Hacia la Fundación (23 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

–¿Y por qué te interesa tanto ese como-se-llame?

–Gleb Andorin… Porque he recibido un mensaje de Raych.

Los ojos de Dors relampaguearon.

–¿Por qué no me lo dijiste? ¿Está bien?

–Que yo sepa sí, pero espero que no intente enviar más mensajes. Si le sorprenden comunicándose conmigo dejará de estar bien. En fin, el caso es que ha establecido contacto con Andorin…

–¿Y también ha establecido contacto con los joranumitas?

–No lo creo. Parece improbable, sobre todo porque la conexión no tendría demasiado sentido. El movimiento joranumita está compuesto básicamente por gente de clases bajas…, es un movimiento proletario, por así decirlo, y Andorin es un aristócrata entre los aristócratas. ¿Qué podría impulsarle a unirse a los joranumitas?

–Si pertenece a la familia de los alcaldes de Wye quizá aspire a ocupar el trono imperial, ¿no te parece?

–Llevan generaciones detrás de ello. Supongo que te acuerdas de Rashelle, ¿no? Era la tía de Andorin.

–Entonces, ¿no crees posible que utilice a los joranumitas como trampolín?

–Podría ser, si Andorin desea contar con un trampolín creo que estaría metido en un juego muy peligroso. Si los joranumitas subsisten tendrán sus propios planes, y un hombre como Andorin quizá acabe por descubrir que se ha montado encima de un greti…

–¿Qué es un greti?

–Creo que era un animal muy feroz que ya se ha extinguido. Es un proverbio de Helicon… Si montas encima de un greti acabas descubriendo que no puedes bajar, porque si lo haces te devora.

Seldon permaneció en silencio durante unos momentos.

–Una cosa más… Raych parece haber trabado relación con una mujer que conoce a Andorin y cree que puede conseguir información importante a través de ella. Te estoy diciendo todo esto para que después no me acuses de haberte ocultado nada.

–¿Una mujer?

Dors frunció el ceño.

–Tengo entendido que se trata de una mujer que conoce a muchos hombres que pueden irse de la lengua si se encuentran en una situación íntima.

–Una de ésas… -Dors frunció aun más el ceño-. No me gusta nada la idea de que Raych…

–Vamos, vamos. Raych tiene treinta años y sin duda posee mucha experiencia. Creo que puedes confiar en que su sentido común sabrá protegerle de esa mujer…, o de cualquier otra. – Se volvió hacia Dors, y la expresión de cansancio y preocupación que había en su rostro no podía ser más clara-. ¿Crees que me gusta esto? ¿Crees que hay algo en toda esta situación que me guste?

Dors no supo qué responder.

16

Gambol Deen Namarti no se distinguía por su afabilidad y cortesía ni en sus mejores momentos, y la proximidad del clímax de una década de planes y conspiraciones hacía que estuviera de bastante mal humor.

–Has tardado mucho en llegar, Andorin -dijo con voz nerviosa mientras se ponía en pie.

Andorin se encogió de hombros.

–Pero ya estoy aquí.

–Y ese joven, esa herramienta tan notable de la que no has parado de hablarme… ¿Dónde está?

–Ya llegará.

–¿Por qué no está aquí?

Las facciones de Andorin parecieron relajarse, como si estuviera absorto en sus pensamientos o a punto de tomar una decisión.

–No quería traerle hasta no tener una idea clara de cuál es mi situación -dijo por fin con bastante brusquedad.

–¿Qué quieres decir?

–Es una frase muy sencilla y creo que no cuesta nada entenderla. ¿Cuánto tiempo llevas con el objetivo de acabar con Hari Seldon?

–¡Siempre ha sido mi objetivo, siempre! ¿Acaso resulta tan incomprensible? Tenemos derecho a vengarnos por lo que le hizo a Jo-Jo, y aun suponiendo que no fuera así, es el Primer Ministro y tenemos que eliminarle.

–Pero es Cleon quien ha de ser derrocado…, Cleon, ¿entiendes? Al menos debemos ocuparnos de él al mismo tiempo que de Seldon.

–¿Por qué te preocupas tanto por una mera figura decorativa?

–Vamos, no eres niño. Nunca he necesitado explicarte las razones de que me uniera a vuestra organización porque no eres idiota y ya las conoces. ¿Qué pueden importarme tus planes si no incluyen derrocar al actual ocupante del trono?

Namarti se rió.

–Claro… Ya hace tiempo que sé que me consideras tu forma de llegar hasta el trono imperial.

–¿Acaso esperabas otra cosa?

–En absoluto. Trazo los planes, corro los riesgos pertinentes, y cuando todo haya terminado tú te quedas con la recompensa. Tiene sentido, ¿verdad?

–Sí, tiene sentido porque la recompensa también será tuya. ¿Acaso no te convertirás en Primer Ministro? ¿Acaso no podrás contar con el pleno apoyo de un nuevo Emperador lleno de gratitud hacia ti? ¿Acaso no seré… -y el rostro de Namarti se contorsionó en una mueca irónica mientras escupía las palabras-, la nueva figura decorativa?

–¿Planeas convertirte en eso? ¿En una figura decorativa?

–Planeo convertirme en Emperador. Te proporcioné fondos cuando no tenías ni un crédito. Te proporcioné hombres para crear una organización. Te proporcioné la respetabilidad necesaria para construir un movimiento a gran escala en Wye. Aún puedo retirarme llevándome todo lo que he aportado.

–No lo creo.

–¿Quieres correr el riesgo? Ah, y no creas que puedes hacer conmigo lo que hiciste con Kaspalov. Si me ocurre algo, Wye será inhabitable para ti y los tuyos…, descubrirás que ningún otro sector puede proporcionarte lo que necesitas.

Namarti suspiró.

–Entonces insistes en que hay que matar al Emperador.

–No he dicho «matar», he dicho «derrocar». Dejo los detalles en tus manos.

La última frase fue acompañada por un gesto casi despectivo, un giro de la muñeca tan elegante e imperativo como si Andorin ya estuviera sentado en el trono.

–Y luego serás Emperador, ¿no?

–Así es.

–No, no lo serás. Estarás muerto…, y no seré yo quien te mate. Andorin, permíteme que te dé una pequeña lección sobre las duras realidades de la vida. Si Cleon es asesinado se plantea el problema de la sucesión, y la Guardia Imperial intentará evitar la guerra civil ejecutando de inmediato a todos los miembros de la familia de los alcaldes de Wye que consiga encontrar…, y tú serás el primero. Por otra parte, si el Primer Ministro es el único en morir no correrás ningún peligro.

–¿Por qué?

–Porque un Primer Ministro no es más que eso. Los primeros ministros se suceden y ya está. Incluso podría ser que el mismo Cleon se hubiera hartado de él, ordenando que le asesinaran. Puedo asegurarte que nos ocuparemos de difundir esa clase de rumores… La Guardia Imperial vacilará y nos proporcionará la oportunidad de crear un nuevo gobierno. De hecho, es muy posible que ellos mismos agradezcan la desaparición de Seldon.

–Y cuando el nuevo gobierno controle el poder, ¿qué he de hacer? ¿Seguir esperando… eternamente?

–No. En cuanto sea Primer Ministro habrá formas de resolver el problema que plantea Cleon. Puede que incluso sea capaz de hacer algo con la Guardia Imperial, o con el departamento de seguridad, y acabe por utilizarlos, como mis instrumentos. Después encontraré alguna solución limpia y segura que me permita librarme de Cleon y sustituirle por ti.

–¿Y por qué deberías hacerlo? – estalló Andorin.

–¿Qué quieres decir con eso de por qué debería hacerlo? – preguntó Namarti.

–Sientes un odio personal hacia Seldon. En cuanto haya desaparecido, ¿por qué correr riesgos innecesarios al más alto nivel de estado? Harás las paces con Cleon y yo me veré en la obligación de retirarme a mi mansión (cada vez más ruinosa) para rumiar mis sueños imposibles. Incluso podrías eliminar todos los riesgos haciéndome matar.

–¡No! – exclamó Namarti-. Cleon nació para subir al trono. Es el último descendiente de un linaje de varias generaciones de Emperadores…, la orgullosa Dinastía Entun, recuérdalo. Sería terriblemente difícil de manejar. Tú, en cambio, llegarías al trono como representante de una nueva dinastía sin ningún lazo sólido con la tradición, porque supongo que admitirás que los anteriores Emperadores de la familia Wyan no fueron nada distinguidos. Te sentarás en un trono tambaleante y necesitarás de alguien que te apoye…, y ese alguien seré yo. A su vez yo necesitaré de alguien que dependa por completo de mí y al que pueda manejar…, ese alguien serás tú. Vamos, Andorin, lo nuestro no es un matrimonio por amor de los que se marchitan en un año. Es un matrimonio de conveniencia, y puede durar todo el tiempo que vivamos. Confiemos el uno en el otro.

–Júrame que seré Emperador.

–¿De qué serviría si no puedes confiar en mi palabra? Digamos que serías un Emperador extraordinariamente útil y que me gustaría ver cómo sustituyes a Cleon en el trono tan pronto como pueda hacerse sin riesgos. Y ahora, preséntame al hombre que será la herramienta perfecta para nuestros propósitos.

–Muy bien, y recuerda lo que le hace ser distinto. Le he estudiado con mucha atención. Es un idealista no muy inteligente. Hará lo que se le ordene sin pensar en el peligro y sin hacerse demasiadas preguntas. Ah, y tiene algo que le hace parecer digno de confianza, por lo que su víctima confiará en él aunque lleve un desintegrador en la mano.

–Eso me resulta imposible de creer.

–Espera a conocerle -dijo Andorin.

17

Raych mantuvo la mirada baja. Un rápido vistazo a Namarti fue suficiente. Le había conocido diez años atrás, cuando Raych fue enviado para atraer a Jo-Jo Joranum a su destrucción, y una ojeada le bastó para reconocerle.

Namarti había cambiado muy poco en diez años. La ira y el odio seguían siendo las características dominantes que se podían captar al observarle -o, por lo menos, las que Raych podía ver, pues era consciente de que no podía ser considerado como un testigo imparcial-, y parecían haberle endurecido hasta otorgarle la rugosa permanencia del cuero. Su rostro estaba un poco más flaco y sus cabellos salpicados de canas, pero su boca de labios delgados seguía formando la misma línea tensa y sus oscuras pupilas brillaban con la misma peligrosidad de siempre.

Eso era suficiente, y Raych mantuvo apartada la mirada de su rostro. Tenía la sensación de que Namarti no era el tipo de persona al que le guste que le miren a la cara.

Namarti daba la impresión de devorar a Raych con los ojos, pero la mueca burlona que siempre parecía estar presente en su rostro no se había alterado.

Namarti se volvió hacia Andorin, quien había permanecido a un lado y les observaba con cierto nerviosismo.

–Así que éste es el hombre -dijo, como si la persona a la que hacían referencia sus palabras no estuviera presente.

Andorin asintió y sus labios se movieron articulando un silencioso «Sí, jefe».

–¿Cómo te llamas? – preguntó tajantemente Namarti volviéndose hacia Raych.

–Planchet, señor.

–¿Crees en nuestra causa?

–Sí, señor. – Raych habló despacio y con cautela obedeciendo las instrucciones que le había dado Andorin-. Soy un demócrata y deseo que haya una mayor participación del pueblo en el proceso gubernamental.

Los ojos de Namarti se movieron velozmente hacia Andorin.

–Veo que sabe soltar discursos.

Volvió a mirar a Raych.

–¿Estás dispuesto a correr riesgos por la causa?

–Cualquier riesgo, señor.

–¿Harás lo que se te ordene sin preguntar ni echarte atrás?

–Obedeceré las órdenes.

–¿Sabes algo de jardinería?

Raych vaciló unos momentos antes de responder.

–No, señor.

–Entonces eres trantoriano, ¿eh? ¿Naciste debajo de la cúpula?

–Nací en Millimaru, señor y me crié en Dahl.

–Muy bien -dijo Namarti, y se volvió hacia Andorin-. Llévale fuera y di a los hombres que se ocupen de él por un tiempo. Cuidarán bien de él. Después vuelve aquí. Quiero hablar contigo.

Cuando Andorin volvió, Namarti había sufrido un gran cambio. Sus ojos brillaban, y su boca estaba retorcida en una sonrisa salvaje.

–Andorin, los dioses de los que hablábamos el otro día están con nosotros hasta un punto inimaginable -dijo.

–Ya te dije que era el hombre adecuado para nuestros propósitos.

–Mucho más de lo que piensas. Naturalmente, ya sabes que Hari Seldon, nuestro reverenciado Primer Ministro, envió a su hijo o, mejor dicho, a su hijo adoptivo, para que entrara en contacto con Joranum y le tendiera la trampa, en la que acabó por caer, desoyendo mis consejos.

–Sí -dijo Andorin asintiendo cansinamente con la cabeza-, conozco la historia.

Habló en el tono de voz de quien la conocía muy bien.

–Sólo vi a ese muchacho en una ocasión, pero su imagen quedó grabada en mi cerebro. ¿Crees que diez años, unos tacones falsos y un bigote afeitado podrían engañarme? Tu Planchet es Raych, el hijo adoptivo de Hari Seldon.

Andorin palideció y contuvo el aliento durante un momento.

–Jefe, ¿estás seguro? – preguntó.

–Tan seguro como de que te tengo delante de mis ojos y de que has introducido a un enemigo en el seno de nuestra organización.

–No tenía ni idea…

–No te pongas nervioso -dijo Namarti-. Creo que es lo mejor que has hecho en toda tu vida de aristócrata ocioso. Has interpretado el papel que los dioses te habían asignado. De no haber sabido quién era Raych podría haber desempeñado la función para la que ha sido enviado: entrar en nuestra organización para espiarnos e informar de nuestros planes más secretos. Pero sé quién es, y las cosas no ocurrirán así. No, al contrario… Ahora lo tenemos todo.

Namarti se frotó las manos, puso cara de felicidad y, aunque despacio y con cierta dificultad, como si fuera consciente de lo poco que encajaba con su carácter y su imagen, sonrió…, y después se echó a reír.

18

–Supongo que ya no volveré a verte, Planchet -dijo Manella con expresión pensativa.

Raych se estaba secando después de haberse duchado.

–¿Por qué no?

–Gleb Andorin no quiere que lo haga.

–¿Por qué no?

Manella encogió sus hermosos hombros.

–Dice que tienes un trabajo muy importante que hacer y que ya no puedes perder el tiempo con tonterías. Quizá se refiere a que conseguirás un empleo mejor.

Raych se puso nervioso.

–¿Qué clase de trabajo? ¿No se refirió a nada en particular?

–No, pero dijo que pensaba ir al sector Imperial.

–¿De veras? ¿Te suele hacer ese tipo de confidencias?

–Vamos, Planchet, ya sabes cómo son estas cosas… Cuando estás en la cama con un hombre suele hablar mucho.

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