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Authors: Jorge Ibargüengoitia

Tags: #Narrativa

Las muertas (18 page)

El juez Peralta dispuso que se vendieran propiedades de las que habían sido embargadas a las hermanas Baladro hasta reunir dinero suficiente para pagar las indemnizaciones que él mismo tabuló. He aquí un ejemplo.

Cálculo de la indemnización de Blanca N:

Por concepto de salarios devengados y no recibidos (se calculan diez años de trabajos a razón de 300 pesos mensuales, el salario mínimo).
36,000.00
Por concepto de intereses moratorios
18,000.00
Por concepto de muerte del trabajador
10,000.00
Total
64,000.00

Esta suma quedó depositada en el juzgado, a disposición de quien la reclame, y sea capaz de demostrar ser heredero legítimo de la difunta. (No fue reclamada).

6

El día en que el juez Peralta entregó el dinero de la indemnización a las nueve víctimas sobrevivientes, hubo mole en el patio del juzgado. Las mujeres fueron fotografiadas, primero, recibiendo los cheques, después, comiendo y, por último, de rodillas en el interior de la parroquia de Concepción de Ruiz, dándole gracias a Dios por haberles permitido salir del trance con vida. Cuando terminaron de rezar ya los fotógrafos se habían ido. En el atrio, las mujeres se despidieron y se fueron cada una por diferente camino. Estaba atardeciendo. Nadie volvió a saber de ellas.

18
EPÍLOGO

Simón Corona se restableció completamente de la puñalada que alguien le dio, cumplió su condena en una cárcel del Estado de Mezcala, en donde tuvo una conducta ejemplar, y al quedar libre regresó al Salto de la Tuxpana en donde abrió panadería y vive feliz. De los otros liberados, el Valiente Nicolás es ahora zapatero —oficio que aprendió en la cárcel—, Ticho es cargador de planta en la bodega de los hermanos Barajas, el Escalera regresó a su antiguo oficio y es dueño de una flotilla de coches en San Pedro de las Corrientes —que compró, dicen las malas lenguas, con dinero que le dio Arcángela.

En la cárcel, Teófilo Pinto ganó una fortuna jugando conquián, y después la perdió. Eulalia, que está libre, vende cocadas. El capitán Bedoya está en la cárcel de Pedrones, en donde es jefe de crujía, muy respetado por celadores y presos. Las Baladro siguen en la cárcel de mujeres, de donde no tienen esperanza de salir con vida. Serafina tiene un negocio de vender refrescos —a precios exorbitantes—, Arcángela vende las comidas que guisa la Calavera. Las dos son prestamistas y su capital, calculan las otras presas, asciende a cien mil pesos.

APÉNDICES.

1: Vida de Ticho contada por él mismo.

Cuando yo era chico los demás niños me tenían miedo. Mis padres me mandaron a la escuela, pero la maestra dijo que yo era demasiado grande y que podía dar mal ejemplo. Me pusieron a cargar piedras, sacos de arena, sacos de cemento. Una tarde le di un abrazo a un amigo y cuando lo solté se cayó al piso. Los que vieron lo que pasó dijeron que yo lo había matado. Por eso me llevaron a la cárcel. En la cárcel me pusieron a cargar piedras otra vez. Un día se murió el que cargaba muertos en el hospital y el doctor fue a la cárcel a buscar alguien que hiciera este trabajo. El director de la cárcel me mandó llamar y me dijo: “vete con este señor”. Diez años anduve cargando muertos de un lado para otro hasta que una mañana el doctor me dijo: “ya puedes irte”, y abrió la puerta del hospital. Yo salí a la calle y empecé a caminar. Llegué a la vía del tren y me fui siguiéndola. Caminaba de noche porque había luna. En el día me acostaba en una zanja y me dormía. Cuando veía una casa, me acercaba a la cocina —los perros a mí no me ladran—, me asomaba y les decía a las mujeres que estaban adentro, “tengo hambre”, y ellas sentían miedo y me daban de comer. Cuando llegaba a los pueblos pedía limosna, pero nadie me daba. Un día me quedé dormido en la banqueta que está afuera del mercado y cuando abrí los ojos doña Arcángela me estaba mirando. Con ella estaban dos muchachas que llevaban canastas. Doña Arcángela me dijo:

—Eres muy grandote, te ves muy feo y pareces muy bruto. Voy a darte un trabajo que te va a gustar.

Las muchachas se rieron.

Desde ese día fui coime. Mi obligación era sentarme en una silla y estar listo para lo que se ofreciera.

2: Testimonio del Libertino.

Dice que lo que lo impulsaba a ir con tanta frecuencia al México Lindo era la curiosidad intelectual. Describe a varias mujeres notables de las que conoció en ese lugar. Una, que cuatro o cinco veces cada noche se desvistió con vergüenza, diciendo que nunca la había visto desnuda un hombre. Otra tuvo relaciones sexuales con el narrador en más de veinte ocasiones y nunca lo reconoció. Otra mujer contaba siempre la misma historia: acababa de recibir un telegrama en el que le avisaban que su madre estaba enferma y urgía que mandara dinero, etc.

La parte más interesante de mis visitas —dice el Libertino— eran las conversaciones que tenía siempre con doña Arcángela, en cuya mesa me sentaba. Ella era filósofa. Creía, por ejemplo, que cuando morimos nuestra alma queda flotando en el aire durante algún tiempo, sujeta al recuerdo que dejamos en las mentes de los que nos conocieron. Un mal recuerdo atormenta al alma, un buen recuerdo la hace gozar. Cuando todos han olvidado al difunto o han muerto los que lo conocieron, el alma desaparece.

3: Dice el campeón judoka.

Fui de los seleccionados para representar al D.F. en el campeonato panamericano de judo que se celebró en la ciudad de Pedrones en 1958. (Describe las facilidades que les dieron, sus impresiones de la ciudad, y la manera en que el equipo del D.F. fue eliminado en la primera vuelta. Esa noche fueron él y sus compañeros a la casa del Molino). Cuando las muchachas supieron que éramos el equipo judoka del D.F., se amontonaron en nuestra mesa y nos pidieron autógrafos. La dueña de la casa (Serafina) fue a estrecharnos la mano, hizo que nos pusieran collares de flores de papel y quenos sirvieran una copa por cuenta de la casa.

—Brindo por su triunfo, muchachos —nos dijo.

No tuvimos alientos para decirle que ya habíamos sido eliminados. (Describe el lugar, establece una comparación entre las prostitutas del D.F. y las de Pedrones y encuentra que éstas son más económicas y más sinceras que las primeras, relata sus experiencias con una mujer llamada Magdalena y por último lamenta que la casa del Molino fuera clausurada antes de que él tuviera oportunidad de visitarla otra vez).

4: Testimonio de don Gustavo Hernández.

Pregúnteme usted: ¿qué tiene que hacer las noches de todos los sábados en un burdel un hombre que tiene esposa y varias hijas y vive feliz con ellas? No sé qué contestarle, pero así era yo. Estaba obnubilado. Cada sábado, dando las nueve en el reloj de la parroquia, cerraba la mercería y me iba al México Lindo. En el momento en que pisaba yo el interior de aquel lugar todo me parecía bonito: el decorado, las mujeres, la música. Hice de todo: bailé, bebí, platiqué y ninguna de las mujeres que pasaron por allí entre 57 y 60 se me escapó.

Regresaba a mi casa rayando el sol. “¿Dónde estuviste?”, me preguntaba mi mujer. “En una junta de Acción Católica.” Nunca me creyó. Durante años sospechó que yo tenía una amante. No sabe que la engañé con cuarenta y tres.

Doña Arcángela me decía:

—No se prive de nada, don Gustavo. Cuando no traiga dinero nomás echa una firma. Para mí usted es como el Banco de México.

Estas palabras fueron mi caída. Una mañana llegó a la mercería el licenciado Rendón. En el portafolios traía notas firmadas por mí que sumaban más de catorce mil pesos. Quería saber cuándo iba yo a poder pagarlas.

Doña Arcángela se quedó con la mercería, pero el susto que tuve me curó del vicio y no he vuelto a sentir tentaciones de poner los pies en un burdel. Ahora vivo feliz en compañía de mi familia.

5. La foto.

1: Arcángela Baladro.

2: La Calavera.

3: Serafina Baladro.

4: Blanca (murió el 17 de julio).

5: Evelia (murió el 14 de septiembre).

6: Feliza (id).

7: Rosa (murió el 15 de enero).

8: Marta (no cupo por el excusado).

9: Aurora Bautista (fue indemnizada).

10: Una de las dos mujeres que mató Teófilo Pinto.

6: El libro de Arcángela.

El libro de Arcángela fue encontrado en el cuarto de ella en el Casino del Danzón. Se divide en tres partes. En la primera aparece el estado de cuentas semanal de las empleadas, que ya ha sido descrito en el capítulo 9.

La segunda sección se intitula Clientes deudores. En ella aparecen los nombres de las personas más respetables de San Pedro de las Corrientes, con las fechas de los vales, intereses a razón del diez por ciento mensual, abonos a cuenta, etc. Todas las cuentas están saldadas.

La tercera parte del libro se intitula Entregas. Es lo que paga Arcángela a las autoridades para estar en paz con el municipio. Por ejemplo, diez pesos diarios a los policías que estaban de turno en la cuadra, sesenta al Presidente Municipal, sesenta al inspector de policía, etc.

Jorge Ibargüengoitia.
Guanajuato, 1928-Mejorada del Campo, 1983.

Escritor y periodista mexicano, considerado uno de los más agudos e irónicos de la literatura hispanoamericana y un crítico mordaz de la realidad social y política de su país.

Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México y fue becario del Centro Mexicano de Escritores y de las fundaciones Rockefeller, Fairfield y Guggenheim.

Su obra abarca novelas, cuentos, piezas teatrales, artículos periodísticos y relatos infantiles. Su primera novela,
Los relámpagos de agosto
(1965), una demoledora sátira de la Revolución mexicana, lo hizo merecedor del Premio Casa de las Américas. A ésta seguirían
Maten al león
(1969),
Estas ruinas que ves
(1974),
Dos crímenes
(1974),
Las muertas
(1977) y
Los pasos de López
(1982), en las que echó mano del costumbrismo para convertirlo en la base de historias irónicas y sarcásticas.

En el terreno del cuento publicó
La ley de Herodes
(1976). Entre sus piezas teatrales destacan
Susana y los jóvenes
(1954),
Clotilde en su casa
(1955) y
El atentado
(1963). Murió trágicamente en un accidente aéreo.

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