Muerto en familia (23 page)

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Authors: Charlaine Harris

Supongo que fue una suerte para todos que sonase el timbre en ese momento. Salí disparada de mi asiento como si llevase un cohete en el trasero. Rodearme de más seres vivos sería todo un alivio.

Alcide iba trajeado. Le flanqueaban Annabelle, que lucía un vestido verde oscuro con zapatos de charol, y Jannalynn, el nuevo objeto del interés de Sam. La chica tenía su sentido del estilo, aunque me dejaba un poco aturdida. Se había puesto un brillante vestido plateado que apenas le cubría, a juego con unas sandalias de tacón que se ataban por delante. La sombra de ojos plateada sobre un contorno excesivo remataba el conjunto. Estaba estupenda, aunque desde un punto de vista algo macabro. No cabía duda de que a Sam le gustaba salir con mujeres que se saliesen de lo normal en una u otra faceta y que no le asustaban los caracteres marcados, pensamiento que debería posponer para otro momento. ¿Sería cosa de los cambiantes? Alcide era igual.

Saludé al líder de la manada con un abrazo y de viva voz a sus acompañantes, quienes me respondieron con un seco movimiento de la cabeza.

—¿Cuál es el problema del que Eric me ha hablado por teléfono? —preguntó Alcide mientras me apartaba para dejarlos pasar. Cuando los licántropos se dieron cuenta de que compartían estancia con tres vampiros, todos se pusieron tensos. Sólo esperaban ver a Eric. Al volver la vista hacia los vampiros, vi que también se habían incorporado. Incluso Alexei estaba alerta.

—Me alegra verte, Alcide —dijo Jason—. Chicas, tenéis un aspecto imponente esta noche.

Subí de revoluciones.

—¡Hola a todos! —exclamé, desbordando alegría—. Me alegro de que hayáis podido venir con tan poco tiempo de aviso. Eric, ya conoces a Alcide. Alcide, te presento a un viejo amigo de Eric, Apio Livio Ocella, que está de visita en la ciudad con su protegido, Alexei. Eric, no sé si conoces a Annabelle, la amiga de Alcide y nueva miembro de su manada. Y ella es Jannalynn, que lleva siglos en la del Colmillo Largo. Jannalynn, nunca hemos tenido ocasión de cruzar muchas palabras, pero Sam no para de hablar de ti. Y creo que todo el mundo conoce a mi hermano Jason.

Uff. Me sentía como si hubiese participado en una maratón de presentaciones. Como los vampiros no acostumbran a estrechar la mano, aquello bastó para cerrar la ceremonia de bienvenida. A continuación les invité a sentarse mientras iba a por algunas bebidas, que ninguno de ellos aceptó.

Eric lanzó la primera andanada.

—Alcide, una de mis rastreadoras ha estado en las tierras de Sookie tras el aviso de que Basim había detectado extraños en el bosque. Ella ha descubierto un cuerpo recién enterrado.

Alcide lo miraba como si estuviese hablando en arameo.

—Esa noche no matamos a nadie —aseguró Alcide—. Basim afirma que le dijo a Sookie que había olido un cadáver antiguo, una o dos hadas y un vampiro. Pero no mencionó nada de un cadáver reciente.

—Aun así, alguien acaba de enterrar otro cuerpo.

—Nosotros no tenemos nada que ver —apuntó Alcide encogiéndose de hombros—. Estuvimos tres noches antes de que tu rastreadora diese con ese cuerpo.

—Es una grandísima coincidencia, ¿no te parece? Un nuevo cadáver en los terrenos de Sookie justo después de vuestra presencia. —Eric se estaba mostrando irritantemente razonable.

—A lo mejor es tanta coincidencia como que ya hubiese un cadáver en el bosque de Sookie.

Ay, madre. Ése era el último derrotero que quería que tomase la conversación.

De hecho, Jannalynn empezaba a gruñir a Eric. Tenía un aspecto interesante, con lo maquillada que estaba. Annabelle permanecía en pie con los brazos ligeramente separados del cuerpo, a la espera de la menor excusa para saltar.

Alexei tenía la mirada perdida en el espacio, que parecía su forma de estar alerta, mientras que Apio Livio parecía simplemente aburrido.

—Yo creo que deberíamos ir a ver de quién se trata —propuso Jason inesperadamente.

Le lancé una mirada de aprobación.

Y así salimos al bosque con la intención de desenterrar un cadáver.

Capítulo
9

Alcide se puso unas botas que llevaba en la camioneta y se despojó del abrigo y la corbata. Jannalynn fue lo suficientemente lista como para quitarse las sandalias de fiesta, y Annabelle hizo lo propio con sus zapatos de tacón, si bien éstos eran más discretos. Les ofrecí a ambas unas deportivas, y a Jannalynn una camiseta de manga corta para cubrirse el vestido plateado y que no se enredase con él en el bosque. Se la pasó por la cabeza, e incluso me dio las gracias, pero no me sonó precisamente agradecida. Me hice con dos palas del cobertizo de las herramientas. Alcide cogió una y Eric la otra. Jason llevaba una potente linterna que había sacado de la caja de herramientas de su propia camioneta. La cogió para mí. Los vampiros ven perfectamente en la oscuridad, igual que los licántropos. Como Jason era un hombre pantera, también gozaba de una visión excelente. Yo era la única ciega del grupo.

—¿Sabemos hacia dónde vamos? —preguntó Annabelle.

—Heidi dijo que estaba hacia el este, cerca del arroyo, en un claro —respondí, emprendiendo la marcha en esa dirección. No dejaba de tropezarme con cosas. Al cabo de un rato, Eric entregó la pala a Jason y se agachó para que me subiese en su espalda a horcajadas. Mantuve la cabeza agachada detrás de la suya para evitar que las ramas me golpearan. Nuestro avance fue mucho más fluido desde entonces.

—Lo huelo —anunció Jannalynn de repente. Nos había sacado una buena ventaja, como si su tarea en la manada fuese despejar el camino para su líder. En el bosque era una mujer completamente distinta. Lo notaba a pesar de no poder ver muy bien. Era rápida, de paso seguro y decidida. Se perdió en la oscuridad por delante de nosotros, y al cabo de un momento se le oyó gritar:

—¡Aquí está!

Nos apresuramos hasta encontrarla de pie sobre un parche de tierra situado en un pequeño claro. La habían removido hacía poco, aunque alguien se había esforzado en camuflarlo.

Eric me posó en el suelo y Jason apuntó la linterna hacia el suelo.

—¿No es…? —susurré, consciente de que todos los demás podían oírme.

—No —contestó Eric con firmeza—. Demasiado reciente. —No era Debbie Pelt. Ella estaba en otra fosa, más antigua.

—Sólo hay una forma de averiguar quién es —dijo Alcide. Jason y él empezaron a excavar. Como los dos eran bastante fuertes, no les llevó mucho rato. Alexei apareció a mi lado; supuse que ver una tumba en medio del bosque no le traería buenos recuerdos. Lo rodeé con el brazo, como si aún fuese humano, aunque me di cuenta de que Apio me lanzaba una mirada sardónica. Los ojos de Alexei estaban clavados en los excavadores, especialmente en Jason. Sabía que ese muchacho sería capaz de cavar con sus manos desnudas tan deprisa como ellos con las palas, pero su aspecto era tan frágil que costaba pensar en él como alguien de la misma fuerza que los demás vampiros. Me pregunté cuántas personas habrían cometido el mismo error en las últimas décadas, así como cuántos de ellos habrían muerto en sus pequeñas manos.

Jason y Alcide iban a toda prisa. Mientras trabajaban, Annabelle y Jannalynn deambulaban por el pequeño claro, probablemente tratando de captar cualquier olor. A pesar de las lluvias de las dos últimas noches, quizá quedase algún rastro en las zonas protegidas bajo los árboles. Heidi no había buscado a un asesino, sino que se había limitado a hacer una lista de la gente que había pasado por allí. Caí en la cuenta de que las únicas criaturas que no se habían dejado caer por mi bosque eran los simples humanos. Si los licántropos mentían, era posible que el asesino fuese uno de ellos. O quizá hubiera sido un hada; raza violenta donde las haya, por lo que había comprobado. No descartaba que el asesino fuese Bill, dado que Heidi creía que el vampiro que había olido era mi vecino.

No olí el cadáver mientras estuvo enterrado, a diferencia de los demás, cuyo sentido del olfato empequeñecía el mío. Pero a medida que el hoyo se iba haciendo más profundo, empecé a notarlo. Oh, Dios, vaya si lo notaba.

Me llevé la mano a la nariz, pero no sirvió de nada. No me explicaba cómo podían aguantarlo los demás, ya que para sus sentidos debía de ser como un bombazo. A lo mejor eran más prácticos, o puede que estuvieran más acostumbrados.

Entonces los dos excavadores se detuvieron.

—Está enrollado —anunció Jason. Alcide se inclinó y revolvió algo en el fondo del hoyo.

—Creo que lo tengo —dijo Alcide.

—Pásame la linterna, Sookie —pidió Jason, y se la entregué. Apuntó hacia abajo—. No conozco a este tipo —confirmó.

—Yo sí —añadió Alcide con una voz extraña. Annabelle y Jannalynn se asomaron al borde del hoyo como un resorte. Tuve que esforzarme para no dar un paso y mirar dentro del hoyo.

Lo reconocí al momento. Los tres licántropos echaron la cabeza hacia atrás y aullaron a la noche.

—Es el lugarteniente del Colmillo Largo —informé a los vampiros. Me salió una risa nerviosa y tuve que esperar un momento antes de proseguir—. Es Basim al Saud. —El paso de los días lo había cambiado, pero aún era reconocible. Aquellos rizos que yo había envidiado, la musculatura…

—Joder —restalló Jannalynn tras culminar su aullido.

Y eso lo resumía todo.

Cuando los licántropos se calmaron hubo mucho de lo que hablar.

—Sólo coincidí con él una vez —comenté—. Pero, por supuesto, se encontraba muy bien cuando se montó en la camioneta con Alcide y Annabelle.

—Me dijo lo que había olido en la propiedad y le insté a que se lo contase a Sookie —le explicó Alcide a Eric—. Tenía derecho a saberlo. No hablamos de nada en particular de regreso a Shreveport, ¿no, Annabelle?

—No —respondió. Estaba llorando.

—Lo dejé en su apartamento. Cuando le llamé a la mañana siguiente para que me acompañase a una reunión con nuestro representante, dijo que pasaba porque tenía que trabajar. Era diseñador de páginas web y tenía una cita con un cliente importante. No me hizo mucha gracia, pero estaba claro que tenía que ganarse la vida —concluyó Alcide, encogiéndose de hombros.

—Ese día no tenía que trabajar —intervino Annabelle.

Se hizo un momento de silencio.

—Yo estaba en su apartamento cuando le llamaste —añadió. Fui consciente del esfuerzo que necesitó para mantener la voz en calma—. Llevaba en su casa unas cuantas horas.

Caramba. Revelación inesperada. Jason salió de un salto del hoyo y ambos intercambiamos miradas de sorpresa. Era como una de las «historias» de la abuela, los novelones que tanto le gustaban.

Alcide gruñó. El aullido ritual por los muertos había sacado al lobo que llevaba dentro.

—Lo sé —dijo Annabelle—. Y hablaremos de ello más tarde. Aceptaré mi merecido castigo. Pero la muerte de Basim es más importante que mi mal juicio. Mi deber es decirte lo que pasó. Basim recibió otra llamada antes que la tuya, una que no quiso que yo oyese. Pero escuché lo suficiente para saber que estaba charlando con alguien que le pagaba.

El gruñido de Alcide se intensificó. Jannalynn permanecía cerca de su hermana de manada, y sólo puedo describirla como encarando a Annabelle. Se había agazapado ligeramente, con las manos curvadas como si de ellas fuesen a surgir garras.

Alexei se había deslizado cerca de Jason y, a medida que aumentaba la tensión, rodeó al muchacho con el brazo. Jason estaba experimentando el mismo problema que yo a la hora de diferenciar la realidad de la ilusión.

Annabelle respingó por el sonido que despedía Alcide, pero no dejó de hablar.

—Así que Basim se buscó una excusa para que me marchara del apartamento y él se fue por su camino. Traté de seguirlo, pero lo perdí.

—Desconfiabas —advirtió Jannalynn—. Pero no llamaste al líder de la manada. Ni a mí. No llamaste a nadie. Te aceptamos como miembro de nuestra manada y nos traicionaste. —De repente, le propinó un puñetazo en la cabeza a Annabelle, que salió despedida por los aires antes de caer redonda al suelo. Abrí la boca, asombrada, y no fui la única.

Pero sí fui la única que se dio cuenta de que Jason se esforzaba por contener a Alexei. Algo en la violencia que invadió la atmósfera estaba empujando al muchacho hasta el límite. Si hubiese sido un poco más grande, habría tumbado a Jason. Tiré del brazo de Eric, sacudí la cabeza en la dirección de la pelea. Eric saltó para ayudar a Jason a retener al muchacho, que se resistió y gruñó presa de sus brazos.

Por un momento se produjo un silencio en el oscuro claro mientras todos observaban cómo pugnaba Alexei, presa del frenesí. Apio Livio parecía profundamente entristecido. Se acercó al nudo de brazos y rodeó a su hijo con el suyo.

—Shhhh —susurró—. Cálmate, hijo mío. —Y, poco a poco, Alexei fue tranquilizándose.

La voz de Alcide se parecía mucho a un zumbido cuando dijo…

—Jannalynn, eres mi nueva lugarteniente. Levántate, Annabelle. Ahora esto es un asunto de la manada, y lo resolveremos en una reunión de la misma. —Nos dio la espalda y echó a andar.

Los licántropos iban a limitarse a salir a pie del bosque y a irse con sus coches.

—Disculpad —llamé—. Aún queda el asuntillo de un cadáver enterrado en mi bosque. Diría que no deja de ser algo significativo.

Los licántropos detuvieron su marcha.

—Sí —dijo Eric. Resultaba increíble el peso que era capaz de inferirle a una sola palabra—. Alcide, creo que Sookie y yo tenemos derecho a asistir a esa reunión de la manada.

—Sólo es para miembros de la manada —espetó Jannalynn—. Ni humanos, ni muertos.

Seguía siendo tan pequeña como siempre, pero con su reciente promoción de campo parecía haberse vuelto más dura y fuerte de espíritu. Era una cosilla despiadada, sin duda alguna. Pensé que Sam debía de ser o tremendamente valiente o tremendamente incauto.

—¿Alcide? —preguntó Eric con suavidad.

—Sookie puede traer a Jason, ya que es un cambiante —gruñó Alcide—. Ella es humana, pero también amiga de la manada. Nada de vampiros.

Eric miró de soslayo a mi hermano.

—¿Acompañarás a tu hermana, Jason?

—Por supuesto —respondió él.

Y así se decidió. Por el rabillo del ojo vi que Annabelle se tambaleaba sobre los pies para reorientarse. Jannalynn le había dado un buen golpe.

—¿Qué vais a hacer con el cuerpo? —le pregunté a Alcide, que definitivamente se estaba alejando—. ¿Queréis que lo volvamos a enterrar o qué?

Annabelle intentó seguir a Jannalynn y Alcide. Menudo viajecito de regreso a Shreveport que les esperaba a todos.

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