—¡Piratas! —anunció Andy a los perplejos isleños al tiempo que cerraba unas esposas en torno a las muñecas de Smoke.
Hammer inmovilizó a Unique con unos grilletes en los tobillos y las manos a la espalda mientras la muchacha perdía y recuperaba la conciencia, babeando.
—Lo siento —dijo Andy a los soldados—. Tuve que violar el espacio restringido porque me apuntaban con un arma, como ya habrán deducido, supongo, por el código que les transmití. Si no les importa, ¿podrían ayudarme a sacar de ahí al otro pirata, ese que está vomitan-do en una bolsa? Se llama Jeremiah Little y es un rehén inocente. Lo llevaremos con nosotros de vuelta a Virginia.
—Yo conozco los 430 —dijo uno de los soldados—. ¿Quiere que me ocupe de llevarlo al hangar?
—Sí, gracias —respondió Andy mientras Popeye cubría de lametones la cara de Hammer y el doctor Faux se acercaba a Hammer y le daba unas palmaditas falsas y congraciadoras en el hombro de la chaqueta de cuero negra.
—No sé qué ha sucedido, exactamente, pero me siento feliz de que la perra esté bien. ¿No es increíble cómo se parecen las mascotas a los niños? Yo sé cuánto quiero a mis gatos, si no le ofende —siguió diciendo el dentista a Hammer—. Y creo que será mejor que vuelva a Virginia con usted. Supongo que se marchará enseguida, ¿verdad?
—¡Sí, llévenselo! —replicó el reverendo Crockett—. No queremos volver a tener el menor contacto con él. ¡Arréstenlo!
—¡No! —la población entera de la isla habló al revés al unísono; las voces se alzaron por encima del ruido del motor y del zumbido de las palas, que reducían la velocidad—. ¡Llévenselo a tierra firme! —empezaron a entonar a coro.
DONNY BRETT TRIUNFA por el Agente Verdad.
Bien, aficionados a las carreras, ¡menuda noche!
Supongo que las malas noticias son que no existe ningún tesoro Tory; por lo menos, no está en el punto marcado por la boya amarilla, que aparentemente no hizo sino ir a la deriva con la corriente de la bahía hasta que las aguas se hicieron menos profundas y la nasa para cangrejos quedó varada por fin en las algas a una milla de la costa de Virginia. Sin embargo, lo que importa es que el único tesoro del que se preocuparon los isleños fue Fonny Boy y, a buena distancia de él, la agente Regina, por capturar ella sola, sin ayuda, a los presos fugados.
Pero ¿qué me contáis de nuestro gran chico, Donny? Bien, lamento decir que anoche tuve que ocuparme de un caso y me perdí la carrera. Sin embargo, he podido ver las incontables repeticiones de su gran maniobra, cuando corría mano a mano con el número 4 y un accidente en la cuarta curva apartó de la carrera al Chevrolet número 33 y la carrera se suspendió durante siete vueltas para reemprenderse en la 94. ¡Vaya forma tuvo Donny de aprovechar una situación peligrosa con su gran maniobra!
Cierto, aficionados a los deportes. Ya lo visteis cortar el gas y clavar los frenos, como ya ha hecho otras veces, y después pasar como una bala al número 4 por el exterior de la contrarrecta y mantenerse primero el resto de la carrera.
«Me concentré en mí mismo —declaró un exuberante Donny Brett mientras tomaba un trago de champaña—. Intenté volver a disfrutar el momento sin preocuparme mucho de si perdía. Y quiero dar las gracias a ese policía que se molestó en hablar conmigo en el camión-taller. No sé cómo te llamabas, tío, pero te lo agradezco. Y quiero decirle a todo el mundo lo mismo que él me dijo: «No se trata de ser bueno, sino de saber cuándo se debe hacer la maniobra»».
Y ahora me toca a mí hacer la Gran Maniobra y deciros, mis fieles lectores, que hay un tiempo para hablar y un tiempo para estar callado. Ahora voy a despedirme y éste habrá sido mi último artículo. Quizá vuelva algún día, pero no lo sé. Ultimamente han sucedido muchas cosas y me queda mucho por hacer.
Continuaré recibiendo vuestros mensajes electrónicos y seguiré apreciando todo lo que hacéis por alentarme y por hacer del mundo un sitio mejor. Pero si no os respondo, por favor, no os molestéis ni penséis que me despreocupo. Recordad la regla de oro, y que hasta la vida más pequeña y todo en este mundo tiene una historia, si nos tomamos el tiempo suficiente para escuchar.
¡Tengan cuidado ahí afuera!