Psicoanálisis de los cuentos de hadas (30 page)

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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

Los niños no se habían encontrado con ninguna extensión de agua en el camino de ida. El hecho de tener que superar este obstáculo a la vuelta simboliza una transición y un nuevo principio a un nivel superior de existencia (como en el bautismo). Hasta el momento de cruzar el lago, los pequeños no se habían separado nunca. El niño en edad escolar debe llegar a ser consciente de su singularidad personal, de su individualidad, lo que significa que ya no podrá compartirlo todo con los demás; tendrá que vivir, hasta cierto punto, por sí solo y avanzar gracias a sus propias fuerzas. Esto viene expresado simbólicamente por el hecho de que los niños no pueden permanecer juntos al atravesar el lago. Cuando llegan allí, Hansel no ve la manera de pasar a la otra orilla; pero Gretel advierte a un cisne blanco y le pide ayuda. Hansel se sienta en la cola, indicando a su hermana que haga lo propio, pero ésta intuye que algo saldrá mal. Tienen que pasar por separado y así lo hacen.

La experiencia de los niños en la casa de la bruja les ha librado de sus fijaciones orales y, después de cruzar el lago, llegan a la otra orilla con una mayor madurez, listos para confiar en su propia inteligencia e iniciativa que les lleva a solucionar los problemas que la vida les presente. Mientras eran niños dependientes, habían resultado una carga para los padres, pero ahora serán su ayuda, puesto que traen los tesoros que han conquistado. Éstos representan la independencia, de pensamiento y acción, que los pequeños acaban por alcanzar, una nueva confianza en sí mismos que es lo contrario de la dependencia pasiva que los caracterizaba cuando fueron abandonados en el bosque.

Los personajes femeninos —la madrastra y la bruja— constituyen, en esta historia, las fuerzas enemigas. La importancia de Gretel en la salvación de los dos hermanos asegura al niño que un personaje femenino puede salvar, además de destruir. Probablemente es aún más importante el hecho de que sea Hansel el primero que encuentre una solución, para acabar siendo Gretel la que lo libera, lo que demuestra que, cuando los niños van creciendo, tienen que confiar cada vez más en sus compañeros para encontrar ayuda y comprensión mutuas. Esta idea refuerza el objetivo principal de la historia, que es una advertencia en contra de la regresión y un estímulo hacia un nivel superior de existencia psicológica e intelectual.

«Hansel y Gretel» termina cuando los héroes vuelven a la casa en la que vivían al principio y en la que ahora encuentran la felicidad. Esto es correcto, desde el punto de vista psicológico, porque un niño, impulsado a correr aventuras debido a sus problemas orales o edípicos, no puede esperar encontrar la felicidad fuera del hogar. Para que su desarrollo no sufra retrasos, tiene que solucionar estas dificultades mientras todavía depende de sus padres. Sólo mediante una relación satisfactoria con ellos podrá el niño madurar y alcanzar con éxito la adolescencia.

Después de superar los problemas edípicos, de dominar las angustias orales, de sublimar los deseos que no pueden satisfacerse en la realidad, y de aprender que el pensamiento lleno de deseos tiene que sustituirse por una acción inteligente, el niño está listo para vivir feliz de nuevo con sus padres. Esto queda simbolizado en este cuento por los tesoros que Hansel y Gretel llevan a casa para compartir con su padre. Antes que esperar que todo lo bueno provenga de los padres, un muchacho necesita ser capaz de contribuir en algo al bienestar emocional de él mismo y de su familia.

«Hansel y Gretel» comienza con las preocupaciones de una familia pobre de leñadores, incapaz de encontrar los medios para vivir, y termina a un nivel de igual sencillez. Aunque la historia nos dice que los niños llevan a casa un montón de perlas y de piedras preciosas, nada indica que su manera de vivir cambie en ningún aspecto. Esto acentúa la naturaleza simbólica de estas joyas. El cuento termina: «Entonces se solucionaron todos sus problemas y vivieron felices para siempre. Mi cuento se ha acabado; por ahí corre un ratón, el que lo atrape puede hacerse un gran sombrero con su piel». Nada ha cambiado al final de «Hansel y Gretel» más que las actitudes internas; o, mejor dicho, todo ha cambiado porque han cambiado las actitudes internas. Los niños ya no se sentirán expulsados, abandonados y perdidos en la oscuridad del bosque, ni buscarán la milagrosa casita de turrón. Ni siquiera encontrarán ni temerán a la bruja, puesto que se han demostrado a sí mismos que, mediante sus esfuerzos conjuntos, han sido capaces de vencerla y salir victoriosos de esta situación. La destreza, en el sentido de que es capaz de sacar algo bueno de un material pobre (como usar la piel de un ratón inteligentemente para hacer un sombrero), es el verdadero objetivo del niño en edad escolar, tras luchar y vencer las dificultades edípicas.

«Hansel y Gretel» es uno de los muchos cuentos en que dos hermanos colaboran para salvarse mutuamente, cosa que consiguen gracias a sus esfuerzos conjuntos. Estos relatos estimulan al niño a superar su dependencia inmadura respecto a sus padres y a alcanzar un nivel superior de desarrollo, confiando también en la ayuda de los compañeros. La cooperación con ellos al llevar a cabo las tareas cotidianas deberá sustituir a la confianza parcial y única en los propios padres. El niño en edad escolar no suele creer que algún día será capaz de salir al mundo sin ellos, por lo que intenta aferrarse a sus padres incluso más allá de lo necesario. Ha de aprender a confiar en que, en un futuro, podrá superar los peligros del mundo, aun los más terribles que sus temores puedan imaginar, y que se sentirá enriquecido con esta victoria.

El niño no ve los peligros de su existencia desde un punto de vista objetivo, sino con una fantasía exagerada, en consonancia con su temor inmaduro, personificado, por ejemplo, por una bruja devoradora de niños. «Hansel y Gretel» estimula al niño a explorar las fantasías de su imaginación ansiosa, porque estos cuentos le dan la confianza necesaria para creer que podrá vencer, no sólo los peligros reales de los que le han hablado sus padres, sino también los que sus propios temores le han presentado.

Una bruja creada por las fantasías ansiosas del niño podrá hechizarlo; en cambio, una bruja a la que arroja a las llamas es un personaje del que cree que puede librarse por sí solo. En tanto que los niños siguen creyendo en las brujas — siempre lo han hecho y lo harán, hasta la edad en que no necesiten dar apariencia humana a sus ficciones sin forma—, necesitan oír cuentos en los que los protagonistas, gracias a su ingenio, vencen a los personajes malvados de su imaginación. Al conseguirlo, aprenden mucho de esta experiencia, al igual que Hansel y Gretel.

«Caperucita Roja»

Una niña pequeña, encantadora e «inocente», devorada por un lobo es una imagen que se graba en la mente de manera indeleble. En «Hansel y Gretel», la bruja planeaba comerse a los niños; pero en «Caperucita Roja», el lobo engulle realmente a la abuela y a la niña. Como ocurre con la mayoría de los cuentos de hadas, existen múltiples versiones de «Caperucita Roja». La más famosa es la de los Hermanos Grimm, en la que la abuela y Caperucita resucitan y el lobo recibe el castigo que se merece.

Pero la historia del origen de este relato comienza con Perrault.
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En inglés, el título más popular es «Little Red Riding Hood», aunque el que le dieron los Hermanos Grimm, «Little Red Cap»,
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es más apropiado. Sin embargo, Andrew Lang, uno de los estudiosos de cuentos más erudito, señala que, si todas las variantes de «Caperucita Roja» terminaran como la de Perrault, deberíamos haber relegado este relato al olvido.
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Este hubiese sido, probablemente, su destino si la versión de los Hermanos Grimm no se hubiese convertido en uno de los cuentos de hadas más populares. Pero, puesto que la historia de este cuento empieza con Perrault, consideraremos primero —y olvidaremos después— su contribución.

El relato de Perrault comienza como todas las otras versiones, contando que la abuela había hecho una caperucita roja para su nieta y por eso se la conocía con ese nombre. Un día, su madre mandó a Caperucita a llevar comida para la abuela, que estaba enferma. La niña tenía que atravesar el bosque, donde se encontró con el lobo. Éste no se atrevió a comérsela entonces porque el bosque estaba lleno de leñadores, así que preguntó a Caperucita a dónde iba y ella se lo contó. El lobo quiso saber dónde vivía exactamente la abuelita y la niña le proporcionó toda la información que deseaba. Entonces el lobo dijo que él también quería visitar a la abuelita y se marchó a toda prisa, mientras Caperucita se entretenía por el camino.

El lobo llegó a casa de la abuela fingiendo ser Caperucita y se comió inmediatamente a la anciana. En la historia de Perrault, el lobo no se disfraza de abuela, sino que simplemente se acuesta en su cama. Cuando llegó Caperucita, el lobo le pidió que se metiera en la cama con él. Ella se desnudó, se introdujo en el lecho y, entonces, sorprendida al ver a su abuela sin ropas, exclamó, «¡abuelita, qué brazos más grandes tienes!» a lo que el lobo respondió, «¡para abrazarte mejor!». A continuación dijo Caperucita, «¡abuelita, qué piernas más largas tienes!» y el lobo contestó, «¡para correr mejor!». Este breve diálogo, que no encontramos en la versión de los Hermanos Grimm, va seguido de la famosa serie de preguntas acerca de las orejas, los ojos y los dientes de la abuela, hasta llegar a la última respuesta del lobo, «¡para comerte mejor!», «y, al pronunciar estas palabras, el lobo malvado se arrojó sobre Caperucita Roja y se la comió».

Muchas versiones terminan al llegar a este punto, entre ellas la de Lang. Pero la versión original de Perrault continúa con un breve poema en el que se plantea la moraleja que debe extraerse de la historia: que las muchachas no deben hacer caso del primero que se les acerque. Si lo hacen, no es de extrañar que el lobo las atrape y se las coma. En cuanto a los lobos, podemos encontrarlos de diversas especies: entre ellos, los más amables son los más peligrosos, especialmente los que siguen a las jovencitas por la calle, incluso hasta su casa. Perrault pretendía hacer algo más que entretener a los que leyeran sus relatos, quería enseñarles una lección moral muy concreta en cada uno de ellos. Por eso es comprensible que los modificara para conseguir su objetivo.
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Por desgracia, con estas variaciones despojó a los cuentos de hadas de gran parte de su significado. Tal como él cuenta la historia, nadie advirtió a Caperucita del peligro que corría si se entretenía por el camino o si se apartaba del sendero adecuado. También, en la versión de Perrault resulta absurdo que el lobo se coma a la abuela que no había hecho daño a nadie.

La «Caperucita» de Perrault pierde gran parte de su atractivo porque está muy claro que el lobo no es un animal de presa sino una metáfora, y esto no deja apenas nada a la imaginación del oyente. Estas simplificaciones y una moraleja planteada directamente convierten a este posible cuento de hadas en un cuento con moraleja que revela hasta el más mínimo detalle. De esta manera, la imaginación del que escucha la historia no puede actuar atribuyéndole un significado personal. Aferrado a una interpretación racionalista del objetivo del cuento, Perrault procura dejarlo todo bien claro. Por ejemplo, cuando la niña se desnuda y se mete en la cama con el lobo y éste le dice que sus grandes brazos son para abrazarla mejor, la imaginación no puede añadir nada más. Podemos pensar que Caperucita es tonta o bien que quiere que la seduzcan porque, en respuesta a esta seducción tan evidente y directa, no hace ningún movimiento para escapar ni para oponerse a ello. En cualquier caso, no es un personaje con el que uno quiera identificarse. Con todos estos detalles, Caperucita Roja pasa de ser una muchacha ingenua y atractiva, a la que se convence de que no haga caso de las advertencias de la madre y de que disfrute con lo que ella cree conscientemente que son juegos inocentes, a ser poco más que una mujer que ha perdido la honra.

Si se detalla el significado que el cuento tiene para el niño, aquél pierde su valor; y Perrault va aún más lejos, elabora este significado. Los verdaderos cuentos de hadas tienen significado a distintos niveles; sólo el niño puede saber cuáles son importantes para él en un momento dado. Al ir madurando, el niño descubre nuevos aspectos de estos cuentos populares y esto le confirma la idea de que ha llegado a una comprensión más madura, puesto que la misma historia le revela ahora mucho más que antes. Esto sólo puede suceder si no se le dice al niño, de manera didáctica, lo que se supone que transmite la historia, es decir, sólo cuando el niño descubre espontánea e intuitivamente los significados de un cuento que hasta entonces habían permanecido ocultos. Gracias a este descubrimiento, un cuento deja de ser algo que se había dado al niño, para convertirse en algo que él ha creado en parte.

Los Hermanos Grimm inventaron dos versiones más de esta historia, lo cual es muy extraño en ellos
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En ambas, el titulo y el personaje se denominan «Caperucita Roja», debido a que la niña llevaba una «caperucita de terciopelo rojo que le sentaba tan bien, que no quería ponerse nada más».

La amenaza de ser devorado es el tema central de «Caperucita Roja» y también de «Hansel y Gretel». Las mismas constelaciones psicológicas básicas, que se suceden en el desarrollo de toda persona, pueden dar lugar a los destinos y personalidades más diversos, según el resto de experiencias del individuo y de la manera en que las interprete en relación a sí mismo. Igualmente, un número limitado de temas básicos sirven en los cuentos para describir diferentes aspectos de la experiencia humana; todo depende de cómo se elabore este tema y del contexto que lo rodee. «Hansel y Gretel» trata de las dificultades y ansiedades del niño que se ve obligado a abandonar su vinculación dependiente respecto a la madre, y a liberarse de su fijación oral. «Caperucita Roja» expresa algunos problemas cruciales que la niña en edad escolar debe resolver si las relaciones edípicas persisten en el inconsciente, lo que puede hacer que se enfrente arriesgadamente a la posibilidad de ser seducida.

En ambos cuentos, la casa del bosque y el hogar paterno son una misma cosa, pero experimentados de manera muy diferente debido a un cambio en la situación psicológica. En su propia casa, Caperucita, protegida por sus padres, es la muchacha sin problemas, que se encuentra en la pubertad y que puede salir fácilmente adelante. En casa de la abuela, que está enferma, la misma muchacha se ve indefensa e incapaz de evitar las consecuencias de su encuentro con el lobo.

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