«Hansel y Gretel», aferrados a su fijación oral, no piensan más que en comerse la casa que representa simbólicamente a la madre malvada que los ha abandonado (les ha obligado a marcharse de casa), y no dudan en arrojar a la bruja a las llamas como si se tratara de comida. Caperucita, que ha superado ya su fijación oral, no tiene deseos orales destructivos. Psicológicamente, es enorme la distancia entre la fijación oral, transformada simbólicamente en canibalismo, que es el tema central de «Hansel y Gretel», y la manera en que Caperucita castiga al lobo. El lobo de «Caperucita» es el seductor; no obstante, en lo que se refiere al contenido manifiesto de la historia, el lobo no hace más que lo que parece natural, es decir, come para alimentarse. Y, por otra parte, también es normal que un hombre mate a un lobo, aunque el método usado en este cuento no es frecuente.
La casa de Caperucita no carece de nada, y ella, puesto que ha pasado ya por la ansiedad oral, lo comparte gustosamente con la abuela, llevándole comida. Para Caperucita, el mundo que está más allá del hogar paterno no resulta un peligro amenazante a través del cual un niño no pueda abrirse paso. Fuera de su casa hay un camino seguro, del que su madre le advierte que no debe apartarse.
Mientras que Hansel y Gretel han de ser impulsados a salir fuera de casa, Caperucita lo hace voluntariamente. No le asusta el mundo externo pero reconoce lo atractivo que puede ser para ella. Y en esto, precisamente, radica el peligro. Si el mundo externo, más allá del hogar y de las tareas cotidianas, resulta demasiado seductor, puede inducir a actuar de nuevo según el principio del placer —lo cual, suponemos, ha evitado Caperucita gracias a lo que sus padres le han enseñado en favor del principio de la realidad—, y así pueden presentarse encuentros que lleven incluso a la destrucción.
Esta incertidumbre entre principio de la realidad y principio del placer se afirma explícitamente cuando el lobo dice a Caperucita: «Mira qué flores más bonitas hay por aquí. ¿Por qué no te fijas en las cosas bellas que hay a tu alrededor? Me parece que ni siquiera oyes los pajaritos que cantan. Pareces absorta y preocupada, como si te dirigieras a la escuela; en cambio, todo lo que te rodea es hermoso y alegre». La madre de Caperucita ya había advertido a su hija de este conflicto entre hacer lo que a uno le gusta y lo que uno debe hacer, al decirle: «No te apartes del camino principal… Y cuando llegues a casa de la abuela no te olvides de darle los "buenos días" y no empieces a curiosear por todos los rincones». Así pues, la madre es consciente de la tendencia de Caperucita a apartarse del camino señalado y a espiar en los rincones para descubrir los secretos de los adultos.
Observamos la idea de que «Caperucita Roja» trata de la ambivalencia infantil acerca de si vivir de acuerdo con el principio de la realidad o con el principio del placer en el hecho de que Caperucita deja de coger flores sólo «cuando había reunido ya tantas que no podía llevarlas». En ese momento, Caperucita «se acordó una vez más de la abuela y se dirigió a su casa». Es decir, el ello sólo cede en su afán de buscar el placer cuando el coger flores deja de ser atractivo, y entonces es cuando Caperucita se da cuenta de sus obligaciones.
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Caperucita Roja es una niña que ya lucha con los problemas de la pubertad, para lo que todavía no está preparada desde el punto de vista emocional, puesto que no ha vencido aún sus conflictos edípicos. Vemos que Caperucita es más madura que Hansel y Gretel por la actitud de duda ante las cosas que se encuentra por el mundo. Hansel y Gretel no se preguntan nada acerca de la casita de turrón ni investigan lo que hace la bruja. En cambio, Caperucita desea averiguarlo todo, cosa que vemos en la advertencia de su madre respecto a sus ganas de curiosear. Se da cuenta de que algo anda mal cuando ve que la abuela «tiene un aspecto extraño», pero el lobo, disfrazado, consigue engañarla. Caperucita Roja intenta comprender qué sucede cuando le pregunta a la abuela acerca de sus grandes orejas, cuando se fija en los grandes ojos y se sorprende ante las manos y la horrible boca. En este punto aparece una enumeración de los cuatro sentidos: oído, vista, tacto y gusto; el niño que ha llegado a la pubertad se sirve de ellos para entender el mundo que le rodea.
«Caperucita Roja», de forma simbólica, proyecta a la niña hacia los peligros de sus conflictos edípicos durante la pubertad y, luego, la libera de ellos, de manera que puede madurar libre de problemas. Los personajes maternos de la madre y la bruja, que eran tan importantes en «Hansel y Gretel», son insignificantes en «Caperucita», donde ni la madre ni la abuela pueden hacer nada: ni siquiera amenazar o proteger. En cambio, el personaje masculino es mucho más importante y está disociado en dos formas completamente opuestas: el seductor peligroso que, si se cede a sus deseos, se convierte en el destructor de la niña; y el personaje del padre, cazador, fuerte y responsable.
Es como si Caperucita intentara comprender la naturaleza contradictoria del personaje masculino al experimentar todos los aspectos de su personalidad: las tendencias egoístas, asociales, violentas y potencialmente destructivas del ello (el lobo) y los impulsos generosos, sociales, reflexivos y protectores del yo (el cazador).
Caperucita Roja gusta en todo el mundo porque, a pesar de ser una persona virtuosa, cede también a las tentaciones; y porque su destino nos indica que el confiar en las buenas intenciones de las personas, que parece lo ideal, es arriesgarnos a caer en multitud de trampas. Si no hubiera nada que nos hiciera agradable la figura del lobo feroz, éste no tendría poder alguno sobre nosotros. Por lo tanto, es importante que comprendamos su naturaleza, pero lo es incluso más que sepamos qué es lo que le hace tan atractivo a nuestros ojos. Por muy atrayente que nos parezca la ingenuidad, es peligroso seguir siendo ingenuo durante toda la vida.
Sin embargo, el lobo no es únicamente el seductor masculino, sino que representa asimismo todas las tendencias asociales y primitivas que hay dentro de cada uno de nosotros. Al abandonar las cualidades que debe poseer una niña en edad escolar, como el «andar absorta y preocupada», Caperucita se convierte en la niña del período edípico que no busca más que el placer. Al ceder a las sugerencias del lobo, le ha dado también la oportunidad de comerse a la abuela. En este punto, la historia se refiere a algunas dificultades edípicas que quedaron sin resolver en la niña, y el hecho de que el lobo la devore también a ella es el castigo que se merece por haberlo dispuesto todo de manera que aquél pudiera eliminar al personaje materno. Ni siquiera un niño de cuatro años puede evitar sorprenderse de lo que hace Caperucita cuando, en respuesta a las preguntas del lobo, le da las instrucciones precisas para llegar a casa de la abuela. ¿Cuál es el objetivo de esta información tan detallada, se pregunta el niño, sino el asegurarse de que el lobo pueda encontrar el camino? Sólo los adultos que están convencidos de que los cuentos son absurdos pueden dejar de ver que el inconsciente de Caperucita está haciendo horas extras para librarse de la abuela.
Sin embargo, tampoco la abuela está libre de toda culpa. Una muchacha necesita una figura materna sólida que la proteja y que sea un modelo a imitar. Pero la abuela de Caperucita cede a sus propias necesidades sin tener en cuenta lo que le conviene a la niña. Se nos dice: «No había nada que no le hubiera dado a su nieta». No sería la primera ni la última vez que una criatura tan mimada por una abuela se encuentra con problemas en la vida real. Tanto si se trata de la madre como de la abuela —en el caso de que la madre no desempeñe un papel importante—, resulta fatal para la muchacha que esta mujer mayor que ella se deje arrastrar por la atracción hacia los hombres y que se la transmita dándole una atractiva capa roja.
Tanto el título como el nombre de la niña, «Caperucita Roja», ponen énfasis en el color rojo que exhibe abiertamente. Rojo es el color que simboliza las emociones violentas, sobre todo las de tipo sexual. Las ropas rojas que la abuela regala a Caperucita se pueden considerar, entonces, como símbolo de una transferencia prematura de atractivo sexual, lo que se acentúa por el hecho de que la abuela está enferma y es una anciana, incluso demasiado débil para abrir la puerta. El nombre de «Caperucita Roja» da fe de la importancia clave de este rasgo de la heroína de la historia. Sugiere que no sólo la caperuza es pequeña sino también la muchacha. Es demasiado pequeña, no para llevar la caperucita, sino para conseguir lo que estas ropas simbolizan y lo que el llevarlas significa.
El peligro de Caperucita es su sexualidad incipiente, para la que no está todavía emocionalmente madura. La persona que, desde el punto de vista psicológico, está preparada para tener experiencias sexuales puede dominarlas y madurar gracias a ellas. Pero una sexualidad prematura es una experiencia regresiva que estimula todos nuestros aspectos primitivos. La persona poco madura y no preparada todavía para el sexo y que sufre una experiencia que provoca intensos impulsos de tipo sexual, retrocede hasta llegar a un modo edípico de enfrentarse a ellos. La única manera de superar el sexo, según esta persona, es el librarse de los rivales con más experiencia, cosa que vemos cuando Caperucita le da instrucciones concretas al lobo para llegar a casa de la abuela. Sin embargo, con ello, se ponen en evidencia asimismo sus sentimientos ambivalentes. Cuando manda al lobo a casa de la abuela, actúa como si le dijera: «Déjame sola; ve con la abuela que es una mujer madura; ella podrá hacer frente a lo que tú representas. Yo no».
Esta lucha entre el deseo consciente de actuar correctamente y el anhelo inconsciente de vencer a su abuela (madre) es lo que nos provoca nuestra reacción de cariño frente a la muchacha y lo que la hace parecer un personaje tan extremadamente humano. De la misma manera que nosotros, cuando éramos niños, nos encontrábamos prisioneros de ambivalencias internas que no podíamos dominar, a pesar de nuestros esfuerzos, también Caperucita intenta traspasar el problema a otra persona: a alguien de más edad, a un progenitor o a un padre sustituto. No obstante, este intento de huir de una situación amenazante lleva casi hasta la propia destrucción.
Tal como hemos dicho antes, los Hermanos Grimm presentan una variación importante de «Caperucita Roja» que contiene, esencialmente, un elemento añadido a la historia original. En esta versión, cuando Caperucita lleva de nuevo unos pasteles a la abuela, otro lobo intenta apartarla del camino directo (de la virtud). Esta vez, la niña corre hasta la abuela, se lo cuenta todo y ambas atrancan la puerta, con lo que el lobo no consigue entrar. Al final, éste resbala por el tejado y cae a una balsa llena de agua donde se ahoga de inmediato. La historia termina así: «Finalmente, Caperucita Roja volvió feliz y contenta a su casa, y nadie le hizo daño alguno».
Esta versión elabora lo que siente el que escucha el relato, es decir, que, después de una mala experiencia, la muchacha se da cuenta de que no está madura en absoluto para enfrentarse al lobo (seductor), y que está preparada, en cambio, para establecer un efectivo vínculo de trabajo con su madre. Esto se expresa simbólicamente por el hecho de que corra a casa de la abuela tan pronto como el peligro la amenaza, en lugar de actuar irreflexivamente como la primera vez que se encontró con el lobo. Caperucita trabaja con su madre (abuela) y sigue su consejo —más tarde la abuela le dice que llene una balsa con agua en la que previamente habían hervido salchichas, y cuyo olor atrae al lobo que cae en ella—, con lo que ambas vencen fácilmente al lobo. Así pues, el niño necesita establecer un vínculo sólido de trabajo con el progenitor del mismo sexo, de manera que a través de la identificación con él, y del aprendizaje consciente que le proporciona, el niño llega con éxito a ser un adulto.
Los cuentos de hadas hablan a nuestro consciente y a nuestro inconsciente; por lo que no necesitan evitar las contradicciones, ya que éstas coexisten fácilmente en el inconsciente. A un nivel de significado bastante diferente, la desgracia que sobreviene a la abuela puede verse bajo una perspectiva distinta. El que escucha la historia se pregunta con razón por qué el lobo no se come a Caperucita en cuanto se encuentra con ella, es decir, a la primera oportunidad. Como es típico en Perrault, nos ofrece una explicación que parece bastante racional: el lobo lo hubiera hecho si no hubiese tenido miedo de algunos leñadores que merodeaban por los alrededores. Puesto que en la historia de Perrault el lobo es un seductor, es lógico que un hombre maduro tenga reparos en seducir a una muchacha ante los ojos de otros hombres.
Las cosas son muy distintas en el cuento de los Hermanos Grimm, en el que se nos da a entender que la voracidad excesiva del lobo explica el aplazamiento de su satisfacción oral. «El lobo se dijo, "qué gordita está esta niña, y qué tierna debe ser; estará mucho más rica que la anciana: tengo que actuar con tiento a ver si me las como a las dos".» No obstante, esta explicación no es lógica, puesto que el lobo hubiese podido encargarse de Caperucita allí mismo y después engañar a la abuela, tal como sucedió efectivamente en la historia.
La conducta del lobo empieza a tener sentido en la versión de los Hermanos Grimm si suponemos que, para conseguir a Caperucita, el lobo tenía que eliminar primero a la abuela. Mientras la madre (abuela) esté presente, Caperucita no será suya.
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Pero una vez que la madre (abuela) deje de ser un obstáculo, el camino estará libre para actuar de acuerdo con los propios deseos, que habían tenido que permanecer reprimidos mientras la madre seguía estando presente. A este nivel, el relato se refiere al deseo inconsciente de la hija de ser seducida por el padre (el lobo).
En la pubertad, al reactivarse las ansiedades edípicas anteriores, el deseo que la niña siente hacia su padre, sus ganas de seducirlo, y su anhelo de que él la seduzca se reactivan también. Entonces, la muchacha siente que merece que su madre, si no su padre, la castiguen duramente, por su deseo de apartarlo de su madre. En la adolescencia, el nuevo despertar de emociones anteriores, que estaban latentes, no se limita a sentimientos de tipo edípico, sino que incluye asimismo ansiedades y deseos primitivos que reaparecen durante este período.
A distinto nivel de interpretación, se podría decir que el lobo no se come a Caperucita inmediatamente después de encontrarla en el camino porque quiere acostarse antes con ella: un encuentro de tipo sexual tiene que preceder al acto de «devorarla». Aunque la mayoría de los niños no han oído ni siquiera hablar de aquellos animales de los que uno muere durante el acto sexual, estas connotaciones destructivas son muy claras en el consciente y en el inconsciente del niño, hasta el punto de que muchos ven el acto sexual, básicamente, como un acto violento que un cónyuge inflige al otro. Creo que Djuna Barnes alude a que el niño iguala en su inconsciente la excitación sexual y la violencia y la ansiedad, cuando escribe: «Los niños sienten algo que no pueden decir: ¡Les gusta que el lobo y Caperucita estén en la cama!».
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Puesto que «Caperucita Roja» da forma a esta extraña coincidencia de emociones contrarias, característica de toda búsqueda referente al sexo, este cuento tiene un gran atractivo inconsciente para los niños, y también para los adultos, que recuerdan así algo de la fascinación que sintieron de niños por el sexo.