—Muchas gracias, capitán Geary —repitió Badaya—. Respecto al otro asunto del que hablamos, las opciones que tendríamos una vez que la flota llegase a Varandal… Todos los interesados están al tanto de sus deseos y han prometido obrar de acuerdo a los mismos. Aunque la
Ilustre
no llegase a Varandal, usted tiene las espaldas cubiertas.
—Me alegra saberlo, capitán Badaya. —Geary agradeció con una breve oración que, por una vez, Badaya hubiera dicho algo meditado y de manera discreta. En muchas ocasiones había comprobado que las conversaciones supuestamente privadas solían ser cualquier cosa menos eso—. Prepararé las órdenes para las naves que acompañarán a la
Ilustre
. Nos vemos en Varandal.
—En la
Orión
no se van a poner muy contentos —observó Desjani mientras repasaba los planes de Geary.
—En la
Orión
tampoco se merecen otra cosa. En cuanto regresemos al espacio de la Alianza, pienso recomendar que disuelvan a su tripulación y sea reemplazada en su mayor parte. Todos los intentos que ha habido para recomponer esa tripulación han fracasado.
—Quizá los motive ver que un pelotón de fusilamiento liquida a Numos después de ser juzgado por un consejo de guerra —comentó Desjani con tono jocoso.
—Tal vez. —La frustración que le provocaba la lentitud con la que los tripulantes de la
Orión
realizaban las reparaciones era ya tal que incluso a él le atrajo la idea por un momento—. Por otra parte, desde que vieron saltar en mil pedazos a la
Majestuosa
en Lakota, los tripulantes de la
Orión
han progresado de manera encomiable en la reparación de sus armas y armaduras.
—Pero no en la de sus sistemas de propulsión —apuntó Desjani con aspereza—. Tal vez debería dejarles caer que, aunque ahora puedan defenderse mejor, no conseguirían escapar del enemigo.
—Haré que no he oído eso, capitana Desjani. —En lugar de avergonzarse, la oficial sonrió mientras Geary continuaba hablando—. Aunque no creo que el
Resuelto
y la
Increíble
pongan muchas objeciones.
—Podría no ser conveniente intentar separar esas dos naves —dijo Desjani—. Al parecer, después de haber estrechado vínculos en Heradao, son amigas del alma.
—¿Por qué está de tan buen humor, capitana Desjani?
—Porque la flotilla síndica de reserva ha saltado hacia Varandal, capitán Geary, y ahora estará atrapada entre las tropas de la Alianza que huyeron hacia allí y, además, tendrá que vérselas con todas las defensas que encuentre en Varandal. —Desjani sonrió como un depredador—. La presa es nuestra.
—Puede, pero la presa todavía nos puede morder.
Pese a las generosas dimensiones de la mesa de la sala de reuniones virtual, Geary observó que no era tan grande como en encuentros anteriores; ahora quedaban menos naves y, por tanto, el número de oficiales al mando de la flota había disminuido. Aun así, después de los sucesos de Padronis la flota parecía haber purgado el veneno que la infectaba, de modo que el debate que se mantendría a continuación sería abierto y sincero.
—Si no me equivoco, todos están al corriente de la situación. La flotilla síndica de reserva saltó hacia Varandal antes de saber que habíamos llegado a Atalia. Pretende darle caza a una tropa de la Alianza cuyo tamaño desconocemos, y no cabe duda de que intentará eliminar las instalaciones que la Alianza tiene en Varandal y destruir el resto de buques de guerra de la Alianza que encuentre allí. Debemos llegar a tiempo a Varandal para apoyar a los compañeros que se encuentran en los buques, en los planetas y en las instalaciones orbitales.
Señaló el visualizador que se mantenía suspendido sobre la mesa.
—Las naves del núcleo de la flota continuaremos en dirección al punto de salto hacia Varandal tan rápido como nos lo permitan las células de combustible, variando el rumbo solo cuando podamos barrer los buques de guerra síndicos cuyos daños los hayan obligado a permanecer en este sistema estelar. Una formación compuesta por la
Ilustre
, la
Increíble
, el
Resuelto
, la
Orión
, la
Titánica
, la
Genio
y la
Hechicera
, así como los cruceros y destructores que hayan recibido más daños, reducirán su velocidad para poder recoger las cápsulas de escape de la Alianza que se han quedado en este sistema estelar, tras lo cual seguirán al resto hacia Varandal.
Todos los presentes miraron a Badaya, sin duda para verlo expresar su desacuerdo airadamente; sin embargo, el capitán se limitó a asentir con la cabeza, impasible.
—Es un honor para la
Ilustre
que se le encomiende una misión tan decisiva. Confío en que el resto nos dejará algunos síndicos de los que encargarnos en Varandal.
—Tenga cuidado con lo que desea —le previno el comandante Parr, de la
Increíble
—. De todos modos, será un placer combatir con el apoyo de las demás naves.
Duellos parecía tan cansado como Badaya.
—La situación de Varandal no parece demasiado ventajosa; además, según mis cálculos, cuando lleguemos allí, el nivel de las reservas de células de combustible será inferior al veinte por ciento.
—Así es. —Geary intentó expresarlo con distensión, como si todos los días se enfrentaran en Varandal a enemigos que los superaban en número y con tan poco combustible que los buques de guerra corrieran el riesgo de quedarse sin suministro energético en pleno combate—. No podemos hacer nada para aumentar el nivel de combustible. Las auxiliares que quedan están utilizando sus transbordadores para distribuir las células de combustible que fabricaron durante el último salto, y después tendremos que repostar, una vez que terminemos con los síndicos en Varandal. Sabremos con más exactitud las posibilidades que tenemos en Varandal una vez que las cápsulas de escape nos faciliten una lista de los buques de guerra que estaban con las tropas de la Alianza que vinieron aquí. Por el momento, solo podemos realizar un cálculo aproximado de los buques de guerra de la Alianza que se perdieron en esta región.
Toda la mesa consultó la hora.
—Las cápsulas que se encuentren más cerca ya nos habrán visto —bramó el capitán Armus—. Tendremos que esperar otra media hora para que nos lleguen los mensajes que nos puedan haber mandado.
—Así es, por desgracia. Sin embargo, aún falta más de un día para que lleguemos al punto de salto hacia Varandal. Tenemos tiempo. Demasiado, pero eso es algo que no podemos remediar.
Lo único que podían hacer era sentarse en el puente del
Intrépido
y continuar atravesando el espacio a doce centésimas de la velocidad de la luz, ansiosos por oír lo que los tripulantes que se habían salvado en las cápsulas de escape podían contarle a la flota.
La primera voz que entró en el circuito procedente de una de esas cápsulas llegaba tan distorsionada por una mezcla de júbilo, incredulidad y nerviosismo que resultaba un tanto difícil de entender.
—Al habla el teniente Reynardin. Creo que soy el oficial más veterano de los que sobrevivimos a la destrucción del crucero de batalla Vengador. No se imaginan cómo nos alegramos de ver a la flota de la Alianza. Los síndicos nos aseguraron que la habían aniquilado, pero nadie terminaba de creérselo. Nuestra flota no. Doy gracias a nuestros ancestros y a las estrellas del firmamento por que…
Geary reprimió un gesto de fastidio al ver que el teniente no paraba de hablar. Desjani golpeteaba con los dedos en el reposabrazos de su sillón de mando, incapaz de disimular su inquietud; no era difícil imaginar el grito que le hubiera dado a Reynardin si lo hubiese tenido delante.
Rione debió de percatarse de lo impacientes que estaban el comandante de la flota y la capitana.
—El teniente Reynardin ha perdido su nave y a muchos de sus amigos y compañeros. Lo más probable es que haya sufrido una conmoción.
—Es un oficial de la flota —replicó Desjani recalcando cada palabra—. Tal vez cuando reciba la solicitud de información del capitán Geary nos cuente algo útil.
Minutos más tarde imaginaron que ya le había llegado, pues el teniente Reynardin se quedó mudo de pronto. Cuando volvió a hablar, parecía estar a punto de romper a llorar.
—Capitán Geary. Señor. Es un honor… Yo… sus órdenes. Sí, señor. Lo que ocurrió. Iniciamos un ataque de desarticulación. Fue idea de la almirante Tagos, para desconcertar a los síndicos.
—¿Tagos? —murmuró Desjani, y miró a Geary negando con la cabeza—. ¿Cómo demonios llegó a almirante?
—La almirante Tagos viajaba a bordo de la Propicia —continuó Reynardin—. No llegué a ver todos los impactos que recibió su nave, pero el núcleo energético saltó en mil pedazos y estoy seguro de que no hubo supervivientes.
Geary hizo un gesto cansado de asentimiento y supuso, por lo que había podido comprobar cuando asumió el mando de la flota, que Tagos fue ascendida por su vocación política y su «espíritu de lucha», y que decidió hacer gala de ambas habilidades lanzándose a entablar un combate perdido.
—El Vengador y la Propicia. Eso son otros dos cruceros de batalla de la Alianza —observó Desjani mientras Reynardin seguía contando lo sucedido al borde del delirio—. Puede que alguno de los otros ocupantes de su cápsula de escape lo sustituya en el panel de comunicación.
—Esperemos que así sea. —Como las cápsulas de escape más cercanas todavía se encontraban a más de dos horas luz de distancia, cualquier intento de hacer que el teniente Reynardin se concentrara en las preguntas que se le hacían supondría un proceso largo y tedioso.
—Fue horrible —prosiguió Reynardin—. Simplemente… todo.
—Por favor, que alguien le pegue un tiro —bramó Desjani.
—Está conmocionado —protestó Rione de nuevo.
En ese instante, el consultor de comunicaciones interrumpió la discusión de las oficiales.
—Capitana, estamos recibiendo la llamada de otra cápsula de escape.
—¡Dele paso! —ordenó Desjani aliviada, como si por fin la hubiesen librado de una tortura insoportable.
Nada más oír la voz del siguiente oficial, observaron que este se encontraba más tranquilo.
—Al habla el alférez Hochin, señor. Oficial de baterías de lanzas infernales de la Incomparable. Me temo que solo puedo ponerle al corriente del estado en que se encontraban las tropas de la Alianza hasta que evacuamos la Incomparable.
—Algo es algo. —Desjani le lanzó una mirada a Geary—. La Incomparable era otro acorazado de la división de la
Impertérrita
.
Eso significaba que esta última o bien no la había acompañado hasta aquí o, lo más probable, había conseguido escapar a Varandal. Geary experimentó una profunda sensación de alivio al saber que la nave de su sobrina nieta no había caído en aquella región, aunque al mismo tiempo se sintió culpable por alegrarse, puesto que la salvación de la
Impertérrita
implicaba la destrucción de otra nave.
—Teníamos cinco cruceros de batalla —prosiguió el alférez Hochin—. Sé que hemos perdido el Vengador. Seis acorazados. Por lo que sé, solo destruyeron la Incomparable.
—Maldita sea —renegó Desjani—. Debí haberme dado cuenta. Las cápsulas de escape más cercanas proceden de las naves de la Alianza que fueron destruidas primero. Los sensores de las cápsulas son muy rudimentarios, por lo que no sabrán muy bien lo que ocurrió una vez que sus naves cayeron. Para hacernos una idea mejor de cuántas naves lograron regresar a la salida del salto, tendremos que esperar hasta que recibamos la llamada de las cápsulas de escape de la Intratable.
—¿Otra hora? —estimó Geary.
—Como mínimo.
Hochin continuaba hablando.
—Supongo que entrará en sus planes aniquilar a los síndicos que queden aquí, pero algunas cápsulas de la Manto nos avisaron de que uno de los cruceros pesados síndicos capturó a varios de los compañeros que viajaban en las cápsulas de la Incomparable. Calculan que recogerían entre cuarenta y sesenta, aunque podrían ser menos.
—Malnacidos. —Geary comprobó las posiciones que los cruceros pesados síndicos ocupaban en la pantalla—. ¿Cuál de ellos?
—Según la posición de las cápsulas de escape de la Manto y la descripción que facilitaron del rumbo que seguía el crucero síndico —continuó Hochin como si no hubiera escuchado a Geary—, debería encontrarse a una hora luz y media de la estrella Atalia, ligeramente por encima del plano del sistema, muy cerca de la línea entre el punto de salto desde Kalixa y la estrella. Los tripulantes de la Manto dijeron que el crucero síndico tenía daños críticos en la proa.
—¡Lo tengo! —exclamó triunfalmente el consultor de sistemas de combate—. Ha sido necesario reconstruir su trayectoria, pero tiene que ser este.
—¿Tiene la proa dañada? —preguntó Desjani.
—Sí, capitana. Destrozada.
—Excelente. —Desjani le hizo un gesto con la cabeza a Geary—. Ahí tiene un alférez que por sus méritos en combate se merece un ascenso a teniente.
—Recuérdemelo. —Aunque la proa del crucero pesado en cuestión estaba hecha pedazos, los sistemas de propulsión de la nave parecían seguir funcionando. Cuando divisó la flota de la Alianza, aumentó su velocidad hasta seis centésimas de la velocidad de la luz—. ¿Podemos interceptarlo?
—La formación de la
Ilustre
no, señor —respondió la consultora de operaciones con mucho menos entusiasmo—. Después de aminorar para recoger estas otras cápsulas, no podrán ganar la suficiente aceleración para alcanzar a ese crucero.
—¿Y nosotros? —preguntó Geary.
La consultora de operaciones, después de calcular distintos rumbos y velocidades, hizo un gesto de descontento.
—El Octavo Escuadrón de Cruceros Ligeros, situado en el flanco de nuestra formación más alejado de estribor, podría intentar interceptarlo con la mínima aceleración y deceleración, señor. El Vigesimotercer Escuadrón de Destructores podría acompañarlo.
Geary cotejó el armamento de esas naves con las que se estimaba que había perdido el crucero pesado síndico.
—La potencia de fuego debería ser suficiente, pero no se trata solo de eliminar el crucero. Tenemos que rescatar a los prisioneros, y ni los cruceros ligeros ni los destructores están hechos para albergar marines.
—Pídales que se rindan —lo urgió Rione.
—Esa opción nunca ha tenido mucho éxito en el pasado, señora copresidenta.
—Puede que esta vez sea diferente. ¿Qué le cuesta exigirles que capitulen o, al menos, que entreguen a los miembros de la Alianza que han capturado?