La tradición occidental de las historias del ciclo animal-novio comienza con el relato de Apuleyo, «Eros y Psique», que data del siglo II d.C. y que procede de fuentes aún más lejanas.
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Esta historia forma parte de una obra mucho más extensa, las
Metamorfosis
, que, como su título indica, trata de las causas de tales transformaciones. Aunque Eros sea un dios en el relato «Eros y Psique», esta historia tiene importantes aspectos que son comunes también a los cuentos del ciclo animal-novio. Eros sigue permaneciendo invisible para Psique. Dejándose llevar por sus dos hermanas perversas, Psique llega a la convicción de que su amante —y el sexo— es repulsivo, «una serpiente enorme formada por mil segmentos». Eros es una divinidad, y Psique se convierte, a su vez, en una diosa. Afrodita, cegada por los celos que siente hacia Psique, es la culpable de todo lo que sucede. Actualmente, «Eros y Psique» es más conocido como mito que como cuento de hadas. Sin embargo, es necesario comentarlo aquí porque ha ejercido una enorme influencia en gran cantidad de cuentos occidentales del ciclo animal-novio.
En esta historia aparece un rey que tiene tres hijas. Psique, la menor de ellas, es tan hermosa que provoca los celos de Afrodita. Ésta ordena a su hijo, Eros, que castigue a Psique haciendo que se enamore del hombre más abominable del mundo. Los padres de Psique, preocupados porque ésta no había encontrado esposo, consultan el oráculo de Apolo. El oráculo predice que Psique deberá ser conducida a lo alto de un acantilado para convertirse en la presa de un monstruo en forma de serpiente. Puesto que esta predicción equivale a la muerte, Psique es transportada al lugar preciso en una procesión funeraria, preparándola para el sacrificio. Pero una suave brisa empujó a Psique al fondo del acantilado, depositándola cuidadosamente en un palacio vacío donde sus deseos habían de ser cumplidos. En ese lugar, Eros, alzándose contra las órdenes de su madre, oculta a Psique tras convertirla en su amante. En la oscuridad de la noche, hábilmente disfrazado, Eros se reúne con ella.
A pesar de todas las comodidades de que goza, Psique se siente sola durante el día; conmovido por sus súplicas, Eros consiente que las celosas hermanas de Psique vayan a visitarla. Fuera de sí por la envidia, la convencen de que está viviendo con una «enorme serpiente formada por mil segmentos» de la que espera un hijo, tal como predijo el oráculo. Finalmente, las hermanas logran persuadirla para que corte la cabeza del monstruo. Convencida por sus palabras y actuando en contra de las advertencias de Eros —que le había prohibido ver su rostro—, Psique planea matarlo mientras duerme. Al acercarse a Eros e iluminar su cara con una lámpara de aceite, Psique descubre que se trata de un apuesto joven. En su desazón, deja caer involuntariamente una gota de aceite sobre el cuerpo de Eros, que se despierta y la abandona. Desesperada, Psique intenta quitarse la vida pero es rescatada en el último momento. Atormentada por el odio y los celos de Afrodita, Psique tiene que pasar por una serie de terribles experiencias, entre ellas el descenso a los infiernos. (Las hermanas perversas intentan sustituir a Psique en el amor de Eros y, con la esperanza de que el viento las transporte al palacio oculto, se arrojan por el acantilado y perecen en el intento.) Eros, restablecido ya de la herida que Psique le causó y conmovido por el arrepentimiento de ésta, convence a Zeus de que le conceda, también a ella, la inmortalidad. Se casan en el Olimpo y tienen un hijo llamado Placer.
Las flechas de Eros provocan deseos sexuales incontrolables. En el relato de Apuleyo se utiliza su nombre latino, Cupido, que representa exactamente lo mismo en lo que a los deseos sexuales se refiere. Psique es el término griego que designa el alma. En «Eros y Psique», el neoplatónico Apuleyo convirtió lo que probablemente no era más que un antiguo cuento griego de una hermosa muchacha, desposada con una monstruosa serpiente, en una alegoría que, según Robert Graves, simboliza el progreso del alma racional hacia un amor intelectual.
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Esta interpretación no deja de ser cierta, aunque no haga plena justicia a la enorme riqueza de la historia.
Para empezar, la predicción de que Psique será arrebatada por una horrible serpiente expresa, de modo patente, las angustias sexuales de la doncella inexperta. La procesión funeraria que transporta a Psique a su destino representa el final de la virginidad, pérdida que no siempre se acepta tan fácilmente. La rapidez con que Psique se deja convencer para matar a Eros, con el que comparte su lecho, indica los intensos sentimientos negativos que alberga una muchacha contra aquel que la ha privado de su virginidad. El ser que ha aniquilado a la inocente doncella que había en su interior, merece, en cierto modo, ser despojado de su virilidad — como ella lo fue de su virginidad—, cosa que está simbolizada por el plan que traza Psique para cortar la cabeza de Eros.
La vida placentera, pero monótona, de que goza Psique en el palacio, en el que fue depositada por el viento y donde todos sus deseos se ven satisfechos, sugiere un tipo de vida esencialmente narcisista que da a entender que, a pesar de su nombre, la conciencia no forma parte todavía de su existencia. El placer sexual ingenuo es muy diferente del amor maduro basado en el conocimiento, la experiencia y el sufrimiento. Según la historia, la sabiduría no se obtiene mediante una vida de placeres fáciles. Psique intenta alcanzar el conocimiento cuando, actuando en contra de las advertencias de Eros, ilumina el rostro de su amante. Pero la historia nos previene de que el intentar llegar a la conciencia, antes de estar lo suficientemente maduro para ello, comporta graves y duraderas consecuencias; la conciencia no puede obtenerse de una sola vez. Al ir en busca de una conciencia madura, uno pone a prueba su propia vida, al igual que Psique cuando intenta suicidarse a causa de su desesperación. Las increíbles dificultades por las que tiene que pasar la muchacha simbolizan los problemas con los que se enfrenta el hombre cuando las cualidades superiores de la mente (Psique) tienen que unirse a la sexualidad (Eros). No es el hombre físico, sino el espiritual, el que debe volver a nacer listo ya para la conjunción de la sexualidad con la sabiduría. Este hecho está representado por la entrada de Psique en los infiernos y su retorno del mundo de las tinieblas; la unión de los dos aspectos del hombre lleva consigo una nueva existencia.
Es necesario mencionar en este apartado otro de los detalles significativos de esta historia: Afrodita no se limita a ordenar a su hijo que lleve a cabo la malvada acción, sino que, además, lo seduce sexualmente para que lo haga. Los celos de la diosa llegan a su punto máximo cuando se entera de que Eros, no sólo ha actuado en contra de sus designios, sino que —aún peor— se ha enamorado de Psique. Así pues, según la historia, los dioses no están libres de problemas edípicos; se trata en este caso del amor edípico y de los celos posesivos de una madre respecto a su hijo. No obstante, también Eros debe madurar para poder unirse a Psique. Antes de entrar en contacto con ella, era el más despreocupado e irresponsable de los dioses menores, y no empieza a luchar por su independencia hasta que se rebela contra los mandatos de Afrodita. Finalmente, no alcanza un estado superior de conciencia hasta que Psique le hiere y le conmueve con sus súplicas.
«Eros y Psique» es un mito y no un cuento, aunque contenga algunos rasgos típicos de esta clase de relatos. En primer lugar, uno de los protagonistas es un dios y el otro alcanza la inmortalidad, cosa que no sucede con ningún personaje de cuento de hadas. A medida que se va desarrollando la historia, los dioses se inmiscuyen en todo lo que ocurre; por ejemplo, cuando evitan el suicidio de Psique, cuando la obligan a pasar por terribles experiencias o cuando le proporcionan la ayuda necesaria para sobrevivir. Al contrario de los personajes equivalentes en las historias del ciclo animal-novio o animal-novia, Eros es siempre él mismo; únicamente Psique, confundida por la predicción del oráculo y engañada por sus hermanas —o por su angustia sexual—, imagina que es una bestia horrible.
Sin embargo, este mito ha ejercido una influencia considerable en las historias del ciclo animal-novio procedentes del mundo occidental. Encontramos en este relato, por primera vez, el tema de dos hermanas mayores, perversas, que sienten celos de la menor de ellas, indiscutiblemente más hermosa y virtuosa. Las hermanas intentan destruir a Psique, la cual, a pesar de las enormes dificultades que debe vencer, consigue la victoria final. Por otra parte, el cariz trágico que toma la historia se debe a que la novia, haciendo caso omiso de las advertencias de su marido (le había prohibido mirarle y acercar luz alguna a su rostro), desobedece sus órdenes, tras lo que se ve obligada a vagar por el mundo hasta volver a reunirse con él.
Aparte de todo lo que hasta ahora se ha dicho, encontramos, también por primera vez, en esta narración un rasgo muy significativo del ciclo animal-novio: el novio está ausente durante el día y se presenta únicamente en medio de la mayor oscuridad; se cree que a plena luz es un horrible animal, para convertirse en ser humano cuando yace en la cama; en resumen, su existencia durante el día y durante la noche están totalmente separadas entre si. Examinando lo que sucede en la historia no resulta difícil adivinar que desea mantener su vida sexual al margen de todas sus actividades. La mujer, a pesar de las facilidades y placeres de que disfruta, considera que su vida está totalmente vacía: no quiere aceptar la completa separación entre los aspectos puramente sexuales de la vida y el resto de elementos de que ésta se compone. Por esta razón, intenta por todos los medios que se produzca la unión que desea. Sin embargo, desconoce los terribles esfuerzos que se requieren para conseguirlo. Por último, Psique no ceja en sus intentos por unir los aspectos del sexo y del amor con el resto de elementos vitales y termina por triunfar plenamente.
Si no se tratara de un relato muy antiguo, se podría pensar que uno de los mensajes inherentes a los cuentos de hadas pertenecientes a este ciclo tiene una gran actualidad: aun teniendo en cuenta las terribles consecuencias que pueden derivarse de sus intentos de conocerlo todo, la mujer no se conforma con su ignorancia acerca de la vida y el sexo. Por muy placentera que resulte una vida llena de ingenuidad, se trata siempre de una existencia muy vacía que no debe aceptarse. A pesar de las dificultades que comporta la nueva existencia llena de conciencia y cualidades humanas que la mujer tiene que alcanzar, la historia deja bien claro que este es el camino que se debe seguir. Si no fuera así, no tendríamos historia alguna: no valdría la pena contar cuentos ni habría ninguna historia válida para la vida de la mujer.
Una vez ha conseguido superar su visión del sexo como algo horrible y brutal, la mujer no se siente satisfecha con ser considerada un mero objeto sexual ni con la idea de que se la relegue a una vida de ocio e ignorancia. Para que una pareja alcance la felicidad, debe compartir todos los aspectos de la vida, estando ambos al mismo nivel. Según se desprende de las historias, es difícil lograr este objetivo para los dos miembros al mismo tiempo, pero no puede evitarse si quieren conseguir la felicidad el uno junto al otro. Este es el mensaje implícito de muchos cuentos del ciclo animal-novio, aunque en unos resulta más evidente que en otros, como es el caso de «La bella y la bestia».
«El cerdo encantado» es un cuento de hadas rumano no demasiado conocido en nuestros días.
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Trata de un rey que tenía tres hijas. Cuando llegó el momento de partir hacia la guerra, les recomendó que se portaran bien y que cuidaran del palacio, advirtiéndoles de que no entraran en una de las habitaciones, pues, de lo contrario, una terrible desgracia se cerniría sobre ellas. Durante su ausencia, los días transcurren apaciblemente hasta que la mayor de las hijas intenta convencer a las otras dos para entrar en la habitación prohibida. La menor se opone tenazmente, pero la mediana consiente en acompañar a su hermana, que abre la puerta y se encuentra ante una enorme mesa, en la que se halla un libro abierto. En primer lugar, la mayor lee lo que está escrito: se casará con un príncipe del este. Después, la otra hermana vuelve la página y descubre que se casará con un príncipe del oeste. La menor no quiere desobedecer las órdenes, pero las otras la obligan a conocer su destino: se casará con un cerdo del norte.
Al regreso del rey, las dos hijas mayores no tardan en casarse tal como estaba escrito. Tiempo después, llega un enorme cerdo procedente del norte y pide en matrimonio a la hija menor. El rey no tiene más remedio que conceder al cerdo lo que desea y advierte a la muchacha de que acate sus órdenes sin protestar, cosa que ésta acepta. Después de la boda, en el viaje de vuelta a casa, el cerdo cae en una ciénaga, quedando cubierto de barro. En aquel momento le pide a su esposa que le dé un beso; ésta, recordando las palabras de su padre, satisface el deseo del animal tras haberle limpiado el hocico con un pañuelo. De noche, la muchacha se da cuenta de que el cerdo, cuando está en la cama, se convierte en un hombre, pero, por la mañana, recobra su apariencia de animal.
La esposa le pregunta a una bruja que pasa por delante de su casa cómo puede evitar que su marido se vuelva a convertir en un cerdo; la hechicera le aconseja que le ate un hilo alrededor de una pierna por la noche y así conseguirá evitar que se transforme de nuevo en un animal. La muchacha realiza esta indicación, pero su marido se despierta y le dice que, al haber intentado acelerar las cosas, debe abandonarla y no se volverán a reunir «hasta que hayas gastado tres pares de zapatos de hierro y redondeado la punta de una vara de acero mientras vas en mi busca». Dicho esto, desaparece y comienzan las interminables andanzas de la muchacha, que la llevan hasta la luna, el sol y el viento. En cada uno de estos lugares, se le ofrece un pollo para comer y se le advierte de que guarde los huesos; se le indica también cuál ha de ser la próxima etapa de su viaje. Por fin, cuando ya ha gastado los tres pares de zapatos de hierro y su vara de acero ya casi no tiene punta, llega a un lugar muy alto, donde se le dice que habita su marido. Sin embargo, la muchacha no puede llegar hasta allí, por lo que se le ocurre la idea de que los huesos de pollo, que hasta entonces ha ido conservando, pueden ayudarla. Coloca un hueso junto a otro y éstos se van uniendo entre sí hasta formar una escalera por la que trepa hasta el lugar señalado. Pero, en el último momento, se da cuenta de que falta un hueso para construir el último eslabón y, tomando el cuchillo, se corta el dedo meñique, que le permite llegar al final y reunirse con su marido. Durante este tiempo, el hechizo del que su marido era presa ha dejado de existir. El cuento termina cuando heredan el reino del padre y «gobernaron como sólo los reyes que han pasado por grandes penalidades saben hacerlo».