Fragmentos de una enseñanza desconocida (16 page)

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Authors: P. D. Ouspensky

Tags: #Autoayuda, #Esoterismo, #Psicología

"Para un adepto del Vedanta, el mundo será ante todo ilusión, «Maya».

"Un teósofo pensará en los diferentes «planos», físico, astral, mental, etc.

"Un espiritista pensará en el mundo del «más allá», en el mundo de los espíritus.

"Un físico mirará el mundo desde el punto de vista de la estructura de la materia; será un mundo de moléculas, de átomos, de electrones.

"Para el astrónomo, el mundo será un mundo de estrellas y de galaxias.

"Y esto no es todo... El mundo de los fenómenos y el del noúmeno, el mundo de la cuarta y otras dimensiones, el mundo del bien y del mal, el mundo material y el inmaterial, la relación de fuerzas entre las diversas naciones del mundo, la cuestión de si el hombre puede ser «salvado» en el mundo, etc., etc.

"Los hombres tienen miles de ideas diferentes sobre el mundo, pero les falta esta idea general que les permitiría comprenderse mutuamente y determinar de inmediato desde qué punto de vista se proponen mirar el mundo.

"Es imposible estudiar un sistema del universo sin estudiar al hombre. Al mismo tiempo, es imposible estudiar al hombre sin estudiar el universo. El hombre es una imagen del mundo. Ha sido creado por las mismas leyes que crearon el mundo entero. Si un hombre se conociera y se comprendiera a sí mismo, conocería y comprendería el mundo entero, todas las leyes que crean y que gobiernan el mundo. E inversamente, a través del estudio del mundo y de las leyes que lo gobiernan, aprendería y comprendería las leyes que lo gobiernan a él mismo. A este respecto, ciertas leyes se comprenden y asimilan más fácilmente por medio del estudio del mundo objetivo, y otras no pueden ser comprendidas sino por el estudio de sí. Por lo tanto, el estudio del mundo y el estudio del hombre se deben conducir paralelamente, uno ayudando al otro.

"En lo que se refiere al sentido de la palabra «mundo», hay que comprender desde el comienzo que hay una multiplicidad de mundos, y que no vivimos en un mundo único, sino en varios mundos. Esta idea es difícil de captar, porque en el lenguaje ordinario, la palabra «mundo» se emplea generalmente en singular. Y si se emplea el plural «mundos», no es sino para subrayar en alguna forma la misma idea, o para expresar la idea de mundos diferentes, que existen unos paralelamente a los otros. El lenguaje habitual no abarca la idea de mundos contenidos unos dentro de otros. Sin embargo, la idea de que vivimos en mundos diferentes, implica precisamente, mundos contenidos unos dentro de otros con los cuales estamos en relaciones diferentes.

"Si buscamos una respuesta a la pregunta: ¿Qué es el mundo o qué son los mundos en los cuales vivimos?, debemos preguntarnos ante todo cuál es el mundo que nos concierne de manera más íntima o más inmediata.

"A esto podemos responder que damos a menudo el nombre de mundo al mundo de los hombres, a la humanidad de la cual somos parte. Pero la humanidad forma parte integral de la vida orgánica sobre la tierra, y por consiguiente será justo decir que el mundo más cercano a nosotros es
la vida orgánica sobre la tierra,
el mundo de las plantas, de los animales y de los hombres.

"Pero la vida orgánica también está en el mundo. ¿Que es entonces el «mundo» para la vida orgánica?

"Para la vida orgánica el mundo es nuestro planeta, la tierra.

"Pero la tierra también está en el mundo. ¿Qué es entonces el mundo para la tierra?

"El mundo, para la tierra, es el mundo de los planetas del sistema solar del cual la tierra forma parte.

"¿Qué es el «mundo» para todos los planetas tomados en conjunto? El sol, o la esfera de la influencia solar, o el sistema solar del cual los planetas forman parte.

"Para el sol, a su vez, el «mundo» es nuestro mundo de las estrellas, o la Vía Láctea, una acumulación enorme de sistemas solares.

"Y más lejos todavía, desde un punto de vista astronómico, es completamente posible presumir la existencia de una multitud de mundos a distancias enormes unos de otros, en el espacio de «todos los mundos». Estos mundos, tomados en conjunto, serán el «mundo» para la Vía Láctea.

"Y ahora, pasando a conclusiones filosóficas, podemos decir que «todos los mundos» deben formar de alguna manera desconocida por nosotros e incomprensible, una
Totalidad
o una
Unidad
(como una manzana es una unidad). Esta Totalidad o esta Unidad, este
Todo
—que puede llamarse el «Absoluto» o el «Independiente», porque, incluyendo todo en sí mismo, él mismo no depende de nada— es «mundo» para «todos los mundos». Lógicamente, es perfectamente posible concebir un estado de cosas donde el Todo forma una sola Unidad. Tal Unidad será ciertamente el Absoluto, lo que significa el Independiente, ya que siendo Todo, no puede dejar de ser indivisible e infinito.

"El Absoluto, es decir este estado de cosas donde el Conjunto constituye un Todo, es de alguna manera el estado primordial, fuera del cual, por división y diferenciación, surge la diversidad de fenómenos que observamos.

"El hombre vive en todos los mundos, pero de diferentes maneras.

"Esto significa que ante todo está influido por el mundo
más cercano,
con el que vive en contacto inmediato ya que forma parte de éste. Los mundos más alejados influyen también sobre el hombre, ya sea directamente, o a través de los mundos intermedios, pero su acción disminuye en razón directa de su alejamiento o de su diferenciación respecto al hombre. Como lo veremos más tarde, la influencia
directa
del Absoluto no alcanza al hombre. Pero la influencia del mundo inmediatamente consecutivo, la del mundo de las estrellas, ya es perfectamente clara en la vida del hombre —aunque la «ciencia», por cierto, no sepa nada de esto."

Con estas palabras, G. terminó su exposición.

En la reunión siguiente, todos teníamos muchas preguntas, sobre todo acerca de las influencias de los diferentes mundos, y especialmente el porqué no llega hasta nosotros la influencia del Absoluto.

—Antes de abordar estas preguntas y las leyes de la transformación de la Unidad en Pluralidad, comenzó G., debemos examinar
la ley fundamental
que crea todos los fenómenos, en toda la diversidad o la unidad de todos los universos.

"Esta es la «Ley de Tres», la ley de los
Tres Principios
o de las
Tres Fuerzas.
Según esta ley, todo fenómeno, sobre cualquier escala y en cualquier mundo en que tenga lugar, desde el plano molecular al plano cósmico, es el resultado de la combinación o del encuentro de tres fuerzas diferentes y opuestas. El pensamiento contemporáneo reconoce la existencia de dos fuerzas, y la necesidad de estas dos fuerzas para que se produzca un fenómeno: fuerza y resistencia, magnetismo positivo y negativo, electricidad positiva y negativa, células masculinas y femeninas, y así sucesivamente. Pero no reconoce aun la existencia de estas dos fuerzas siempre y en todas partes. En cuanto a la tercera fuerza, jamás se ha preocupado de ella, y si se ha suscitado alguna vez esta cuestión, nadie se ha dado cuenta.

"Según el conocimiento verdadero y exacto, una fuerza o dos fuerzas no pueden jamás producir un fenómeno. Es necesaria la presencia de una tercera fuerza, porque es únicamente con su ayuda que las dos primeras pueden producir lo que puede llamarse un fenómeno, en cualquier nivel.

"La doctrina de las tres fuerzas está en la raíz de todos los sistemas antiguos. La primera fuerza puede ser llamada activa o positiva; la segunda, pasiva o negativa; la tercera, neutralizante. Pero estos son meramente nombres. En realidad, estas tres fuerzas son tan activas una como otra; aparecen como activa, pasiva y neutralizante únicamente en su punto de encuentro, es decir,
solamente en el momento en que entran en relación, una con otra.
Las dos primeras fuerzas son más o menos comprensibles y a veces se puede descubrir la tercera, ya sea en el punto de aplicación de las fuerzas, en su «medio», o en su «resultado». Pero en general es difícil observar y comprender la tercera fuerza. La razón de esto se debe buscar en los límites funcionales de nuestra actividad psicológica ordinaria y en las categorías fundamentales de nuestra percepción del mundo de los fenómenos, es decir, en nuestra sensación del espacio y del tiempo resultantes de estas limitaciones. Los hombres no pueden percibir ni observar directamente la tercera fuerza, tal como no pueden percibir en forma espacial la «cuarta dimensión».

"Pero al estudiarse a sí mismo, al estudiar las manifestaciones de su pensamiento, de su conciencia, de su actividad, de sus hábitos, de sus deseos, etc., se puede aprender a observar y a ver en sí mismo la acción de las tres fuerzas. Supongamos, por ejemplo, que un hombre quiere trabajar sobre sí mismo para cambiar algunas de sus características, con el fin de alcanzar un nivel de ser más elevado. Su deseo, su iniciativa, será la fuerza activa. La inercia de toda su vida psicológica habitual, que se opone a esta iniciativa, será la fuerza pasiva o negativa. Las dos fuerzas o se contrabalancearán, o una vencerá totalmente a la otra, pero al mismo tiempo quedará demasiado débil para cualquier acción ulterior. Así las dos fuerzas tendrán que girar, en cierta forma, una alrededor de la otra, una absorbiendo a la otra, y no producirán resultado alguno. Esto puede prolongarse toda una vida. Un hombre puede experimentar un deseo de iniciativa. Pero toda su fuerza de iniciativa puede ser absorbida por sus esfuerzos para sobreponerse a la inercia habitual de la vida, sin dejarle nada para alcanzar la meta hacia la cual debería dirigir su iniciativa. Y esto puede continuar así, hasta que la tercera fuerza haga su aparición, por ejemplo, bajo la forma de un
nuevo saber,
mostrando en seguida la ventaja o la necesidad de un trabajo sobre sí, que de esta manera sostendrá y reforzará la iniciativa. Entonces la iniciativa, con el sostén de la tercera fuerza, podrá vencer la inercia y el hombre llegará a ser activo en la dirección deseada.

"Se pueden descubrir ejemplos de la acción de las tres fuerzas y de los momentos en que entra en juego la tercera fuerza en todas las manifestaciones de nuestra vida psíquica, en todos los fenómenos de la vida de las comunidades humanas, de la humanidad considerada como una totalidad, y en todos los fenómenos de la naturaleza circundante.

"Al comienzo, será suficiente comprender el principio general: Cada fenómeno, sea cual fuere su magnitud, es necesariamente la manifestación de tres fuerzas; una o dos fuerzas no pueden producir un fenómeno, y si observamos una detención en lo que sea, o una vacilación sin fin en el mismo lugar, podemos decir que en dicho lugar falta la tercera fuerza. Para tratar de comprenderla, se debe recordar una vez más que no podemos ver los fenómenos como manifestaciones de las tres fuerzas, porque en nuestros estados subjetivos de conciencia, el mundo objetivo escapa a nuestras observaciones. Y en el mundo fenoménico observado subjetivamente, no vemos en los fenómenos sino la manifestación de una o de dos fuerzas. Si pudiéramos ver la manifestación de tres fuerzas en cada acción, veríamos entonces el mundo tal como es (las cosas en sí mismas). Pero aquí, hay que recordar que un fenómeno que parece simple puede en realidad ser complicado, es decir que puede ser una combinación muy compleja de trinidades. Pero sabemos que no podemos ver el mundo tal como es, y esto debería ayudarnos a comprender por qué no podemos ver la tercera fuerza. La tercera fuerza es una propiedad del mundo real. El mundo subjetivo o fenoménico de nuestra observación es sólo relativamente real; en todo caso, no es completo.

"Volviendo al mundo en que vivimos, podemos decir ahora que en el Absoluto —así como por analogía en todo lo demás— las tres fuerzas son activas: la fuerza llamada activa, la fuerza llamada pasiva y la fuerza llamada neutralizante. Pero ya que en el Absoluto, por su misma naturaleza, cada cosa constituye un todo, las tres fuerzas igualmente constituyen un todo. Además, al formar un todo independiente, las tres fuerzas poseen una voluntad plena e independiente, una conciencia plena, una comprensión plena de sí mismas y de todo lo que hacen.

"La idea de la unidad de las tres fuerzas en el Absoluto forma la base de muchas enseñanzas antiguas —la consubstancial e indivisible Trinidad, Trimurti: Brahma-Vishnu-Siva, y así sucesivamente.

"Las tres fuerzas del Absoluto, constituyendo un todo, separadas y unidas por su propia voluntad y por su propia decisión, crean en sus puntos de unión, fenómenos, «mundos». Estos mundos creados por voluntad del Absoluto, dependen enteramente de esta voluntad en todo lo que concierne a su propia existencia. En cada uno de ellos todavía actúan las tres fuerzas. Sin embargo, puesto que ahora cada uno de estos mundos ya no es el todo, sino solamente una de sus partes, desde entonces las tres fuerzas dejan de formar en ellos un solo todo. Hay ahora tres voluntades, tres conciencias, tres unidades. Cada una de las tres fuerzas contiene en sí misma la posibilidad de las tres, pero en su punto de encuentro cada una de ellas no manifiesta sino un principio: el activo, el pasivo o el neutralizante. Las tres fuerzas constituyen juntas una trinidad que produce nuevos fenómenos. Pero esta trinidad es diferente, no es aquella que estaba en el Absoluto, donde las tres fuerzas, al constituir una totalidad indivisible, poseían una sola voluntad y una sola conciencia. En los mundos del segundo orden, las tres fuerzas están ahora divididas y sus puntos de unión son de naturaleza diferente. En el Absoluto, el momento y el punto de su unión están determinados por su voluntad única. En los mundos del segundo orden, donde ya no hay una voluntad única, sino tres voluntades, los puntos de manifestación están determinados por una voluntad separada, independiente de las otras, y por consiguiente, el punto de encuentro resulta accidental, mecánico. La voluntad del Absoluto crea los mundos del segundo orden y los gobierna, pero no gobierna su trabajo creador, donde hace su aparición un elemento de mecanicidad."

G. trazó un diagrama:

—Imaginemos al Absoluto como un círculo, y dentro de él una multitud de otros círculos; éstos serán los mundos del segundo orden. Tomemos el primero de estos círculos. Al Absoluto se le designa con el número 1, ya que en el Absoluto las tres tuerzas constituyen un todo. En cuanto a los pequeños círculos, los designaremos con el número 3, ya que, en un mundo del segundo orden, las tres fuerzas están ya divididas.

"En cada uno de estos mundos del segundo orden, las tres fuerzas divididas crean, al encontrarse, mundos nuevos de un tercer orden. Consideremos algunos de estos mundos. Los mundos del tercer orden, creados por las tres fuerzas que actúan semi-mecánicamente, ya no dependen de la voluntad única del Absoluto, sino de tres leyes mecánicas. Estos mundos son creados por las tres fuerzas. Y una vez creados, manifiestan tres fuerzas nuevas de su propio orden. Por consecuencia, las fuerzas que actúan en los mundos del tercer orden serán seis. En el diagrama, al círculo del tercer orden, se le designa con el número 6 (3 más 3). En estos mundos se crean mundos de un nuevo orden, el cuarto.

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