Rafferty se estaba esforzando, se estaba esforzando de veras.
—Elige una de las puertas. Ábrela.
No le venía ninguna imagen. No había escalera en esa casa. Bueno, había escalera, y una puerta también, pero la escalera conducía al sótano. Como no sabía qué otra cosa hacer, se imaginó bajando esa escalera. Caminó hasta la puerta. Estaba intentando acompasar su respiración a la de Ann, sincronizarla.
—Cruza el umbral… Quédate quieto durante un rato… Mira a tu alrededor. Obsérvalo todo y trata de recordarlo. No juzgues, limítate a observar e intenta recordar.
Ann guardó entonces silencio durante un buen rato. Cuando volvió a hablar, Rafferty se preguntó si se habría dormido durante un instante. Se sentía tranquilo y relajado, y tenía la mente completamente en blanco.
—Vale, ahora, muy, muy despacio, baja la escalera. Sujétate a la barandilla mientras lo haces. Cuando llegues abajo, sal al exterior. Siente la calidez del sol.
Rafferty trató de visualizarse a sí mismo haciendo lo contrario: subiendo la escalera, saliendo al exterior, a la luz del sol.
—Cuando estés listo, abre los ojos.
Los abrió.
Se sintió avergonzado y totalmente inútil. Había fracasado por completo.
—Describe lo que has visto —pidió Ann. Rafferty no dijo nada.
—Adelante —lo invitó ella—. No puedes equivocarte. —Bueno, en primer lugar, no he subido. He bajado. —Vale, quizá
tú
sí puedes equivocarte. —Era un rancho —dijo, intentando explicarse. Esperaba que ella diera por acabado el ejercicio en ese momento. O que le dijera que dejara de desperdiciar su tiempo. En cambio, Ann inspiró y continuó:
—¿Qué viste cuando bajaste la escalera?
—No vi nada —repuso él—. Nada en absoluto.
—¿Qué aspecto tenía esa nada?
—¿Qué tipo de pregunta es ésa?
—Sígueme la corriente —dijo ella.
—Era negro. No, no negro, sino blanco. Sí. Oscuro y blanco —explicó Rafferty. —¿Qué oíste?
—¿A qué te refieres? ¿Qué oí?
—¿Había algún sonido? ¿Algún olor?
—No… No había sonidos. Ni olores. Sentía su mirada sobre él.
—No vi nada. No oí nada. Me he quedado intentando subir la escalera. Suspendí el curso básico de parapsicología —dijo Rafferty.
—Tal vez —dijo Ann—, O tal vez no.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Yo entré en la habitación contigo —dijo Ann—, Al menos, creo que lo he hecho.
—¿Y qué has visto?
—Nada. Estaba demasiado oscuro.
—Ya te lo he dicho —replicó él.
—Aunque oí algo…, una palabra.
—¿Qué palabra?
—«Subterráneo».
—¿«Subterráneo» como «escondido»? ¿O «subterráneo» como «muerto»?
Ann no contestó. No tenía ni idea.
Informe policial
21 de agosto de 1980
A las 21.55 horas aproximadamente, una adolescente entró en la comisaría. El oficial de servicio era Darby Cohén. También estaba presente la oficial Margaret Kowalski. La chica, que tenía alrededor de diecisiete años, se identificó como «Towner Whitney». Estaba muy angustiada, su aspecto era desaliñado y su indumentaria (que parecía ser un pijama) estaba húmeda. No llevaba zapatos y tenía una herida profunda en el pie derecho, entre el primer dedo y el segundo. La oficial Kowalski la reconoció como una de las habitantes de Yellow Dog Island. Cuando se le pidió que facilitara su nombre nuevamente, la chica modificó su declaración anterior, diciendo que, para «que constara en acta», su nombre de pila era en realidad «Sophya».
La joven estaba muy alterada. Tenía arañazos en las piernas y un corte en la cabeza, aunque ninguna de las heridas parecía reciente. Cuando más tarde se le preguntó por las heridas, declaró que le habían sido infligidas «cerca de una semana antes», cuando estaba intentando salvar a su «hermana, Lyndley Boynton, de ahogarse».
Cuando la interrogaron por la naturaleza de su visita, la chica informó de que iba a entregarse. Dijo que «acababa de matar a Cal Boynton». A las preguntas subsiguientes sobre el lugar y el método del deceso del señor Boynton, ella declaró que Boynton había sido «despedazado por los perros en Yellow Dog Island».
El barco de la policía zarpó hacia allí aproximadamente a las 22.16 horas. Por recomendación de la oficial Kowalski, se llamó a los paramédicos de Salem para examinar a la chica. Sophya fue vendada y declarada sana alrededor de las 23.00 horas. Se negó tanto a recibir puntos como una vacuna antitetánica, ambos tratamientos recomendados. Se le proporcionó una muda de ropa (un mono de seguridad), una manta y un té caliente descafeinado. Aunque no se llevaron a cabo pruebas de diagnóstico, en opinión de los paramédicos no estaba bajo los efectos del alcohol ni de ninguna otra sustancia ilegal. No había signos de conmoción y parecía físicamente ilesa, más allá de las heridas mencionadas más arriba.
El barco de la policía llegó a Yellow Dog Island a las 23.32 aproximadamente. El oficial al mando era Paul Crowley, el práctico del puerto. El oficial Crowley informó de que, cuando llegó a la isla, la rampa estaba bajada. Informó de que la casa de Boynton estaba cerrada con tablones y de que había una lámpara encendida en la casa de los Whitney, pero que no parecía haber nadie allí. Todos los accesos a la vivienda estaban cerrados, salvo una ventana que permanecía abierta.
La oficial Kowalski se quedó con Sophya. Cuando le hizo más preguntas sobre lo sucedido, la joven declaró que Cal Boynton había atracado en Back Beach en un whaler y se había dirigido «a los acantilados, en dirección a su casa». Declaró que el señor Boynton estaba «buscando a su hija». Reconoció que este hecho la confundió, porque no había nadie en esa casa, que llevaba cerrada los dos últimos años. Dijo que la hija del señor Boynton «había muerto casi una semana antes, ahogada accidentalmente». Afirmó que, hasta donde ella sabía, el señor Boynton ya había sido informado de la muerte de su hija. Especuló que él podía estar «en fase de negación» y que tal vez por eso había ido hasta allí «desde California» para buscarla.
Después la testigo informó a la oficial que había temido por su vida cuando vio a Calvin Boynton. Al solicitarle una explicación más detallada, ella afirmó que la mujer de la supuesta víctima, Emma Boynton, había sido hospitalizada recientemente en San Diego tras recibir una severa paliza de su marido. Esta historia se verificó más tarde. Entonces, Sophya le dijo a la oficial que su «tía abuela, Eva Whitney» había volado a California el día anterior y que su «madre, May Whitney» estaba en la isla a la espera de recibir noticias sobre el estado de Emma. A continuación, ella rompió a llorar.
Dijo que había sentido «mucho miedo» por la aparición de Cal Boynton en Yellow Dog Island, y que él estaba «muy alterado». De acuerdo con su testimonio, él dijo: «He venido a por mi chica.» Cuando se le solicitó que se explicara, ella fue incapaz, y se limitó a describir las intenciones del señor Boynton como «ominosas».
La chica declaró que los perros «comenzaron a aparecer de repente». Le contó a la oficial que «salieron para ver qué estaba pasando». De acuerdo con sus primeras declaraciones, había «cientos de ellos, en los acantilados, en la playa, en todas partes», pero cuando se le preguntó cuántos perros habían atacado al señor Boynton, ella respondió «diez o doce, creo».
Sophya dijo a continuación que a los perros «nunca les había gustado Cal» y que él «solía pegarles», y que «incluso había matado a uno de ellos unos cuantos veranos antes con un bate de béisbol», aunque dijo que nunca se había demostrado. «Esta noche todo ha sucedido muy de prisa —dijo—. Los perros lo atacaron sin más.» Cuando se le pidió más información, dijo que ella «había deseado que los perros persiguieran a Cal».
La chica declaró que, una vez hubo acabado el ataque, Cal Boynton se quedó inmóvil en el suelo, «muerto». A la pregunta de si estaba segura de que él estaba muerto, ella respondió que sí, aunque dijo que no había examinado el cuerpo porque «no quería acercarse a él de ninguna de las maneras». Cuando se le preguntó que por qué no había acudido a May Whitney en busca de ayuda, dijo que no lo había hecho porque «no se me ocurrió». Cuando se le hicieron nuevas preguntas, ella cambió su versión, diciendo que la causa era que ella sabía que May Whitney «no habría ayudado».
El oficial Crowley despertó a May Whitney, que estaba «muy preocupada» por la chica. May le dijo al oficial Crowley que era «improbable, si no imposible» que Cal Boynton hubiera estado en la isla esa noche. Le explicó al policía que Cal Boynton estaba perdido en algún punto del mar en la costa oeste de Baja, California. Tras golpear severamente a su mujer, Emma, el señor Boynton había sido denunciado por «robar un barco del club náutico de San Diego» (de donde había sido despedido recientemente), y su barco había sido visto «bajando por Rosarito Beach, en Baja». Dijo que tanto la policía de San Diego como las autoridades mexicanas estaban buscando el barco y que «cuando lo encontraran, si es que lo hacían», no regresaría a Nueva Inglaterra, sino que sería arrestado y procesado en San Diego por el robo de la embarcación y la grave paliza a su mujer, Emma Boynton, que había sido hospitalizada en San Diego y se encontraba en «estado crítico». Las investigaciones posteriores confirmaron la historia de May Whitney. La policía de San Diego informó de que Cal había sido hallado dos horas antes cerca de la costa de Baja. Deliraba y padecía una deshidratación severa, pero se esperaba su recuperación.
Sophya insistió en que tanto la policía de San Diego como May Whitney eran unos «mentirosos», y reiteró nuevamente que Cal Boynton había sido «despedazado por los perros». Se alteró más al repetir la historia, y ni la policía ni May Whitney fueron capaces de tranquilizarla.
Adenda,
22 de agosto de 1980.
A las 11.45 horas, Sophya fue ingresada en el hospital de Salem para ser sometida a observación. Por petición de la familia, fue trasladada más tarde el mismo día al Hospital Psiquiátrico McLean, e ingresada en dichas instalaciones a las 16.32 horas.
Al interpretar el encaje, la lectora debe buscar una de las siguientes cosas: algo que realce el patrón o algo que lo rompa.
Guía de
la lectora de encaje.
Rafferty cogió las hojas de la fotocopiadora a medida que fueron saliendo. Una franja negra cubría la última página del informe, ocultando la firma de los tres oficiales.
Rafferty había leído todo lo que había sido capaz de encontrar sobre Angela, que no fue mucho.
Y ahora había comenzado a investigar los informes antiguos, sacando todo lo que había sobre la familia Whitney y en particular sobre Eva y sus problemas con su ex yerno, Cal Boynton.
Rafferty había comprobado cada hospital y todas las morgues de la costa. Había llamado a los padres de Angela, que insistieron en que no sabían nada de ella. Después había comprobado cinco refugios locales. Incluso había llamado al HAWC, el grupo de ayuda para las mujeres y niños víctimas de abusos de la zona. Nadie había visto a una persona que coincidiera con la descripción de Angela.
Angela Rickey había desaparecido. Otra vez.
Rafferty fue hasta la puerta de su oficina y la cerró. Se sirvió otro café y se sentó a leer todos los informes una vez más, en busca de algo, cualquier cosa, que pudiera haber pasado por alto. Su mente estaba confusa. La noche anterior no se había acostado y parecía que no iba a hacerlo hasta dentro de mucho.
Leyó el informe de Towner otra vez, y también todo lo que había encontrado sobre la familia. Había dos órdenes de alejamiento contra Cal, una que le prohibía ir a Yellow Dog Island y otra más reciente que lo obligaba a mantenerse alejado de Eva. Había dos informes más antiguos de palizas, uno era una denuncia de Eva y el otro de Eva y May la noche que Cal le rompió la mandíbula a Emma. También estaba la otra paliza, la que dejó ciega a Emma, la que tuvo lugar en San Diego la noche que Cal desapareció en el mar.
Eva le había contado el resto de la historia. Sobre cómo unos pescadores mexicanos habían encontrado a Cal en la orilla de Rosarito Beach. Al ver su salvavidas naranja meciéndose en el horizonte y las gaviotas siguiéndolo de cerca, decidieron acercarse a investigar. Cal estaba prácticamente muerto cuando lo sacaron del agua, le explicó Eva a Rafferty.
Cuando estuvo lo bastante recuperado para abandonar el hospital, lo trasladaron a la cárcel de San Diego. Por el robo del barco. Y por la paliza que había dejado ciega a Emma.
De acuerdo con la historia de Eva, habían liberado a Cal de su compromiso con el equipo de San Diego, lo que acabó con todas sus esperanzas de ganar la Copa América. Había ido al bar del muelle y había pasado toda la tarde bebiendo. Después, como solía, había ido a casa y lo había pagado con Emma.
La violencia de las palizas habituales no fue suficiente para satisfacer a Cal, que acababa de ver cómo se disipaba el sueño de su vida. Le pegó más fuerte. Le estampó la cara contra un espejo. Ella no dejaba de mirarlo, le explicó Cal más adelante al juez. Él lloraba mientras le contaba lo sucedido al tribunal. Cuando vio el alcance de las heridas de Emma, Cal huyó. Se escondió hasta que cayó la noche, se coló en el club y robó el barco que habían construido para él. Su barco. En algún lugar al sur de la ciudad, Cal había encallado.
Mientras Emma luchaba por su vida con su madre, Eva, a su lado, Cal luchaba por la suya. Incapaz de desatar el bote salvavidas, Cal cogió un chaleco. No lo encontraron hasta cuarenta y ocho horas después.
Cuando se recuperó, parecía otro hombre. Afirmaba que había visto a Dios. En el océano abierto, sin esperanza de sobrevivir, Cal había visto la cara de Jesús. Se había redimido.
Cuando finalmente fue rescatado, Cal decidió dedicar su vida a difundir la Palabra.
Le contó su historia a todo el que quiso escucharlo. Había visto su propia muerte. Cal les contó que su cuerpo había sido despedazado. Había sentido el fuego del infierno.
A través del poder del Señor, Cal había dejado de beber sin problemas. Cualquiera que lo veía tenía que reconocer que era un hombre cambiado.
El trabajo de Cal con alcohólicos en recuperación le valió una reducción de condena por la paliza de Emma Boynton. Ella había sido trasladada a Nueva Inglaterra dada la gravedad de sus heridas, no era una testigo apta ni fiable, por lo que la condena de Cal se redujo al tiempo que había cumplido, más seis meses de servicios a la comunidad y dos años de libertad condicional.