Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (84 page)

Capítulo CLXXXVI: Cómo fueron en posta desde Nicaragua ciertos amigos del Pedrarias de Ávila a hacelle saber cómo Francisco Hernández, que envió por capitán a Nicaragua, se carteaba con Cortés y se le había alzado con las provincias, y lo que sobrello Pedrarias hizo

Como un soldado que se decía Fulano Garabito, y un Campañón, y otro que se decía Zamorano eran íntimos amigos de Pedrarias de Ávila, gobernador de Tierra Firme, vieron que Cortés había enviado presentes al Francisco Hernández y habían entendido que Pedro de Garro y otros soldados hablaban secretamente con el Francisco Hernández, tuvieron sospecha que quería dar aquellas provincias e tierras a Cortés, y demás esto el Garabito era enemigo de Cortés, porque siendo mancebos en la isla de Santo Domingo el Cortés le había acuchillado sobre amores de una mujer. Y como el Pedrarias de Ávila lo alcanzó a saber por cartas y mensajeros, viene más que de paso con gran copia de soldados a pie y a caballo y prende al Francisco Hernández, y el Pedro de Garro como alcanzó a saber quel Pedrarias venta muy enojado contra él, de presto se huyó y se vino con nosotros, y si el Francisco Hernández quisiera venir, tiempo tuvo para hacer lo mismo, y no quiso, creyendo quel Pedrarias lo hiciera de otra manera con él, porque habían sido muy grandes amigos. Y después quel Pedrarias hubo hecho proceso contra el Francisco Hernández y halló que se alzaba, por sentencia le degolló en la misma villa donde estaba poblado. Y en esto paró la venida del Garro y los presentes de Cortés. Y dejallo he aquí, y diré como Cortés volvió al puerto de Trujillo con tormenta.

Capítulo CLXXXVII: Cómo yendo Cortés por la mar la derrota de Méjico tuvo tormenta y dos veces tornó arribar al puerto de Trujillo, y lo que allí le avino

Pues, como dicho tengo en el capitulo pasado, que Cortés se embarcó en Trujillo para ir a Méjico, paresció ser tuvo tormenta en la mar, unas veces con tiempo contrario, otras veces se le quebró el mástel del trinquete y mandó arribar a Trujillo. Y como estaba flaco y mal dispuesto y quebrantado de la mar y muy temeroso de ir a la Nueva España por temor no le prendiese el fator, parescióle que no era bien ir en aquella sazón a Méjico y desembarca en Trujillo; mandó decir misas al Espiritu Santo y procesión e rogativas a Nuestro Señor Dios y a Nuestra Señora la Virgen María, que le encaminase lo que más fuese para su santo servicio. Y paresció ser el Espíritu Santo le alumbró de no ir entonces aquel viaje, sino que conquistase y poblase aquellas tierras. Y luego sin más dilación envía en posta a matacaballo tres mensajeros tras nosotros, que íbamos camino con sus cartas, y rogándonos que no pasásemos más adelante, que conquistásemos y poblásemos la tierra, porquel buen ángel de la guarda se lo ha metido e alumbrado en el pensamiento, y quél ansí lo piensa hacer. Y desque vimos la carta y de que tan de hecho lo mandaba, no lo pudimos sufrir y le echábamos mill maldiciones, y que no hobiese ventura en todo cuanto pusiese mano, y se le perdiese como nos había echado a perder. Y demás desto, dijimos todos a una al capitán Sandoval que si Cortés quería poblar, que se quedase con los que quisiese, que hartos conquistados y perdidos nos traía, y que jurábamos de no le aguardar más, sino irnos a las tierras de Méjico que ganamos, y ansimismo el Sandoval era de nuestro parescer, y lo que con nosotros pudo acabar fue que le escribiésemos en posta con los mismos que nos trujeron las cartas dándole a entender nuestra voluntad, y en pocos días rescibió nuestras cartas con firmas de todos; y las respuestas que ellas nos dio fue ofrecerse en gran manera a los que quisiésemos quedar a poblar aquella tierra, y en cabo de la carta traía una cortapisa, que si no le querían obedescer como lo mandaba, que en Castilla y en todas partes había soldados. Y desque aquella respuesta vimos, todos nos queríamos ir camino de Méjico e perderle la vergüenza. Y desque aquello vio el Sandoval, muy afectuosamente y con grandes ruegos nos importunó que aguardásemos algunos días, que él en persona iría a hacer embarcar a Cortés. Y le escribimos en respuesta de la carta, que ya había de tener compasión y otro miramiento quel que tiene, habernos traído de aquella manera, y por su causa nos han robado y vendido nuestra hacienda y tomados los indios, y los que allí con nosotros estaban que eran casados dijeron que ni saben de sus mujeres e hijos, y le suplicamos que luego se volviese a embarcar y se fuese camino de Méjico; porque así como dice que hay soldados en Castilla y en todas partes, que también sabe que hay gobernadores y capitanes puestos en Méjico, y que doquiera que lleguemos nos darán indios. Y luego Sandoval se fue, y llevó en su compañía a un Pedro de Saucedo el Romo, y a un herrador que se decía Francisco Donaire, y llevó consigo su buen caballo, que se decía Motilla, y juró que había de hacer embarcar a Cortés e que se fuese a Méjico. Y porque he traído aquí a la memoria el caballo Motilla, fue de mejor carrera y revuelto, y en todo de buen parescer, y castaño algo escuro, que hobo en la Nueva España, y tanto fue de bueno, que Su Majestad tuvo noticia dél, y aun el Sandoval se lo quiso enviar presentado. Dejemos de hablar del caballo Motilla y volvamos a decir que Sandoval se lo quiso enviar a Su Majestad y me demandó a mí mi caballo, que era muy bueno, ansí de juego como de carrera y de camino, y este caballo hobe en seiscientos pesos, que solía ser de un Ávalos, hermano de Sayavedra, porque otro que truje me lo mataron en una entrada de un pueblo que se dice Zulaco, que me había costado en aquella sazón otros sobre seiscientos pesos, y el Sandoval me dio otro de los suyos a trueco del que le di, que no me duró el que me dio dos meses, que también me lo mataron en otra guerra, que no me quedó sino un potro muy ruin que había comprado de los mercaderes que vinieron a Trujillo, como otras veces he dicho en el capitulo que dello habla. Volvamos a nuestra relación y dejemos de contar de las averías de caballos y de mi trabajo. Y que antes que Sandoval de nosotros partiese nos habló a todos con mucho amor, y dejó a Luis Marín por capitán, y nos fuimos luego a unos pueblos que se dice Maniani, y desde allí a otro pueblo, que en aquella sazón era de muchas casas, que se decía Acalteca, y que allí esperásemos la respuesta de Cortés. Y en pocos días llegó Sandoval a Trujillo, y se holgó el Cortés de ver al Sandoval, y desque vio lo que le escribimos, no sabía qué consejo tomar, porque ya había mandado a su primo Sayavedra que era capitán, que fuese con todos los soldados a pacificar los pueblos questaban de guerra; y por más palabras e importunaciones que Sandoval dijo a Cortés, y Pedro Saucedo el Romo, para que se fuese a la Nueva España, nunca se quiso embarcar. Y lo que pasó diré adelante.

Capítulo CLXXXVIII: Cómo Cortés envió un navío a la Nueva España y por capitán de él a un criado suyo que se decía Martín de Orantes, y con cartas y poderes para que gobernasen Francisco de las Casas y Pedro de Alvarado, si allí estuviesen, y si no el Alonso Destrada y el Albornoz

Pues como Gonzalo de Sandoval no pudo acabar que Cortés se embarcase, sino que todavía quería conquistar y poblar aquella tierra, que en aquella sazón era bien poblada y había fama de minas de oro fue acordado que luego sin más dilación enviase con un navío a un criado suyo, que se decía Martín de Orantes, hombre que se podía fiar dél cualquier negocio de importancia, y fue por capitán del navío, y llevó poderes para Pedro de Alvarado y Francisco de las Casas, si hobiesen vuelto a Méjico, para que fuesen gobernadores de la Nueva España hasta que Cortés fuese, y si no estaban en Méjico, que gobernasen el tesorero Alonso de Estrada y el contador Albornoz, según y de la manera que les había de antes, dado el poder, y revocó los poderes del fator y, veedor, y escribió muy amorosamente ansí al tesorero como al Albornoz, puesto que supo de las cartas contrarias que hobo escrito a Su Majestad contra de Cortés, y también escribió a todos sus amigos los conquistadores e a los monasterios de San Francisco e frailes; y mandó al Martín de Orantes que fuese a desembarcar a una bahía entre Pánuco y la Veracruz, y ansí se lo encomendó al piloto y marineros, y aun se lo pagó muy bien, y que no echasen en tierra a otra persona salvo a Martín de Orantes, y que luego en echando en tierra alzasen anclas y diesen velas y se fuesen a Pánuco. Pues ya dado uno de los mejores navíos de los tres que allí estaban y metido matalotaje, y después de haber oído misa, dan vela, y quiere Nuestro Señor dalles tan buen tiempo, que en pocos días llegaron a la Nueva España; y vanse derechamente a la bahía cerca de Pánuco, la cual sabía muy bien el Martín de Orantes. Y como saltó en tierra, dando muchas gracias a Dios por ello, se disfrazó el Martín de Orantes por que no le conosciesen, y quitó sus vestidos y tomó otros como de labrador, porque ansí le fue mandado por Cortés, y aun llevó hechos los vestidos de Trujillo. Y con todas sus cartas y poderes bien alzados e liados en el cuerpo de manera que no hiciesen bulto, iba a más andar por su camino a pie, que era suelto peón; y cuando llegaba a los pueblos de indios que había españoles metíase entre los indios por no tener pláticas ni le confesasen, ya que no podía menos, de tratar con españoles, no le podían conoscer, porque ya había dos años e tres meses que salimos de Méjico y le habían crecido las barbas; y cuando le preguntaban algunos cómo se llamaba o dónde iba o venía, que acaso no podía menos de respondelles, decía que se decía Joan de Flechilla. Por manera que en cuatro días que salió del navío entró a Méjico de noche, y se fue al monasterio de señor San Francisco, donde halló a muchos retraídos, y entrellos a Jorge de Alvarado, y Andrés de Tapia, y a Juan Núñez de Mercado, e a Pedro Moreno Medrano, y a otros muchos conquistadores y amigos de Cortés. Y desque vieron al de Orantes y supieron que Cortés era vivo y vieron sus cartas no podían estar de placer los unos y los otros, e saltaban y bailaban. pues los frailes franciscos, y entre ellos fray Toríbio Motolinea y un fray Diego de Altamirano, daban todos saltos de placer y muchas gracias a Dios por ello. Y luego sin más dilación cierran todas sus puertas del monasterio por que ninguno de los traidores, que había muchos, fuesen a dar mandado ni hobiesen pláticas sobrello, y a media noche lo hacen saber al tesorero y al contador y a otros amigos de Cortés, y ansí como lo supieron, sin hacer ruido vinieron a San Francisco y vieron los poderes que Cortés les enviaba, y acordaron sobre todas cosas de ir a prender al fator; y toda la noche se les fue en apercibir amigos y armas para otro día por la mañana le prender, porque el veedor en aquel tiempo estaba sobrel peñón de Coatlán. Y desque amanesció fue el tesorero con todos los del bando de Cortés, y el Martín de Orantes con ellos, por que le conosciesen iba con ellos, y fueron a las casas del fator diciendo por las calles: «¡Viva el rey nuestro señor, y Hernando Cortés en su real nombre, que vivo e viene agora a esta ciudad, e yo soy su criado de Orantes!» Y desque oían aquel ruido los vecinos y tan de mañana y oían decir «iviva el rey!» todos acudieron, como eran obligados, a tomar armas, creyendo que había alguna otra cosa para favorescer las cosas de Su Majestad. Y desque oyeron decir que Cortés era vivo e vieron al de Orantes, se holgaban. Y luego se juntaron con el tesorero para ayudalle muchos vecinos de Méjico, porque según paresció el contador no ponía en ello mucha calor, que andaba doblado, hasta quel Alonso de Estrada se lo reprehendió, y aun sobrello tuvieron palabras muy sentidas, y porque no le contentaron al contador. E yendo que iban a las casas del fator, ya estaba muy apercebido, porque luego lo supo, que le avisó dello el mismo contador cómo le iban a prender. Y mandó asestar su artillería delante de sus casas, y era capitán della don Luis de Guzmán, primo del duque de Medina Sedonia, y tenía sus capitanes apercebidos con muchos soldados; decíanse los capitanes Archilaga, y Ginés Nortes, y Pedro González Sabiote. Y así como llegó el tesorero y Jorge de Alvarado y Andrés de Tapia con todos los demás conquistadores y el contador, y aunque flojamente e de mala gana, con todas sus gentes apellidando: «¡Aquí del rey, y Hernando Cortés en su real nombre!» les comenzaron a entrar unos por las azoteas, otros por las puertas de los aposentos y por otras dos partes, todos los que eran de la parte del fator desmayaron, porque el capitán de la artillería, que fue don Luis de Guzmán, tiró por su parte, los artilleros por la suya, y desmamparan los tiros; pues el capitán Archilaga dio priesa en se esconder, y el Ginés Nortes se descolgó e echó por unos corredores abajo, que no quedó con el fator sino Pedro González Sabiote y otros cuatro criados del fator. Y desque se vio desmamparado, el mismo fator tomó un tizón para poner fuego a los tiros; mas diéronle tanta priesa que no pudo más, y allí le prendieron y le pusieron guardas hasta que hicieron una red de maderos gruesos y le metieron dentro, y allí le daban de comer; y en esto paró la cosa de su gobernación. Y luego hicieron mensajeros a todas las villas de la Nueva España dando relación de todo lo acaescido. Y estando desta manera, a unas personas les placía y a los quel fator había dado indios y cargos les pesaba. Y fue la nueva al peñol Coatlán y a Guaxaca, donde estaba el veedor, y como el veedor y sus amigos lo supieron fue tan grande la tristeza e pesar que tomó, que luego cayó malo y dejó el cargo de capitán a Andrés de Monjaraz, questaba malo de bubas, ya otras veces por mi nombrado, y se vino en posta a la ciudad de Tezcuco y se metió en el monasterio del señor San Francisco. Y como el tesorero y el contador, que ya eran gobernadores, lo supieron, le enviaron a prender al monasterio, porque de antes habían enviado alguaciles con mandamientos y soldados a le prender doquiera que le hallasen, y aun a quitalle el car o de capitán; y como supieron questaba en Tezcuco, le sacaron del monasterio y le trajeron a Méjico y le echaron en otra jaula con el fator, y luego en posta envían mensajeros a Guatimala a Pedro de Alvarado y le hacen saber de la prisión del fator y veedor, y cómo Cortés estaba en Trujillo, que no es muy lejos de su conquista, que fuese luego en su busca y le hiciese venir a Méjico; y le dieron cartas y relaciones de todo lo por mí arriba dicho y memorado, según y de la manera que pasó. Y demás desto, la primera cosa quel tesorero hizo [fue] mandar honrar a Juana de Mancilla, que había mandado azotar el fator por hechicera, mujer de Alonso Valiente, y fue desta manera: Que mandó cabalgar a caballo a todos los caballeros de Méjico, y el mismo tesorero la llevó a las ancas de su caballo por las calles de Méjico; e decían que como matrona romana hizo lo que hizo; y la volvió en su honra de la afrenta quel fator le había hecho, y con mucho regocijo le llamaron desde allí adelante la señora doña Juana de Mancilla; y dijeron que era dina de mucho loor, pues no la pudo hacer el fator que se casase, ni dijese menos que lo primero había dicho que su marido y Cortés y todos éramos vivos; y por aquella honra y don que le pusieron, dijo Gonzalo de Campo el de los libelos infamatorios, que sacó don de las espaldas como narices de brazo. Dejallos he aquí, e diré lo que más pasó.

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