Dentro de WikiLeaks (7 page)

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Authors: Daniel Domscheit-Berg

El documento, que describía posibles delitos e intentos de encubrimiento por parte del coronel del ejército alemán Georg Klein, estaba ya en manos de un puñado de medios de comunicación bien informados. Sin embargo, en lugar de poner la información completa a disposición del público, el
Bild
, el
Spiegel
y el
Süddeutsche Zeitung
se pasaron una semana ofreciendo tan solo pinceladas y pequeñas informaciones seleccionadas. El
Zeit Online
, en cambio, informó sobre el documento íntegro, que desde WikiLeaks pusimos simultáneamente a disposición del público, para que los lectores pudieran formarse una idea más clara del asunto.

En el futuro, eso fue lo que sucedió con frecuencia creciente: nosotros nos dedicábamos a publicar íntegramente informaciones que los medios citaban tan solo de forma parcial, porque no disponían de una plataforma que les permitiera publicarlas por completo, porque temían consecuencias legales o, con mucha más frecuencia, porque algunos periodistas no querían compartir sus materiales exclusivos con otros colegas.

También tuvimos que aprender qué asuntos interesaban a la prensa y cuáles, en cambio, despertaban poca atención. Después de las dos páginas del artículo sobre Toll Collect,
Stern
publicó una historia sobre religiones alternativas que atraía la atención del público, sobre todo, por sus ilustraciones de mujeres desnudas fumando puros.

Tuvimos que aceptar el hecho de que las filtraciones que despertaran mayor interés no fueran necesariamente las que tenían un contenido más interesante, sino las más fáciles de digerir y las que llegaban a un público más amplio. Así, por ejemplo, el público mostró un gran interés cuando un
hacker
logró acceder a la cuenta de correo de Sarah Palin. La carga explosiva de esa filtración no era particularmente alta, pues lo único que se podía criticar era que Palin hubiera utilizado una cuenta privada para enviar correos profesionales. En la cuenta había varias fotos privadas de sus hijos, asunto que los medios discutieron ampliamente.

En ese sentido, me parecía una filtración muy floja, e incluso de una relevancia discutible. Sin embargo, uno de nuestros principios era publicar todos los documentos que nos llegaran sin censura alguna. Por otro lado, eso tenía también un uso estratégico, pues con cada nueva filtración intentábamos ampliar un poco más los límites de lo realizable.

¿Qué es público y qué es privado? Nuestra intención era crear controversia alrededor de esa cuestión y, desde luego, era mucho mejor articular ese debate alrededor de las cuentas de correo de Sarah Palin que alrededor de los datos de consumidores privados. Además, estábamos convencidos de que ampliar poco a poco la frontera de lo aceptable era una forma de fortalecer el proyecto y constatamos que cada vez terminábamos saliéndonos con la nuestra. Nos íbamos volviendo cada vez más osados. Nadie podía pararnos.

El interés que en 2009 despertó la publicación de las diligencias abiertas contra una multinacional farmacéutica alemana, en cambio, fue sorprendentemente pequeño. Esos documentos constituían una de mis filtraciones favoritas durante 2009: eran un caso de manual en cuanto a sobornos y se podían leer sin ninguna preparación previa.

Los representantes de la empresa farmacéutica pagaban a médicos para que recetaran cada vez más productos de sus fabricantes. Publicamos las 96 páginas de diligencias abiertas tanto por la dirección de la policía del estado en el que estaba sita la empresa, como por la fiscalía del estado.

El auto exponía el método de trabajo de algunos representantes de la farmacéutica: si un médico recetaba a sus clientes un producto de sus fabricantes, tenía derecho a una parte de los beneficios. También había pagos directos. En algunos correos internos, la directora regional decía: «Si un médico necesita dinero, que me llame y encontraremos una solución».

Otro método para conseguir que los médicos aumentaran el número de recetas eran los vales de regalo para realizar costosos cursos postdoctorales.

El procedimiento se sobreseyó porque las prácticas de la empresa farmacéutica no habían provocado ningún perjuicio y porque los médicos no habían recibido sobornos en un sentido legal estricto. La justificación formal fue que los médicos no son sobornables porque no son ni funcionarios ni empleados.

Aún recuerdo un interesante encuentro que se produjo en relación con un programa de Katrin Bauerfeind. Bauerfeind había empezado su carrera con el programa de Internet
Ehrensenf
y hoy en día tiene su propio programa en el canal de televisión 3sat. Hablando de nuestras grabaciones, la redactora de dicho programa me dijo que le parecía curioso mi optimismo y mi confianza en la gente.

Lo cierto es que yo tengo una imagen bastante positiva de las personas. Le respondí que la gente, de por sí, tiene interés en la información, pero que los medios, los políticos y sus superiores los tratan como si fueran idiotas; y que si las personas dispusieran de la información necesaria en cada caso, estarían en situación de actuar correctamente y de tomar las decisiones adecuadas.

La redactora contestó que, por su experiencia, sucedía todo lo contrario. Ella creía que las personas no se interesan por los asuntos complejos. Al mirar el programa, no pude evitar pensar en el debate entre causas y efectos: el programa duraba treinta minutos en total. Nosotros dispusimos de diez y a continuación se emitieron dos reportajes más, algo así como: «Cayó el muro y ahora todo Berlín baila tecno» y «Miss Platnum: la verdadera Lady Gaga». Con ello no quiero decir que tuvieran que hablar durante treinta minutos sobre WikiLeaks para conseguir un mundo mejor; simplemente me pregunté qué era primero: ¿un mal programa o un público malo? A lo mejor habría que encontrar la forma de que el público pudiera exigir un programa mejor.

Otras informaciones, en cambio, despertaban un interés público limitado a medio plazo, pero en cambio generaban interesantes análisis a largo plazo o eran recogidos en artículos científicos en revistas especializadas. Ese fue el caso, por ejemplo, de la publicación de todos los mensajes de texto y de buscapersonas que se mandaron a partir del 9 de noviembre de 2001 o, en otras palabras, antes, durante y después del ataque al World Trade Center. Los investigadores analizaron esa ingente cantidad de textos para determinar el uso de conceptos relacionados con la pena, el miedo o la rabia. El resultado fue que, en los días posteriores a los atentados, los conceptos que expresaban agresividad eran cada vez más numerosos, mientras que la pena y el miedo se fueron estancando. Eso corroboraba la tesis de que la violencia provoca siempre más violencia.

Los antropólogos, por su parte, mostraron gran interés en nuestra publicación sobre el
Human Terrain System
, que demuestra cómo, al inicio de la guerra, muchos de sus colegas antropólogos habían asesorado a los miembros del ejército estadounidense para que estos pudieran comprender mejor a la población nativa e interpretar su propaganda sobre el país y su cultura.

Otra fuente de gran interés, especialmente entre los académicos, eran los CRS-Reports, los Congresssional Research Service Reports (Informes del Servicio de Información del Congreso). El Congreso estadounidense dispone de un servicio de información científica propio al que pueden recurrir todos los congresistas. El servicio cuenta con un elevado presupuesto y genera informes de altísima calidad sobre los temas más variopintos, desde la industria del algodón en México hasta las armas de destrucción masiva en China.

Muchos científicos querrían tener acceso también a esos dosieres, financiados con fondos públicos, pero en última instancia son los congresistas quienes autorizan o no la publicación de los informes. Y a menudo se niegan a ello, por diversos motivos: de entrada, la publicación de informes permite saber a posteriori desde cuándo un congresista estaba al corriente de determinada problemática o por qué asuntos se interesa. También puede suceder que los resultados de los informes no se correspondan con los resultados esperados. En Alemania tuvimos una filtración de ese tipo en relación con un estudio sobre las aseguradoras médicas privadas. Cuando los científicos a quienes se encargó la investigación llegaron a la conclusión de que las aseguradoras privadas no generaban en modo alguno los beneficios sociales que se les suponía, el ministro de Economía Rainer Brüderle, del FDP, optó por archivar el estudio.

Asimismo, determinados CRS-Reports publicados permitían concluir que los congresistas habían cometido un error al adoptar determinadas leyes, que habían empleado argumentos falsos o que no habían sabido organizar su gestión. El Center for Democracy and Technology, un movimiento de derechos civiles americano que aboga por la libertad en Internet, dispone de una lista de objetivos que, durante mucho tiempo, tuvo la publicación de esos Reports en el número uno. Nosotros publicamos miles en nuestra página web. El valor en impuestos de esos informes ascendía posiblemente a varios miles de millones de dólares y despertaron un interés considerable.

Al cabo de un tiempo, comprobamos dónde habían ido a parar esos Reports. Entre otros lugares, los encontramos de nuevo en los servidores del gobierno, lo que supuso un éxito no carente de ironía. Poco a poco, el movimiento Open-Data había ido adquiriendo importancia y poder de influencia. El candidato republicano en las elecciones presidenciales, John McCain, que iba a enfrentarse a Obama, exigía desde hacía tiempo el acceso universal a esos informes. Por aquel entonces, McCain era un defensor aún más acérrimo que Barack Obama del libre acceso a la información gubernamental, aunque más tarde Obama levantaría mucho polvo con la iniciativa que bautizó con el nombre de Open Government.

Otro de nuestros frentes abiertos era la batalla para impedir que los periodistas utilizaran nuestra información sin citar WikiLeaks como fuente. En ese sentido, hacía tiempo que trabajábamos en la posibilidad de incorporar algún tipo de marca de agua digital, pero la solución planteaba muchas compliciones. A menudo nos encontrábamos con que, poco después de publicar algo en nuestra página web, de pronto aparecían en los medios historias relacionadas con esos documentos en las que no se citaba a WikiLeaks como fuente. Siempre que pedía explicaciones, me respondían que habían obtenido los documentos «de otras fuentes» o que disponían de ellos «desde hacía ya tiempo». Pues muy bien. Si nuestros documentos hubieran incluido algún tipo de marca de agua digital, habría sido sencillo demostrar que los periodistas mentían. Por lo menos, cuando les hubiéramos solicitado ver el documento original, habríamos podido comprobar que provenía de nuestras fuentes.

Desde luego, eso nos habría merecido acusaciones por exigir el reconocimiento de una especie de propiedad intelectual, algo que criticábamos abiertamente en otros ámbitos. Yo suelo llevar camisetas de «Pirate Bay» y soy un defensor acérrimo de una nueva interpretación de los derechos de autor. Sin embargo, nuestras consideraciones tenían mucho más alcance que el simple respeto del copyright. Se trataba, por ejemplo, de poder aportar, en caso de duda, informaciones complementarias a determinados documentos. Y también de evitar que los medios pudieran ofrecer vínculos a determinados documentos que, por sí solos y sin los debidos comentarios, pudieran generar una imagen falsa en la opinión pública. Por ese motivo, hacía tiempo que redactábamos resúmenes y que, en caso necesario, ofrecíamos detalles sobre la calidad del material.

Un buen ejemplo en cuanto a la vinculación directa de documentos fue la filtración sobre el llamado Memorandum of Understanding. Se trataba de un convenio entre el político keniano Raila Odinga y el National Muslim Leaders Forum del país africano. Entre otras cosas, el convenio ponía de manifiesto que Odinga había hecho concesiones a la minoría musulmana. Así, por ejemplo, prometía velar por los intereses de los kenianos musulmanes encarcelados en Guantánamo.

El Memorandum of Understanding constaba de dos versiones, una auténtica y otra falseada. En la última se sugería poco menos que Obama apoyaba la introducción de la
sharia
en Kenia, algo que, naturalmente, era absurdo. Fue muy interesante constatar cómo los diferentes medios optaron por ofrecer vínculos a uno u otro archivo. Uno de ellos permitía presentar a Obama como un mahometano africano camuflado y, con ello, desacreditar su candidatura a la presidencia. Esta fue la versión que eligieron, entre otros, el
New Yorker
, el
New York Sun
y otros medios, sobre todo los conservadores. El memorando del otro documento era mucho menos explosivo y no mencionaba nada sobre la instauración de la
sharia
. Si ambos documentos se hubieran ofrecido tan solo en un paquete unitario, con marcas de agua digitales y acompañados por una aclaración, habríamos podido evitar que los medios utilizaran nuestros documentos para manipular a la opinión pública.

A finales de diciembre de 2008 nos invitaron de nuevo, a Julian y a mí, al Chaos Communication Congress. A diferencia del año anterior, sin embargo, en esta ocasión nuestra conferencia constaba en el programa oficial y contó con una notable afluencia de público. Julian y yo ocupamos la tribuna de la sala principal; ¡menudo cambio en comparación con el pequeño sótano del año anterior! Si hacía un año habíamos logrado reunir apenas a veinte personas, en esta ocasión acudieron novecientos espectadores. En más de una ocasión, a través de los altavoces de la sala, alguien pidió a los asistentes que, por favor, no bloquearan las salidas de emergencia. Por descontado, no sirvió de nada.

Los asistentes se amontonaban en las escaleras y en los pasillos de la sala de conferencias. Yo, entre tanto, me pregunté si alguien más se habría percatado de que Julian llevaba exactamente la misma ropa que el año anterior: camisa blanca y pantalones militares verde oliva. Sin embargo, era evidente que nadie iba a acordarse de nosotros.

Provocamos unas cuantas carcajadas con la lectura de un correo electrónico de protesta del Servicio de Inteligencia Alemán (BND) que habíamos recibido hacía pocos días. Ernst Uhrlau, el por aquel entonces director del BND, se había dirigido a nosotros personalmente.

Para: [email protected]

De: leitungsstab IVBB-BND-BIZ/BIZDOM

Fecha: 16/12/2008 01:15PM

Asunto: Informe clasificado del Servicio de Inteligencia Alemán

Muy distinguidos señores,

en su página web permiten la descarga de un informe clasificado del Servicio de Inteligencia Alemán. Por la presente les solicito que anulen dicha opción de inmediato. He dado ya instrucciones para que se determinen las posibles consecuencias delictivas.

Cordialmente,

Ernst Uhrlau

Director del Servicio de Inteligencia Alemán

De: [email protected]

Para: [email protected]

cc: [email protected], [email protected]

Fecha: Mar, 18 Dic 2008 09:35:54

Asunto: Re: WG: Informe clasificado del Servicio de Inteligencia Alemán

Apreciado Sr. Uhrlau,

tenemos diversos informes relacionados con el BN. ¿Podría ser más preciso?

Gracias.

Jay Lim.

Para: Sunshine Press Legal Office

Fecha: Jue, 19 Dic 2008 17:59:21

Asunto: Respuesta: Re: Informe clasificado del Servicio de Inteligencia Alemán

Apreciado Sr. Lim. A fecha de hoy ofrecen aún la posibilidad de descargar un informe clasificado del BND desde la dirección: http://www.WikiLeaks.com/wiki/BND_Kosovo_intelligence-report,_22_Feb_2005.

Le solicitamos una vez más que elimine ese archivo de inmediato, así como también cualquier otro archivo o informe relacionado con el BND. De lo contrario, procederemos a demandarlos.

Atentamente,

Ernst Uhrlau

Director del Servicio de Inteligencia Alemán

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