Materia (67 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

–El mismo problema. Desde fuera puedo desplazarme y bajar a los extremos de las torres abiertas. También sería posible una línea de visión dentro de un nivel, aunque solo si puedo meterme dentro de algún modo, pero eso sería todo. Y, por supuesto, una vez dentro, no podría volver a desplazarme al exterior.

–¿Pero puede desplazar objetos a corta distancia?

–Sí.

Anaplian frunció el ceño.

–¿Qué pasaría si intentara desplazarse al interior de materia 4D?

–Algo muy parecido a una explosión de antimateria.

–¿En serio?

–Para el caso como si lo fuera. No es muy recomendable. No me gustaría romper un mundo concha.

–No es tan fácil romperlos.

–No con toda esa estructura 4D. Lo que a todos los efectos es el manual de instrucciones de un mundo concha dice que se pueden disparar armas termonucleares en su interior sin anular la garantía siempre y cuando no te acerques a la estructura secundaria y, en cualquier caso, las estrellas internas son básicamente bombas termonucleares y un puñado de materia exótica, las más antiguas de las cuales llevan deciaeones intentando abrirse camino en el techo de su concha quemando un agujero por él. Da igual, las armas antimateria están prohibidas dentro y un desplazamiento mal hecho tendría un perfil muy parecido. Si y cuando tenga que hacer algún desplazamiento, tendrá que ser con mucho, mucho cuidado.

–¿La antimateria está prohibida por completo? –preguntó Anaplian, que parecía preocupada–. La mayor parte del equipo sofisticado con el que trabajo usa reactores y baterías de antimateria. –La agente se rascó la nuca con una mueca–. Incluso tengo una dentro de la cabeza.

–En teoría, siempre que no sean armas, está permitido –le dijo la nave–. En la práctica... yo no lo mencionaría.

–Muy bien –dijo Anaplian con un suspiro–. Sus campos, ¿van a funcionar?

–Sí. Funcionan con potencia interna. Muy limitada.

–Y puede entrar si no le queda más remedio.

–Puedo entrar –confirmó la nave a través de Hippinse, que no parecía muy contento–. Estoy preparándome para reconfigurar motores y otra materia para dejarlos listos para la masa reactiva.

–¿Masa reactiva? –Djan Seriy no parecía muy convencida.

–Para poder utilizarla en un motor de retrofusión profundo que también estoy montando –dijo Hippinse con un suspiro que parecía avergonzado. Él mismo parecía estar sufriendo una reconfiguración: con cada día que pasaba estaba más alto y menos rotundo.

–Ay, madre –dijo Anaplian, le parecía lo único aceptable.

–Sí –dijo el avatoide de la nave con un desagrado evidente–. Me estoy preparando para convertirme en un cohete.

–Están diciendo cosas terribles sobre vos, señor, donde os mencionan, que no es en todas partes.

–Gracias, Holse. Sin embargo, ya apenas me preocupa hasta qué punto ha difamado mi reputación ese aspirante a tirano de Tyl Loesp –mintió Ferbin–. El estado de nuestro hogar y el destino de mi hermano es lo único que me importa.

–Pues menos mal, señor –dijo Holse con los ojos clavados en la pantalla que flotaba en pleno aire delante de él. Ferbin se había sentado cerca e inspeccionaba otra holopantalla. Holse sacudió la cabeza–. Os han pintado como un auténtico bribón. –Silbó con algo que apareció en la pantalla–. Eso sí que sé que no lo habéis hecho nunca.

–¡Holse! –dijo Ferbin con aspereza–. Mi hermano vive, Tyl Loesp permanece sin castigo y se recrea por todo el Noveno. Los deldeynos están derrotados por completo, parte del ejército se ha disuelto, más de la mitad de la Ciudad Sin Nombre ha salido a la luz y, según nos han dicho, los oct se están reuniendo alrededor de Sursamen. Todas esas cosas tienen mucha más trascendencia, ¿no te parece?

–Por supuesto que sí, señor –asintió Holse.

–Entonces presta atención a esas cosas, no a los chismorreos engendrados por mis enemigos.

–Como digáis, señor.

Estaban leyendo material sobre Sursamen y el Octavo (y también el Noveno) en los servicios de noticias dirigidos por los oct, los nariscenos y los morthanveld, tal y como lo comentaban personas, mentes artificiales y lo que parecían organizaciones no oficiales pero de todos modos respetadas dentro de la Cultura, todo ello expresado en un sarlo claro y sucinto merecedor de todo tipo de parabienes. Ferbin no había sabido si sentirse halagado, dada toda la atención que les prestaban, o insultado, dado que, en realidad, los estaban espiando. Había buscado en vano (o al menos le había pedido a la nave que lo buscara, sin mucho éxito) cualquier tipo de grabaciones textuales del tipo que Xide Hyrlis había sugerido que podían existir de lo que le había pasado a su padre, pero no había encontrado nada. Djan Seriy ya le había dicho que al parecer no existían esas grabaciones, pero él había querido comprobarlo.

–Todo muy interesante –asintió Ferbin mientras se recostaba en su sillón, complaciente casi hasta el exceso. Estaban en el otro pequeño salón de la nave, un corto sueño y medio día después de comenzar su viaje–. Me pregunto cuál es la última información sobre las naves oct... –La voz de Ferbin se fue perdiendo cuando leyó sin querer otra brutal exageración de su comportamiento pasado.

–¿Qué quiere saber? –preguntó la voz de la nave, que hizo sobresaltarse a Holse.

Ferbin recuperó la compostura.

–Las naves oct –dijo–. ¿Están allí de verdad, alrededor de Sursamen?

–No lo sabemos –admitió la nave.

–¿Se ha informado a los morthanveld que es posible que los oct se estén reuniendo allí? –preguntó Ferbin.

–Se ha decidido que se les comunicará muy poco después de que lleguemos –dijo la nave.

–Ya veo. –Ferbin asintió con buen criterio.

–¿Muy poco después? –preguntó Holse.

La nave dudó, como si lo estuviera pensando.

–Muy, muy poco después –dijo.

–¿Sería una coincidencia? –inquirió Holse.

–No del todo.

–Murió con la armadura puesta; en ese sentido murió bien.

Ferbin sacudió la cabeza.

–Murió encima de una mesa como un perro castrado, Djan Seriy –le dijo su hermano–. Como un traidor de otros tiempos, deshecho y martirizado, con el que se divirtieron de la forma más indigna. No habría deseado para sí lo que vi que le ocurrió, créeme.

Su hermana bajó la cabeza durante unos momentos.

Los habían dejado solos después de la primera comida de peso que tomaban a bordo del
Problema candente
y estaban sentados en el salón pequeño, en un sofá con forma de onda senoidal. La agente levantó la cabeza otra vez.

–¿Y fue el propio Tyl Loesp? Quiero decir que si al...

–Fue su mano, hermana. –Ferbin miró a Djan Seriy a los ojos–. Arrancó la vida del corazón de nuestro padre y angustió todo lo que pudo también su mente, por si lo que hacía en su pecho no fuera por alguna razón suficiente. Le dijo que ordenaría una masacre en su nombre, tanto ese día en el campo de batalla alrededor de la Xiliskine como después, cuando el ejército invadiera el nivel deldeyno. Afirmaría que nuestro padre lo había exigido a pesar de los consejos de Tyl Loesp, todo para mancillar su nombre. Lo menospreció en esos últimos momentos, hermana. Le dijo que el juego siempre había sido más grande de lo que él había creído, como si mi padre no fuera siempre el que más visión tenía.

Djan Seriy frunció el ceño por un momento.

–¿A qué crees que se refería con eso? –preguntó–. ¿Al decir que el juego siempre había sido más grande de lo que él había creído?

Ferbin chasqueó la lengua, exasperado.

–Creo que quería mofarse de nuestro padre, se agarraba a lo que fuese para poder herirlo.


Hmm
–dijo Djan Seriy.

Ferbin se acercó un poco más a su hermana.

–Él querría que lo vengáramos, de eso estoy seguro, Djan Seriy.

–Estoy segura de que eso querría.

–No me hago ilusiones con esto, hermana. Sé que eres tú la que, de los dos, tienes el poder. Pero ¿puedes hacerlo? ¿Querrás hacerlo?

–¿Qué? ¿Matar a Mertis Tyl Loesp?

Ferbin se aferró a la mano de su hermana.

–¡Sí!

–No. –La agente sacudió la cabeza y quitó la mano–. Puedo encontrarlo, capturarlo y entregarlo, pero esto no es asunto para una justicia sumaria, Ferbin. Ese hombre debería sufrir la ignominia de un juicio y el desprecio de aquellos que en su momento tuvo a sus órdenes; entonces puedes encarcelarlo para siempre o matarlo si es que es así como todavía se hacen las cosas, pero no soy yo la que debe asesinarlo. Este es un asunto de Estado y yo estaré presente, a ese nivel, de forma exclusivamente personal. Las órdenes que tengo ahora no tienen nada que ver con él. –Anaplian estiró el brazo y apretó la mano de su hermano–. Hausk era rey antes que padre, Ferbin. Nunca fue cruel con nosotros y, a su modo, nos quería, estoy segura, pero nunca fuimos su prioridad. No te agradecería que pusieras tu animosidad personal y tu sed de venganza por encima de las necesidades del Estado que él hizo grande y que esperaba que sus hijos varones hicieran más grande todavía.

–¿Intentarías detenerme –preguntó Ferbin con tono amargo– si yo apuntara a Tyl Loesp?

Djan Seriy le dio unos golpecitos en la mano.

–Solo de forma verbal –dijo–. Pero voy a empezar ahora: no uses la muerte de ese hombre para sentirte mejor. Usa su destino, sea el que sea, para que tu reino sea mejor.

–Nunca quise que fuera mi reino –dijo Ferbin, y apartó la mirada con un gran suspiro.

Anaplian lo observó, estudió la postura del cuerpo de su hermano y lo que todavía podía ver de su expresión y pensó en lo mucho y lo poco que había cambiado. Era, por supuesto, mucho más maduro que quince años antes, pero había cambiado de formas que quizá ella no se hubiera esperado, y era probable que hubiera cambiado en los últimos tiempos y solo debido a todo lo que había ocurrido desde el asesinato del padre de ambos. Parecía más serio, menos pagado de sí mismo y mucho menos egoísta en sus placeres y objetivos. Djan tenía la impresión, sobre todo después de unas cuantas conversaciones breves con el propio Choubris, de que Holse jamás habría seguido al viejo Ferbin hasta allí ni le habría sido tan fiel. Lo que no había cambiado era su falta de deseo de ser rey.

Se preguntó cuánto pensaba su hermano que había cambiado ella, pero sabía que casi no había comparación posible. Ella todavía conservaba todos sus recuerdos de la niñez y primera adolescencia, tenía un aspecto vagamente parecido al que había tenido cuando se había ido y podía tratar de parecerse a su antiguo yo al hablar, pero en cualquier otro aspecto era una persona muy distinta.

Djan Seriy utilizó el encaje neuronal para escuchar los sistemas del
Problema candente
que estaban hablando entre sí, asimiló a toda prisa una vista compensada del abismo de espacio que se extendía delante de la veloz nave, se puso al día de las últimas noticias sobre Sursamen y otros lugares, compartió un apretón de manos informal con Turminder Xuss, inactivo en la cabina de Djan y después monitorizó a su hermano con atención: escuchó su corazón, comprobó la conductividad de su piel, su tensión arterial, la temperatura implicada del núcleo y la distribución de la temperatura así como el estado de sus músculos, tirantes y un poco tensos. Ferbin estaba apretando los dientes, aunque seguramente ni él mismo era consciente de ello.

Tuvo la sensación de que debería animar a Ferbin y sacarlo de lo que podría ser un momento de dolor, pero no estaba muy segura de estar de humor ella tampoco para hacerlo. Activó la glándula de beneficios adicionales y no tardó en estarlo.

–¿La directora general Shoum sigue en Sursamen? –preguntó Anaplian.

–No –dijo Hippinse–. Se fue hace cuarenta y tantos días. Continúa su viaje por las posesiones y protectorados morthanveld del Espinazo Menor.

–¿Pero podemos ponernos en contacto con ella una vez que hayamos bajado?

–Desde luego. En estos momentos está aquí, en tránsito entre Asulious IV y Grahy, en el Casco Partido cat.4
La primera vez que vi Jhiriit.
Su llegada a Grahy está programada para catorce horas después de que lleguemos a Sursamen. Sin la parada forzosa –añadió Hippinse. El avatoide había cambiado todavía más en el último día y tenía un aspecto mucho más musculoso. Si se comparaba con los dos sarlos, seguía estando más grueso, pero parecía mucho más en forma y atlético que cuando se habían conocido unos días antes. Hasta se había cortado el pelo al cero, de un modo profesional parecido al de Djan Seriy.

La holopantalla central alrededor de la que estaban sentados giró para mostrar la ubicación de la nave de Shoum y después rotó con suavidad para regresar a su posición (Holse recordó la pantalla del horrible planeta Bulthmaas y la cara de Xide Hyrlis, iluminada desde abajo). Los colores que mostraba la pantalla eran falsos, todas las estrellas eran blancas. Sursamen era un punto rojo que parpadeaba con suavidad junto a su estrella, Meseriphine. El
Problema candente
era un punto azul incluso más diminuto que palpitaba y dejaba una estela de color aguamarina. Las posiciones de otras naves importantes, siempre que se conocieran, también aparecían con un código de diferentes colores: las naves morthanveld eran verdes. El color de las oct era azul y su posible presencia se insinuaba con un leve matiz que rodeaba Sursamen.

Djan Seriy miró a Ferbin.

–¿Crees que Shoum nos facilitará el viaje al Octavo si tenemos algún problema con los nariscenos o los oct?

–Mostró un interés considerable por nuestra grave situación –dijo Ferbin–. Fue ella la que organizó nuestro traslado para que pudiéramos ver a Xide Hyrlis, a pesar de que resultó ser una expedición fútil. –Ferbin ni siquiera intentó suprimir su desdén–. Mi búsqueda de justicia le pareció «romántica», creo recordar. –Miró a su hermana y sacudió la cabeza–. Se la podría llamar comprensiva, pero podría ser solo una comprensión pasajera. No sabría decirlo.

Djan Seriy se encogió de hombros.

–Con todo, merece la pena tenerlo en cuenta, creo.

–No debería ser problema –dijo Hippinse–. Con un poco de suerte los sistemas oct serán pan comido y nadie alertará a los nariscenos. Debería poder dejaros caer directamente en un ascensor. Quizá incluso en una ascensonave.

–Eso, como dice, con un poco de suerte –dijo Anaplian–. Estoy pensando en qué pasa si no tenemos la suerte de nuestro lado. –Miró con expresión pensativa a Hippinse–. Oramen sigue en las Cataratas, ¿no?

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