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Authors: Charlaine Harris

Muerto en familia (24 page)

—Alguien vendrá a llevárselo esta noche —respondió Jannalynn por encima del hombro—. Así que…, que no te extrañe si esta noche hay actividad en tu bosque. —Cuando Annabelle miró en mi dirección vi que sangraba por la comisura del labio. Sentí que los vampiros se ponían alerta. De hecho, Alexei se apartó de Jason y la habría seguido si Apio Livio no lo hubiese estado agarrando con fuerza.

—¿No deberíamos taparlo o algo? —preguntó Jason.

—Si van a mandar a alguien a recogerlo, me parece que sería perder el tiempo —contesté—. Eric, no sabes cómo me alegro de que mandaras a Heidi. De lo contrario… —Me esforcé por pensar—. Escucha, si lo enterraron en mis tierras, es que alguien quería que fuera encontrado aquí, ¿no? Así que no hay forma de saber si alguien va a recibir aviso de que puede venir a buscarlo aquí.

El único que parecía seguir mi razonamiento era Jason, que dijo:

—Vale, tenemos que sacarlo de aquí.

Estaba agitando las manos en el aire; estaba muy nerviosa.

—Tenemos que meterlo en alguna parte —apremié—. ¡Podría ser el cementerio!

—No, demasiado cerca —argumentó Jason.

—¿Qué me dices del estanque que hay detrás de tu casa? —dije.

—¡Ni hablar! ¡Hay peces! No podría volver a pescar.

—Aaagh —exclamé. ¡Era verdad!

—¿Todo esto es normal cuando estás con ella? —preguntó Apio Livio a Eric, que tuvo la buena cabeza de no responder.

—Sookie —propuso—, no será agradable, pero creo que podría llevármelo volando si me sugieres un buen sitio donde dejarlo.

Me sentía como si mi cabeza deambulara por un laberinto y no parase de golpearse con los callejones sin salida. De hecho me di un leve golpe en la sien para dar con una idea. Funcionó.

—Claro, Eric. Déjalo en el bosque, al otro lado de la carretera que da a mi camino de acceso. Allí hay un tramo de camino, pero no da a ninguna casa. Servirá como referencia para los licántropos cuando vengan a llevárselo. Porque estoy segura de que alguien vendrá a buscarlo, y pronto.

Sin añadir más, Eric saltó al hoyo y envolvió de nuevo a Basim con la sábana, o lo que quiera que fuese. Si bien la linterna me reveló que su expresión era de asco, se hizo con el cuerpo en descomposición y dio un salto. Lo perdimos de vista en cuestión de segundos.

—Joder —exclamó Jason, impresionado—. Mola.

—Rellenemos este hoyo —dije. Nos pusimos manos a la obra mientras Apio Livio nos observaba. Evidentemente, no se le ocurrió que con su ayuda acabaríamos el trabajo más rápidamente. Hasta Alexei echó paladas de tierra al agujero y parecía que se lo estaba pasando muy bien con la tarea. Aquello era lo más normal que el vampiro con aspecto de muchacho de trece años había hecho en bastante tiempo. El hoyo fue rellenándose poco a poco. Pero seguía pareciendo una tumba. El zarevich rasgó los bordes duros con sus pequeños dedos. Casi protesté, pero enseguida vi lo que pretendía. Estaba reconfigurando el terreno para que pareciese un accidente normal del bosque, puede que creado por la lluvia o un túnel de topo hundido. Nos dedicó una sonrisa al acabar y Jason le dio unas palmadas en la espalda. Jason cogió unas ramas y las esparció sobre la tierra. Alexei también disfrutó con esa parte.

Al final, nos rendimos. No se me ocurría qué más hacer.

Sucia y cansada, me llevé una de las palas al hombro y me dispuse a atravesar el bosque de regreso. Jason cogió la otra con la mano derecha y Alexei se agarró a la izquierda, como si fuese incluso más joven que el niño cuyo aspecto se le había petrificado. A pesar de que su cara era todo un poema, mi hermano siguió agarrado de la mano del vampiro. Finalmente Apio Livio aceptó ser de utilidad y nos mostró el camino entre los árboles y los arbustos con cierto grado de seguridad.

Eric ya estaba en la casa cuando llegamos. Ya había arrojado su ropa a la basura y se estaba dando una ducha. En otras circunstancias me habría encantado acompañarlo, pero en ese momento me resultaba del todo imposible sentirme sexy. Me encontraba sucia y asqueada, pero no dejaba de ser la anfitriona, así que saqué más TrueBlood para los dos visitantes y les mostré el baño de abajo por si querían asearse.

Jason vino a la cocina para decirme que se marchaba.

—Avísame cuando sepas algo de la reunión —me recordó sin demasiadas ganas—. Ah, tengo que contarle todo esto a Calvin, ya lo sabes.

—Lo comprendo —asentí, hasta las narices de toda forma de normas políticas. Me preguntaba si mi país sabía en lo que se estaba metiendo al exigir a los cambiantes que se registrasen. Estados Unidos estaba mucho mejor sin tener que pasar por toda esa mierda. La política humana ya era lo suficientemente tediosa.

Jason salió por la puerta trasera. Un instante después, oí cómo su camioneta se perdía en la lejanía. Casi tan pronto como Apio Livio y Alexei apuraron sus bebidas, Eric emergió de mi dormitorio con ropa nueva (siempre tenía mudas en mi casa) y rezumando olor a albaricoque. Con su creador delante, no creo que Eric fuese a tener una conversación íntima conmigo, suponiendo que estuviese dispuesto a ello. Ahora que su padre estaba en casa, no se comportaba conmigo precisamente como un novio devoto. Cabían varias razones que lo explicaran. Y ninguna de ellas me gustaba.

Poco después, los tres vampiros se fueron a Shreveport. Apio Livio me dio las gracias por mi hospitalidad de una manera tan impasible que no sé muy bien si realmente fue sarcasmo. Eric estaba tan callado como una piedra. Alexei, tan tranquilo y sonriente como si nunca se hubiese enfadado en la vida, me dio un frío abrazo. Me costó lo mío aceptarlo con la misma calma.

Tres segundos después de que salieran por la puerta, hice una llamada por teléfono.

—Fangtasia, donde tus sueños más sangrientos se hacen realidad —dijo una aburrida voz femenina.

—Pam, escucha.

—Tengo el teléfono pegado a la oreja. Habla.

—Ha aparecido Apio Livio Ocella.

—¡Puto zombi!

No estaba segura de haber oído bien.

—Sí, ha estado aquí. Es como tu abuelo, ¿verdad? En fin, que tiene un nuevo protegido y van de camino a casa de Eric para pasar el día.

—¿Qué demonios quiere?

—Aún no lo ha dicho.

—¿Cómo está Eric?

—Muy vinculado. Además, han pasado muchas cosas que te contará en su momento.

—Gracias por el aviso. Iré a su casa ahora mismo. Eres mi humana favorita.

—Oh, bueno… Genial.

Y colgó. Me preguntaba qué preparativos se traería entre manos. ¿Se enzarzarían los vampiros y los humanos que trabajaban en el club en un frenesí de limpieza en la casa de Eric? Allí sólo había visto a Pam y a Bobby Burnham, pero daba por sentado que habría más personas. ¿Llevaría Pam a algunos voluntarios humanos para que ejercieran de tentempié antes de la hora de dormir?

Estaba demasiado tensa como para pensar en meterme en la cama. Fuesen cuales fuesen los motivos del creador de Eric para aparecer aquí, estaba segura de que no serían de mi agrado. Y ya había comprobado que la presencia de Apio Livio era perjudicial para nuestra relación. Mientras me duchaba, y antes de recoger las toallas mojadas que había dejado Eric, me puse a pensar en serio.

Las maquinaciones de los vampiros pueden ser muy intrincadas. Aun así, traté de imaginar los motivos de la visita sorpresa del romano. Estaba claro que no se encontraba en Estados Unidos, en Luisiana, en Shreveport, para ponerse a recordar los viejos tiempos.

A lo mejor necesitaba un préstamo. Eso no sería tan malo. Eric siempre podría recuperarlo. Aunque tampoco tenía mucha idea de cuál era el estado financiero de Eric, yo contaba con un pequeño colchón de dinero en el banco desde que la gente de Sophie-Anne me pagó lo que me debía. Pronto podría sumarle la cantidad que hubiera heredado de Claudine. Si Eric lo necesitaba, era suyo.

Pero ¿qué pasaría si la cuestión no era económica? Quizá Apio Livio necesitaba un lugar donde esconderse porque se había metido en algún lío en otra parte. ¡A lo mejor algunos vampiros bolcheviques iban a la caza de Alexei! Eso sí que sería interesante. Siempre cabía la posibilidad de que diesen también con Apio Livio, aunque mejor no en la casa de Eric.

O a lo mejor Apio Livio había sido cortejado por Felipe de Castro o el propio Victor Madden porque deseaban algo de Eric que aún no habían conseguido, con la idea de usar a su creador para sacárselo.

Pero éste era el escenario que yo veía más probable: Apio Livio Ocella se había dejado caer con su nuevo «juguete» para liar la cabeza de Eric, sin más. Estaba dispuesta a apostar mi dinero por ello. Apio Livio era inescrutable. Había momentos en los que parecía estar bien; parecía preocuparse por Eric y por Alexei. En cuanto a su relación con el joven vampiro, éste podría haber muerto sin la intervención de su creador. Dadas las circunstancias (el hecho de que Alexei fue testigo de la matanza de toda la familia real, sus sirvientes y amigos), dejar morir al zarevich habría sido una bendición para él.

Estaba segura de que Apio Livio mantenía relaciones sexuales con Alexei, pero era imposible saber si la pasividad de éste se debía a que era un rehén sexual o a un trauma por haber visto a toda su familia yacer en una fosa común. Me estremecí. Me sequé y me cepillé los dientes deseando poder dormir esa noche.

Recordé que debía hacer otra llamada. Con gran renuencia, llamé a Bobby Burnham, el hombre de día de Eric. Bobby y yo nunca nos habíamos caído bien. Sentía unos extraños celos hacia mí, a pesar de que Eric no le provocaba ninguna atracción sexual. En su opinión, yo desviaba la atención y las energías de Eric de los asuntos importantes, que eran Bobby y los negocios que él gestionaba mientras mi novio dormía durante el día. A mí él me caía mal porque, en vez de llevar sus prejuicios en silencio, siempre intentaba activamente hacerme la vida imposible, lo que suponía toda una diferencia. Pero aun así los dos estábamos en el mismo barco que Eric.

—Bobby, soy Sookie.

—Tengo identificador de llamada.

Empezaba bien el señor Huraño.

—Bobby, creo que deberías saber que el creador de Eric está en la ciudad. Cuando vayas a su casa para recabar instrucciones, ten cuidado. —Normalmente, Bobby recibía instrucciones antes de que Eric se echase a dormir, a menos que decidiera quedarse en mi casa.

Bobby se tomó su tiempo para responder; probablemente intentando dilucidar si estaba gastándole una especie de broma elaborada.

—¿Crees que querrá morderme? —preguntó—. Me refiero al creador.

—No sé qué es lo que le va a apetecer, Bobby. Sólo pensé que debía ponerte al corriente.

—Eric no permitirá que me haga daño —dijo Bobby, confiado.

—Sólo te lo cuento para que lo sepas. Si ese tipo le dice que salte, Eric sólo puede preguntar hasta dónde.

—Imposible —rebatió Bobby. Para él, Eric era la criatura más poderosa del mundo entero.

—Muy posible. Los vampiros tienen que obedecer a sus creadores. No es ninguna mentira.

No debía de ser la primera vez que Bobby oía decir lo mismo. Sé que hay una especie de página web o espacio de anuncios para asistentes humanos de vampiros. Sé que intercambian todo tipo de consejos y trucos para lidiar con sus jefes. Por alguna razón, Bobby no discutió, aduciendo que intentaba engañarle de alguna manera, lo que recibí como un cambio a mejor.

—Vale —acordó—. Estaré listo. ¿Qué…? ¿Qué tipo de persona es el creador de Eric?

—De persona ya le queda bien poco —contesté—. Y tiene un novio de trece años que perteneció a la realeza rusa.

Tras un largo silencio, Bobby habló:

—Gracias. Me alegra poder prepararme de antemano.

Aquello fue lo más agradable que me había dicho nunca.

—De nada. Buenas noches, Bobby —me despedí, y colgamos. Habíamos conseguido mantener una conversación normal. ¡Los vampiros unen a los americanos!

Me puse un camisón y me metí en la cama. Tenía que dormir unas horas, pero el sueño se hizo de rogar. No dejaba de ver la luz de la linterna bailando por el claro del bosque a medida que la tierra se iba amontonando en los bordes de la tumba de Basim. Y vi la cara del licántropo muerto. Pero, con los minutos, al fin los bordes y la cara se fueron difuminando y un manto de oscuridad me cubrió.

Dormí pesadamente hasta tarde el día siguiente. En cuanto me desperté, supe que alguien estaba cocinando en la cocina. Proyecté mi sexto sentido hacia allí y comprobé que Claude estaba haciendo unos huevos con beicon. Había café en la cafetera, aunque no me hizo falta la telepatía para saberlo. Se olía perfectamente. El aroma de la mañana.

Tras una parada en el cuarto de baño, salí al pasillo en dirección a la cocina. Claude estaba sentado a la mesa comiendo, y vi que había café suficiente en la cafetera para servirme una taza.

—Hice comida —me ofreció, señalando los fogones.

Me llené un plato y la taza, dispuesta a rubricar un buen comienzo de la jornada. Eché un vistazo al reloj de pared. Era domingo y el Merlotte’s no abriría hasta por la tarde. Sam había vuelto a intentarlo con los domingos a media jornada, pero todo el personal deseaba que no fuese rentable. Mientras Claude y yo comíamos en un cómodo silencio, me di cuenta de que me sentía maravillosamente en paz porque Eric estaba en su sopor diurno. Eso significaba que no tenía que sentir su continua presencia a mi alrededor. Su problemático sire y su nuevo «hermano» también se habían caído del cóctel. Suspiré, aliviada.

—Anoche vi a Dermot —soltó Claude.

«¡Joder!». Adiós paz matutina.

—¿Dónde? —pregunté.

—Estuvo en el club. Me observaba con anhelo —respondió Claude.

—¿Dermot es gay?

—No, no lo creo. No era en mi polla en lo que pensaba. Le apetecía estar cerca de otro hada.

—Ojalá se hubiese ido con los demás. Niall nos dijo a mi hermano y a mí que Dermot ayudó a matar a nuestros padres. Desearía que se hubiese quedado en el mundo feérico cuando se cerraron las puertas.

—Lo habrían matado nada más verlo. —Claude se tomó su tiempo para sorber un poco de café antes de añadir—: Nadie en el mundo feérico comprende las acciones de Dermot. Podría haberse puesto del lado de Niall desde el principio, ya que son parientes y él es medio humano; y Niall quería preservar a los humanos. Pero su propio odio (al menos eso es lo que imagino yo) le hizo optar por el bando de las hadas que no podían ni verlo, y ese bando perdió. —Claude parecía feliz—. Así que Dermot se ha pegado un tiro en el pie. Me encanta ese dicho. A veces, los humanos se expresan de maravilla.

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