—¿El sable te habló?
—No puedo describirlo de otra manera. Tras la muerte de Shigemori, los Otori se sumieron en un estado de desesperación. La batalla se prolongó unas dos horas más, que yo dediqué a buscar a Shigeru. Le conocía, le había visto en una ocasión varios años antes, cuando entrenaba en las montañas con Matsuda. No logré dar con él hasta que la lucha hubo finalizado. Rara ese momento, los hombres de Ilida le estaban buscando por todas partes. Querían declararle como muerto en combate, lo que resultaría conveniente para todos.
»Le hallé junto a un pequeño manantial. Se encontraba a solas y realizaba los preparativos para quitarse la vida. Una vez lavada la sangre del rostro y las manos, se aplicaba perfume en el cabello y la barba. Se había quitado el yelmo y desabrochado la coraza. Parecía tan tranquilo como si fuera a darse un baño bajo el sol primaveral,
Jato
me dijo:
»—Ése es mi amo.
»Entonces yo llamé a Shigeru:
»—¡Señor Otori!
»Cuando se volvió, recobré la visibilidad y le entregué el sable.
»—
¡Jato! —
exclamó y, tomando el sable con ambas manos, hizo una profunda reverencia.
»Acto seguido, miró la espada y luego a mí, y pareció salir del trance en el que se encontraba. Yo le respondí algo así como:
»—¡No os matéis! —y entonces, como si
Jato
hablase a través de mí, añadí—: Seguid vivo y buscad venganza.
»Shigeru sonrió y se puso en pie de un salto, sable en mano. Le ayudé a huir y le llevé de vuelta a casa de su madre, en Hagi. Para cuando llegamos allí, nos habíamos hecho amigos.
—Me había preguntado muchas veces cómo os habíais conocido —dijo Shizuka—. De modo que le salvaste la vida.
—No fui yo, sino
Jato.
Ésa es la forma en la que el sable pasa de mano en mano. Ahora se encuentra en posesión de Takeo porque Yuki se lo entregó en Inuyama. Debido a aquel acto de desobediencia, los Kikuta empezaron a desconfiar de ella.
—¡Qué caminos tan extraños nos marca el destino! —murmuró Shizuka.
—Sí, existe un vínculo entre nosotros contra el que no puedo luchar. El hecho de que
Jato
encontrase a Takeo a través de mi hija me obliga de alguna forma a unirme a él. Además, deseo mantener mi promesa de no hacerle daño y tal vez consiga obtener su perdón por haberme involucrado en la muerte de Shigeru —Kenji hizo una pausa y luego añadió en voz baja—: No vi el semblante de Shigeru cuando entendió que ni Takeo ni yo regresaríamos aquella noche a Inuyama, pero cuando me visita en sueños muestra la expresión de dolor de quien se sabe traicionado.
Ambos permanecieron en silencio durante unos instantes. Un repentino destello de luz iluminó la habitación y se escucharon truenos que llegaban desde las montañas.
Kenji continuó:
—Confío en que tu sangre Kikuta no te aparte ahora de nosotros.
—No, tu decisión es un alivio para mí, porque implica que puedo seguir siendo fiel a Kaede. Lamento decirlo, pero nunca habría hecho nada que pudiera dañar a ninguno de ellos dos.
La confesión de Shizuka hizo sonreír a Kenji.
—Eso mismo me parecía a mí. No sólo por tu cariño hacia Kaede; también conozco el profundo afecto que sentías por Shigeru y la señora Maruyama, y el papel que jugaste en la alianza sellada con Arai —Kenji se quedó mirando fijamente a su sobrina—. Shizuka, no pareciste muy sorprendida cuando te hablé de los informes de Shigeru. Llevo tiempo intentando descubrir qué miembro de la Tribu fue su confidente.
Shizuka empezó a temblar sin poder evitarlo. Su desobediencia —su traición, más bien— estaba a punto de ser desvelada. No se atrevía a imaginar lo que la Tribu haría con ella.
—Fuiste tú, ¿no es cierto? —continuó él.
—Tío Kenji... —empezó a decir Shizuka.
—No te alarmes —interrumpió él con rapidez—. Nunca le hablaré de ello a nadie. Pero quiero saber por qué lo hiciste.
—Fue después de Yaegahara —explicó Shizuka—. Como sabes, informé a Iida de que Shigeru buscaba una alianza con los Seishuu. Shigeru le había hablado a Arai del asunto y yo transmití la información. Fue por mi causa por lo que los Tohan triunfaron; por mi culpa murieron 10.000 hombres en el campo de batalla y muchos otros perdieron más tarde la vida bajo la tortura o el hambre. En los años siguientes, observé a Shigeru y quedé asombrada por su tenacidad y su entereza. Me parecía el único hombre bueno de cuantos había conocido y yo había formado parte de su hundimiento. Por tanto, en desagravio, resolví ayudarle. El señor Otori me preguntaba muchas cosas sobre la Tribu y yo le respondía siempre que me era posible. No me resultó difícil mantener el secreto de nuestras conversaciones, porque era lo que me habían enseñado a hacer desde niña —Shizuka hizo una pausa y después añadió—: Supongo que estarás furioso conmigo.
Kenji negó con la cabeza.
—Quizá debería estarlo. Si me hubiera enterado del asunto en cualquier otro momento, habría ordenado tu castigo y tu muerte —Kenji la observaba con admiración—. Sin duda, cuentas con el coraje de los Kikuta. Me alegro de que actuaras así, de verdad. Ayudaste a Shigeru y ahora ese legado protege a Takeo. Incluso puede compensar mi propia traición.
—¿Irás a buscar a Takeo? —preguntó Shizuka.
—Esperaba tener más noticias sobre él. Kondo regresará pronto. De lo contrario, iré a Maruyama.
—Envía a un mensajero o envíame a mí. No debes correr ese peligro. Pero ¿crees que Takeo se fiará de nosotros, siendo, como somos, miembros de la Tribu?
—Tal vez debamos viajar juntos, tú y yo. Llevaremos a tus hijos —Shizuka le clavó las pupilas durante un buen rato. Un mosquito zumbaba junto al cabello de la joven, pero ella no lo apartó—. Serán nuestra garantía ante Takeo —finalizó Kenji con calma.
Un rayo volvió a ¡luminar la estancia; la tormenta se acercaba. De repente, empezó a diluviar. El agua caía en cascada desde los aleros y un intenso olor a tierra mojada brotó del jardín.
La tormenta azotó la aldea durante tres o cuatro días. Antes de que Kondo regresase, llegó un mensaje de una muchacha de la familia Muto que trabajaba en la residencia del señor Fujiwara. El contenido era breve y preocupante, y no aportaba los detalles que Kenji y Shizuka deseaban conocer. La nota había sido escrita a toda prisa y, al parecer, en situación de peligro. Lo único que decía era que Shirakawa Kaede se encontraba en la casa y se había casado con Fujiwara.
—¿Qué le han hecho ahora? —exclamó Kenji con un grito, dando rienda suelta a su cólera para librarse del dolor que le embargaba.
—Siempre supimos que su matrimonio con Takeo no sería aceptado —intervino Shizuka—. Imagino que Fujiwara y Arai concertaron esta boda. El señor Fujiwara había mencionado su deseo de casarse con Kaede antes de que ella partiera de Shirakawa en la primavera. Me temo que fui yo quien animó a Kaede a intimar con él.
Shizuka se imaginó a Kaede presa en la lujosa residencia; recordó la crueldad del aristócrata y deseó haber actuado de forma diferente.
—No sé qué me ha ocurrido —le dijo a su tío—. Yo solía mostrarme indiferente ante estos asuntos y ahora me afectan profundamente. Me siento ultrajada, horrorizada, y llena de lástima por Takeo y Kaede.
—Desde que la vi por primera vez, he sentido compasión por el tormento de la señora Shirakawa —replicó Kenji—. Ahora la pena es aún mayor.
—¿Cómo reaccionará Takeo? —se preguntó Shizuka en voz alta.
—Irá a la guerra —predijo Kenji— y muy probablemente será derrotado. Puede que sea demasiado tarde para que hagamos las paces con él.
Shizuka percibió que la congoja volvía a embargara su tío. La joven temía que Kenji optara por seguir a su hija al mundo de los muertos e intentó asegurarse de que nunca se encontrara a solas.
* * *
Pasó otra semana antes de que Kondo regresara. El tiempo había mejorado y Shizuka se encontraba en el santuario, rezando una vez más al dios de la guerra para que protegiera a Takeo. Hizo una reverencia ante la imagen y se puso en pie; batió las palmas tres veces y suplicó que Kaede pudiese ser rescatada. Cuando se volvía para emprender el regreso a la casa, Taku salió de su estado de invisibilidad y se plantó frente a su madre.
—¡Aja! —exclamó triunfante—. ¡Esta vez no me has oído!
Shizuka se quedó atónita, pues ni había oído a su hijo ni había distinguido su silueta.
—¡Bien hecho!
Taku sonrió de oreja a oreja.
—Kondo Kiichi ha vuelto. Te está esperando. El tío quiere que escuches las noticias que trae.
—¡Que no se te ocurra escucharlas a ti! —bromeó Shizuka.
—Me gusta oír cosas —replicó Taku—. Me gusta conocer los secretos de la gente.
El niño echó a correr por la polvorienta calle y cada vez que pasaba del sol a la sombra se hacía invisible.
"Es un juego para él", pensó Shizuka, "como lo era para mí. Sin embargo, en algún momento del año pasado, dejó de ser una diversión. ¿Por qué? ¿Qué me ha ocurrido? ¿Acaso he conocido el miedo? ¿El miedo de perder a quienes amo?".
Kondo se encontraba sentado junto a Kenji en la sala principal de la casa. Shizuka se arrodilló delante de ellos y saludó al hombre que dos meses atrás le había pedido matrimonio. En aquel momento, la joven supo que nunca accedería. Tendría que pensar en alguna excusa; mala salud, tal vez.
Kondo saludó a Shizuka con afecto, aunque su rostro se veía macilento y demacrado.
—Siento haberme retrasado tanto —dijo—. Hubo un momento en el que pensé que nunca regresaría. Me arrestaron en cuanto llegué a Inuyama. Arai se había enterado del ataque fallido contra ti y uno de los hombres que viajaron con nosotros a Shirakawa me reconoció. Yo estaba convencido de que iban a matarme, pero entonces ocurrió una tragedia: estalló una epidemia de viruela. El hijo de Arai murió. Cuando hubo pasado el periodo de duelo, envió a buscarme y me interrogó detenidamente sobre ti.
—Ahora vuelve a interesarse por tus hijos —apuntó Kenji.
—Arai declaró que estaba en deuda conmigo, ya que había sido yo quien te salvó la vida. Me dijo que deseaba que volviera a su servicio y se ofreció a incluirme en la casta militar, a la que pertenece la familia de mi madre, ya pagarme un salario.
Shizuka lanzó una mirada fugaz a su tío, pero Kenji permaneció en silencio.
Kondo continuó:
—Acepté. Confío en haber actuado bien. Desde luego, el trato me conviene, pues de momento me encuentro sin amo; pero si la familia Muto lo desaprueba...
—Puedes sernos útil allí —apuntó Kenji.
—El señor Arai daba por cierto que yo sabía dónde estabas, Shizuka, y me pidió que te hiciese llegar el mensaje de que desea ver a sus hijos, y también a ti, para hablar sobre su adopción oficial.
—¿Desea Arai que nuestra relación continúe? —preguntó ella.
—Quiere que te traslades a Inuyama como madre de los niños.
Kondo no llegó a decir "y como su amante", pero Shizuka captó el significado. Al hablar, no dio muestra alguna de enfado ni de celos, pero su ironía característica le cruzó el rostro fugazmente. Sin duda alguna, una vez establecido en la casta de los guerreros podría concertar un buen matrimonio. Sólo cuando era un soldado sin amo había encontrado una solución en Shizuka.
La mujer no acertaba a saber si el pragmatismo de Kondo le provocaba enfado o hilaridad. No tenía intención de enviar a sus hijos a Arai ni de volver a acostarse con él, y, desde luego, tampoco se casaría nunca con Kondo. Se aferró a la esperanza de que Kenji no la obligara a aceptar ninguna de estas opciones.
—Debemos considerar cuidadosamente estos asuntos —dijo su tío.
—Sí, desde luego —convino Kondo—. De todas formas, las cosas se han complicado con la campaña contra Otori Takeo.
—Hemos estado esperando noticias de él —murmuró Kenji.
—Arai se enfureció por su matrimonio. Lo declaró inválido inmediatamente y envió un contingente de hombres al señor Fujiwara. Más tarde, en el verano, el propio Arai se desplazó a Kumamoto, lo bastante cerca de Maruyama como para atacar la ciudad. Lo último que supe es que la señora Shirakawa estaba alojada en la residencia de Fujiwara y que se había casado con él. Está recluida, prácticamente encarcelada —Kondo emitió un gruñido y echó la cabeza hacia atrás—. Sé que Fujiwara consideraba que estaban prometidos, pero no debería haber actuado de esa manera. La atrapó por la fuerza e hizo matar a varios de sus hombres, a Amano Tenzo entre ellos, lo que fue una gran pérdida. No había necesidad de ello. Ai y Hana se encuentran en Inuyama como rehenes. Sus asuntos se podían haber solucionado sin ningún derramamiento de sangre.
Shizuka sintió una punzada de lástima por las dos muchachas.
—¿Las viste allí?
—No, no se permite visitarlas.
Kondo parecía estar genuinamente indignado por el trato dado a Kaede, y Shizuka recordó la inusual devoción que el soldado había sentido por su señora.
—¿Y Takeo? —preguntó Shizuka.
—Por lo visto, al enfrentarse a Fujiwara se topó con las fuerzas de Arai y se vio obligado a retirarse. Lo que ocurrió después está muy confuso. Hubo un tifón enorme e inesperado en el oeste y ambos ejércitos quedaron atrapados cerca de la costa. Nadie sabe a ciencia cierta qué ha sido de ellos.
—Si Arai derrota a Takeo, ¿qué hará con él? —preguntó Shizuka.
—¡Eso es lo que todos se preguntan! Algunos aseguran que mandará ejecutarle; otros, que no se atrevería, a causa de la reputación de Takeo; también hay quien dice que hará con él una alianza para enfrentarse a los Otori de Hagi.
—¿Cerca de la costa? —se interesó Kenji—. ¿Qué zona, exactamente?
—A poca distancia de un pueblo llamado Shuho, creo. No conozco la comarca.
—¿Shuho? —repitió Kenji—. Nunca he estado allí, pero dicen que tiene un hermoso lago natural de aguas azules; siempre he deseado visitarlo. Hace mucho tiempo que no salgo de viaje. Ahora, el estado del tiempo es perfecto para desplazarse. Los dos vendréis conmigo.
A pesar del tono superficial que Kenji quería dar a sus palabras, Shizuka detectó un matiz de urgencia.
—¿Y los chicos? —preguntó.
—Los llevaremos con nosotros. Será una buena experiencia para ellos y tal vez lleguemos a necesitar los poderes extraordinarios de Taku —Kenji se puso en pie—. Debemos ponernos en camino cuanto antes. Recogeremos caballos en Yamagata.
—¿Cuál es tu plan? —preguntó Kondo—. Si me permites el atrevimiento, ¿tienes la intención de asegurarte de que Takeo sea eliminado?