Read Tatuaje I. Tatuaje Online
Authors: Javier Peleigrín Ana Alonso
Tags: #Aventuras, Infantil y juvenil
—Me contó lo de los clanes —le dijo, sondeando la oscuridad de sus ojos—. Es increíble, tardaré bastante tiempo en asimilarlo. Aunque, en realidad, creo que en cierto modo ya lo sabía; ya sé que suena absurdo, pero es la sensación que tengo.
Una mezcla de enfado e inquietud transformó la mirada de Jana.
—Te habló de los clanes —murmuró, pensativa—. Supongo que lo haría con el permiso de su padre… Tendrá problemas, si no. Implicar a un humano en nuestra historia no es algo que pueda hacerse a la ligera.
—Él no ha sido el que me ha implicado —respondió rápidamente Álex—. Habéis sido vosotros, David y tú. Ahora ya estoy dentro, lo quiera o no. El tatuaje tiene la culpa.
Jana se sirvió un poco de café en la taza que Alex acababa de tenderle. En su boca apareció una mueca de desprecio.
—Vamos, Álex, no seas ingenuo. ¿Crees que la culpa de todo la tiene el tatuaje? Tú ya estabas involucrado en nuestra historia, aunque no lo supieras. ¿O crees que Erik ha estado junto a ti todo este tiempo por casualidad? Todos estos años ha estado vigilándote.
Álex removió ceñudo el café de su taza. Empezaba a tener la impresión de que la rivalidad entre Jana y Erik era más fuerte que lo que ninguno de los dos sentía por él.
—Él dice que, en realidad, ha estado protegiéndome. Me contó lo de la profecía…
Toda esa historia del Guardián de las Palabras.
La sonrisa de Jana se convirtió en una mueca crispada.
—Ese imbécil… Entonces, ¿te lo dijo? ¿Te lo dijo todo?
Álex se bebió un largo sorbo de café antes de asentir. Le complacía tener a Jana así, sobre ascuas, aunque solo fuera por unos instantes.
—Me contó que los medu creéis que yo soy el Ultimo Guardián, o que podría serlo.
Lo que no entiendo es por qué no me habéis destruido ya, si pensáis que puedo ser tan peligroso…
—Destruirte antes de tiempo no serviría de nada —repuso Jana con rapidez—. ¿Eso no te lo dijo? Tendría que ser justo antes de que cumplas los diecisiete años. Durante unas semanas, el espíritu del Último se volverá tan fuerte en ti que casi no parecerás humano, aunque tampoco serás inmortal. Solo en ese momento serás vulnerable… Si murieras antes, el poder del Último no haría más que cambiar de sitio. Pasaría a otro humano, pero no se destruiría. La misión de Erik es vigilarte hasta que llegue el momento clave… Y, entonces, entregarte a los suyos para que te maten. Solo los de su clan conocen el secreto para hacerlo.
Álex sintió un horrible vacío en el estómago. No podía ser que su mejor amigo quisiese acabar con él. Erik le había dicho que no era así, y deseaba creerlo.
—Erik no cree que yo sea el Último —afirmó con aparente tranquilidad.
Aquello pareció desconcertar a Jana.
—¿No lo cree? —repitió—. ¿Y por qué no iba a creerlo? Todos los drakul lo creen, por eso Óber envió a su hijo en persona a vigilarte.
—Pues Erik no lo cree —insistió Álex—. Y es posible que, ahora, el resto de su clan tampoco lo crea. Según me dijo, David me ha hecho un gran favor tatuándome… Se supone que los guardianes no pueden ser tatuados.
Jana jugueteaba en silencio con la cucharilla del café, formando pequeñas olas marrones en el interior de la taza.
—En eso puede que tenga razón —murmuró, pensativa—. Es algo con lo que David debería haber contado. Francamente, no sé si nos conviene… Ahora empezarán a plantearse cosas que antes ni siquiera se les habrían ocurrido.
—Ya veo; o sea, que el hecho de que ya no quieran matarme podría ser malo para ti.
Jana lamió la cuchara lentamente, con una chispa de burla en la mirada.
—No te lo tomes todo como algo personal —contestó—. Esta historia es mucho más complicada de lo que parece, y tú solo eres un peón en un juego bastante complicado entre los clanes. Si fueras el Último la cosa cambiaría, desde luego. Pero yo siempre he sabido que no lo eras… Mi madre tenía pruebas de que no lo eras. Por eso la asesinaron.
Álex se echó a reír sin dejar de mirarla. La frialdad de Jana en un momento como aquel no dejaba de resultar divertida.
—Está bien, no me lo tomaré como algo personal —dijo cuando logró dejar de reírse—. Si intentan matarme, recordaré que solo soy un peón en un juego mucho más importante y que no tengo que tomármelo tan a la tremenda.
De repente sus ojos se ensombrecieron.
—¿Y lo de mi padre? —preguntó—. ¿Eso tampoco tengo que tomármelo como algo personal? David no parecía pensar de esa forma… Me dijo que me había hecho el tatuaje porque quería convencerme de que colaborase con vosotros para descubrir al asesino de vuestros padres, que también habría matado al mío. Jana se mordió el labio inferior.
—¿Te dijo eso? —preguntó, esforzándose por no parecer excesivamente sorprendida—. Es típico de David…
—Pues es lo único que tiene sentido de todo lo que me habéis contado hasta ahora —la interrumpió Álex con aspereza. Oye, Jana, tú sabes lo que siento por ti, pero eso no significa que esté dispuesto a dejar que juegues conmigo. Tú y Erik estáis intentando utilizarme no sé con qué propósito. Los dos intentáis convencerme de que el otro me considera un gran peligro y quiere matarme. A mí todo eso me suena un poco irreal, qué quieres que te diga… En cambio, David me ha puesto sobre una pista que sí merece la pena. Todo el mundo creía que mi padre se había suicidado, pero tu hermano tiene pruebas de que no fue así. Lo mataron… ¿Ves? Eso sí me interesa. Por eso sí estoy dispuesto a cooperar. Quiero saber lo que pasó, y quiero saber quién lo hizo. Lo demás… Bueno, todo eso de que yo podría ser una especie de ángel exterminador de vuestros clanes es tan ridículo que no entiendo cómo alguien ha podido tomárselo en serio.
Jana lo observó durante unos momentos con expresión calculadora.
—Te sientes demasiado normal, ¿verdad? —dijo en voz baja—. Demasiado corriente como para creer que dentro de ti late algo tan poderoso como el poder del Último. Sin embargo, si fuera cierto, dentro de unos pocos meses empezarías a sentirlo… Las fechas se acercan. Y, Álex, da lo mismo lo que tú creas, lo importante es lo que crean los demás. Yo estoy de tu lado, e incluso es posible que Erik también lo esté, aunque seguro que, cuando llegue el momento, hará lo que su padre le ordene. Pero, de todas formas, hay mucha más gente en los clanes, y tienen miedo… El tatuaje puede ayudar a convencer a muchos de que no eres el que creían, pero no los convencerá a todos.
Sigues estando en peligro, y no deberías tomártelo a risa.
—Muy bien, no me lo tomaré a risa, entonces —replicó Álex—. Pero sigue interesándome más lo otro… El asesinato de mi padre, y la posible conexión con la muerte de tus padres. ¿A ti no te interesa? —preguntó con curiosidad.
—Claro que sí —respondió Jana, sombríamente—. Pero no veo cómo puedes conseguir lo que David y yo no hemos logrado. No te ofendas, pero no eres más que un humano normal y corriente, y no creo que un humano averigüe lo que dos descendientes de Agmar no han podido averiguar.
Álex la miró largo rato a los ojos.
—He visto al asesino —dijo en tono sereno.
Esta vez había logrado sorprender a Jana de verdad. La respiración de la muchacha se volvió más superficial y agitada. No hacía falta la intensificación de los sentidos provocada por el tatuaje para darse cuenta.
—No te entiendo —murmuró—. ¿Cuándo lo has visto? ¿Cómo sabes que era él?
—Estaba junto al cadáver de mi padre, rebuscando entre su ropa.
La palidez de Jana crecía por momentos.
—¿Estabas allí cuando ocurrió? ¿Por qué no me lo habías contado antes? ¿Por qué no se lo dijiste a David?
—Yo no estaba allí, Jana. Pero tuve un sueño cuando perdí el conocimiento, después de besarte. En realidad, creo que fue más bien una visión. El asesino estaba junto a mi padre, y le disparó. No sé si podría reconocer su cara… Estaba cubierta de sombras.
Pero vi sus alas: dos alas maravillosas, cubiertas de ojos de plata. Fuera lo que fuera esa criatura, no parecía humana.
—Podría ser Ardrach —murmuró la muchacha con los ojos agrandados por el miedo—. Así es como lo describen las crónicas…
—¿Quién es?
—Un antiguo demonio alado, un ser de otra era. Dicen que Drakul, el fundador del clan al que pertenece Erik, lo invocó para vencer al Último Guardián, salvando así a los medu de una destrucción completa. Pero no sabía que… No imaginaba que hubiera vuelto.
Álex removió con la cucharilla el azúcar pegado al fondo de su taza de café, concentrado en controlar el temblor de su mano.
—¿Crees que lo envió alguien?
Jana soltó una risita apagada.
—Claro que lo envió alguien. Ardrach está ligado a los drakul desde hace siglos…
Tuvieron que ser ellos.
Álex levantó la vista de la taza de café y la fijó en el rostro marmóreo de Jana.
—Otra vez Erik —dijo en voz baja.
—Él era muy joven cuando tu padre murió. Puede que ni siquiera sepa lo ocurrido…
No, más bien échale la culpa a su padre, Óber. Él es el jefe actual de los drakul, y está convencido de que el destino lo ha elegido para derrotar al Último, como hizo su antepasado.
—O sea, que mi padre habría muerto por intentar protegerme. Pero ¿por qué ese monstruo no acabó conmigo, en lugar de tomarla con él? Le habría resultado muy fácil, entonces solo era un niño indefenso…
—Ya te lo he explicado —replicó Jana con cierta impaciencia—. Si hubieses muerto entonces, el poder del Último habría pasado a otra persona. Era mejor tenerlo localizado hasta que el momento llegara.
Los dos callaron durante unos minutos, cada cual sumido en sus pensamientos.
—Esa cosa habló —dijo Álex de pronto.
Jana arrugó la frente.
—¿Recuerdas lo que dijo? —preguntó—. Puede ser importante…
Álex dudó antes de contestar. Era consciente de que Jana le había mentido ya en varias ocasiones, y no quería correr riesgos innecesarios revelándole información que ella desconocía. Pero, por otro lado, sabía que, si quería avanzar en el esclarecimiento delo que le había ocurrido a su padre, necesitaba contar con ella.
—Habló de una piedra —confesó por fin—. Le exigió a mi padre una piedra azul a cambio de su vida… Pero, a pesar de todo, él no se la dio.
Jana se había levantado como movida por un resorte. Apoyándose con las manos en la mesa de la cocina, se inclinó hacia el muchacho con los ojos brillantes.
—Una piedra azul. Claro, tenía que ser eso —murmuró casi sin vocalizar Aparentemente, no le preocupaba demasiado si Álex la oía o no la oía—. Por fin empieza a encajar todo. Todas las piezas del puzle…
—¿Sabes qué piedra es? —preguntó Álex, asombrado.
Por toda respuesta, Jana se llevó una mano al cuello y acarició con dos dedos una zona de su piel situada justo en el centro, entre las dos clavículas.
Entonces sucedió algo increíble. Allí donde los dedos de Jana habían frotado, se materializó una pequeña piedra ovalada e intensamente azul. Al principio solo fue un fragmento, y luego, poco a poco, fue creciendo hasta adquirir su tamaño final. Por último, un rizo de plata se engarzó a la gema y, a ambos lados, uno por uno, fueron apareciendo los diminutos eslabones de una cadena de plata alrededor del cuello de la muchacha.
—La Luna Azul de Sarasvati —murmuró ella, sin dejar de acariciar la joya—. Esto era lo que el monstruo quería. Por eso mató a tu padre.
Álex se preguntó si estaba viendo un espejismo. Por un momento, cerró los párpados con fuerza, hasta que la oscuridad se pobló de destellos rosados. Cuando abrió los ojos de nuevo, la piedra seguía allí.
—¿Qué es? —acertó a preguntar.
—No lo sé exactamente —musitó Jana—. Mi madre sí debía de saberlo, pero murió demasiado pronto y no tuvo tiempo de trasmitírnoslo ni a David ni a mí. La encontré en su habitación, oculta bajo un hechizo muy poderoso… El mismo que empleo yo ahora para llevarla siempre encima sin que nadie la vea.
—Pero ¿tiene algún significado? ¿Por qué querría alguien matar por ella?
Jana se encogió de hombros.
—Cada clan medu tiene una especialidad en el mundo de la magia. En el clan de Agmar, esa especialidad son las visiones. Podemos ver algunas cosas que no han sucedido todavía, y eso nos permite actuar para que sucedan o para que jamás lleguen a suceder, según lo que nos convenga. Pero las visiones duran poco, y no siempre son claras. A veces las protegemos encerrándolas en un objeto, donde pueden permanecer durante mucho tiempo. Yo sospecho que esta piedra contiene una visión, una visión muy importante… Pero, por más que lo he intentado, todavía no he logrado extraerla.
Lo único que sé es que lleva tu nombre, como una llave sonora que controla su secreto.
—Entonces, ¿contiene una visión de tu madre?
Jana asintió.
—Probablemente, una visión relacionada contigo.
La mente de Álex trabajaba a un ritmo vertiginoso.
—Quizá la prueba de que yo soy el Último —dijo, y sonrió pensativo—. O eso creía el padre de Erik, y por eso le interesaba tanto conseguirla.
—No, no puede ser eso —dijo Jana—. Mi madre no creía que tú fueras el Último Guardián. De lo contrario, no lo habría ocultado. Proteger al Último Guardián supondría colaborar en la destrucción de los medu, y mi madre jamás habría hecho eso. A no ser que…
—A no ser… ¿qué?
—Mi madre, en los últimos tiempos antes de su muerte, había desafiado abiertamente a Óber. Quizá la visión tenga algo que ver con eso.
—Ya…, pero ¿por qué esa cosa creía que mi padre tenía la piedra?
—Quizá la piedra fuera de tu padre, y se la diese a mi madre para que la protegiese con un hechizo. Puede que ese fuera el motivo de que tu padre viniese a casa unas cuantas veces por aquella época. David y yo nos acordamos muy bien, las visitas de humanos corrientes a nuestra casa no eran nada frecuentes. Tu padre se encerraba con mi madre en la biblioteca y permanecían allí varias horas, hablando.
—¿Tu padre no participaba? Jana negó con la cabeza.
—No. Mi padre era un miembro del clan de los drakul que cayó en desgracia al casarse con mi madre. Óber nunca se lo perdonó, y se las ingenió para arrebatarle todos sus poderes. Por eso, él generalmente se mantenía al margen de todo lo que tuviera que ver con los clanes. Lo que sí recuerdo es que, cuando tu padre venía, se encargaba de controlarnos a David y a mí para que no aporreásemos la puerta de la biblioteca.
Álex sonrió al recordar su conversación con David en el parque.