Assur (115 page)

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Authors: Francisco Narla

Tags: #Narrativa, Aventuras

Aunque no conozco ningún caso semejante en Galicia, para desgracia del monarca parisino Carlos el Calvo, una traición muy similar a la aquí planteada en manos del vikingo Weland la sufrió el rey francés tras contar con los servicios de un noruego homónimo por un largo período.

Los datos y explicaciones referentes a los templos anteriores a la actual catedral de Santiago son escasos y poco fundamentados, principalmente por la destrucción de la que fueron objeto tras el incendio provocado por el caudillo Al-Mansur en el año 997. De hecho, a pesar de resultar un hecho ampliamente aceptado, incluso existe cierta disensión respecto a si las supuestas reliquias del apóstol sufrieron o no un traslado desde un primitivo templo más humilde en la actual calle del Franco hasta el emplazamiento contemporáneo de la seo. Sin embargo, he intentado, con menos detalles de los que hubiera querido, basarme en lo poco que he podido descubrir al tiempo que procuraba que la profusión de pormenores no entorpeciese la lectura.

El tributo de cien mil sueldos, aun sonando exagerado, bien podría haber sido verdad, ya que, un siglo antes, se había pagado una suma ligeramente inferior por la liberación del rey navarro García Íñiguez, precisamente capturado por una incursión vikinga que remontó el Ebro.

La batalla de Adóbrica, actual Ferrol, es un acontecimiento sobre el que no he logrado encontrar más que leves referencias que, además, eran parciales, pues siempre se trataba de textos escritos por religiosos en crónicas que, innegablemente, resultan favorables a las fuerzas reunidas por san Rosendo. De modo que, asumiendo cierto el hecho, las estrategias, consecuencias y resultados son fruto de mi imaginación.

En el segundo libro se hacen muchas referencias a la geografía de la apasionante Noruega, quede claro que la mayoría son reales, y que he intentado, en todo momento, ser fiel a las fuentes del siglo X. Por ejemplo, aunque Nidaros (actual Trondheim) no fue fundada oficialmente hasta el año 997, se acepta oficiosamente que antes de dicha fundación, debida a Olav Tryggvasson, la desembocadura del río Nid ya albergaba un puerto comercial de especial importancia. Además, su preciosa catedral, imbuida de importantes retazos de la historia noruega, y atribuida al más tardío san Olav, convierte a este maravilloso lugar en centro de peregrinaje desde tiempos medievales, lo que, humildemente, me ha permitido hacer un guiño al papel de Compostela en la historia de Assur (siendo ambos lugares de peregrinación); asumiendo a la vez que el propio Tryggvasson iniciase la construcción de un templo previo a la seo del rey santo. Por otro lado, en cuanto a los detalles urbanos de la propia ciudad, me he permitido tomar lo que se sabe con certeza de la antigua Trondheim (que no es mucho, pues el mismo hecho de que continúe habitada impide, lógicamente, trabajos arqueológicos de gran envergadura) y aderezarlo con detalles constatados de otros lugares como Kaupang, Hedeby o Birka, intentando que allá donde no había certeza histórica mi imaginación se prendiese en algo, al menos, veraz. Jòrvik, la actual York, ha sido un poco más fácil, pues sí hay bastantes detalles proporcionados por las excavaciones que se han venido realizando.

Al hilo de York, en cuanto a los topónimos de la actual Gran Bretaña, me he decidido, de modo similar a como he mencionado en párrafos anteriores, por mantener la forma antigua, incluso para aquellos que tienen a día de hoy una traducción concreta en su forma escrita. De ahí el uso de Lundenwic y London en lugar de Londres, o de Lindon en lugar de Lincoln, a fin de usar en todos los casos el mismo criterio.

Para los lectores que tengan curiosidad también diré que el fiordo en el que sitúo los dominios de Sigurd Barba de Hierro no está lejos de Stavanger, en la provincia de Rogaland; territorio de inmensa belleza que recomiendo encarecidamente visitar.

Hay un tema curioso e interesante que acotar respecto a los barcos de los normandos. Hasta escribir esta novela y pasarme tantas y tantas horas investigando, yo entendía, y supongo que así lo pensarán muchos lectores, que los vikingos tenían navíos llamados
drakkar
, o
drakar
. Sin embargo, en el curso de mis indagaciones para escribir la novela descubrí que no era cierto. Según parece, aunque hay más de una discusión al respecto en foros de un nivel cultural muy por encima del mío,
drakkar
no es más que una mala transformación del antiguo francés de lo que en nórdico sería
drekar
, que a su vez es el plural de
dreki
, que significa «dragón» y que vendría a resultar una metonimia, ya que no sería el nombre de los barcos, sino de los típicos mascarones con los que los carpinteros nórdicos decoraban las rodas de sus barcos de guerra. Dicho esto, cabe añadir que barcos nórdicos en los que sí parece haber consenso son los
knörr
, de plural
knerrir
, los
langskip
, los
herskip
, los
skeith
y algunos otros de diferente nombre según el tamaño y las características.

Por cierto, continuando con lo nórdico, esa terrible tortura denominada
águila roja
, en la que los pulmones de la víctima son extraídos por la espalda, es cuestionada por más de un historiador, sin embargo, es indiscutiblemente cierto que es mencionada en las sagas.

En cuanto a la biografía de Leif Eiriksson y los hechos de su vida que se narran en la novela, tengo que confesar que me he servido únicamente de aquellas partes que me parecieron más adaptables a la historia de Assur del modo en que yo quería contarla. El problema que subyace al relato es que ni de él, ni de su padre, ni del propio Olav I (también involucrado tangencialmente), se tienen detalles suficientes como para formarse una idea clara, ya que muchas referencias se desdicen. De hecho, cuando comencé a documentarme para escribir esta novela, leí frecuentes menciones a las contradicciones entre las sagas nórdicas, pero no fui capaz de imaginar las dificultades que supondría a la hora de incluir en la trama las apasionantes vidas de estos personajes.

Quede claro que, a pesar de que en la novela se habla con asiduidad del crudo invierno y los rigores del clima del norte, los expertos parecen ponerse de acuerdo en que en esos siglos de la Alta Edad Media el clima resultó ser más benigno que en tiempos anteriores o posteriores, algo que suele referirse como
óptimo climático medieval
y que precede a la conocida como
pequeña edad de hielo
(posterior al tiempo de esta novela).

En cuanto a la actividad ballenera de Assur, no he encontrado ningún documento que avale esas migraciones según temporada de los balleneros, sin embargo, es más que plausible que así fuera, y así han coincidido conmigo algunos de los expertos con los que lo he comentado; además, creo que era importante incluir en la epopeya de Assur por Noruega un elemento tan relevante en la cultura de ese país como la caza de ballenas, que, de hecho, sigue siendo en el día en que escribo estas letras una práctica habitual, asunto sobre el que mi discordante opinión no es importante en este foro.

Respecto a las unidades de medida, en el entorno hispano he usado referencias al sistema romano, absolutamente vigente en aquellos días. Sin embargo, en el entorno normando y sajón la decisión fue mucho más difícil. Las expresiones marinas eran asumibles, pues su antigüedad está bien constatada. Pero otras, como
yarda
, podrían ser discutibles, sin embargo, la falta de palabras adecuadas en castellano como lo serían las inglesas
rod
,
pole
o
perch
, por ejemplo, me ha animado a decantarme por
yarda
, que bien pudo usarse en los tiempos de la novela aunque no se formalizara hasta algo después.

Eirik el Rojo parece haber sido el primero en conseguir establecer una colonia sostenible en Groenlandia, así como el que le dio el publicitario nombre de
tierra verde
, sin embargo, no fue el primero que llegó a esas tierras, pues parece que Gunnbjörn Ulfsson y Snaebjörn Galti conocieron primero esta increíble y mítica isla de titánicas proporciones.

En cuanto al fraile Clom, simpático personaje creado con todo mi cariño (va por ti, Brian), debo reconocer que es, en realidad, una mezcla convenientemente literaria de la figura de san Brandán y la de san Columba, con pinceladas de otros como san Columbano o Juan Escoto.

Es también necesario hacer notar que, cuando Leif cuenta la historia de su padre, Eirik el Rojo, su monólogo es, casi en su totalidad, una versión un poco retocada de la traducción de la saga de Eirik el Rojo que hicieron Antón y Pedro Casariego de Córdoba, a los que debemos este trabajo meticuloso y excepcional a cuya lectura invito.

Los detalles sobre el barco de Bjarni (al que yo doy el nombre de Gnod), la tripulación, los avatares de su travesía, y la ruta que siguieron los hombres de Leif hasta América del Norte, son en gran parte invención propia, y no se trata de que haya yo querido saltarme los pormenores históricos, sino que las sagas que sirven de fuente se contradicen en varios puntos. En cualquier caso, los grandes rasgos que definieron esa travesía que cambió la historia del mundo son, o al menos pueden considerarse, verídicos.

La talla labrada por Assur es una forma propia de hacer referencia a la denominada
cajita de San Isidoro
, conservada a día de hoy en el museo de la Real Colegiata de San Isidoro de León, lugar que aparece en la novela todavía en su etapa como modesto cenobio dedicado al niño mártir Pelayo. Yo asumo que está tallado en colmillo de morsa, aunque otros expertos suponen que es otro tipo de asta o hueso, siendo la cornamenta de ciervo el candidato con más opciones. En cualquier caso, la extraña historia de esta fantástica pieza me ha permitido elucubrar que fuese Assur, en su regreso a la península ibérica, el portador de tan curiosa manufactura, de inclasificable artesanía por tratarse de una mezcla indeterminada de los estilos artísticos de los nórdicos y por no conocerse su verdadera procedencia. Y si bien es cierto que es poco probable que fuese una de las primeras cajas para moscas artificiales del mundo, tampoco existe modo de negarlo. Al hilo de este asunto también comentaré que parece haber pruebas suficientes como para asumir que la pesca con anzuelos vestidos de pluma e hilo fuera algo ya extendido en la Edad Media, sirviendo de semilla a los manuscritos que, pocos siglos después, ya en el Renacimiento, se escribirían, precisamente, en España, tanto en tierras aragonesas como leonesas; ejemplos tenemos en el texto de Basurto de 1539 y en el más conocido
Manuscrito de Astorga
de ochenta años después. Por otro lado, en este asunto de anzuelos y plumas, tengo que mostrarle aquí mi agradecimiento a mi buen amigo y compadre pescador Julio, indiscutible señor de las moscas, a quien he acompañado en el río y en el torno de montaje muchas tardes. Gracias, Xulen.

En el viaje a poniente de Leif me he permitido asumir la ruta más comúnmente aceptada por los historiadores, entendiendo que Helluland sería el extremo meridional de la actual isla de Baffin; Markland, la costa de Labrador, y Vinland, el territorio norte de Terranova, coincidiendo con el asentamiento, actual patrimonio de la humanidad, de L’Anse aux Meadows. Por cierto, el caso de Vinland, tal y como se cuenta en el libro, es curioso en cuanto al nombre, pues Tyrkir (que existió en realidad), probablemente porque el paso de los años había empañado sus recuerdos, confundió cepas de uvas, como las de su Alemania natal, con los arándanos azules nativos de Norteamérica, de modo que el apelativo de
tierra del vino
sería en realidad un error. Como debió de serlo el caldo que resultó del basto intento que procuró Leif, pues, como en la novela, toda la alharaca resaltada en las sagas sobre el descubrimiento de las «cepas» de Vinland se apaga tras el regreso a Groenland.

Y esos extraños árboles en los que se fijan los tripulantes del Gnod son alerces americanos, desconocidos en Europa y de los que se han encontrado maderos en distintos asentamientos vikingos, demostrando que estos exploradores los llevaron a sus tierras natales desde el continente americano.

En este punto cabe también mencionar que, desafortunadamente, mi experiencia en el mar, como navegante o tripulante, es mucho más escasa de lo que me gustaría. Y si bien es cierto que yo he hecho todo lo posible por que las descripciones y técnicas de navegación sean fidedignas y veraces, he podido equivocarme en más de una ocasión, así que vayan en este párrafo mis disculpas más sinceras para los marinos y hombres de mar que hayan podido encontrar alguno de esos errores.

La saga de los groenlandeses
no menciona que el propio Leif tuviera problemas con los indios algonquinos, pero sí lo hace con los que siguieron los pasos del hijo de Eirik el Rojo. Y aquellos enfrentamientos fueron sangrientos en más de una ocasión. Por cierto, también se menciona que en su regreso a Groenland, Leif asiste a la tripulación naufragada de un tal Thorir, sin embargo, en la novela yo he preferido cambiar un poco estos hechos para, sin abandonar la veracidad, dotar de un poco más de acción a la historia sin dejar de centrarla en el propio Assur.

Existe cierta controversia entre los estudiosos con respecto a la tribu exacta de algonquinos (
skraelingar
para los vikingos) con la que se enfrentaron los nórdicos. En cualquier caso, yo he basado mis investigaciones asumiendo que se trataba de los indios mi’kmaq. Y he intentado ser fiel a sus usos y costumbres, aunque me he tomado la libertad de asumir que se tocaban con plumas cuando, en realidad, hay muchos expertos que opinan que este pueblo no lo hizo hasta siglos después, imitando a los sioux. Permítaseme además comentar aquí que no solo ellos, sino todas las tribus cree, hoppi, sioux, etcétera, han sido siempre para mí portadoras de una cultura maravillosa y digna de ser conservada. Además, espero sinceramente que la visión que de ellos presento en estas páginas les resulte satisfactoria, pues siento por todas ellas (especialmente por los navajos, con los que compartí más de una charla durante el tiempo que residí en el sudoeste norteamericano) un profundo respeto y afecto,
Ah-sheh’heh
.

Aunque es cierto que a su regreso de Vinland, Leif tuvo que asumir el liderazgo de Groenland, yo no he conseguido encontrar detalles sobre los funerales del propio Eirik el Rojo, por lo que me he permitido recrear una versión veraz que, al tiempo, sirviese para mostrar una parte de la cultura funeraria de los vikingos.

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