Tatuaje I. Tatuaje (17 page)

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Authors: Javier Peleigrín Ana Alonso

Tags: #Aventuras, Infantil y juvenil

—Tu hermano intentó convencerme de que entre mi padre y tu madre había «algo». Parecía insinuar que eran amantes… Sonaba bastante increíble.

Jana hizo una mueca.

—David quería que nos ayudases sin contarte nada realmente importante —contestó—. Está obsesionado con la venganza. Lo único que parece importarle en este mundo, aparte de sus malditos tatuajes, es destruir a los asesinos de nuestros padres. Hay que ponerse en su lugar; estaba muy unido a mi madre, para él fue un golpe tremendo… —¿Más que para ti? La pregunta cogió a Jana por sorpresa.

—No, no quiero decir eso. Yo también estaba muy unida a mi madre, y ella me transmitió todo lo que sé de magia. Pero con David tenía una afinidad especial…

Supongo que es el arte. Para David, sus tatuajes son un fin en sí mismos. No le importan las consecuencias que puedan traer; son desafíos, retos que se plantea. Mi madre también era un poco así… Yo, en eso, no me parezco a ellos. Utilizo los tatuajes para conseguir lo que quiero. Es lo único que me interesa.

—En todo caso, David se alegrará cuando le cuentes lo de mi visión. Al final se ha salido con la suya… Me ha sacado la información que buscaba.

Jana asintió sin mucho entusiasmo.

—Es un primer paso —dijo—. Pero mientras no averigüemos el secreto que contiene la piedra, no nos servirá de mucho.

—Al menos sabéis quiénes fueron los culpables de la muerte de mi padre, y probablemente de los vuestros…

—Eso ya lo sospechábamos desde hacía tiempo. ¿Quién podía ser si no Óber?

El pesimismo de Jana era contagioso.

—¿Y no hay ninguna manera de extraer esa visión de la piedra? Quiero decir… Si vosotros no podéis, alguien tiene que ser capaz.

—¿Crees que le confiaría algo tan importante a alguien que no fuera de mi familia? —preguntó Jana, sonriendo desdeñosamente. No; algún día podremos hacerlo.

Tenemos que mejorar nuestros poderes… Eso es todo.

—Puede que aún seáis demasiado jóvenes. Aquello hizo reír a Jana.

—¿Demasiado jóvenes? —repitió—. No, créeme, ese no es el motivo.

Álex sintió un repentino vacío en el estómago.

—No irás a decirme que tienes mil años, o algo así…—musitó Jana volvió a reír, esta vez con más ganas aún que la primera.

—¡Qué disparate! No, claro que no. Mi vida es igual que la de cualquier humano, Álex. Tengo la edad que aparento tener, y soy tan «material» como cualquier persona. Creí que ya te habías dado cuenta de eso la otra noche, cuando empezamos a besarnos…

Se interrumpió, algo arrepentida de haber sacado aquel tema.

—Sí, me pareciste muy humana —dijo Álex, mirándola con ojos como brasas.

El tatuaje había comenzado a arderle como una quemadura, recordándole lo peligroso que podía ser para él seguir avanzando en esa dirección.

Sin embargo, el deseo de volver a tocar a Jana, aunque solo fuese por un instante, era más intenso y devorador que el dolor del tatuaje.

—No he debido recordártelo —se reprochó Jana, leyendo en su mirada—. Lo que quería decir era que, si no hemos podido extraer el secreto de la piedra, no es porque seamos demasiado jóvenes. David y yo hemos crecido con la magia, hemos aprendido a practicarla al mismo tiempo que a hablar, así que no se puede decir que seamos inexpertos. Pero esta piedra tiene algo especial… Algún día averiguaremos qué es.

Álex seguía mirándola con ojos de fuego, escuchando solo a medias lo que decía.

—Hazme una demostración —pidió de pronto.

La chica lo miró perpleja.

—¿Una demostración? ¿De qué?

—De tu magia. De tu poder con las visiones. Muéstrame algo del futuro, algo que tú puedas ver y yo no.

Jana lo contempló, dubitativa.

—La cosa no funciona así. Las visiones no vienen del futuro, sino de uno de los infinitos futuros posibles. Y a veces proceden del presente, o del pasado… No se puede controlar su contenido.

—Entonces, ¿no puedes tener una visión sobre mí?

Jana meneó la cabeza con tristeza.

—Para eso tendría que tocarte, y el idiota de David se ha encargado de que no pueda hacerlo.

—¿Lo lamentas? —preguntó Alex poniéndose de pie y avanzando lentamente hacia la muchacha.

Ella retrocedió hasta la pared y se quedó allí pegada, mirándolo con ojos empañados de deseo.

—Si te digo que sí, ¿te quedarás dónde estás? Álex sonrió.

—No —repuso, dando un paso más hacia ella—. Álex, por favor. Si vuelves a tocarme, podrías morir… No es posible, ¿entiendes? Nunca será posible.

Alex se detuvo a unos veinte centímetros de ella. Sentía un cosquilleo en los labios al tenerla tan cerca, y el dolor del tatuaje se había vuelto insoportable.

—¿No hay ninguna manera? —preguntó débilmente—. ¿Algún hechizo contrario?

¿Alguna forma de borrar el tatuaje?

Jana lo miraba como hipnotizada, acorralada contra la pared y totalmente incapaz de escabullirse.

—Quizá los drakul puedan hacer algo —murmuró—. Su magia es mucho más antigua que la nuestra.

—Se lo pediré a Erik —dijo Álex, alzando la mano como si fuera a acariciar el cabello de Jana y dejándola unos instantes inmóvil en el aire—. Le diré que, si no me ayuda, me moriré, lo cual es la pura verdad. Si quiere demostrarme que es mi amigo, esta será una buena ocasión…

—No te ayudará, Álex —susurró Jana con voz desfallecida—. Si quieres poner a prueba su amistad, pídele cualquier cosa menos eso. Llevamos años yendo a la misma clase, y he visto cómo me mira. Puede que ni siquiera se lo confiese a sí mismo, pero está obsesionado conmigo. Sabe que nuestros clanes son enemigos, y que nunca podremos estar juntos, claro. Sin embargo, no puede soportar la idea de que no sea suya. Lo leo en sus ojos, en su voz, en todo lo que dice y hace para intentar demostrar que me odia. Lo que me sorprende es que tú no te hayas dado cuenta.

Mientras Jana hablaba, Álex había retrocedido unos pasos y la contemplaba con fijeza.

—Pues si él no quiere ayudarnos, se lo pediremos a Óber. Le daremos la piedra a cambio, le daremos lo que nos pida. ¿Qué te parece?

La expresión de Jana se endureció.

—No pienso hacer eso —dijo—. No pienso hacer ningún trato con él. Trataría de engañarnos, y probablemente lo conseguiría.

Su sonrisa se había enfriado, y la de Álex, mientras la escuchaba, fue volviéndose más irónica.

—Lo primero es lo primero —dijo con lentitud—. Y eso no me incluye a mí, ¿verdad?

Ella se encogió de hombros, despectiva.

—Piensa lo que quieras. Tengo unos deberes para con mi clan, y hay en juego cosas mucho más importantes que lo que tú y yo sintamos o queramos. No voy a traicionar el legado de mi madre a cambio de un poco de diversión, eso puedes tenerlo claro.

Un destello de cólera atravesó los ojos del muchacho.

—¿Eso es lo que sería para ti? ¿Solo eso, diversión?

Jana se mordió el labio inferior sin dejar de sonreír, en un gesto de provocación.

—¿Por qué? ¿Te molestaría?

Álex la miró en silencio durante unos segundos.

—No intentes jugar conmigo, Jana —dijo finalmente en voz baja—. No te va a funcionar. Tengo muy claro lo que siento por ti, y me da igual si a ti todo esto te da miedo. Si no quieres ayudarme a librarme de este regalito de tu hermano, me las arreglaré solo. Y después, cuando lo haya conseguido, si lo que quieres es solo diversión, nos divertiremos. Y si quieres algo más, estaré en condiciones de dártelo.

Tú decides.

Jana había dejado de sonreír. La expresión dura y reconcentrada de su rostro indicaba que estaba librando una dura batalla en su interior.

—Quizá haya otras maneras —dijo de pronto.

Esperó a que Álex reaccionara, pero él se limitó a mirarla con ojos interrogantes.

—Hace un momento querías que te hiciera una demostración de mis poderes —continuó la muchacha—. Pues bien, voy a hacértela… Y quizá logre convencerte de que no necesitamos a Óber para… para vencer la barrera del tatuaje. Existen otras formas de tocarse, de sentir el contacto del otro.

Un destello de esperanza iluminó los ojos de Álex.

—Me estás diciendo que…

—Tú espera y verás —le interrumpió Jana—. Solo necesito algo tuyo, un objeto que hayas tocado recientemente. Pero no basta con que lo hayas tocado, tienes que haber concentrado en él toda tu atención, aunque sea por un periodo muy corto de tiempo.

Una idea empezó a abrirse camino en la mente de Álex.

—¿Un libro servirá? —preguntó, dejando traslucir su excitación.

Jana volvió a sonreírle, esta vez abiertamente.

—Claro, si le has prestado atención hace poco…

—Espera, vuelvo ahora mismo.

Álex salió en tromba de la cocina, dejando a Jana apoyada contra la pared de azulejos, turbada y pensativa.

Regresó al cabo de un momento con un libro en la mano. Se trataba del ejemplar que su hermana le había llevado a la clínica, el viejo volumen con un barco dorado grabado en el dorso.

Jana lo observó con curiosidad.

—Se parece a un libro que hay en mi casa. Tiene el mismo logotipo…

—Lo sé —dijo Álex, tendiéndole el volumen y observándola mientras ella lo hojeaba—. Lo vi en vuestra biblioteca y me acordé de que aquí teníamos otro parecido. Por eso, al volver a casa, lo estuve buscando hasta dar con él… Es interesante, trata sobre la astronomía en las civilizaciones antiguas.

Jana había llegado a la página donde se encontraba el papel vegetal que contenía aquel dibujo incomprensible que tanto había intrigado a Erik.

—¿Qué es esto? —preguntó, desplegando el papel sobre la mesa de la cocina.

—No lo sé. Un garabato de mi padre. Puede que estuviese intentando dibujar una de las constelaciones que aparecen en el libro y que trazara varios bocetos, uno sobre otro. La verdad es que no tengo ni idea.

Jana observó atentamente el dibujo durante un par de minutos. Cuando finalmente alzó la vista, sus ojos brillaban de un modo extraño.

—¿Tienes un bolígrafo negro? ¿Te importa que lo use en este papel?

Álex rebuscó en un cajón hasta encontrar lo que buscaba.

—Mi madre los guarda por todas partes —dijo, tendiéndole un bolígrafo transparente en cuyo interior se veía un tubito lleno de tinta negra—. Se los da alguien del trabajo, y los distribuye por toda la casa para tenerlos siempre a mano. ¿Vas a dibujar sobre el dibujo de mi padre?

—Quiero comprobar una cosa. Espera un momento.

Álex observó cómo los dedos de Jana temblaban al sostener el bolígrafo sobre la hoja de papel, sin llegar a rozarla. Nunca, desde que la conocía, la había visto tan alterada.

Era como si temiera hacer lo que estaba a punto de hacer, pero aun así estuviese decidida a hacerlo. Al notar que Álex la miraba con cierto asombro, no obstante, se terminaron sus vacilaciones, y el bolígrafo comenzó a trazar una línea negra siguiendo algunas de las líneas rojas ya trazadas en el dibujo.

Realizaba aquella minuciosa tarea con lentitud, esforzándose al máximo por controlar el temblor de su mano. Pasados los primeros instantes, Álex dejó de mirarla y se concentró en la figura que iba apareciendo en el papel. Despacio, pero con una sorprendente seguridad, Jana iba eligiendo en la maraña de trazos que componían el boceto aquellos que significaban algo para ella, y los marcaba con su bolígrafo.

Cuando terminó, se apartó de la mesa y se quedó un buen rato mirando en silencio el resultado de su trabajo. Las líneas negras que había destacado en el boceto componían una figura que recordaba vagamente la silueta de una cabeza de caballo vista de perfil. Los ojos de Álex iban y venían una y otra vez desde el dibujo al rostro de Jana, intentando extraer de todo aquello algún significado.

—Quizá sería mejor que trajeses otra cosa para invocar la visión —dijo la chica por fin con voz apagada—. No sé si quiero saber lo que hay detrás de esto.

Alex sonrió con una mezcla de asombro y escepticismo. Le costaba trabajo creer que Jana pudiera renunciar a saber lo que ocultaba el dibujo. Lo que ocurría era que no estaba segura de querer compartir aquel conocimiento con él… Sin embargo, no iba a tener más remedio que hacerlo.

—¿Conoces ese símbolo? —preguntó el muchacho—. Parece una cabeza de caballo, ¿no? Jana asintió con la cabeza.

—El garabato de tu padre está formado por dos dibujos superpuestos. El que no he marcado, como ves, tiene una forma bastante irregular, con muchas líneas abiertas; unas rojas y otras azules… La verdad es que no creo que signifique nada. Es demasiado raro, demasiado asimétrico. El otro, en cambio…

—El otro, ¿qué?

En lugar de terminar su frase, Jana empezó a mordisquear el extremo del bolígrafo con los ojos fijos en Álex, calculando las diferentes posibilidades que el descubrimiento que acababa de hacer abría ante ella.

—¿Estás seguro de que quieres saberlo? —preguntó muy seria—. Los otros clanes se me echarán encima si te lo cuento. Se supone que es un secreto que nos pertenece solo a los medu, y que los humanos deberían ignorar…

—¿Quieres decir que, si me lo cuentas, estaré en peligro?

Jana hizo un gesto ambiguo con los hombros.

—Es posible —admitió.

—Si a ti no te importa correr el riesgo, a mí tampoco —dijo Álex, sosteniéndole la mirada.

Jana frunció el ceño y, a la vez, esbozó algo parecido a una sonrisa.

—Está bien —dijo—. Si es eso lo que quieres… Este es el símbolo del Desterrado, y encierra una larga historia. Quizá no te interese conocerla…

Álex la interrumpió con un gesto de la mano.

—Déjate de excusas —dijo con firmeza—. Estoy listo para escuchar.

Capítulo 4

La leyenda del Desterrado es una de las más antiguas de los medu —comenzó Jana, eligiendo con cuidado sus palabras—. Se remonta a los tiempos anteriores a la última aparición del Guardián de las Palabras, es decir, a la última gran destrucción. En esa época había siete clanes…

—¿Cuántos hay ahora?

Jana frunció el ceño, molesta por la interrupción.

—También hay siete, pero no son los mismos de entonces. Como te decía, había siete clanes, y la jefatura de todo nuestro pueblo la ostentaba una dinastía perteneciente al clan de los kuriles, el más poderoso y antiguo de todos.

Jana cerró los ojos por un momento, como intentando hacer memoria.

—Los kuriles poseían el don de ver lo que aún no había ocurrido, pero a cambio tenían que pagar un alto precio: habían renunciado a recordar su pasado para dominar el futuro, pues solo liberándose del lastre de la memoria podían elevarse sobre los meandros del tiempo. A ese arte lo llamaban «cabalgar en el viento del futuro», y nunca se lo enseñaron al resto de los clanes. Según parece, cabalgar en el viento era sumamente difícil, y requería un largo y penoso aprendizaje. El problema era que el conocimiento que los magos kuriles tenían del futuro a menudo lo modificaba. ¿Te acuerdas del principio de incertidumbre que nos explicaron el año pasado en física?

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