Ella (18 page)

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Authors: H. Rider Haggard

Tags: #Aventura, Fantástico, Clásico, Romántico

Supongo que la sugestión se debió a la manera en que estaba embozada en sus ropas, ya por casualidad o quizá de intento. De todos modos, sentíme más asustado que nunca ante esa aparición tan fantástica y comenzó a erizárseme el cabello al empezar a comprender que me hallaba en presencia de algo que no era normal.

La figura envuelta como una momia que ante mí tenía era la de una alta y adorable mujer; llena, penetrada mejor dicho, absolutamente de la belleza y dotada también de cierta gracia serpentina que no había yo antes conocido nunca. Cuando movía un pie o la mano, toda su forma ondulaba y no se doblaba el cuello, sino que se curvaba

—¿Por qué te asustas tanto, extranjero? —preguntó de nuevo su dulcísima voz que parecía arrobarme el corazón en el pecho, como el son de una música muy suave? —Hay algo en mí que pueda infundir espanto a un hombre... ¡Entonces los hombres han cambiado!.. —Y se volvió un poco con cierta gracia maliciosa y alzó un brazo como para mostrar todo el encanto de su cuerpo y su riquísima cabellera negra como las alas del cuervo, que en suaves rizos bajaba sobre la nevada vestidura casi hasta sus pies calzados de sandalias.

—¡Tu belleza, oh, reina! ¡es lo que me asusta!... —respondí entonces humildemente, casi sin saber lo que decía y paréceme que al mismo tiempo oí murmurar a Billalii, tendido boca abajo a mis pies:

—¡Bien Babuino mío, bien!

—Noto que los hombres aún saben deslumbrarnos a nosotras las mujeres con palabras falsas... ¡Ay, extranjero! —exclamó con una risa que me pareció resonar como distantes campanillas de plata —estabas atemorizado, porque mis ojos te escudriñaban el corazón... por eso estabas asustado. Mas, soy mujer, y te perdono la mentira porque la pronunciaste cortésmente... Dime ahora por qué has venido a esta tierra de los que habitan en cavernas... tierra de pantanos y cosas malas y de sombras tristísimas de los difuntos. ¿Qué has venido a buscar? ¿Cómo es que tan poco apreciáis la vida que venís los tres a colocarla en el hueco, de la mano de Hiya en la mano de
Quien debe ser obedecida
?.. Dime también, ¿cómo has llegado a aprender la lengua que yo hablo?... Es una lengua antigua; ¿dura aún en el mundo?.. Ya vez que habito en las cavernas entre los muertos, y que nada sé de las cosas de los hombres, ni tampoco he procurado saberlas... He vivido, ¡oh, extranjero! con mis memorias, y mis memorias están enterradas en un sepulcro que mis manos propias han labrado; porque se ha dicho, con verdad, que el hijo del hijo del hombre es el que torna malo su propio camino.

Quedó vibrando su voz en una nota tan suave como la de una ave cantora del bosque. Al bajar la vista vio la figura de Billalii extendida en el suelo, y pareció recordarse dé él.

—¿Estás aún ahí, buen viejo?.. Di, cómo es que se ha desordenado tu hogar... ¡Hola! ¿conque parece que éstos, mis huéspedes fueron atacados?.. Sí, y que uno estuvo a pique de morir por la vasija ardiente para ser devorado por esas bestias hijos tuyos, y que si los demás no se baten valerosamente, también hubieran sido muertos, y yo ni siquiera habría podido, devolverles la vida arrancada de sus cuerpos... ¿Qué significa esto, anciano?... ¿Qué tienes tú que decir para que no te entregue a los que ejecutan mis venganzas?...

Su voz se había alzado por la cólera y resonaba clara y fría entre aquellos muros. También me pareció ver los rayos que sus ojos despedían tras de las gasas que los cubrían y vi que el pobre Billali, que me había parecido siempre un hombre muy valeroso, estaba estremeciéndose de terror al oír sus palabras.

—¡Oh, Hiya! —dijo sin alzar del suelo su cabeza blanca. —¡Oh,
Ella
! ¡sé tan piadosa como eres grande; porque ahora como siempre no soy más que el esclavo, que obedece!.. No fue por causa o por descuido mío... ¡Oh, Ella! Fue la culpa de esos malvados que se llaman hijos míos... Azuzados por una mujer que tu huésped el Puerco había desdeñado, quisieron seguir la antigua costumbre de la tierra y comerse al gordo extranjero negro que vino con éstos tus huéspedes el Babuino que está presente y el León que está enfermo, sabiendo que tú no habías dicho nada con respecto al negro. Pero cuando el Babuino y el León vieron lo que hacer querían, mataron a la mujer y también a su criado, para salvarle del tormento de la vasija Entonces aquellos malvados, sí, los hijos de El Malvado, que habita aquella caverna se arrebataron con la sed de la sangre y saltaron a las gargantas del León, del Babuino y del Puerco. Mas ellos se defendieron bizarramente... ¡Oh, Hiya! se batieron como verdaderos hombres matando a muchos, sosteniéndose hasta que yo acudí y los salvé, y a los malvados los he hecho conducir aquí para que los juzgue tu grandeza ¡oh,
Ella!
y aquí están...

—Sí, anciano, lo sé, y mañana asistiré a la gran sala para juzgarlos; pierde cuidado. A ti te perdono, aunque con trabajo. Cuida mejor de tu hogar en lo sucesivo... ¡Vete!

Billali se alzó sobre sus rodillas con grandísima alegría dobló tres veces la cabeza barriendo el suelo con la barba y a gatas luego atravesó reculando la habitación, hasta que lo escondieron las cortinas, dejándome solo, y bien alarmado, por cierto, con aquella persona tan terrible pero también tan fascinante.

AYESHA SE DESCUBRE

—Ya se ha marchado el necio le blanca barba. ¡Ah! ¡Cuan poca sabiduría adquiere un hombre durante su vida!... La recoge como el agua, pero así también se le escurre entre los dedos, y cuando tiene las manos húmedas cual de rocío, las generaciones de tontos claman: ¡Ved, es un sabio!... ¿No es así?... Más ¿cómo te llamas?...
Babuino
te dice él —y se rió. —Así acostumbran esos salvajes que carecen de imaginación, y acuden a las bestias, á que se asemejan, para dar un nombre. En tu propia tierra; ¿cómo te llaman, extranjero?

—Holly, me llaman, ¡oh, reina!

—¿Holly?... —repitió Ella pronunciando con dificultad la palabra aunque con delicioso acento. —Y ¿qué quiero decir Holly?

—Holly es un árbol espinoso.

—¡Muy bien!.. Tienes un aspecto, espinoso y de árbol, en verdad. Eres fuerte y feo; mas, si no me engaña mi saber, eres honrado hasta la médula un cavado de confianza para apoyarse.. También eres alguien que piensa.. Mas, ¡ay, Holly! ¡que estás ahí de pie!... entra conmigo y siéntate a mi lado. No quisiera verte arrastrándote ante mí, como esos esclavos. Fastidiada estoy de su adoración y de su terror. A veces cuando me estorba un poco, anonadaría a la mitad de ellos por puro gusto de ver a los demás palidecer espantados en el alma...

Y
Ella
entonces alzó la cortina un poco con su mano de marfil para dejarme pasar.

Extremeciéndome, entré. Era demasiado terrible esa mujer. El camarín, colgado, en parte de tapicerías, era un ensanche de mina cuadrado, de doce pies de lado, en el que había un canapé y una mesa sobre la cual vi frutas y agua clara. También vi allí, en un ángulo, un vaso de piedra labrada, como una pila, lleno, asimismo, de agua pura. El recazo estaba todo iluminado por lámparas, formadas de las bellas vasijas de que he hablado y el ambiente y los tapices impregnados de un sutil aroma que también parecía emanar de la hermosa cabellera y de las albas y ceñidas vestiduras de
Ella
misma. Al entrar en el camarín me paré indeciso.

—Siéntate —dijo señalándome el canapé. —No tienes por ahora motivos para temerme. Si los tuvieras, no me temerías largo espacio, porque te mataría... Tranquiliza tu corazón.

Sentéme entonces en el extremo del canapé, que estaba junto a la pila y
Ella
se dejó caer suavemente, del otro lado, apoyándose contra sus cojines.

—Ahora Holly, dime cómo llegaste a hablar el árabe. Es mi propia adorada lengua porque árabe, soy de nacimiento. No lo hablas empero, cual nosotros solíamos. Algunas palabras parecen cambiadas, como hacen esos hombres los amajáguers, que, han degradado y corrompido su pureza hasta el punto de que para hablarles he de usar otro idioma.

—Estudié la lengua durante muchos años —respondí, —y se habla aún en Egipto y otras partes.

—¡Conque aún se habla y aún existe el Egipto!... ¿Y qué Faraón ocupa su trono?... ¿Algún descendiente del persa Ochus?.. ¿O es que ya los Arquemenios han desaparecido?..

—Hará cerca de dos mil años, que los persas salieron del Egipto, y desde entonces los Ptolomeos, los romanos y otros muchos, han florecido y dominado sobre el Nilo, y han caído cuando les llegó su hora —exclamó espantado. —¿Qué puedes tú saber del persa Artajerjes?...

Rióse sin contestarme y por mi cuerpo corrió un escalofrío.

—¿Y Grecia? —continuó. —¿Existe aún una Grecia?... ¡Ah! ¡Yo amaba a los griegos!.. ¡Eran hermosos como el sol é inteligentes pero orgullosos en el fondo y voltarios!..

—Sí, la Grecia existe aún, y ahora precisamente acaba de constituirse de nuevo cual nación. Pero los griegos no son como los de antaño, y la misma Grecia del día no es más que un remedio irrisorio de la antigua

—¡Conque así es!.. ¿Y los hebreos?.. ¿Ocupan aún a Jerusalén?.. ¿Mantienen aún el templo que edificó el sabio Rey?.. Aquél su Mesías de que tanto hablaban, ¿vino ya y reina quizá en la tierra?...

—¡Los judíos fueron desbaratados, su nación desapareció, y los fragmentos de ella se encuentran dispersos por el mundo, y ya Jerusalén no existe! En cuanto al templo que erigió Herodes...

—¿Herodes? ¡No le conozco! Mas, no importa continúa

—Los romanos lo incendiaron, y las águilas latinas volaron sobre sus ruinas.

—¡Conque así fue así!... ¡Gran pueblo fue ese de Roma que iba derecho a su objeto!.. Sí, contra su fin volaba como la fatalidad; cual sobre su presa abatíanse sus propias águilas... mas sembraban la paz en pos suyo.

—¡Solitudinen faciunt, pacem appellant!
—dije entonces a pesar mío.

—¡Ah! ¡Conque también puedes tú hablar la lengua latina! —exclamó sorprendida. —De peregrino modo suena hoy en mis oídos después de tantos días, y paréceme que tu acento no cae en las palabras como lo ponen los romanos... Pero, ¿quién ha escrito eso?.. No conocía la frase; pero se ajusta bien a ese gran pueblo. Perece, que he topado con un hombre instruido... cuya mano ha sabido mantener en su palma ahuecada el agua de la sabiduría mundana.. ¿Hablas también el griego?

—Conozco el griego ¡oh, reina! y también el hebreo; mas no lo bastante para hablarlos. Esas son, hoy día lenguas muertas.

Batió
Ella
sus manos con infantil placer.

—En verdad que tú eres un árbol feo, pero que produce frutos de sapiencia ¡oh, Holly! —exclamó. —Pero háblame de esos judíos a quienes yo aborrecía porque me llamaban «gentil» cuando quise enseñarles la filosofía ¿Vino su Mesías?.. ¿Reina en el mundo?...

—Su Mesías vino —contesté con veneración, —mas vino pobre y humildemente, y ellos no quisieron reconocerle a El... Azotáronle y le crucificaron después sobre un leño; pero aún duran sus palabras, y el ejemplo de sus obras; y en verdad que hoy reina El sobre la mitad del mundo, mas no con mundanal imperio...

—¡Ah, lobos judíos de feroz corazón! —exclamó
Ella.
—¡Adoradores de los sentidos, y de muchos dioses!... ¡codiciosos de ganancias, desgarrados por las facciones internas!.. ¡Paréceme ver aún sus rostros atezados!.. ¿Conque crucificaron a su Mesías?.. ¡Lo comprendo fácilmente!.. ¿Qué les importaba a ellos que fuese un hijo del Espíritu viviente?... si es lo que era y de esto luego hablaremos. Ellos, pueblo escogido, vasija de Aquél a quien llamaban Jehová, sí, y también vasija de Baal, y vasija de Astaroht, y de los dioses de Egipto... Gente irascible violenta; ansiosa de cuanto les pudiese dar riqueza y poderío... ¿Conque crucificaron a su Mesías, porque se presentó humildemente, y se hallan ahora regados por la tierra?.. Pues bien, si mal no recuerdo, así se lo predijo uno de sus profetas que les resultaría.. ¡Me alegro de su suerte!.. ¡Partiéronme el corazón esos judíos y me hicieron que mirase al mundo con torvos ojos!.. ¡ay, sí!... ellos me arrojaron al desierto este, de un pueblo que antes de ellos existía.. Me lapidaron cuando quise enseñarles la sapiencia en Jerusalén... sí, a las puertas mismas del templo aquellos hipócritas de blanca barba y les rabinos azuzaban al pueblo para que me lapidasen... —Y con súbito ademán, alzando la envoltura de gasa de su torneado brazo, marcóme una pequeña cicatriz rojiza que se destacaba sobre la blancura de leche del miembro bellísimo.

Hice un movimiento de horror.

—Perdóname ¡oh, reina! —la dijo suplicante, —¡mas tú me deslumbras! Cerca de dos mil años han pasado sobre la tierra desde que el Mesías hebreo fue clavado sobre su cruz en el Gólgota y ¿cómo, pues pudiste enseñarles tú filosofía a los judíos antes de que El naciera?.. Mujer tú eres que no espíritu. ¿Cómo puede una mujer vivir más de dos evos? ¿Por qué de mí te burlas? ¡oh, reina!

Ella
se reclinó entonces más en el canapé, y otra vez sentí que sus ocultos ojos se fijaban sobre mí y me escudriñaban el alma.

—¡Hombre! —me dijo al fin, hablando lentamente, —parece que aún en la tierra hay cosas de que tú no sabes nada... ¿Tú crees aún que todas las cosas perecen como creían aquellos judíos?.. Yo te digo que nada muere realmente; tal cosa como, es la muerte, no existe. Mira —dijo, mostrándome algunas esculturas del muro, —tres veces dos mil años han pasado desde que los últimos de la gran raza que esculpió esas figuras cayeron ante el soplo de la peste que los destruyó, y no han muerto empero... ¡Aún existen ellos!.. quizá sus espíritus nos están contemplando ahora mismo... Algunas veces paréceme que los ven mis ojos.

—¡Sí, pero para el mundo han muerto!

—Cierto, mas sólo por algún espacio... y aún renacen para el mundo, y vuelven a renacer... Yo misma, extranjero; yo, Ayesha.. porque éste es mi nombre... te digo que estoy aguardando que vuelva a nacer uno a quien yo amaba.. y aquí he de aguardar hasta que él vuelva porque sé que de seguro volverá y que aquí, aquí únicamente, se alegrará de verme... Pues ¿Por qué suponías que yo, siendo todopoderosa más bella que Helena la griega tanto cantada y más sabia, sí, diez veces más que Salomón el sabio; que conozco los secretos de la tierra y los tesoros que guarda y que sé utilizar todas las cosas; yo, que por un rato he podido hacerme superior al cambio que vosotros llamáis la muerte... por qué, dime extranjero, pensaste tú que podría habitar yo aquí entre bárbaros inferiores aun a las bestias?...

—No lo sé —respondí con humildad.

—Pues es porque, yo aguardo al que amo... Mi vida quizá, ha sido mala; no lo sé... ¿quién podrá saber lo que es bueno y lo que es malo?... así es que temo morir, sí es que morir puedo, que no puedo, para ir en su busca adonde está, pues que entre nosotros dos podría haber un muro, que no sabría salvar quizá... al menos, eso temo... Muy fácil sería de seguro, extraviarse en esos grandes espacios por los que los soles giran perdurablemente... Mas ha de llegar un día quizá cuando hayan parado otros diez mil años, fundidos y desaparecidos en los silos del tiempo, como las nubecillas se disuelven en la tiniebla nocturna en que él renazca y entonces esclavo de una ley que es más fuerte aún que todo propósito del hombre, vendrá a buscarme aquí, y su corazón se ablandará por mí, por más que contra él yo haya pecado; ¡ah, sí! por más que él no me reconozca tendrá que amarme, aunque no fuera más que por mi belleza.

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