Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España (83 page)

Capítulo CLXXXV: Cómo el licenciado Zuazo envió una carta desde La Habana a Cortés, y lo que en ella se contenía es lo que agora diré

Pues como hobo tomado puerto el navío que dicho tengo, y un hidalgo que venía por capitán dél desque saltó en tierra fue a besar las manos a Cortés y le dio una carta del licenciado Zuazo, que hobo dejado en Méjico por alcalde mayor. Y desque Cortés la hobo leido tomó tanta tristeza que luego se metió en su aposento y comenzó a sollozar y no salió de donde estaba hasta otro día por la mañana, que era sábado, y mandó que se dijesen misas de Nuestra Señora muy de mañana. Y desque hobieron dicho misa nos rogó que le escuchásemos y sabríamos nuevas de la Nueva España, cómo echaron fama que todos éramos muertos, y cómo nos habían tomado nuestras haciendas y las habían vendido en almonedas y quitado nuestros indios y repartidos en otros españoles sin tener méritos, y comenzó a leer la carta, y decía así lo primero que leyó: las nuevas que vinieron de Castilla de su padre, Martín Cortés, e Ordaz, y cómo el contador Albornoz le había sido contrario en las cartas quescribió a su Majestad y al obispo de Burgos y a la Audiencia Real, y lo que su Majestad sobrello había mandado proveer de enviar al almirante con... hombres, según ya lo tengo dicho en el capitulo que dello habla; y cómo el duque de Béjar quedó por fiador y puso su estado y cabeza por Cortés y por nosotros que éramos muy leales servidores de Su Majestad, y otras cosas que ya las he memorado en el capítulo que dello habla; y cómo al capitán Narváez le dieron una conquista del río de Palmas, y que a un Nuño de Guzmán le dieron la gobernación de Pánuco, y que el obispo de Burgos era fallescido; y las cosas de la Nueva España dijo que como Cortés hobo dado en Guazacualco los poderes y provisiones al fator Gonzalo de Salazar y a Pedro Almirez Chirinos para ser gobernadores de Méjico si viesen quel tesorero Alonso de Estrada y el contador Albornoz no gobernaban bien, ansí como llegaron a Méjico el fator y veedor con sus poderes fueron hacerse muy amigos del mismo licenciado Zuazo, que era alcalde mayor, y de Ramiro de Paz, que era alguacil mayor, y de Andrés de Tapia y Jorge de Alvarado y de todos los más conquistadores de Méjico; y desque se vio el fator con tantos amigos de su bando, dijo que el fator y veedor habían de gobernar y no el tesorero ni el contador, y sobrello hobo muchos ruidos y muertes de hombres, los unos por favorescer al fator y veedor, y otros por ser amigos del tesorero y contador; de manera que quedaron con el cargo de gobernadores el fator y veedor y echaron presos a los contrarios tesorero y contador y a otros muchos que eran de su favor, y cada día había cochilladas y revueltas; y que en los indios que vacaban los daban a sus amigos, y aunque no tenían méritos, y que al mismo licenciado Zuazo que no le dejaban hacer justicia; y que al Rodrigo de Paz que le habían echado preso porque les iba a la mano, y que el mismo licenciado Zuazo los volvió a concertar y hacer amigos así al fator y al tesorero contador y a Rodrigo de Paz, y questuvieron ocho días en concordia; y que en esta sazón se levantaron ciertas provincias que se decían los zapotecas y minjes y un pueblo y fortaleza donde había un gran peñol, que se dice Coatlán; y que envíaron a él muchos soldados de los que habían venido nuevamente de Castilla y de otros que no eran conquistadores, y envió por capitán dellos al veedor Chirinos; y que gastaban muchos pesos de oro de las haciendas de Su Majestad y de lo questaba en su real caja; y que llevaban tantos bastimentos al real donde estaban, que todo era behetrías y juegos de naipes; y que de noche se salían los indios del peñol y daban en el real del veedor, y le mataron ciertos soldados y le hirieron otros muchos; y a esta causa envió el fator con el mesmo cargo a un capitán que fue de los de Cortés, que se decía Andrés de Monjaras, para que estuviese en compañía del veedor, porqueste Monjaras se había hecho muy amigo del fator, y en aquella sazón estaba tullido de bubas el Monjaraz y no era para hacer cosa que buena fuese, y los indios estaban muy vituriosos; y que Méjico estaba cada día para se alzar; y que el fator procuro por todas vías enviar oro a Castilla a Su Majestad y al comendador mayor de León, don Francisco de los Cobos, porque en aquella sazón echó que Cortés y todos nosotros éramos muertos en poder de indios en un pueblo que se dice Xicalango; y en aquel tiempo había venido de Castilla un Diego de Ordaz, muchas veces por mí nombrado, ques el que Cortés hobo enviado por procurador de la Nueva España, y lo que procuró fue para él una encomienda de señor Santiago, que trujo por cédula de Su Majestad, y indios y unas armas del volcán que está cabe Guajocingo; y que como llegó a Méjico Diego Ordaz quería ir a buscar a Cortés, y esto fue porque vio las revueltas y cizañas; y que se hizo muy amigo del fator, y fue por la mar, para saber si era vivo o muerto Cortés, con un navío grande y un bergantín, y costa a costa hasta que llegó a un pueblo que se dice Xicalango, a donde habían muerto al Simón de Cuenca y al capitán Francisco de Medina y a los españoles que consigo estaban, según que más largo lo tengo escrito en el capitulo que dello habla; y desque aquellas nuevas supo el Ordaz se volvió a la Nueva España, y sin se desembarcar en tierra escribió al fator con unos pasajeros que tiene por cierto que Cortés es muerto; y desque echó esta nueva el Ordaz, en el mismo navío que fue en busca de Cortés luego atravesó la isla de Cuba a comprar becerras e yeguas, y desque el fator vio la carta del Ordaz la anduvo mostrando en Méjico a unos, y otro día se puso luto e hizo hacer un túmulo e monumento en la iglesia mayor de Méjico e hizo las honras por Cortés; y luego se hizo pregonar con trompetas y atabales por gobernador y capitán general de la Nueva España, y mandó que todas las mujeres que se habían muerto sus maridos en compañía de Cortés, que hiciesen bien por sus ánimas y se casasen, y aun lo envió a decir a Guazacualco e a otras villas; y porque una mujer de un Alonso Valiente, que se decía Juana de Mansilla, no se quiso casar y dijo que su marido y Cortés y todos nosotros éramos vivos, y que no éramos los conquistadores viejos de tan poco ánimo como los questaban en el peñol de Coatlán con el veedor Cherinos, y que los indios les daban guerra y no ellos a los indios, y que tenía esperanza en Dios que presto vería a su mar¡do Alonso Valiente y a Cortés y a todos los demás conquistadores de vuelta para Méjico, y que no se quería casar, porque dijo estas palabras la mandó azotar el fator por las calles públicas de Méjico por hechicera; y como también ha en este mundo traidores y aduladores, y era uno dellos uno que le teníamos por hombre honrado, que por su honor aquí no le nombro, dijo al fator delante de otras muchas personas questaba malo despanto porque yendo una noche pasada cerca de Tatelulco, que es a donde solía estar el ídolo mayor que se decía Huichilobos, do está agora la iglesia de Señor Santiago, que vio en el patio que se ardían en vivas llamas el ánima de Cortés y doña Marina, y la del capitán Sandoval, e que despanto dello estaba muy malo; también vino otro hombre que no nombro, que también le tenían en buena reputación, y dijo al fator que andaban en los patios de Tezcuco unas cosas malas, e que decían los indios que era el ánima de doña Marina y la de Cortés, y todas eran mentiras y traiciones, sino por se congraciar con el fator dijeron aquello, o el fator se lo mandó decir; y en aquel tiempo había llegado a Méjico Francisco de las Casas y Gil González de Ávila, que son los capitanes, por mí muchas veces memorados, que degollaron a Cristóbal de Olí; y desque el de las Casas vio aquellas revueltas y que el fator se había hecho pregonar por gobernador, dijo públicamente que era mal hecho y que no se había de consentir tal cosa, porque Cortés era vivo, y que él así lo creía, e que ya que eso fuese, lo cual Dios no permitiese, que para gobernador que más persona y más méritos tenía Pedro de Alvarado que no el fator, y que enviasen a llamar al Pedro de Alvarado; y que secretamente su hermano Jorge de Alvarado, y aun el tesorero y otros vecinos mejicanos, le escribieron para que se viniese en todo caso a Méjico con todos los soldados que tenía y que procurarían de lo dar la gobernación hasta saber si Cortés era vivo, y enviar a hacer sabor a Su Majestad si fuese servido mandar otra cosa: e que ya quel Pedro de Alvarado con aquellas cartas se venía para Méjico, tuvo temor del fator, según las amenazas que le envió a decir al camino que le mataría, y como supo que habían ahorcado a Rodrigo de Paz y preso al licenciado Zuazo; y en aquel tiempo había recogido el fator cuanto oro pudo haber para hacer con ello mensajero a Su Majestad y enviar con ello a un su amigo que se decía Peña con sus cartas secretas; y el Francisco de las Casas y el licenciado Zuazo y Ramiro de Paz se lo contradijeron, y aun también el tesorero y contador hasta saber nuevas ciertas si Cortés no era vivo que no hiciese relación que era muerto, pues no lo tenían por cierto; y que si oro quería enviar a Su Majestad de sus reales quintos, que era muy bien, mas que fuese juntamente con parescer y acuerdo del tesorero y contador, y no sólo en su nombre; y porque lo tenía ya en los navíos y para hacerse a la vela con ello , fue el de las Casas con mandamientos del alcalde mayor Zuazo, y con favor de Ramiro de Paz y de los demás oficiales de la hacienda de Su Majestad y conquistadores, que detuviesen el navío hasta que otros escribiesen a nuestro rey y señor de la manera questaba la Nueva España, porque, según paresció, el fator no consentía que otras personas escribiesen, sino solamente sus cartas; y después que el fator vio que en el de las Casas ni el licenciado Zuazo no tenía buenos amigos y le iban a la mano, luego les mandó prender e hizo proceso contra el Francisco de las Casas y contra Gil González de Ávila sobre la muerte de Cristóbal de Olí, y los sentenció a degollar, y de hecho quería ejecutar la sentencia por más que apelaban ante Su Majestad, y con gran importunidad les otorgó la apelación y los envió a Castilla presos con los procesos que contra ellos hizo; y esto hecho, da tras el mismo Zuazo, y que en justo y en creyente le arrebataron y le llevaron en una acémila a! puerto, de Veracruz y le embarcaron para la isla de Cuba, diciendo que por que fuese a dar residencia del tiempo que fue en ella juez, y que al Rodrigo de Paz que le echó preso y le demandó el oro y plata que era de Cortés, porque como su mayordomo sabía dello, diciendo que lo tenía escondido porque lo quería enviar a Su Majestad, pues era de los bienes que tenía Cortés usurpados a Su Majestad, y porque no lo dio, pues era claro que no lo tenía, sobrello le dio tormento, y con aceite y fuego le quemó los pies y aun parte de las piernas, y estaba tan flaco y malo de las prisiones para morir; y no contento con los tormentos, viendo el fator que si le dejaba a vida que se iría a quejar dél a Su Majestad, le mandó ahorcar por revoltoso y bandolero; e que a todos los más soldados e vecinos de Méjico que eran de la banda de Cortés los mandaba prender, y se retrajeron en el monasterio de señor San Francisco Jorge de Alvarado y Andrés de Tapia y todos los más que eran por Cortés, puesto que otros muchos conquistadores se allegaron al fator porque les daba buenos indios, y andaban a viva quien vence; y que en la casa de munición de las armas todas las sacó al fator y las mandó poner en sus palacios, y que la artillería questaba en la fortaleza y atarazanas la mandó asestar delante de sus casas e hizo capitán della a un don Luis de Guzmán, deudo del duque de Medina Sedonia; y que puso por capitán de su guarda a un Archiaga o Artiaga, que ya no se me acuerda el nombre, y que eran para guardar de su persona Ginés Nortes y un Pero González Sabiote y otros soldados; y que más decía en la carta que le escribió Zuazo, que mande a Cortés que fuese luego a poner recaudo en Méjico, porque demás de todos estos males y escándalos había otros mayores: que había escrito el fator a Su Majestad que le habían hallado en su recámara de Cortés un cuño falso con que marcaba el oro que los indios le traían ascondidas, e que no pagaba quinto dello; y también dijo que por que viese cuál andaba la cosa en Méjico, que porque un vecino de Guazacualco que vino aquella ciudad a demandar unos indios que en aquel tiempo vacaron por muerte de otro vecino de los questaban poblados en aquella villa, y por muy secretamente que dijo el vecino de Guazacualco a una mujer donde posaba que por qué se había casado, que ciertamente era vivo su marido y todos los que fueron con Cortés, e dio causas y razones para ello, como lo supo el fator, que luego le fueron con la parlería, envió por el que lo había dicho a cuatro alguaciles y le llevaron engarrafado a la cárcel, y que le quería mandar ahorcar por revolvedor, hasta quel pobre vecino, que se decía Gonzalo Hernández, tornó a decir que como vido llorar a la mujer por su marido, que por la consolar le había dicho que era vivo, mas que ciertamente todos éramos muertos, y luego le dio los indios que demandaba y le mandó que no estuviese más en Méjico, y que no dijese otra cosa, porque lo mandaría ahorcar; y más decía en cabo de su carta: «Esto que aquí escribo a vuestra merced pasa así, y dejelos allá, y embarcáronme y trujéronme con grillos aquí donde estoy». Y desque Cortés la bobo leído, estábamos tan tristes y enojados ansí del Cortés que nos trujo con tantos trabajos, como del fator, y echábamos dos mill maldiciones, ansí al uno como al otro, y se nos saltaban los corazones de coraje. Pues Cortés no pudo tener las lágrimas, que con la misma carta se fue luego a encerrar a su aposento, y no quiso que le viésemos hasta más de medio día. Y todos nosotros a una le dijimos y rogamos que luego se embarcase en tres navíos que allí estaban y que nos fuésemos a la Nueva España. Y él nos respondió muy amorosamente: «Oh, hijos, compañeros míos, que veo por una parte aquel mal hombre del fator questá muy poderoso, y temo desque sepa questamos en el puerto nos haga otras desvergüenzas y atrevimientos más de lo que ha hecho, o me mate, o me ahogue o eche preso, así a mí como a vuestras personas. Yo me embarcaré luego con el ayuda de Dios, y ha de ser solamente con cuatro o cinco de vuestras mercedes, y tengo de ir muy secretamente a desembarcar a puerto que no sepan en Méjico, hasta que desconocidos entremos en la ciudad. Y demás desto, Sandoval está en Naco con pocos soldados y a de ir por tierra de guerra, en especial por Guatimala, que no está de paz. Conviene que voz, señor Luis Marín, con todos los compañeros que aquí venistes en
mi busca, os volváis y os juntéis con Sandoval y se vayan camino de Méjico». Dejemos desto, y quiero volver a decir que luego Cortés escribió al capitán Francisco Hernández, questaba en Nicaragua, que fue el que enviaba a buscar puerto con el Pedro de Garro, ya por mí memorado, y se le ofresció que haría por él todo lo que pudiese, y le envió dos acémilas cargadas de herraje, porque sabía que tenía falta dello, y también le envió herramientas de minas y ropas ricas para su vestir, y cuatro tazas y jarrones de plata de su vajilla, y otras joyas de oro, lo cual entregó todo a un hidalgo que se decía Fulano de Cabrera, que fue uno de los cinco soldados que fueron con nosotros en busca de Cortés, y este Cabrera fue después capitán de Benalcázar, fue muy esforzado capitán y estremado hombre por su persona, natural de Castilla la Vieja, el cual fue maestre de campo de Vasco Núñez de Vela e murió en la misma batalla que murió el virrey. Quiero dejar cuentos viejos y quiero decir que como yo vi que Cortés se había de ir a la Nueva España por la mar, le fui a pedir por merced que en todo caso me llevase en su compañía, e que mirase que en todos sus trabajos y guerras me había hallado siempre a su lado e le había ayudado, y que agora era tiempo que yo conosciese dél si tenía respeto a los servicios que le he hecho y amistad y ruegos de agora. Entonces me abrazó, y dijo: «Pues si os llevo conmigo ¿quién irá con Sandoval? Ruegoos, hijo, que vayáis con vuestro amigo Sandoval, que yo os empeño estas barbas que os haga muchas mercedes, que bien os lo debo antes de ahora». En fin, no aprovechó cosa ninguna, que no me dejó ir consigo. También quiero decir cómo estando questábamos en aquella villa de Trujillo, un hidalgo que se decía Rodrigo Mañueco, maestresala de Cortés, hombre del Palacio, por dar contento y alegrar a Cortés, questaba muy triste e tenía razón, apostó con otros caballeros que se subiría armado de todas armas a unas casas que nuevamente habían hecho los indios de aquella provincia para Cortés según lo he declarado en el capitulo que dello habla, las cuales casas estaban en un cerro algo alto, y subiendo armado reventó al subir de la cuesta y murió dello; y ansimismo como vieron ciertos hidalgos de los que halló Cortés en aquella villa que no les dejaba cargos como ellos quisieran, estaban revolviendo bandos, e Cortés los apaciguó con decir que los llevaría en su compañía a Méjico, e que allá les daría cargos honrosos. Y dejémoslo aquí, y diré lo que Cortés más hizo. Y es que mandó que un Diego de Godoy, que había puesto por capitán en el Puerto de Caballos con ciertos vecinos que estaban malos y no se podían valer de pulgas e mosquitos, y no tenían con qué se mantener, que todas estas materias de miseria tenían, que se pasasen a Naco, pues era buena tierra, e que nosotros nos fuésemos con el capitán Luis Marín camino de Méjico, e si hobiese lugar, que fuésemos a ver la provincia de Nicaragua para demandalla a Su Majestad en gobernación; y aun de aquello tenía codicia Cortés para tomalla por gobernación el tiempo andando si aportase a Méjico. Y después que Cortés nos abrazó y nosotros a él, y le dejamos embarcado e se fue a la vela para Méjico, nos partimos para Naco muy alegres de saber que habíamos de caminar la vía de Méjico, y con muy gran trabajo de falta de comida llegamos a Naco, y Sandoval se holgó y nosotros. Cuando llegamos, ya el Pedro de Garro con todos sus soldados se había despedido del Sandoval y se fue muy gozoso a Nicaragua a dar cuenta a su capitán Francisco Hernández de lo que había concertado con Sandoval. Y luego otro día que llegamos a Naco nos partimos e fuimos camino de Méjico, y los soldados de la compañía de Garro que habían ido con nosotros a Trujillo se que fueron camino de Nicaragua con el presente y cartas que Cortés enviaba al Francisco Hernández. Dejaré de decir de nuestro camino y diré lo que sobre aquel presente subcedió al Francisco Hernández con el gobernador Pedrarias de Ávila.

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