Materia (9 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

Los morthanveld eran criaturas acuáticas espiniformes. La directora general era una esfera de aspecto lechoso de un metro aproximadamente de diámetro, rodeada de cientos de protuberancias espinosas de varios grosores en un amplio espectro de colores pastel. Las púas estaban en su mayoría enrolladas o aplastadas contra el cuerpo en ese momento, lo que le daba un aspecto compacto y aerodinámico. Portaba su entorno con ella en un rebozo reluciente de color azul plateado cuyas membranas y campos contenían su propia pequeña muestra de fluidos oceánicos. Lucía unas cuantas torques en las púas así como pulseras y anillos. La acompañaba un trío de ayudantes más fornidos que cargaban con tanto equipo que parecía que llevaban armadura.

El centro de tránsito era un entorno de microgravedad ligeramente presurizado con una suave mezcla tibia de oxígeno y nitrógeno; las redes de hebras de soporte vital que lo infestaban estaban codificadas por color, aroma, textura y varios marcadores más que convertían su presencia en obvia para aquellos que pudieran necesitar su uso. Identificabas la hebra adecuada en la red y te conectabas a ella para recibir lo que necesitaras para sobrevivir: oxígeno, cloro, agua salada o lo que fuera. El sistema no podía acomodar a todas las formas de vida conocidas sin pedirles que se protegieran con un traje o una máscara, pero representaba el mejor compromiso que los constructores nariscenos habían estado dispuestos a aceptar.

–¡Directora general Shoum! ¡Amiga mía! ¡Me alegro mucho de que nuestros caminos hayan podido cruzarse! –El idioma del gran zamerín consistía en chasquidos de mandíbula y, de vez en cuando, feromonas dirigidas. La directora general entendía el narisceno bastante bien sin ayudas artificiales, pero de todos modos contaba con un anillo de traducción conectado a su sistema neuronal para asegurarse de lo que se decía. El gran zamerín, por el contrario, como la mayor parte de los nariscenos, evitaba los idiomas alienígenas tanto por principios como por conveniencia y, por eso, dependía por completo de sus propias unidades de traducción para entender la respuesta de la directora general.

–Gran zamerín, siempre es un placer.

Se intercambiaron chorros formales de aromas y moléculas de agua empaquetadas. Los miembros de sus respectivos séquitos reunieron con todo cuidado los saludos, tanto por cortesía como para poder archivarlos sin problemas.

–Utli –dijo la directora general Shoum, que prefirió recurrir al tuteo mientras se acercaba flotando al narisceno. Después le tendió una púa manipula.

El gran zamerín chasqueó las mandíbulas, encantado, y cogió el miembro que le ofrecían con la pata delantera. Tras eso giró la cabeza y se dirigió a sus ayudantes.

–Id a divertiros, niños. –Los roció con una pequeña nube de su aroma, mezclado para indicar confianza y afecto. Un fulgor de color en las púas de Shoum le dio instrucciones parecidas a su escolta. Después puso sus torques de comunicación en modo de privacidad aunque con una posibilidad de interrupción de nivel medio.

Los dos funcionarios se alejaron flotando sin prisas a través de la red de hebras de soporte medioambiental rumbo a una gigantesca ventana redonda que se asomaba a la superficie del planeta.

–¿Te encuentro bien? –preguntó Shoum.

–¡Extraordinariamente! –respondió el gran zamerín–. Nos llena de deleite que nos inviten a asistir al Gran Desove de nuestra querida Reina Imperecedera.

–Es maravilloso. ¿Competís por los derechos de cópula?

–¿Nosotros? ¿Yo? ¿Competir por los derechos de cópula? –Las mandíbulas del gran zamerín chasquearon tan rápido que casi zumbaron para indicar hilaridad–. ¡Por favor! ¡No! Las especificaciones preferentes... –(«¡fallo, perdón!» indicó el traductor y después se apresuró a continuar)–, el diferencial de genotipo preferente solicitado por el Colegio Procreativo Imperial se alejaba mucho de nuestras tendencias. No creo que nuestra familia haya presentado siquiera una oferta. Y, de todos modos, en esta ocasión ha habido un plazo de entrega más que generoso; si hubiéramos tenido posibilidades habríamos criado algún espécimen bien cachas especialmente para nuestra querida reina. No, no; lo que es un honor es poder ser testigo del acontecimiento.

–Y el afortunado padre muere, según tengo entendido.

–¡Por supuesto! Eso sí que es una distinción. –Según iban flotando se iban acercando a un gran ojo de buey situado en la parte inferior del centro de tránsito que mostraba Sursamen en toda su oscura gloria. El gran zamerín erizó las antenas como si se hubiera quedado maravillado con la vista, cosa que no era el caso–. Disfrutamos de tales privilegios en otro tiempo –dijo y el traductor, si no los propios procesos de Shoum, percibieron una nota de tristeza entre el orgullo. Utli señaló una de sus pequeñas holochucherías–. ¿Ves esto? Indica que nuestra familia contribuyó con un padre de la especie en algún momento de las últimas treinta y seis generaciones biológicas. Sin embargo, eso fue hace treinta y seis generaciones biológicas y por desgracia, a no ser que haya un milagro, voy a perder esta condecoración en menos de un año estándar, cuando la próxima generación salga de los huevos.

–Siempre queda la esperanza.

–Esperanza es lo único que queda. El tenor de los tiempos se aleja del modo de ser de mi familia. Nos alejan con viento de cola. Otros aromas superan a los nuestros. –El traductor indicó una imagen imperfecta.

–¿Y estás obligado a asistir?

La cabeza de Utli hizo un gesto de resignación.

–Técnicamente hablando, sí. Aceptamos la invitación bajo pena de muerte pero en realidad es solo por guardar las apariencias. –El zamerín hizo una pausa–. No es que no se lleve a cabo, que se lleva. Pero en tales ocasiones se utiliza por lo general como excusa. Políticas cortesanas, un horror. –El gran zamerín se echó a reír.

–¿Estarás fuera mucho tiempo? –preguntó Shoum cuando llegaron a la gran ventana. Todavía iban amablemente cogidos de los miembros.

–Un año estándar o algo así. Será mejor que me quede por la corte un tiempo, no vaya a ser que olviden quienes somos. Hay que dejar que el aroma de la familia tenga tiempo de posarse, ¿sabes? También me voy a tomar un permiso consecutivo para visitar las viejas guaridas familiares. Unas fronteras que hay que volver a trazar, quizá un peón advenedizo o dos que haya que derrotar y devorar.

–Parece un viaje azaroso.

–¡Aburridísimo! Solo lo del Desove es capaz de arrastrarnos de regreso.

–Supongo que es una experiencia que solo se vive una vez en la vida.

–¡Sobre todo para el padre! ¡Ja, ja!

–Bueno, estoy segura de que se te echará de menos.

–Yo también. Unos parientes míos muy aburridos y competentes estarán a cargo de todo durante nuestra ausencia: el clan Girgetioni. Digo aburridos y competentes, eso quizá los halague. Mi familia siempre ha sido de la firme opinión que si es imprescindible que abandones tus responsabilidades durante un tiempo, siempre hay que asegurarse de dejar a cargo unos sustitutos que garanticen que a tu regreso la bienvenida será tan sincera como entusiasta. Ja, ja. –Los pedúnculos oculares de Utli se contonearon como si los agitara un fuerte viento para indicar buen humor–. Pero no es más que una broma. El clan Girgetioni es un orgullo para la especie nariscena. Yo mismo he colocado en persona a mi sobrino menos incompetente en el puesto de zamerín interino. Tengo una confianza casi absoluta tanto en él como en ellos.

–¿Y cómo van las cosas? –preguntó Shoum–. En Sursamen, quiero decir.

–Tranquilas.

–¿Solo «tranquilas»? –preguntó Shoum, divertida.

–En general. Hace siglos que no sabemos ni pío, ni una sola molécula, del Dios bestia del sótano.

–Siempre es tranquilizador.

–Muy tranquilizador –asintió Utli–. Oh, la horrenda saga del Tercer nivel, el proceso del Comité de Uso Futuro, sigue coleando como un ruido de fondo cósmico aunque al menos al ruido puede que lo barra de la faz del universo algún cataclismo futuro o gran acontecimiento concluyente, mientras que el susodicho comité es muy plausible que continúe actuando durante mucho, mucho más tiempo y redefina el significado del término «A perpetuidad» para cualquier entidad que tenga la espeluznante desgracia de seguir por ahí en ese momento. –La forma del gran zamerín y los aromas que expulsó indicaban exasperación–. Los asoleados siguen deseando que sea suyo, las cumuloformas siguen afirmando que ya hace mucho tiempo que se les prometió a ellas. Cada bando ha llegado a despreciar al otro con todas sus fuerzas aunque apostaríamos la vida que ni una sexta parte de lo que hemos llegado a despreciarlos nosotros a los dos.

»Los nadadores del N12, quizá inspirados por las burlas que están causando las cumuloformas y los asoleados con su disputa, han emitido un rastro de aromas a todos los vientos con respecto a la vaga posibilidad de que algún día, quizá, si no nos importara mucho, si nadie más pusiera ninguna objeción, quizá podrían asumir el control del Catorce.

»Los vesiculares del... –Utli hizo una pausa mientras lo comprobaba en otro sitio– Once anunciaron hace algún tiempo que deseaban emigrar, en masa, a Jiluence, que se encuentra por alguna parte del Pellizco Kuertile y que, según alegan, es un mundo ancestral suyo. Pero eso fue hace unas docenas de días y no hemos sabido nada más desde entonces. Un capricho pasajero, seguramente. O un arte. Confunden ese tipo de términos. Y a nosotros también nos confunden. Puede que sea deliberado. Es posible que por culpa de una asociación demasiado larga con los oct, que son muy aficionados al pensamiento lateral pero al parecer incapaces de cualquier cosa que no sea la expresión también lateral. Si se diera un premio a la especie galáctica menos traducible, los oct ganarían cada ciclo, aunque, por supuesto, sus discursos de aceptación serían un auténtico galimatías. ¿Qué más? –La actitud de Utli indicaba resignación y diversión, después volvió a expresar exasperación mezclada con enfado.

»Ah, sí, hablando de los oct, que se hacen llamar los herederos; se las han arreglado para contrariar a los aultridia (especie con mala fama, etcétera) gracias a alguna embriagada maquinación u otra. Escuchamos sus demandas antes de irnos, pero todo parece de una trivialidad lamentable. Guerras tribales entre los nativos de unos niveles residuales cúspide. Es muy posible que los oct hayan estado interfiriendo; mi maldición ha sido tener que regir el único mundo en el que los oct parecen incapaces de dejar estar las cosas, ya sea por las buenas, las malas, o por simple indiferencia. Sin embargo, dado que en realidad no parecen haber transferido ningún tipo de tecnología a los bárbaros protegidos en cuestión, carecemos de excusa inmediata para intervenir. Es de una pesadez inefable. Esas criaturas (y me refiero a los oct y a esos odiosos retorciformes) no quisieron prestar atención a nuestros primeros intentos de mediación y, con franqueza, estábamos demasiado absortos en nuestros preparativos de viaje para tener la paciencia de persistir. Una tormenta en una saca de huevas. Si quieres olisquear un poco el problema, no hay ningún inconveniente. Quizá a ti sí que te escuchen. Pero permíteme enfatizar el «quizá». Prepárate para desplegar todas tus tendencias masoquistas.

La directora general permitió que un baño de buen humor se extendiera por todo su cuerpo.

–Dime, entonces, ¿vas a echar de menos Sursamen?

–Como si perdiera uno de mis miembros –asintió el gran zamerín. Después apuntó con los pedúnculos oculares al ojo de buey. Las dos criaturas contemplaron el planeta durante unos momentos antes de que el narisceno volviera a hablar–. ¿Y tú? ¿Tú y tu familia, grupo, lo que sea... todos bien?

–Todos bien.

–¿Y te vas a quedar mucho tiempo aquí?

–Todo el que pueda sin ofender más de lo debido a la embajada que tenemos aquí –respondió la directora general–. No hago más que decirles que simplemente disfruto de mis visitas a Sursamen pero creo que piensan que tengo algún motivo ulterior y parece que se inclinan por cierta determinación por mi parte por encontrar algún problema con su conducta. –La criatura indicó buen humor y después formalidad–. Es una visita de cortesía, nada más, Utli. Sin embargo, tengo desde luego la intención de encontrar las excusas que sean necesarias para quedarme más tiempo del mínimo imprescindible, solo para disfrutar de este maravilloso lugar.

–Quizá se nos podría convencer para admitir que tiene su propio tipo de belleza manchada, enterrada en lo más profundo –dijo Utli de mala gana, con una pequeña nube de fragancia que indicaba afecto cauto.

La directora general morthanveld Shoum, hija libre de Meast, nido de Zuevelous, dominio de T'leish, de Gavantille Primo, Pliyr, contempló aquel mundo poderoso, oscuro en su mayoría y un tanto misterioso que llenaba el paisaje bajo el centro de tránsito.

Sursamen era un mundo concha.

Mundo concha. Un nombre que incluso a aquellas alturas provocaba un cosquilleo en lo más profundo de la directora general.

–Sursamen, mundo concha aritmético que orbita alrededor de la estrella Meseriphine en el Espinazo Huliano Terciario. –Todavía podía ver los glifos que ondulaban por la superficie de su esterilla de enseñanza escolar.

Había trabajado muy duro para llegar allí, había dedicado su vida (a través del estudio, la aplicación, la diligencia y un uso nada desdeñable de la psicología aplicada) a convertir Sursamen en una parte importante de su existencia. En cierto sentido, cualquier mundo concha habría servido, pero aquel era el lugar con el que se había iniciado el hechizo y por eso para ella tenía un significado que iba más allá de sí mismo. Por irónico que fuera, la misma fuerza de aquel impulso de convertirse de algún modo en parte del destino de Sursamen había hecho que se excediera en su objetivo. Su ambición la había llevado demasiado lejos, hasta el punto que debía encargarse de supervisar los intereses de los morthanveld dentro de todo el largo sistema fluvial de estrellas que se llamaba el Espinazo Huliano Terciario en lugar de limitarse al sistema meseriphino que contenía la enigmática maravilla que era Sursamen, con lo que había terminado por pasar menos tiempo allí del que ella habría considerado ideal.

El fulgor verde apagado del cráter Gazan-g'ya iluminó su cuerpo y el del gran zamerín, la suave luz iba creciendo poco a poco a medida que Sursamen giraba e iba presentando una extensión mayor de la inmensa superficie cubierta de cráteres a los rayos de la estrella Meseriphine.

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