wher guardián. Percibió débilmente los gritos del animal, sumido en una lamentable confusión.
En el preciso instante en que Lessa-niña alcanzaba aquel dudoso refugio, los invasores de Fax penetraban por las abiertas ventanas y empezaban a asesinar a los dormidos familiares de Lessa.
—¡Regresa... regresa a la Piedra de la Estrella! —gritó Lessa.
En sus ojos desorbitados retenía la imagen de las rocas orientadoras como un timón para su cordura tanto como para guiar a Ramoth.
El intenso frío actuó de revulsivo. Y luego se encontraron de nuevo encima del silencioso y apacible Weyr invernal, como si nunca hubiesen visitado paradójicamente Ruatha.
No había ni rastro de F'lar y Mnementh.
Ramoth, sin embargo, no estaba impresionada por la experiencia. Se había limitado a ir a donde le habían dicho que fuera, y no había comprendido del todo que el ir a donde le habían dicho que fuera hubiera impresionado de tal modo a Lessa. Sugirió a su jinete que probablemente Mnementh las había seguido a Ruatha, de modo que si Lessa le daba las referencias correctas la trasladaría allí. La razonable actitud de Ramoth resultaba consoladora.
Lessa trazó cuidadosamente para Ramoth, no el recuerdo infantil de una Ruatha idílica desaparecida hacía mucho tiempo, sino su recuerdo más reciente del Fuerte, gris, sombrío, al amanecer, con una Estrella Roja latiendo en el horizonte.
Y allí estaban de nuevo, planeando sobre el Valle, con el Fuerte bajo ellos, a la derecha. La hierba crecía a sus anchas en las alturas, cegando los pozos de pedernal; la escena revelaba toda la decadencia que Lessa había estimulado en su esfuerzo por impedir que Fax obtuviera algún beneficio de su conquista del Fuerte de Ruatha.
Pero, mientras miraba, vagamente inquieta, vio salir una figura de la cocina, vio al wher guardián deslizarse fuera de su madriguera y seguir a la figura vestida con harapos a través del Patio tan lejos como su cadena le permitía. Vio que la figura subía a la Torre y miraba primero hacia el este, luego hacia el nordeste. ¡Esta no era aún la Ruatha de hoy y ahora! La mente de Lessa vaciló, desorientada. Esta vez había venido a visitar a la Lessa de hacía tres Revoluciones, a ver a la sucia fregona planeando vengarse de Fax.
Notó el frío absoluto del
inter
mientras Ramoth emprendía el vuelo de regreso, surgiendo una vez más encima de la Piedra de la Estrella. Lessa estaba temblando, empapando frenéticamente sus ojos en la tranquilizadora vista del Cuenco del Weyr, confiando en que no había vuelto a retroceder en el tiempo. Súbitamente, Mnementh se hizo visible unas cuantas longitudes de dragón debajo y más allá de Ramoth. Lessa le saludó con un grito de intenso alivio.
¡Regresa a tu Weyr!
Mnementh no se molestaba en disimular el furor que le poseía. Lessa estaba demasiado aturdida para replicar de otro modo que no fuera una obediencia inmediata. Ramoth se deslizó rápidamente hacia su saledizo, y con la misma rapidez dejó espacio para que Mnementh tomara tierra a su lado.
La rabia que se reflejaba en el rostro de F'lar cuando se apeó de Mnementh y avanzó hacia Lessa hizo reaccionar bruscamente a la muchacha. No efectuó ningún movimiento para eludirle cuando F'lar la agarró por los hombros y la sacudió violentamente.
—¿Cómo te has atrevido a poner en peligro a Ramoth y a ti misma? ¿Por qué te empeñas en desafiarme continuamente? ¿Te das cuenta de lo que significaría para todo Pern perder a Ramoth? ¿Dónde has estado?
F'lar babeaba de rabia, subrayando cada una de las preguntas que brotaban de sus labios con una ruda sacudida a Lessa.
—En Ruatha —logró articular la muchacha, tratando de mantenerse erguida. Extendió las manos para agarrarse a los brazos de F'lar, pero éste volvió a sacudirla.
—¿En Ruatha? Nosotros estuvimos allí. Tú no estabas. ¿A dónde has ido?
—¡A Ruatha! —gritó Lessa desesperadamente, aferrándose a F'lar para no perder el equilibrio. La violenta actitud del caudillo del Weyr le impedía organizar sus pensamientos.
Ella estuvo en Ruatha
, afirmó Mnementh.
Estuvimos allí dos veces
, añadió Ramoth.
A medida que las palabras más tranquilas de los dragones penetraban en su enfurecida mente, F'lar dejó de sacudir a Lessa, la cual se desplomó contra él, con los ojos cerrados y el rostro grisáceo. F'lar la tomó en brazos y se dirigió rápidamente hacia el weyr de la reina, seguido de los dragones. La depositó sobre la cama, envolviéndola en la colcha de pieles. A continuación llamó al cocinero de servicio para que enviara
klah
caliente.
——De acuerdo, ¿qué ocurrió? —preguntó.
Lessa no le miró, pero F'lar tuvo una visión fugaz de sus asustados ojos. Parpadeaba continuamente, como si deseara borrar lo que acababa de ver.
Finalmente, Lessa logró dominarse hasta cierto punto y dijo en voz baja y cansada:
—Fui a Ruatha. Sólo que...
regresé
a Ruatha.
—¿Regresaste a Ruatha?
F'lar repitió estúpidamente las palabras; momentáneamente, el significado se le escapaba.
Está muy claro
, intervino Mnementh, y envió a la mente de F'lar las dos escenas que había captado en la memoria de Ramoth.
Desconcertado por la importancia de la visualización, F'lar se sentó lentamente en el borde de la cama.
—¿Fuiste por el
inter
tiempo?
Lessa asintió lentamente. El terror estaba empezando a desaparecer de sus ojos.
—
Inter
tiempo —murmuró F'lar—. Me pregunto...
Su mente galopó a través de las posibilidades, capaces de inclinar la balanza de la supervivencia a favor del Weyr. De momento no se le ocurría cómo utilizar exactamente aquella extraordinaria facultad, pero en ella
tenía
que existir una ventaja para la dragonería.
Un ruido en el pozo de servicio le advirtió que subía el
klah
. Fue en busca de la jarra y llenó dos cubiletes.
Las manos de Lessa temblaban tanto que no pudo levantar el suyo hasta sus labios. F'lar se preguntó si el ir por el
inter
tiempo produciría habitualmente aquella clase de shock. En caso afirmativo, no representaría ninguna ventaja. Si Lessa se había asustado lo suficiente con aquella experiencia, posiblemente haría más caso de sus órdenes la próxima vez; lo cual no dejaría de ser un beneficio para él.
En el exterior del weyr, Mnementh expresó su opinión al respecto. F'lar le ignoró.
Lessa seguía temblando violentamente. F'lar la rodeó con un brazo, apretando la piel contra su delgado cuerpo. Acercó el cubilete a sus labios, obligándola a beber. Notó cómo remitían los temblores. Lessa respiraba lenta y profundamente entre sorbo y sorbo, igualmente decidida a recobrar el control de sí misma. En el momento en que F'lar notó que el cuerpo de Lessa se envaraba bajo su brazo, la soltó. Se preguntó si Lessa había tenido nunca a alguien a quien recurrir en caso de apuro. No, desde luego, después de que Fax invadiera el Fuerte de su familia. Y entonces no tenía más que once años, era una niña. ¿Habían sido el odio y la venganza las únicas emociones que había practicado mientras se convertía en mujer?
Lessa apartó el cubilete de sus labios, sosteniéndolo cuidadosamente entre sus manos, como si hubiera adquirido una importancia indefinible para ella.
—Vamos, cuéntamelo todo —sugirió F'lar en tono amable.
Lessa respiró profundamente y empezó a hablar, apretando fuertemente las manos alrededor del cubilete. Su tormenta interior no había amainado: ahora estaba simplemente bajo control.
—Ramoth y yo estábamos aburridas de repetir los breves viajes por el
inter
que nos habías señalado —admitió ingenuamente.
F'lar reconoció que, si bien la aventura podría haberla enseñado a ser más prudente, no la había convertido en una criatura más dócil. Y dudaba de que algo pudiera conseguirlo.
—Le di a Ramoth la imagen de Ruatha para poder trasladarnos allí por el
inter
—Lessa no miraba a F'lar, pero su perfil se recortaba contra la oscura piel de la colcha—. La Ruatha que yo conocía tan bien... Y accidentalmente retrocedí en el tiempo hasta el día de la invasión de Fax.
F'lar comprendía ahora lo profundo de la impresión que había experimentado Lessa.
—¿Y...? —la animó, con voz cuidadosamente neutra.
—Y me vi a mí misma... —La voz de Lessa se quebró. Con un esfuerzo, continuó—: Yo había visualizado para Ramoth la pauta de los pozos de pedernal y el ángulo del Fuerte si se mira hacia abajo desde los pozos al Patio Interior. Y allí fue donde surgimos. Estaba amaneciendo —Lessa alzó su barbilla con una nerviosa sacudida—, y no había ninguna Estrella Roja en el cielo. —Dirigió una mirada rápida y defensiva a F'lar, como si esperase que él pusiera en duda este detalle—. Y vi hombres arrastrándose por encima de los pozos de pedernal, dejando caer escalerillas de cuerda hasta las ventanas más altas del Fuerte. Vi que el guardián de la Torre miraba. Se limitaba a mirar. —Apretó los dientes ante el recuerdo de aquella traición, y sus ojos brillaron malignamente—. Y me vi a mí misma saliendo precipitadamente del Vestíbulo y corriendo hacia la madriguera del wher guardián. Y, ¿sabes por qué el wher guardián no dio la voz de alarma? —inquirió, bajando la voz hasta convertirla en un amargo susurro.
—¿Por qué?
—Porque había un dragón reina en el cielo, y yo, Lessa de Ruatha, era su jinete. —Apartó de ella el cubilete, como si con aquel gesto pudiera rechazar también el conocimiento—. El wher guardián no dio la voz de alarma porque yo estaba allí, creyendo que la intrusión era legítima con alguien de la Sangre sobre un dragón en el cielo. De modo que yo —su cuerpo se envaró, y sus manos se entrelazaron con tanta fuerza que los nudillos se pusieron blancos—, yo fui la causa de la masacre de mi familia. ¡No Fax! Si hoy no hubiera actuado como una estúpida, no habría estado allí con Ramoth, y el wher guardián habría...
Su voz se había convertido en un grito histérico, autoacusándose. F'lar abofeteó sus mejillas, agarrándola, vestido y todo, para sacudirla.
La expresión aturdida en sus ojos y la tragedia en su rostro le alarmaron. La indignación por su terquedad desapareció. El indomable espíritu de independencia de Lessa le atraía tanto como su extraña belleza. Por enojosas que pudieran resultar sus rebeldías, eran una parte demasiado vital de su personalidad para ser exorcizadas. Su inquebrantable voluntad había sufrido hoy un rudo golpe, y había que procurar por todos los medios que recobrara rápidamente la confianza en sí misma.
—Te equivocas, Lessa —dijo F'lar, muy serio—. Fax habría asesinado a tu familia de todas maneras. Lo había planeado todo cuidadosamente, incluso previendo que el guardián de la Torre a aquella hora de la mañana era alguien que podía ser sobornado. Recuerda, también, que había amanecido y que el wher guardián, siendo un animal nocturno al que ciega la luz del día, es relevado de su responsabilidad al amanecer, y lo sabe. Tu presencia, por culposa que pueda parecerte, no fue el factor decisivo ni mucho menos. Lo que hizo, y llamo tu atención sobre este hecho tan importante, fue salvarte a ti misma, advirtiendo a la Lessa-niña. ¿No te das cuenta?
—Yo podía haber gritado —murmuró Lessa, pero la expresión frenética había desaparecido de sus ojos, y había un leve indicio de color normal en sus labios.
—Si te empeñas en sentirte culpable, por mí que no quede —dijo F'lar con deliberada dureza.
Ramoth interpuso la idea de que, dado que ellas dos habían estado allí por primera vez cuando los hombres de Fax iniciaban la invasión, la cosa ya había sucedido, de modo que, ¿cómo podía cambiarse? El acto era inevitable, lo mismo aquel día que hoy. Si no, ¿cómo podría haber vivido Lessa para llegar al Weyr e impresionar a Ramoth en la Sala de Eclosión?
Mnementh transmitió el mensaje de Ramoth escrupulosamente, imitando incluso los egocéntricos matices de Ramoth. F'lar observó a Lessa para comprobar el efecto de la astringente argumentación de Ramoth.
—A Ramoth siempre le ha gustado pronunciar la palabra final —comentó Lessa, con un asomo de su antiguo y cáustico humor.
F'lar notó que los músculos a lo largo de su cuello y sus hombros empezaban a relajarse. Lessa había superado la crisis, decidió, pero podría ser más prudente hacerla hablar ahora, para situar toda la experiencia en su adecuada perspectiva.
—Has dicho que estuviste allí dos veces —dijo, observándola atentamente—. ¿Cuándo fue la segunda vez?
—¿No lo adivinas? —preguntó Lessa sarcásticamente.
—No —mintió F'lar.
—¿Cuándo podría ser, si no al amanecer en que desperté con la sensación de que la Estrella Roja era una amenaza para mí? Tres días antes de que Fax y tú llegarais del nordeste.
—Diríase —observó F'lar secamente— que las dos veces fuiste tu propia premonición.
Lessa asintió.
—¿Has tenido alguno más de esos presentimientos?
Lessa se estremeció, pero logró que su voz sonara casi normal al contestar:
—No, pero si lo tuviera, irías tú. Yo no querría hacerlo.
F'lar sonrió maliciosamente.
—Sin embargo —añadió Lessa—, me gustaría saber por qué y cómo ha podido ocurrir.
—Nunca he encontrado la menor alusión a ello en ninguna parte —declaró F'lar sinceramente—. Desde luego, si tú lo has hecho... y es innegable que lo has hecho —se apresuró a añadir ante la indignada protesta de Lessa—, no cabe duda de que puede hacerse. Dices que pensaste en Ruatha, pero tu pensamiento quedó circunscrito a aquel día particular. Una fecha difícil de olvidar, desde luego. Pensaste en la primavera, antes del amanecer, y sin Estrella Roja... si, recuerdo que mencionaste eso... de modo que hay que recordar referencias peculiares de un día significativo para retornar por el
inter
tiempo al pasado.