La biblioteca perdida (27 page)

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Authors: A. M. Dean

Tags: #Intriga, #Aventuras

—Cierto —le interrumpió Whitley—. Ha presionado a favor de la transparencia de la contabilidad en los negocios relacionados con la reconstrucción de Afganistán. Conocemos los antecedentes. Públicamente están en contra de los tejemanejes y trapicheos que han metido en problemas al presidente.

El vicepresidente Hines asintió, seguro de la talla moral de sus partidarios. No tenía duda alguna de que soportarían cualquier tipo de escrutinio.

—Bueno, a menos que tenga usted en el armario secretos que aún no hayan sido aireados… —Whitley dejó la frase en el aire.

—No los tengo —respondió Hines con convicción. «Al menos, ninguno que tú vayas a saber nunca», pensó.

—En tal caso, señor vicepresidente, convendría que se preparase —concluyó el director del Servicio Secreto, levantándose—. Antes de que concluya el fin de semana, dudo de que el prefijo «vice» forme parte de su cargo.

64

Alejandría, 12.02 p.m.

Emily intentó digerir la narración, todo un desafío a una amplia sección de la historia tal y como la había aprendido. Historia y realidad actual. El aluvión de detalles proporcionados por Athanasius se mezclaba con los hechos, un asesinato, tal vez dos, y un atentado con bomba. Más de lo que ella podía asimilar. Emily nunca había sabido que el miedo y la excitación podían entremezclarse hasta resultar indistinguibles.

—Su Sociedad continúa la tarea de los antiguos Bibliotecarios; ¿se dedica a buscar información y añadirla a la colección oculta?

—En parte —respondió el egipcio—. Nuestro cometido como Bibliotecarios es buscar información, como habían hecho los bibliotecarios alejandrinos desde los primeros tiempos, pero con los años tuvimos que diseminarnos por todo el mundo, aunque la Sociedad tiene una misión táctica por encima de todo.

—¿Táctica? —replicó Emily, sorprendida por el comentario. La palabra parecía fuera de lugar en una conversación sobre libros, conocimiento y documentos, y servía para avivar la creciente aprensión que la mantenía sentada al borde del asiento.

—Debe entender que la biblioteca hace mucho tiempo que dejó de ser un simple cúmulo de conocimientos para convertirse en una fuerza activa en el mundo. Ya lo hacía en el siglo I de nuestra era. Si había que ocultar un conocimiento, debía compartirse otro. La información adecuada revelada a la persona adecuada en el momento adecuado favorece el bien de la humanidad. El objetivo de la Sociedad ha sido conservar la biblioteca, pero también usarla.

Emily se echó hacia atrás en la silla. Aquello agregaba una dimensión completamente nueva a la historia de la Biblioteca de Alejandría. No solo recopilaban información sobre los acontecimientos del mundo, sino que ayudaban a orquestarlos.

—¿Hasta qué punto se involucra la Sociedad en influir sobre el mundo con la riqueza de sus recursos?

—Ha variado a lo largo de la historia. En las situaciones ideales no desempeñamos ningún papel directo, pero a veces la historia dista de ser ideal…

—Deme casos concretos —exigió la joven, sorprendida de su propia confianza mientras se le aceleraba el pulso, no muy segura de su opinión acerca de esta nueva revelación.

Athanasius enarcó una ceja, pero se avino a responder:

—Nerón.

—¿Nerón?

—Uno de los peores emperadores de la historia. Usted y la mayoría del mundo le conocen como un loco y un perturbado que tocaba la lira mientras ardía Roma, pero en su momento todos esos desmanes permanecían bien ocultos por sus íntimos y los cortesanos. El imperio sufría sin saber que la causa era su líder. Nosotros, en cambio, sí estábamos al tanto de los detalles. La Sociedad fue la clave de que la información llegara a las personas adecuadas, y así supieron la razón del declive de Roma. Eso permitió un cambio en la opinión pública y acabó provocando los hechos que desembocaron en su suicidio.

Emily le escuchó sin salir de su asombro.

—Tenemos un caso más convincente en la historia moderna. Podría hablarle de Napoleón, doctora. Tras el golpe de Estado en 1799, su poder se extendió por toda Europa con una fuerza imparable. Erigió un imperio del modo más egotista posible y las naciones sucumbían ante el poder de su Grande Armée.

—¿Y cómo se involucraron? —le sondeó la joven.

—La Sociedad proporcionó la información e hizo los reconocimientos necesarios que permitieron a la Sexta Coalición derrotarle en Leipzig, en 1813, y esa batalla marcó el cambio de la marea para la dinastía napoleónica.

—¿La Sociedad detuvo a Napoleón? —La idea se le antojaba ridícula.

—Solo influyó en los acontecimientos de esa época —la corrigió el egipcio—. Y así lo ha hecho en otros momentos y lugares, compartiendo la información para propiciar el bien común.

Emily se retrepó contra el respaldo, abrumada.

—Lo que me está diciendo es que usan la información que tienen para manipular los hechos del mundo. —Las objeciones morales fueron mucho más fuertes ahora y empañaron un tanto la majestuosidad de la revelación.

—Los hechos no, solo el conocimiento, y yo no usaría el verbo «manipular». —Athanasius buscó una palabra que encajara mejor con su visitante—. Preferiría considerar esto como una forma de… compartir. Lo hacemos con cuidado y precaución para ayudar en vez de dañar. La biblioteca siempre ha sido una institución al servicio del bien. Nos esforzamos por tomar decisiones morales que beneficien a la humanidad.

Emily sintió que crecía el nudo de su estómago. ¿Había nobleza y convicción moral en la causa de la Sociedad? Sí. Pero la censura había sido suprimida hacía mucho. La Biblioteca de Alejandría era una fuerza activa del cambio gracias a unos recursos inimaginables. ¿Quién manejaba ese poder?

Intentó compartir su creciente inquietud volviendo a cuestiones prácticas:

—¿Cómo llevan a cabo su trabajo los Bibliotecarios si desconocen dónde está la biblioteca? Parece imposible influir en el mundo si no tenéis acceso a vuestros recursos.

—El conocimiento del enclave físico de la biblioteca nunca formó parte esencial de nuestro trabajo. Con el tiempo, la conexión física con la colección se hizo menos importante y hoy es totalmente innecesaria. Los Bibliotecarios recogen y suministran información, y solo tienen acceso a la colección misma aquellos cuyo trabajo lo exija. Toda nuestra estructura está compartimentada. La organización está dirigida por el Custodio y su Ayudante. Estas dos personas son las únicas que conocen el paradero de la biblioteca y tienen acceso a la misma. El Custodio supervisa la organización y la distribución de la información a la opinión pública como considera oportuno. Después existe una amplia dotación de apoyo dispersa por todo el mundo que ayuda a mantener y procesar los nuevos materiales. El resto del trabajo lo hacemos los Bibliotecarios. En cualquier momento, y por todo el mundo, hay cien de nosotros con una tarea: reunir información y remitirla. A veces son materiales muy burdos o informaciones que nos llevan a involucrarnos más en acontecimientos internacionales. Algunos, como es mi caso, trabajamos en bibliotecas. —Athanasius hizo un gesto señalando el lugar donde estaban—. He trabajado en bibliotecas científicas toda la vida y mi papel es, por así decirlo, más tradicional: me aseguro de enviar a nuestra colección un ejemplar de todos los libros impresos, periódicos, magacines, diarios e incluso panfletos y pósteres. Busco y compro los que no salen por los cauces convencionales. Puede haber unos diez como yo en la Biblioteca Británica, la Biblioteca del Congreso e instituciones de índole similar. Sin embargo, la mayoría de los Bibliotecarios llevan a cabo tareas más especializadas. Su cometido consiste en reunir información sobre política o actividades sociales en sus territorios, aunque en esencia buscan el bien para sus sociedades. Se fijan en los agitadores, les investigan, les siguen, se enteran de su pasado, repasan sus alianzas, y así con todo.

Emily se hizo cargo de la enormidad de la organización descrita por Athanasius. Si era como él decía, la Sociedad de Bibliotecarios de Alejandría no era una simple red de individuos sentados junto a una colección de saber y conocimientos. Estaban hablando de una de las más grandes y antiguas operaciones de espionaje de la historia.

El proyecto era tan vasto que parecía imposible. Emily sintió cómo le seguían aumentando las pulsaciones, pero no era capaz de resistirse, deseaba conocer hasta el último detalle.

—¿Cómo los eligen? ¿Cómo los entrenan para su misión?

—Existe un antiguo proceso que seguimos al pie de la letra para poder reclutar nuevos Bibliotecarios y entrenarlos sin revelar la identidad del Custodio y otras personas en puestos de importancia. Se sigue e investiga a los potenciales candidatos durante al menos cinco años a fin de determinar su personalidad, su honradez e idoneidad. El Custodio asigna a un Bibliotecario la tarea de conocer personalmente al candidato, sin revelarle los motivos y razones, por supuesto. Lo ideal es que ambos se hagan colegas, amigos incluso. Somos capaces de conocer al candidato a través del mentor. Cuando llega el momento, el candidato toma conciencia de que existe la Sociedad y del papel que se le invita a desempeñar. La aproximación se realiza siempre por parte de un Bibliotecario diferente, alguien de otro país acude a conocerle y estudiarle sin que el recluta lo sepa. Si revela la invitación o cualquier otro aspecto, sabemos que no es un buen candidato. Al final, si todo va bien, el Custodio le nombra y jura su incorporación a la Sociedad. El candidato presta juramento ante ese Bibliotecario extranjero, que le informa de sus tareas y deberes antes de marcharse. Y nunca volverán a encontrarse.

—Por tanto, ¿el candidato se incorpora sin haber conocido más que a un solo miembro? ¿Y nunca se dan los nombres de otros socios?

—Exactamente. La identidad del Custodio nunca se revela. Nadie debe ser capaz de identificar al hombre al mando, como dicen los americanos.

La complejidad del sistema reforzaba la impresión general de misterio que le inspiraba la Sociedad, pero también hablaba de su carácter previsor. Emily estaba maravillada y se sentía curiosa y expectante.

—No puedo ni imaginarme cómo es posible que un grupo con tales recursos sea capaz de abordar a nadie para una tarea semejante.

—Lo cierto es que sí puede, doctora —respondió Athanasius, y cuando ella alzó las cejas para mostrar su sorpresa, agregó—: Y más directamente de lo que piensa.

—¿Qué quiere decir?

—Al menos conoce a una persona que ha pasado por esa preparación encubierta que le he descrito.

Emily vaciló.

—¿A quién?

El egipcio volvió a clavar la mirada en los ojos de Emily.

—Usted.

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12.20 p.m.

—¿Yo…? ¿De qué habla? ¡A mí no me ha preparado nadie! —exclamó Emily, cuyo corazón había latido desbocado antes de detenerse bajo el efecto de la última revelación de Athanasius.

—¿Cómo iba a saberlo? —replicó el egipcio—. El punto clave de la preparación de un candidato es que no lo sabe, no hasta el fin, hasta que ha demostrado ser digno. Normalmente, el plazo de preparación son cinco años y el candidato solo tiene conocimiento de la biblioteca y de la Sociedad durante los últimos seis meses.

—Pero yo…

—Usted no había llegado a ese estado, doctora —la interrumpió Athanasius—, porque su candidatura no había recorrido ni un año.

—¡Un año! —Emily no podía creer que aquel grupo la había estado observando durante tanto tiempo—. Pero, para empezar, ¿quién ha sido mi mentor todo este tiempo?

—En circunstancias normales jamás se habría enterado, doctora Wess, pero las circunstancias presentes son cualquier cosa menos normales. Creo que usted conoce muy bien a su mentor, el que la ha vigilado y preparado. Era el jefe. El Custodio en persona.

Dicho esto, el egipcio se quedó un momento en silencio. Solo podía tratarse de una persona.

—Arno Holmstrand. —Abrió los ojos asombrada. Emily había supuesto la identidad del Custodio cuando Athanasius empezó a hablar de la Sociedad, pero ahora estaba segura—. Arno Holmstrand era el Custodio.

La expresión de su interlocutor se suavizó al oír ese nombre.

—Sí, doctora Wess. Él fue su mentor, el Custodio, un buen hombre. —Pronunció las últimas palabras con verdadera emoción.

Si Athanasius hubiera expresado de palabra sus sentimientos, ella se hubiera unido a él, ya que la mención del nombre de Arno la removía por dentro. Y esa pena cobraba una nueva dimensión después de enterarse de que Holmstrand participaba en su vida, a pesar de que ella no lo sabía. Pero en aquel momento la principal emoción de Emily era el entusiasmo, aunque entremezclado con el miedo y la confusión. Su participación en los hechos de los dos últimos días no había sido casual ni accidental. La Sociedad no la había perdido de vista durante el último año y Holmstrand, su Custodio, la había vigilado y preparado durante ese mismo tiempo.

Pero ¿para qué? ¿Qué pretendían que hiciera? Una parte de ella le decía que metiera el rabo entre las piernas y saliera de allí pitando, pero otra, más fuerte, se sentía envalentonada ante esta nueva información. Si iba a convertirse en una Bibliotecaria, debía saber en qué consistía su papel.

Se volvió hacia Athanasius.

—Normalmente, ¿qué viene a continuación? Tras este elaborado programa de reclutamiento, ¿cómo hacen su trabajo los Bibliotecarios? Nada de cuanto ha dicho salva el hecho de que reunir y guardar información resulta bastante complicado si no sabes dónde está la biblioteca.

—Todos los meses entregamos al Custodio un paquete con el fruto de nuestro trabajo.

—¿Un paquete?

—Sí, ya sabe, paquetitos con lazo y todo. —Emily se negó a creer semejante cosa, pero el egipcio se adelantó a cualquier comentario de incredulidad, y dijo—: No se los enviamos por correo, claro está. Podrían quedar al descubierto, es demasiado arriesgado. Son… recogidos. Cada mes reunimos la información recabada y la dejamos lista para la… recogida.

—¿Dónde?

—El punto de entrega depende de cada Bibliotecario. Se nos dice dónde, cuándo y cómo debemos depositar nuestras contribuciones dentro de nuestro proceso de reclutamiento. Luego, todos los meses enviamos los paquetes tal y como está prescrito. El Custodio asigna un equipo de tres Ayudantes a cada Bibliotecario, son personas a las que el Bibliotecario no conoce ni ve, pero su responsabilidad es velar por el trabajo del Bibliotecario y recoger los paquetes en el punto de entrega. Los acuerdos son personales y se perfilan durante el reclutamiento. Y así es como se idearon también para usted.

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