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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

Psicoanálisis de los cuentos de hadas (53 page)

Aunque no sea tan antigua como otras historias de este mismo ciclo, la primera versión que se conoce de este cuento data del siglo XIII. En
Complaynt of Scotland
, de 1540, se cita un cuento similar titulado «El pozo del fin del mundo».
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Una versión de «El rey rana» publicada por los Hermanos Grimm en 1813 comienza hablando de tres hermanas. Las dos mayores son altaneras e insensibles, mientras que la más pequeña es la única que está dispuesta a escuchar las súplicas de la rana. En la versión de Grimm, la más conocida actualmente, la heroína es también la menor de las hermanas, aunque no se especifique cuántas eran exactamente.

«El rey rana» empieza cuando la princesita está jugando con su pelota de oro junto a un pozo. De pronto la pelota se le escapa y cae al agua ante el desespero de la niña. Una rana asoma la cabeza y le pregunta la causa de sus penas, ofreciéndose a devolverle la pelota de oro si la acepta como compañera, es decir, quiere sentarse a su mesa, beber de su vaso, comer de su plato y dormir en su cama con ella. La niña acepta pensando que una rana no puede ser compañera de una persona. A continuación, la rana se echa al agua y le devuelve su pelota. Al pedirle que la lleve a casa con ella, la niña echa a correr, olvidándose inmediatamente del desgraciado animal.

Pero al día siguiente, cuando todos los de la corte estaban comiendo, apareció la rana y pidió que le abrieran la puerta, pero la princesa, al verla, no le permite entrar y da un portazo. El rey, al darse cuenta de su desazón, le pregunta cuál es la causa. La niña le cuenta lo sucedido, por lo que su padre insiste en que debe cumplir su promesa. Así pues, la pequeña abre la puerta a la rana, pero no se decide todavía a colocarla encima de la mesa. El rey le insta, de nuevo, a cumplir lo prometido. Más tarde, cuando la rana intenta acostarse en su cama, la princesa trata de eludir, otra vez, su responsabilidad, pero el rey, furioso, le advierte de que no debe despreciar a quien antes la ha ayudado. Una vez que la rana yace junto a la niña, ésta siente tal repugnancia que la estrella contra la pared, y, en ese preciso instante, el animal se convierte en un apuesto príncipe. En la mayoría de las versiones, este acontecimiento sucede después de que la rana ha pasado tres noches junto a la princesa. Una de las primeras recopilaciones es aún más explícita en este sentido: la princesa debe besar a la rana mientras está acostada a su lado, tras lo cual deben transcurrir tres semanas de vida en común, antes de que el animal se transforme en un hermoso príncipe.
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En esta historia, se acelera enormemente el proceso de maduración, ya que, al principio, la protagonista no es más que una niña que juega despreocupadamente con su pelota. (Se dice que ni siquiera el sol, que ha visto tantas cosas hermosas, había contemplado nunca belleza semejante.) La historia se desarrolla a partir del episodio con la pelota, que es un doble símbolo de perfección: por su forma esférica y por estar hecha de oro, el material más preciado. La pelota significa un psiquismo narcisista todavía no desarrollado: contiene todas las potencialidades, pero limitadas, por el momento, al inconsciente. Cuando la pelota cae al fondo del pozo, profundo y oscuro, se pierde la inocencia y se abre la caja de Pandora. La princesa se desespera inútilmente ante la doble pérdida: la de su inocencia infantil y la de su pelota. Tan sólo la rana puede devolverle la perfección —la pelota— extrayéndola de las tinieblas, donde se había extraviado el símbolo de su psiquismo. La vida se convierte, de pronto, en algo horrible y complicado, a medida que va mostrando sus partes más ocultas y misteriosas.

Dominada todavía por el principio del placer, la niña, para obtener lo que desea, promete, en falso y sin pensar en las consecuencias, cosas que no tiene la intención de cumplir. Pero la realidad acaba por imponerse. Intenta evitarla, en vano, dando con la puerta en las narices de la rana. Pero en ese preciso instante entra en juego el super-yo, encarnado por el rey: cuanto más insiste la princesa en rechazar las peticiones de la rana, tanto más violentamente insiste el rey en que cumpla sus promesas hasta el fin. Algo que había empezado siendo un juego termina convirtiéndose en un grave problema: la princesa va creciendo a medida que se ve forzada a aceptar los compromisos que ha contraído.

Se describe paso a paso el progreso de la intimidad con otra persona: al principio, la niña está sola mientras juega a pelota. La rana empieza a hablarle cuando le pregunta por la causa de su desesperación; e incluso juega con ella al devolverle la pelota. Más tarde acude a palacio, se sienta a su lado, come con ella, hasta que, finalmente, convive también en su cama. A medida que la rana se va aproximando físicamente a la niña, ésta experimenta cada vez más repugnancia y ansiedad, temiendo, sobre todo, el contacto físico con el animal. El hecho de vernos abocados al sexo no está exento de una cierta repugnancia y ansiedad, e incluso comporta un sentimiento de ira. La ansiedad se convierte en ira y odio en el momento en que la princesa estampa a la rana contra la pared. Afirmándose, de este modo, a sí misma y al arriesgarse actuando así —como algo opuesto a los intentos previos de esquivar sus obligaciones y obedeciendo, después, a su padre sin rechistar—, la princesa supera su ansiedad y el odio se transforma en amor.

En cierto modo, la historia afirma que, para que una persona pueda amar de verdad, primero ha de ser capaz de sentir; es mejor tener sentimientos negativos que no experimentar sentimiento alguno. Al inicio de la historia, la princesa está totalmente centrada en sí misma; todo su interés gira en torno a la pelota. No se arrepiente en absoluto cuando planea volverse atrás en el cumplimiento de su promesa, sin caer en la cuenta de lo que esto puede significar para la rana. A medida que ésta se acerca a la niña, física y psíquicamente, los sentimientos que ella experimenta son cada vez más intensos, gracias a lo cual va convirtiéndose en una persona íntegra. Durante un largo período de desarrollo, la princesa acata la voluntad de su padre, pero sus sentimientos siguen aumentando, hasta que, finalmente, afirma su independencia actuando en contra de las órdenes del rey. Cuando la niña se encuentra a sí misma, también la rana recupera su propia identidad: se convierte en un príncipe.

A otro nivel, la historia pone de manifiesto que no podemos esperar que nuestros primeros contactos eróticos sean placenteros, pues están plagados de dificultades y de ansiedad. Pero si, a pesar de la repugnancia momentánea, permitimos que el otro se acerque cada vez más íntimamente a nuestra persona, llegará un momento en que experimentaremos el agradable y repentino descubrimiento de que el contacto total muestra el atractivo inherente a la sexualidad. En otra versión de este mismo cuento, «tras pasar una noche acostados en la misma cama, la princesa descubre, al despertar, que a su lado yace un apuesto galán».
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Así pues, en este relato, la noche transcurrida (y podemos adivinar fácilmente lo que sucedió en ese lapso de tiempo) contribuye al cambio radical de opinión respecto al cónyuge. Las distintas versiones, en las que el tiempo entre un suceso y otro oscila desde una noche hasta tres semanas, preconizan la necesidad de tener paciencia: ha de pasar un determinado período de tiempo para que la intimidad pueda convertirse en amor.

El padre, como en muchas otras historias del ciclo animal-novio, es el que une a su hija y al futuro marido en «El rey rana». Únicamente gracias a su insistencia se lleva a cabo este feliz enlace. La orientación paterna, que contribuye a la formación del super-yo —hay que cumplir las propias promesas por muy descabelladas que sean—, desarrolla una conciencia responsable. Se requiere una conciencia semejante para lograr una feliz unión personal y sexual, que, sin una conciencia madura, carecería de seriedad y estabilidad.

Pero ¿qué papel desempeña la rana? También ella debe madurar antes de que se lleve a cabo la unión con la princesa. Su desgracia es una prueba de que la relación de amor y dependencia respecto a la figura materna es una condición previa para poder convertirse en un ser humano total. Como todo niño, la rana desea una existencia completamente simbiótica. ¿Qué niño no ha deseado alguna vez sentarse en el regazo de la madre, comer de su plato, beber de su vaso, encaramarse a su cama y dormir con ella? No obstante, al cabo de un tiempo, ha de negársele al niño esta simbiosis con la madre porque impediría su desarrollo normal e individual. Por mucho que el pequeño desee permanecer en la cama junto a su madre, ésta debe «echarlo» sin contemplaciones, lo cual constituye una experiencia dolorosa pero necesaria si quiere alcanzar la independencia. Únicamente cuando el progenitor impide que esta unión simbólica continúe, el niño empieza a ser él mismo; al igual que la rana «expulsada» de la cama se libera de la esclavitud que la somete a una existencia inmadura.

El pequeño es consciente de que lo mismo que la rana, tenía y tiene que trascender a un nivel superior de existencia. Este proceso es completamente normal, ya que la vida del niño comienza a un nivel inferior, motivo por el cual no hay ninguna necesidad de explicar por qué el héroe aparece bajo la forma de un animal inferior al principio de las historias del ciclo animal-novio. El niño sabe que su situación no se debe a ningún hechizo ni fuerza maléfica que haya actuado sobre su persona, sino que está determinada por el orden natural de las cosas. La rana comienza por vivir en el agua, al igual que el niño nace en un medio acuoso. Desde un punto de vista cronológico, los cuentos de hadas se anticipan a nuestros conocimientos de embriología, gracias a la cual sabemos que el feto humano pasa por distintos estadios de desarrollo antes del nacimiento, al igual que la rana sufre, en su desarrollo, una metamorfosis.

Pero ¿por qué de entre todos los animales es precisamente la rana (o el sapo, en «Las tres plumas») la que simboliza las relaciones sexuales? Por ejemplo, en «La bella durmiente» es una rana la que anuncia el nacimiento de la niña. Comparada con los leones u otras bestias feroces, la rana (o el sapo) no inspira temor; es un animal completamente inofensivo. Si se la experimenta de modo negativo, el único sentimiento válido es la repugnancia, como en «El rey rana». Ninguna otra historia ilustra mejor el modo de transmitir al niño el mensaje de que no tiene por qué temer los aspectos repugnantes (para él) del sexo. La historia de la rana —su comportamiento, lo que le sucede a la princesa en relación con el animal, y lo que acontece finalmente entre ambas— confirma la natural repugnancia que se experimenta cuando uno no está listo para enfrentarse al sexo, y prepara al niño para que lo desee en el momento oportuno.

Aunque, según las teorías psicoanalíticas, nuestros impulsos sexuales ejercen una influencia en nuestras acciones y comportamiento desde el inicio de nuestra vida, existe una gran diferencia entre el modo en como se manifiestan estos impulsos en el niño y en el adulto. Al utilizar a la rana como símbolo sexual, esto es, a un animal que, en su primer período de vida, se presenta bajo una forma —renacuajo— completamente distinta de la que adoptará en su madurez, la historia habla al inconsciente del niño y le ayuda a aceptar la forma de sexualidad adecuada a su edad, transmitiéndole, al mismo tiempo, la idea de que, a medida que vaya creciendo, su sexualidad se desarrollará, también, y experimentará una metamorfosis que desembocará en una forma satisfactoria y definitiva.

A nivel inconsciente, existen otras asociaciones más directas entre el sexo y la rana. Preconscientemente, el niño conecta las sensaciones de viscosidad y humedad que la rana (o el sapo) evoca en él con las mismas que atribuye a los órganos sexuales. La capacidad que tiene la rana para hincharse cuando está excitada provoca asociaciones inconscientes con la erectibilidad del pene.
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Por muy repulsiva que resulte la rana, tal como se la describe en «El rey rana», la historia nos indica que incluso un animal tan repugnantemente viscoso puede convertirse en un ser hermoso, mientras todo suceda del modo preciso y en el momento adecuado.

El niño tiene una afinidad natural con los animales y, a menudo, se siente más próximo a éstos que a los adultos, deseando compartir lo que le parece ser una vida fácil de total libertad y placeres instintivos. Sin embargo, debido a esta afinidad, el niño se angustia al pensar que sus cualidades no son tan humanas como deberían ser. Este tipo de cuentos contrarrestan este temor, haciendo de la existencia del animal una crisálida de la que surgirá una persona mucho más atractiva.

El considerar los aspectos de nuestra sexualidad como algo parecido a un animal tiene consecuencias sumamente graves, hasta el extremo de que mucha gente no logra liberar nunca sus experiencias sexuales —o las de los otros— de estas connotaciones. Así pues, es necesario aclarar a los niños que aunque el sexo puede aparecer, en un principio, como algo repugnante, si encontramos el camino correcto para aproximarnos a él, la belleza surgirá tras esta apariencia repulsiva. En este sentido, el cuento de hadas, aun sin mencionar ni aludir siquiera a las experiencias sexuales como tales, alcanza mayor profundidad psicológica que gran parte de la educación sexual consciente. La educación sexual moderna intenta demostrar que el sexo es algo corriente, que engendra placer y que, incluso, es hermoso e imprescindible para la supervivencia del hombre. No obstante, fracasa, porque no es lo suficientemente convincente para el niño, ya que no se basa en el supuesto de que el pequeño experimenta el sexo como algo desagradable ni tiene en cuenta que este punto de vista desempeña una importante función protectora para él. El cuento de hadas, al compartir con el niño la idea de que la rana (o cualquier otro animal) es algo repugnante, obtiene la confianza del pequeño, creando, así, el firme convencimiento de que, tal como la historia le asegura, esta repulsiva rana, a su debido tiempo, se mostrará como un compañero encantador. Este mensaje se transmite sin mencionar, de modo plausible, nada referente al sexo.

«Eros y Psique»

En la versión más famosa de «El rey rana», la transformación que el amor hace posible se lleva a cabo en un momento de violenta autoafirmación, provocada por la repulsión que despiertan los sentimientos más profundos. Una vez puestos de manifiesto, estos sentimientos se transforman repentinamente en lo contrario de lo que eran. En otras versiones de la historia han de transcurrir tres noches o tres semanas para que el amor pueda realizar esta maravilla. En numerosos cuentos del ciclo animal-novio la consecución del amor verdadero requiere años de interminables esfuerzos. Contrariamente a los resultados inmediatos que se alcanzan en «El rey rana», estas versiones advierten de que intentar acelerar las cosas, tanto en el sexo como en el amor —es decir, intentar descubrir apresuradamente y a escondidas qué representa el amor para una persona—, puede tener consecuencias desastrosas.

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