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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

Materia (68 page)

–Según lo último que sabemos, sí –dijo la nave a través de su avatoide–. Aunque la información tiene como mínimo ocho días. Las peleas que libran oct y aultridia entre los niveles están haciendo que las comunicaciones no sean muy fiables.

–¿Son muy graves esas supuestas «peleas»? –preguntó Anaplian.

–Todo lo graves que pueden ser antes de que los nariscenos se vean obligados a intervenir. –El avatoide hizo una pequeña pausa–. Me sorprende un poco que no lo hayan hecho ya.

Anaplian frunció el ceño.

–¿Se están disparando?

–No –dijo Hippinse–. Se supone que no pueden dentro de las torres o cerca de cualquier estructura secundaria. Por lo general la disputa implica la toma de torres usando ascensonaves que las bloquean y la reconfiguración a distancia de las fidelidades que controlan las puertas.

–¿Y eso va a ayudarnos o a entorpecer nuestra misión?

–No se sabe muy bien. Es un factor de multiplicación más que de evaluación.

Djan Seriy se apoyó en el respaldo del asiento.

–Muy bien –dijo–. Esto es lo que va a ocurrir: descendemos los cuatro juntos a la superficie de Sursamen. Tenemos que intentar atravesar los niveles antes de que alguien se dé cuenta de que no deberíamos haber llegado al sistema Meseriphine tan rápido y empiece a preguntar qué nave nos trajo. –Señaló con un gesto a Hippinse–. El
Problema candente
cree que puede llevarnos abajo e insertarnos en el sistema de administración de viajes narisceno sin que nadie lo note, pero excepto si intentara tomar toda la matriz de IA nariscena de Sursamen (cosa que se podría llamar un acto de guerra) no puede evitar que terminen detectándonos como una anomalía. Así pues, debemos llegar al nivel de las Hyeng-zhar con la mayor premura. Encontramos a Oramen, en las Cataratas, esperemos. Le decimos que corre peligro si es que no lo sabe todavía. También le enviamos un mensaje mientras vamos de camino, si es posible. Hacemos lo que podemos para ponerlo a salvo, o al menos más a salvo, si es necesario, y después nos ocupamos de Tyl Loesp.

–¿«Ocuparnos»? –preguntó la nave a través de Hippinse.

Anaplian miró sin titubear al avatoide.

–Ocuparnos en el sentido de aprehender. Capturar. Retener o asegurarnos de que se le retiene hasta que un tribunal reunido con todas las garantías pueda decidir su destino.

–Yo no anticiparía un perdón real –dijo Ferbin con tono gélido.

–Entre tanto –continuó Djan Seriy–, la nave intentará averiguar qué están tramando los oct, intentará ver si todas esas naves desaparecidas están apareciendo de verdad alrededor de Sursamen. Aunque, por supuesto, a esas alturas ya se habrá informado a los morthanveld y los nariscenos de las sospechas que tenemos con respecto a la concentración de naves oct y sin duda ya estarán formulando sus propias respuestas. Solo podemos esperar que estas complementen a las del
Problema candente,
aunque no es imposible que resulten antagónicas. –Anaplian miró a Ferbin y Holse–. Si los oct están allí desplegados, es muy posible que Hippinse y yo tengamos que dejaros solos sin apenas aviso previo. Lo siento hermano, pero así es como tiene que ser. Debemos esperar todos que no se llegue a ese extremo pero si llega, os dejaremos con las ventajas que podamos.

–¿Y cuáles serían? –preguntó Ferbin mientras miraba primero a Anaplian y después a Hippinse.

–Información –dijo Djan Seriy.

–Mejores armas –les dijo la nave.

Aparecieron de repente dentro de una ascensonave oct vacía, sus puertas se acababan de cerrar, de forma inesperada en lo que respectaba al cerebro nublado del Control de Tráfico de la torre. Después lo volvió a comprobar y se dio cuenta de que el cierre de la puerta no era inesperado, después de todo. Una orden que exigía precisamente eso llevaba ya algún tiempo pendiente. Así que todo iba bien. Muy poco tiempo después ya no había recuerdo o registro alguno de que hubiera encontrado algo inesperado en primer lugar. Mucho mejor todavía.

La ascensonave era una de más de veinte acopladas a un gran carrusel que pendía justo sobre la boca abierta de mil cuatrocientos metros de diámetro que coronaba la torre Pandil-fwa. El carrusel estaba diseñado para cargar la ascensonave seleccionada, como si fuera el cartucho en un arma inmensa, y meterla en uno de los tubos secundarios apiñados dentro de la torre principal, lo que permitiría que la nave bajara hasta cualquiera de los niveles disponibles.

El ordenador del Control de Tráfico de la torre de los oct ejecutó una amplia variedad de instrucciones para las que tenía la impresión totalmente errónea de que contaba con la adecuada autorización, el carrusel que tenía noventa metros más abajo bajó la ascensonave como debía desde el anillo de acceso a otro anillo inferior. El movimiento colocó la nave sobre uno de los tubos. La cápsula bajó, encajó en el tubo y después la sujetaron lo que básicamente eran dos arandelas gigantes, aunque sofisticadas. Se drenaron y bombearon al exterior los fluidos. Se abrieron y cerraron exclusas y la nave fue bajando hasta que quedó flotando en el vacío, chorreando, justo encima de un pozo oscuro de mil cuatrocientos kilómetros de profundidad y lleno de casi nada en absoluto. La nave anunció que estaba lista para viajar. La máquina del Control de Tráfico de la torre le dio permiso. La ascensonave se soltó de la pared del tubo y empezó a caer, impulsada solo por la propia gravedad de Sursamen.

Esa había sido la parte fácil, como les había advertido Anaplian a Ferbin y Holse. El cráter Oerten de la superficie de Sursamen se encontraba justo encima de la boca acanalada de la torre Pandil-fwa y estaba separado de ella solo por la estructura secundaria; la nave no había tenido ninguna dificultad (una vez que había comprobado las coordenadas varios miles de veces y había desplazado unos cuantos cientos de motas de reconocimiento microscópicas) para colocarlos directamente en la ascensonave. Compartir las matrices de los ordenadores de los oct (apenas merecían el término de IA) había sido, para la mente del
Problema candente,
peccata minuta.

Menos de media hora antes habían optado por acercarse con sigilo y habían llegado sin fanfarrias y (al menos que ellos supieran) sin que los detectaran sobre Sursamen. El
Problema candente
se había pasado los días necesarios para el acercamiento modelando y ensayando las tácticas, usando para ello el detalladísimo conocimiento de los sistemas nariscenos y oct que ya tenía. Cada vez estaba más seguro de que podía meterlos directamente en una ascensonave y eliminar así la necesidad de exponerse a la superficie en sí. Al llegar, se encontró con lo que esperaba, en general, y los metió directamente.

Djan Seriy había pasado el mismo tiempo dándoles a Ferbin y Holse un curso acelerado en el uso de ciertas tecnologías defensivas y ofensivas de la Cultura, hasta el nivel que le pareció que podían manejar. Era una verdad universalmente conocida que algunos de los sistemas armamentísticos personales más insólitos que poseía la Cultura tenían muchas más probabilidades de matar a un usuario sin formación que a cualquier persona a la que se estuviera apuntando, pero incluso los sistemas defensivos, si bien nunca iban a matarte (eso era, como es obvio, lo que estaban diseñados para evitar sobre todo) sí que podían darte también un susto de muerte debido a la velocidad y aparente violencia con la que podían reaccionar cuando se sentían amenazados.

Los dos hombres se acostumbraron pronto a los trajes que iban a ponerse. Los trajes eran, por defecto, negros como el hollín, con una superficie más bien lisa una vez que se ponían, pero llenos de ristras y bultos con unidades, equipos y subsistemas, sobre muchos de los cuales a Ferbin y a Holse ni siquiera se les permitía tener información. Las secciones de la cara se podían dividir en una máscara inferior y un visor superior y por defecto eran transparentes, de modo que las expresiones faciales resultaban legibles.

–¿Y si nos pica algo? –le había preguntado Holse a Hippinse–. A mí me dio un picor cuando nos pusimos un traje de baño morthanveld, mientras nos estaban enseñando una de sus naves y fue de lo más molesto. –Estaban en la cubierta del hangar. Estaba atestada incluso para lo que solían ser las cubiertas de los hangares pero, con todo, seguía siendo el espacio abierto más grande que tenía la nave para que se reunieran.

–No les picará nada –les dijo el avatoide a Ferbin y a él–. El traje embota ese tipo de sensación o contacto interior. Pueden sentir, tocar, percibir la temperatura y demás pero no hasta el punto de sufrir algún dolor. En parte es para mitigar picores que puedan distraerlos y en parte para prevenir y controlar daños de primer nivel.

–Qué inteligente.

–Son trajes muy inteligentes –dijo Hippinse con una sonrisa.

–No estoy muy seguro de que me guste que me ciñan así, señor –dijo Holse.

Hippinse se encogió de hombros.

–Se convierte en una nueva entidad híbrida con un traje así. Hay una cierta pérdida del control absoluto, o al menos de una exposición absoluta, pero la recompensa es una capacidad operativa y un índice de supervivencia inmensamente mayores.

Anaplian, que observaba desde cerca, los miró pensativa.

Ferbin y Holse habían sido alumnos atentos y bien dispuestos, aunque Ferbin se había mostrado un poco quejoso por algo que no quiso especificar y que su hermana no pudo determinar hasta que la nave sugirió que lo equipara con un arma más, o quizá con un arma más grande, que a su criado. Djan le pidió a Ferbin que llevara el más pequeño de los dos rifles cinéticos hiperveloces que resultaba que tenía la nave entre su arsenal (ella se quedó con el grande). Después de eso, todo fue bien.

Anaplian se había quedado impresionada con la calidad de los trajes.

–Muy avanzados –comentó con el ceño fruncido.

Hippinse le lanzó una sonrisa radiante.

–Muchas gracias.

–Me parece –dijo Anaplian con lentitud mientras examinaba los trajes con los sentidos optimizados de nuevo– que una nave tendría que tener estos trajes físicamente a bordo o, si iba a hacerlos ella desde cero, tendría que tener acceso a unos patrones muy sofisticados y me atrevería a decir que increíblemente restringidos que solo conocen unas partes muy pequeñas y muy poco habituales de la Cultura. Ya sabes, esas partes a las que se les suele llamar Circunstancias Especiales.

–¿En serio? –dijo Hippinse con tono alegre–. Qué interesante.

Flotaban sobre el suelo de la ascensonave. El agua empezó a bajar de nivel a su alrededor a medida que la nave descendía, iba filtrándose a unos tanques que había bajo el suelo. En un par de minutos se encontraron en un espacio seco, aunque todavía oliera a húmedo, y casi semiesférico de quince metros de diámetro. Ferbin y Holse se quitaron la máscara y el visor de los trajes.

–Bueno, señor –dijo Holse muy contento–, estamos en casa. –Miró a su alrededor, al interior de la ascensonave–. En cierto sentido.

Djan Seriy y Hippinse no se habían molestado en ponerse máscaras. Iban vestidos, al igual que los dos sarlos, con los mismos trajes oscuros y ceñidos, cada uno de los cuales, había afirmado Djan Seriy con toda seriedad, era varias veces más inteligente que toda la matriz informática oct de Sursamen. Además de lucir todos esos bultos y protuberancias extrañas, cada traje llevaba unos saquitos en el pecho y la espalda, unos saquitos pequeños y aerodinámicos; los trajes de Hippinse y Djan Seriy contenían también unas protuberancias largas y acanaladas en la espalda que se convertían en unas armas largas y oscuras que era difícil identificar incluso como armas. Tanto Ferbin como Holse tenían unas cosas de la mitad del tamaño de un rifle que se llamaban AERC y que disparaban luz, también disponían de un pequeño revolver de un tamaño que los decepcionó. Ferbin se esperaba algo un poco más impresionante, pero se apaciguó cuando le dieron el rifle hiperveloz, que tenía un volumen bastante más satisfactorio.

Los trajes también tenían sus propias armas incrustadas y otros sistemas defensivos, que al parecer eran demasiado complicados para dejar a los caprichos de simples hombres. A Ferbin eso lo inquietó un poco, pero se le informó de que era por su propio bien. Eso tampoco había sido lo más tranquilizador que le habían dicho en su vida.

–En el poco probable caso de que nos veamos implicados en un tiroteo importante y los trajes piensen que estáis ante una amenaza real –les había dicho Djan Seriy a los dos sarlos–, ellos se harán cargo de la situación. Los intercambios de alta velocidad ocurren demasiado rápido para las reacciones humanas, así que serán los trajes los que apunten, disparen y esquiven los disparos por vosotros. –La agente vio las expresiones de desolación en los rostros de los hombres y se encogió de hombros–. Es como todo en la guerra: meses de aburrimiento absoluto interrumpidos por momentos de puro terror. Es solo que los momentos a veces se miden en milisegundos y el enfrentamiento muchas veces termina incluso antes de que seáis conscientes de que ha empezado.

Holse había mirado a Ferbin y había suspirado.

–Bienvenido al futuro, señor.

El familiar de Djan Seriy, el dron aquel que se llamaba Turminder Xuss, había sido desplazado acoplado a un muslo del traje de la agente, otro bulto alargado. Se había alejado flotando en cuanto los habían desplazado y seguía flotando sobre ellos una vez desaparecida todo el agua; al parecer estaba inspeccionando el interior empapado de la ascensonave. Holse vigilaba a la maquinita de cerca, la seguía por la nave y la miraba con los ojos entrecerrados.

El dron descendió hasta quedar delante del hombre.

–¿Puedo ayudarlo en algo, señor Holse? –le preguntó.

–Siempre he querido preguntarlo –dijo el criado–. ¿Cómo flotan en el aire las cosas como vos?

–Bueno, pues con facilidad –dijo el dron al tiempo que ascendía y se alejaba del hombre. Holse se encogió de hombros y mascó un poco de hoja de crile que había convencido al
Problema candente
para que le hiciera.

Djan Seriy se sentó con las piernas cruzadas cerca del centro del suelo, con los ojos cerrados. Encerrada en el ceñido traje negro, solo con la cara expuesta, tenía un aspecto extrañamente infantil, aunque sus formas, desde luego, eran las de una mujer, como hasta Ferbin notó.

–¿Mi hermana está dormida? –le preguntó Ferbin a Hippinse en voz baja.

El avatoide (una figura compacta y de aspecto poderoso) sonrió.

–Solo está comprobando los sistemas de la ascensonave. Ya lo he hecho yo pero nunca viene mal verificar las cosas.

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