Psicoanálisis de los cuentos de hadas (26 page)

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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

La historia pone un énfasis especial en las dificultades con que uno se encuentra durante su viaje por la vida: logro de la madurez sexual, conquista de la independencia y de la autorrealización. Tienen que superarse los peligros, resistirse las pruebas y tomarse decisiones; pero el cuento nos muestra que, si uno permanece fiel a sí mismo y a sus propios valores, por muy desesperada que parezca una situación, siempre habrá un desenlace feliz. Y, por supuesto, en cuanto a la solución de los conflictos edípicos, la historia acentúa el hecho de que usurpar el lugar de otra persona, por el simple deseo de hacerlo, lleva a la destrucción del usurpador. La única manera de conseguir la propia autonomía es a través de las propias acciones.

Podríamos comparar una vez más la profundidad de este cuento breve —no ocupa más de cinco páginas impresas— con una historia moderna de la que ya hemos hablado y que ha tenido una aceptación considerable,
La pequeña locomotora que lo consiguió.
Este relato estimula también al niño a creer que si se esfuerza lo suficiente acabará por vencer todas las dificultades. Estas y otras historias semejantes sirven para dar esperanzas al niño, con lo que no cumplen más que un objetivo, bueno pero muy limitado. Sin embargo, no mencionan en absoluto los deseos y ansiedades inconscientes y profundos del niño y, en un último análisis, vemos que son estos elementos inconscientes los que impiden que el niño tenga confianza en lo que la vida puede proporcionarle. Este tipo de historias no le muestran, ni directa ni indirectamente, sus ansiedades profundas, ni le ofrecen alivio alguno en cuanto a la presión que estos sentimientos ejercen sobre él. Contrariamente al mensaje de
La pequeña locomotora,
el éxito por sí solo no ayuda a vencer las dificultades internas. Si así fuera, no habría tantos adultos que se esfuerzan, sin darse por vencidos, hasta que consiguen sus objetivos externos, y cuyas dificultades internas siguen sin solucionarse, a pesar de su «éxito».

El niño no teme, simplemente, el fracaso como tal, sino como parte integrante de su angustia. No obstante, esto es lo que los autores de estas historias parecen creer, quizá porque esta es la esencia de los temores de los adultos: las desventajas que el fracaso acarrea desde una perspectiva realista. La angustia que el niño experimenta ante un fracaso se centra en la idea de que, si no consigue algo, será rechazado, abandonado y completamente destruido. Por lo tanto, sólo será correcta, desde el punto de vista psicológico con que el niño considera las consecuencias de su fracaso, una historia en la que algún ogro o personaje perverso amenace al héroe con destruirlo si no consigue demostrar que es lo suficientemente fuerte como para vencer al usurpador.

El niño experimenta el éxito final como algo carente de sentido si sus angustias inconscientes no se resuelven al mismo tiempo. En el cuento de hadas, se simboliza este hecho mediante la destrucción del personaje malvado. Si faltara esto, el final del héroe que recupera el lugar que le corresponde no sería completo, puesto que, si el mal continuara existiendo, habría una amenaza constante, y el desenlace no sería todo lo feliz que se esperaba.

Los adultos tienden a creer que el castigo cruel de una persona malvada en los cuentos entristece y asusta innecesariamente a un niño. Sin embargo, lo que ocurre es, precisamente, todo lo contrario: esta consecuencia final le demuestra que el castigo es adecuado al crimen cometido. El pequeño suele tener la sensación de que los padres y el mundo en general lo tratan injustamente y parece que no se puede hacer nada por evitarlo. Basándose en esas experiencias, el niño quiere que los que le engañan y degradan —como la criada impostora engaña a la princesa de esta historia— sean duramente castigados. Si no ocurre así, el niño cree que nadie lo protege seriamente y, cuanta mayor dureza se emplee contra las personas malvadas, más seguro se sentirá el niño.

Es importante señalar, en este caso, que es el propio impostor el que pronuncia su sentencia. Al igual que tomó la decisión de ocupar el lugar de la princesa, la criada escoge también la manera en que será destruida; ambos hechos son consecuencia de su perversidad, que le hace inventar un castigo enormemente cruel, el cual no le viene infligido, pues, desde el exterior. El mensaje que se nos transmite es que las malas intenciones conducen a la perdición de la persona malvada que las tiene. Al escoger dos caballos blancos, la impostora muestra su culpabilidad inconsciente por haber hecho matar a Falada. Al ser el caballo en el que una novia acudía a su boda, se puede suponer que era blanco, color que representa la pureza, por lo que parece adecuado que sean dos caballos blancos los que venguen a Falada. El niño capta todo esto a un nivel preconsciente.

Ya hemos hablado anteriormente de que el éxito en las tareas que el mundo externo nos plantea no es suficiente para solucionar las presiones internas. Por lo tanto, un niño requiere sugerencias sobre los otros esfuerzos que debe realizar. A un nivel superficial, podría parecer que la guardadora de gansos no hace nada para cambiar su destino y que sus problemas sólo se solucionan gracias a la intervención de fuerzas benévolas o de la casualidad que da lugar a que el rey descubra su secreto. No obstante, lo que el adulto puede ver como algo insignificante, el niño lo percibe, en cambio, como un logro considerable, puesto que él tampoco puede hacer mucho para modificar su destino, en un momento dado. El cuento de hadas sugiere que no son las grandes hazañas lo que cuenta, sino que debe producirse un desarrollo interno para que el héroe conquiste la verdadera autonomía. La independencia y la superación de la infancia exigen un desarrollo de la personalidad, no un progreso en una tarea determinada o una lucha constante con las dificultades externas.

Ya se ha discutido la manera en que «La guardadora de gansos» proyecta los dos aspectos de la situación edípica: la sensación de que un impostor ocupa el lugar que corresponde al niño y el reconocimiento posterior de que es él quien desea usurpar la posición que, en realidad, le corresponde a un progenitor. La historia saca también a colación los peligros que acarrea una dependencia infantil prolongada en exceso. La heroína, en un primer momento, transfiere su dependencia de la madre a la criada, y lo hace tal como se le indica, es decir, sin reflexión alguna. De la misma manera que un niño no quiere abandonar su dependencia, la guardadora de gansos fracasa también al adaptarse a los cambios de situación: la historia nos dice que es este, precisamente, el fallo de su comportamiento. El aferrarse a la dependencia no la ayudará a conquistar una cualidad humana superior. Si se lanza al mundo —cosa que simboliza el hecho de que la princesa abandone su hogar para dirigirse a un reino lejano— debe llegar a ser independiente. Esta es la lección que la princesa aprende mientras cuida gansos.

El muchacho que la ayuda en su cuidado de los gansos trata de dominarla, como hizo la criada en el viaje a su nuevo hogar. Motivado únicamente por sus deseos, no toma en cuenta la autonomía de la princesa. Durante el camino que la alejaba de su casa, ella permitió que la doncella la obligara a coger su propia copa de oro. Más tarde cuando la princesa está sentada en el prado peinando su cabellera (las trenzas que, en el poema de Heine, «resplandecían… doradas»), el muchacho pretende coger un mechón de su pelo, apoderarse, por así decirlo, de una parte de su cuerpo. Pero esta vez no lo permite; ahora sabe cómo defenderse de él. Antes tenía demasiado miedo de la cólera de la criada como para enfrentarse a ella, pero ahora sabe que no debe consentir que el muchacho la domine por no ceder ante sus deseos. El énfasis que pone la historia en que la copa y el pelo de la muchacha eran de oro llama la atención del oyente en cuanto a la importancia de las reacciones
diferentes
que ella experimenta frente a situaciones similares.

Es precisamente la cólera que el muchacho siente cuando la guardadora de gansos se niega a obedecer sus órdenes lo que le lleva a quejarse ante el rey, y de ahí se llega rápidamente al desenlace de la historia. El punto culminante de la vida de la heroína es la afirmación que hace de sí misma al sentirse menospreciada por el chico. La princesa, que no se había atrevido a enfrentarse a la criada cuando se negó a obedecerla, ha aprendido lo que requiere el logro de la autonomía. Esto se confirma además por el hecho de
no
romper la promesa que su doncella le había hecho formular subrepticiamente. Se da cuenta de que no debería haberla pronunciado, pero, una vez lo ha hecho, debe cumplirla. No obstante, esto no evita el hecho de que confíe su secreto a un objeto, de la misma manera que un niño se siente liberado cuando expresa sus vivencias ante algún juguete. La chimenea, que representa las excelencias del hogar, es un objeto adecuado para confesar sus desventuras. En el relato de los Hermanos Grimm, la chimenea se convierte en un horno o una cocina que, siendo los lugares en que se prepara la comida, representan también una seguridad básica. Pero lo esencial es que, mediante la afirmación de su dignidad y de la inviolabilidad de su cuerpo —negativa de la muchacha ante el deseo del chico— se llega a un final feliz. El personaje malvado sólo puede pensar en intentar ser —o parecer— alguien que, en realidad, es otra persona. La guardadora de gansos aprendió que es mucho más difícil ser uno mismo, pero sólo así conseguirá la plena autonomía y cambiará su destino.
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Fantasía, superación, huida y alivio

Los defectos de los cuentos de hadas modernos ponen en evidencia los elementos que se encuentran siempre en los cuentos de hadas tradicionales. Tolkien afirma que los aspectos imprescindibles en un cuento de hadas son fantasía, superación, huida y alivio; superación de un profundo desespero, huida de un enorme peligro y, sobre todo, alivio. Al hablar del final feliz, Tolkien acentúa el hecho de que es algo que debemos encontrar en todos los cuentos de hadas completos. Es un «"cambio" alegre y repentino… Por muy fantásticas o terribles que sean las aventuras, el niño, o la persona que las oye, toma aliento, su corazón se dispara y está a punto de llorar, cuando se produce el "cambio" final».
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Se comprende, pues, que cuando se pide a los niños que nombren los cuentos preferidos no hablen apenas de ningún relato moderno.
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Muchos de estos cuentos nuevos tienen desenlaces tristes, que no consiguen proporcionar la huida y el alivio necesarios, después de los hechos temibles que se han producido a lo largo del cuento, para que el niño disponga de la fuerza suficiente al enfrentarse a sus desventuras. Si carece de estos finales alentadores, el niño, después de oír el relato, sentirá que no existe esperanza alguna de solucionar sus problemas.

En el cuento de hadas tradicional, el héroe encuentra su recompensa y el personaje malvado el castigo que merece, satisfaciendo, de este modo, la profunda sed de justicia del niño. ¿De qué otra manera podría éste tener la esperanza de que se le va a hacer justicia, si se siente, a menudo, tan injustamente tratado?, y ¿cómo podría convencerse, si no, de que debe ser bueno, cuando sufre la tentación de ceder a los impulsos asociales de sus deseos? Chesterton indicó que algunos niños con los que acudió a ver la obra de Maeterlinck,
El pajaro azul,
quedaron desilusionados «porque no acababa con un juicio final, y no se revelaba al héroe y a la heroína que el perro había sido fiel y el gato no. Esto sucede porque los niños son inocentes y aman la justicia, mientras que muchos de nosotros somos malvados y preferimos la compasión.»
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Podemos preguntarnos si la opinión de Chesterton acerca de la inocencia infantil es acertada pero, de todos modos, tiene mucha razón al indicar que el valor que la mente madura concede a la compasión frente a las injusticias desconcierta al niño. Además, para sentirse aliviado, es necesario no sólo que se haga justicia (compasión en el caso de oyentes adultos), sino que este alivio es, además, una de sus consecuencias.

El niño considera adecuado que el destino del personaje perverso sea, precisamente, el que él mismo deseaba para el héroe, como la bruja de «Hansel y Gretel» que deseaba cocinar a los niños y cae finalmente a las llamas, o como la impostora de «La guardadora de gansos» que propone y sufre su propio castigo. Para sentirse aliviado es necesario que se restablezca el orden correcto en el mundo, lo que significa que el personaje cruel debe ser castigado, es decir, que el mal debe ser eliminado del mundo del héroe, y así ya nada podrá impedir que éste viva feliz para siempre.

Se podría añadir un nuevo elemento a los cuatro que Tolkien enumera. La amenaza es, en mi opinión, algo muy importante en los cuentos de hadas, una amenaza a la existencia física o moral del héroe, al igual que la desdicha de la guardadora de gansos, que el niño experimenta como un problema de tipo moral. Si nos fijamos en ello, resulta sorprendente la manera en que el héroe del cuento acepta la amenaza sin reflexionar en absoluto; es, simplemente, algo que pasa. El hada mala lanza una maldición en «La bella durmiente», y nada puede impedir que se cumpla, aunque sea en su mínima expresión. Blancanieves no se sorprende de que la reina la persiga hasta la muerte con sus terribles celos, ni tampoco los enanitos que, sin embargo, aconsejan a Blancanieves que huya de su madrastra. No se plantea cuestión alguna sobre por qué la hechicera quiere arrancar a Nabiza del hogar paterno; es un hecho que la infeliz Nabiza acepta sin más. Encontramos algunas raras excepciones en el hecho de que una madrastra desee ayudar a sus hijas a expensas de la heroína, como en «Cenicienta»; no obstante, tampoco en este caso se nos dice por qué el padre de Cenicienta lo permite.

De todos modos, el héroe debe enfrentarse a graves peligros ya desde un principio. Y así es como el niño ve la vida, incluso aunque sus circunstancias actuales sean favorables en lo que se refiere al mundo externo. El pequeño cree que su vida es una secuencia de períodos placenteros que, de repente, se ven interrumpidos de modo incomprensible, encontrándose envuelto en un gran peligro. Se sentía seguro, sin preocupación alguna, pero, en un instante, todo cambia y el mundo acogedor se transforma en una pesadilla, cosa que sucede cuando uno de los padres le exige algo o le amenaza de una manera que él considera completamente irracional. Un niño está convencido de que no hay nada que justifique este proceder; son cosas que pasan; es el destino inexorable. Entonces puede ser que el niño se deje vencer por la desesperación (como hacen algunos héroes de los cuentos de hadas, que se lamentan hasta que alguien acude en su ayuda y les indica lo que deben hacer para superar el peligro), o que intente escapar como Blancanieves: «La pobrecilla criatura se sentía desesperadamente sola en el bosque y tenía tanto miedo… que no sabía qué podía hacer. Entonces empezó a correr por entre rocas y espinos».

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